La desmadrada transición boliviana – Por Julio Peñaloza Bretel, especial para NODAL

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Por Julio Peñaloza Bretel *

Hasta mediados de octubre de 2019, Bolivia era el referente modélico de la economía de la región con niveles de crecimiento por encima del cuatro por ciento que lo situaba en el primer lugar de Sudamérica en estabilidad, reducción de la pobreza, significativa incorporación de ciudadanos urbanos y rurales  –aproximadamente un millón de personas en el último lustro—a la clase media y un insignificante nivel de inflación anual por debajo del dos por ciento admirado por propios y envidiado por extraños, populistas y neoliberales.

La repostulación de Evo Morales para las elecciones del 20 de octubre terminaría trastocandolo casi todo.  Una precipitada valoración de la contienda electoral el lunes 21 por parte del equipo de observadores de la OEA, indicaba que se había producido un cambio abrupto y sospechoso en la tendencia de la votación y a esa lectura tendenciosa y precipitada contribuiría el Tribunal Supremo Electoral con la suspensión intempestiva e inexplicable de un sistema de conteo rápido de votos sin validez jurídica, pero con un alto grado de impacto psicológico colectivo que sirvió de pretexto para que el principal candidato opositor, ex vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada, el ex periodista Carlos Mesa, convocara a la ciudadanía a volcarse a las calles con dirección a las oficinas departamentales electorales para reclamar por su voto, bajo la convicción de un supuesto “monumental” fraude. La convocatoria derivó en incendios, y a partir de ese momento la violencia iría creciendo en espiral.

De ahí en más, veinte días de agitación callejera a través de paros cívicos en las principales ciudades, bloqueos y movilizaciones en distintos grados de intensidad, desembocaron el domingo 10 de noviembre en la renuncia de Evo Morales a la presidencia,  y de toda la línea sucesoria que garantizaría la permanencia del Movimiento al Socialismo (MAS) en el poder, por lo menos hasta el 22 de enero, fecha formal de finalización del mandato presidencial: La obstinación por retener el poder, aunque fuera a través de una forzada interpretación del Pacto de San José, en sentido de que repostularse es un derecho humano, se convertiría en una enormísima factura que el país empezaría a pagar en cuotas inimaginables comenzando por la captura de la presidencia por parte de la segunda vicepresidenta del Senado, Jeanine Añez, del Movimiento Demócrata Social (MDS) que -en la “fraudulenta” elección- había alcanzado apenas el cuatro por ciento de la votación nacional. Golpe de Estado se dijo desde México, Argentina y otros países que constataron que se había obligado a Evo a renunciar y a escapar del país ante la amenaza de que su vida corría peligro en territorio nacional.

Añez juró sin quorum parlamentario y con presencia de generales y coroneles que le otorgaron su bendición para ejercer una primera magistratura transitoria, con el casi exclusivo propósito de una nueva convocatoria a elecciones en el plazo más breve posible con una nueva composición del Tribunal Supremo Electoral, lo que daría lugar a un gobierno de trámite reglamentario para evitar un temido vacío estatal, hasta que a algunos personeros de su entorno se les ocurrió preguntar a través de encuestas “¿Y si fuera ella?” en alusión a la probabilidad de pasarla de presidenta transitoria a presidenta candidata como “única” opción de unidad frente al riesgo de que el MAS, el partido de Evo -que conformó binomio con Luis Arce y David Choquehuanca, ex ministros de Economía y Relaciones Exteriores durante doce años consecutivos- pudiera volver a ganar en la contienda que se realizará el próximo 3 de mayo.

En efecto, Jeanine Añez es ahora candidata y presidenta transitoria con el respaldo de su propio partido y las agrupaciones ciudadanas de los alcaldes de La Paz y Tarija, Luis Revilla y Adrián Oliva, que decidieron romper sus alianzas con la Comunidad Ciudadana (CC) de Carlos Mesa que fue segundo en las anuladas elecciones pasadas y continúa persuadido de que esta vez puede ganarla en tanto Evo ya no podrá estar en la papeleta electoral.

En aproximadamente setenta días de ejercicio gubernamental, la administración de Jeanine Añez ha tomado decisiones estructurales que casi nada tienen que ver con un gobierno bisagra con un solo elemento central de agenda que consiste en llamar a nuevas elecciones: liberó de la obligación de visas para ciudadanos estadounidenses e israelíes, suspendió relaciones con Cuba, reconoció a Guaido como gobernante de Venezuela, se envolvió en incidentes diplomáticos con la embajada de México en la que se encuentran asilados varios ex colaboradores de Evo Morales, y también con la embajada de España ante un supuesto intento de sacar clandestinamente a ex personeros acusados se terrorismo y sedición como el entonces Ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, acusando a Podemos de Pablo Iglesias de encontrarse detrás de esta supuesta trama.

Y no sólo eso, porque las órdenes de detención a presuntos corruptos del gobierno de Evo se han convertido en la moneda corriente boliviana, y también la vigilancia a medios de comunicación a los que se tacha de sediciosos y casi cómplices de supuestas aventuras terroristas. En este contexto se han cerrado una apreciable cantidad de radioemisoras comunitarias en las últimas semanas y la activista María Galindo, líder de la agrupación Mujeres Creando ha sufrido la censura de una última columna de opinión que publica regularmente en el diario Página Siete, en la que denuncia una reunión efectuada días previos al golpe, en instalaciones de la Universidad Católica Boliviana (UCB) con la participación,entre varios,  del embajador del Brasil en La Paz, el político Jorge “Tuto” Quiroga, ex vicepresidente de Banzer y al que sindica de agente de la CIA, como factores determinantes para el derrocamiento de Evo.

Jeanine Añez ha tenido que soportar la renuncia de su ministra de Comunicación, Roxana Lizarraga y esto le ha servido para solicitar renuncia colectiva y cambiar a tres de su inicial equipo. Dice que hará campaña en horarios fuera de oficina, sin utilizar el aparato estatal en beneficio de su candidatura. Los presidenciables de filiación ideológica parecida –Mesa, Quiroga, Camacho—que coincidieron en señalar a la hasta entonces senadora, como sucesora de Evo, afirman que esto es romper las reglas de juego y que la señora presidenta está actuando tal como lo hacía el prorroguista Evo. Con este panorama, el desconcierto y las sorpresas de giros, idas y venidas en la política boliviana están plenamente garantizadas, por lo menos en los siguientes tres meses, hasta cuando llegue la fecha de concurrir nuevamente a las urnas.

* Periodista boliviano


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