Alumbró la vieja Concertación – El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Hace algunos años, desde estas páginas dos de sus destacados columnistas como fueron Carlos Maggi y Rodolfo Sienra promovieron la idea de una Concertación sobre todo de blancos y colorados, con el fin de generar una oferta electoral amplia, diversa y seductora que abriera el camino a una alternancia en el poder al Frente Amplio (FA).

La Concertación en cuestión se llevó adelante en particular en Montevideo. Logró un éxito rotundo en las elecciones de 2015: los municipios CH y E de la capital pasaron a tener, gracias a ese instrumento que habilitaba la acumulación de votos sobre todo de blancos y colorados, alcaldes electos del Partido Nacional (PN). Pero más allá de ese caso concreto, la idea de la Concertación terminó siendo algo mucho más profundo desde el punto de vista político. Y terminó alumbrando, con total claridad, en el ciclo electoral de 2019.

En efecto, el proyecto que llevaron adelante Maggi y Sienra aspiraba a que se tomara cabal consciencia del cambio de fondo que había significado la conjunción de dos realidades políticas sustantivas. En primer lugar, la fijación de las reglas electorales de la Constitución de 1997, que en particular con su balotaje presidencial y con su definición de un candidato presidencial por partido, había contribuido a configurar una escena partidaria fuertemente polarizada. De un lado estaban las múltiples izquierdas que se presentaban en el paraguas del FA; del otro lado, había dos grandísimos partidos, de tradiciones fuertes y personalidades propias, que estaban llamados a gobernar en coalición si querían contar con respaldo parlamentario propio y amplio.

En segundo lugar, el peso sustancial del Frente Amplio en el sistema de partidos del país era algo que había llegado para quedarse. Quizás no con una representación mayoritaria como la que tuvo en 2004 o 2009 manteniéndose sostenidamente por décadas; pero sí seguro con más representación que las de 1984, 1989 o 1994, es decir, con un porcentaje de apoyo ciudadano nada desdeñable y que le otorgaría un protagonismo largo e impar en la política del país.

En la visión de Maggi y Sienra, esos dos cambios exigían a blancos y colorados un aggiornamiento de sus formas de concebir la competencia y la cooperación en las elecciones nacionales. Para eso, la Concertación era un camino formidable, porque sin quitar nada a la identidad de nuestros partidos históricos, habilitaba a que hubiera un marco de coordinación que asegurara a la opinión pública que sí, efectivamente, podía pensarse en un gran gobierno de coalición formado por esos partidos como alternativa al FA.

Pasaron los años y fue recién en 2019 que el espíritu de la Concertación terminó de verificarse enteramente entre los actores partidarios no- frenteamplistas. Hubo ejemplos muy ilustrativos en esta campaña electoral: el del expresidente Sanguinetti, que de entrada habló siempre de una coalición de gobierno; el de algunos principales dirigentes blancos, que también tuvieron siempre presente la necesidad de coordinar esfuerzos programáticos con los partidos que integrarían una futura coalición; y sobre todo, el del candidato Lacalle Pou, que en la campaña hacia octubre mostró las coincidencias que existían entre las propuestas de los distintos partidos de lo que terminó siendo la coalición multicolor, y que luego, para el balotaje, se posicionó como candidato presidencial de toda la coalición mucho más que como candidato solamente del PN.

Pero lo más importante es que fue la gente misma la que entendió cabalmente el espíritu de la Concertación. Quedó muy claro en la campaña hacia noviembre con numerosos ejemplos que mostraron que los simpatizantes colorados, de Cabildo Abierto (CA), del Partido de la Gente y del Partido Independiente, se encolumnaron tras la candidatura de Lacalle Pou con sentidos de pertenencia y de identidad muy fuertes. El bisnieto de Luis Alberto de Herrera autografió banderas coloradas y se sacó fotos con simpatizantes de Batlle; el candidato de origen blanco visitó sedes de CA y fue recibido como en su propia casa; y la candidata a vicepresidente encabezó un acto formidable de mujeres políticas en el que participaron con espíritu fraterno integrantes de todos los partidos de la coalición multicolor.

El triunfo de Lacalle Pou y de la coalición multicolor no fue pues una casualidad. Fue cuando primó el sentido de la Concertación, que terminó alumbrando la certeza de la alternancia en el poder. Maggi y Sienra, hace algunos años, se adelantaron a su tiempo. Colaboraron así en esta forja histórica.

El País


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