Coronavirus y neoliberalismo – Por José Cruz Campagnoli y Gerardo Torres Vilar, especial para NODAL

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Por José Cruz Campagnoli * y Gerardo Torres Vilar **

La mercantilización de lo común que produjo el capitalismo comenzó ya en los 70’, dando lugar a un proceso de “acumulación por despojo” como señala el geógrafo marxista David Harvey.

Nos encontramos transitando una crisis sanitaria mundial con escasos precedentes históricos, no solo por la afectación directa sobre la salud de la población, sino también por el impacto proyectado sobre la economía mundial y las transformaciones sociales que podrían precipitarse a partir del saldo que deje esta epidemia global.

La súbita expansión de esta nueva cepa de coronavirus, el COVID-19, ha alcanzado escala de pandemia a 11 semanas de su inicio en un mercado de Wuhan, la capital de la provincia de Hubei en China central. A la fecha, se encuentran afectados 183 países y territorios, superando ya el cuarto de millón de casos y las 10.000 muertes.

Algo menos de un tercio de estos decesos se explican por China que, sin embargo, parece haber logrado contener el brote y solo registra contagios “importados” en la actualidad. La situación resulta inversa en el hemisferio occidental: EE.UU y Europa, con sus fronteras cerradas, transitan un momento de plena expansión del brote epidémico. Los casos agregados de Europa continental ya superan holgadamente los acumulados por China desde el inicio de la crisis.

América Latina, por su parte, presenta un número significativo de casos y un panorama alarmante en el Brasil de Bolsonaro y el Chile de Piñera, el cual debe además enfrentar la pandemia con un sistema de salud mayormente privatizado.

La Argentina presenta, en cambio, una tasa por habitante 8 veces menor a la chilena a partir de sus 128 confirmados a la fecha, concentrados en personas que viajaron recientemente a países “de riesgo” y sus vínculos estrechos. En cualquier momento, no obstante, se dará por confirmado el inicio de la etapa de circulación comunitaria.

En síntesis, nos encontramos con una crisis a escala global, pero con escenarios y perspectivas muy diversas. Cabe preguntarse, entonces, cuáles serían los factores capaces de explicar estas significativas diferencias. Mientras que los países asiáticos tuvieron que reaccionar a un evento inesperado, buena parte de Europa subestimó los riesgos y retrasó la implementación de las necesarias medidas de aislamiento y distanciamiento social que habían permitido frenar la epidemia en Oriente.

Italia agrega un componente inquietante: el desborde de un sistema de salud que viene de sufrir severos recortes presupuestarios en el marco de los programas de austeridad impulsados por la troika europea, con un ajuste de USD 37.000 millones solo en los últimos dos años. Consideremos que, con una población de 60 millones, ya supera la cantidad de víctimas fatales de toda China, que sufrió el brote un mes antes y ronda los 1.500 millones de habitantes. El Reino Unido, salvo que modifique drásticamente su política frente a la pandemia, se precipita hacia una catástrofe de proporciones de la mano del inefable Boris Johnson, quien no dudó en pedirle al pueblo británico que se resigne a perder a sus propios seres queridos ante la necesidad de mantener funcionando la economía. Se trata de una ignominia de proporciones históricas, considerando que la salud pública inglesa supo erigirse como modelo a nivel mundial.

De este lado del Atlántico, Cuba no solo se las arregla para mantener los mejores indicadores sanitarios del planeta tras años de criminal bloqueo económico, sino que además realiza contribuciones determinantes para salvar miles de vidas fuera de sus fronteras mediante el aporte solidario de medicamentos desarrollados por sus científicos, como el Interferón alfa 2B.

En sus antípodas, Estados Unidos se muestra impávido ante la pandemia, que ya logró expandirse a lo largo de sus 50 estados, superando los 14.000 casos y las 200 muertes. Un escenario agravado por un sistema casi enteramente privatizado que hace caer el grueso del gasto en salud sobre el bolsillo de sus ciudadanos. Es por este motivo que el 70% de las bancarrotas personales de las y los estadounidenses están relacionadas con los altos costos médicos que deben afrontar sin asistencia estatal.

La Argentina, por su parte, se esfuerza por revertir las consecuencias del brutal desfinanciamiento impuesto durante el gobierno de Mauricio Macri, que incluyó la degradación del Ministerio de Salud a Secretaría, el regreso de enfermedades erradicadas como el sarampión, el abandono de millones de dosis de vacunas en la Aduana y la explosión de casos locales de dengue.

Partiendo de semejante desidia, el gobierno de Alberto Fernández enfrenta la pandemia sin escatimar recursos ni posponer medidas. Así, decidió suspender las clases a dos semanas del primer caso, una semana antes de lo dispuesto por China y entre dos y tres semanas antes que lo hicieran los países de la UE. A ello se agrega la reciente decisión de dictar una cuarentena total hasta el 31 de marzo, impulsando a la vez medidas contracíclicas para estimular la demanda agregada y evitar que la epidemia añada mayor deterioro sobre una economía que había iniciado un proceso de recuperación.

Seamos claros: ningún sistema de salud podría absorber las demandas que se producen durante una epidemia que suma nuevos casos a escala exponencial. El objetivo es aplanar la curva de contagios y evitar picos que hagan colapsar el sistema sanitario en general, y el de cuidados intensivos en particular. Habiendo tomado las medidas necesarias de manera oportuna, nuestro sistema de salud estaría preparado para responder de modo adecuado a una situación que sin duda se irá agravando conforme avancen los días. De hecho, los especialistas prevén una rápida expansión de casos para las próximas semanas, aún ante el escenario relativamente optimista que se abre en función de las firmes medidas adoptadas por el gobierno nacional. La mayoría de los Estados occidentales, sin embargo, se encuentra en serias dificultades para lograr este objetivo y evitar una propagación explosiva de la pandemia.

Los datos preliminares ya arrojan una diferencia sideral en las tasas de mortalidad por COVID-19 que presentan algunas potencias de Occidente, en contraste con regiones chinas que, afectadas luego del brote inicial en Wuhan, obtuvieron tasas hasta 10 veces más bajas.

En conclusión, la pandemia de COVID-19 nos enfrenta a las consecuencias de un sistema socioeconómico injusto y deshumanizado, que produce niveles crecientes de inequidad a partir de una inédita concentración de la riqueza y una progresiva privatización del patrimonio social.

Lxs médicxs italianxs se ven forzados a elegir a quién dejar morir ante el colapso que atraviesa su sistema de salud. Esto ocurre ahora mismo en la 3º economía de Europa. Sus pares españoles se encuentran a horas o días de enfrentar el mismo horror. Hasta este punto nos ha empujado la mercantilización de lo común.

Es tiempo de reconocer que el neoliberalismo impone condiciones incompatibles con la vida y el desarrollo de las sociedades. La Salud debe ser preservada como un derecho cuyo cumplimiento efectivo y universal sólo pueden garantizar los Estados.

No perdamos más tiempo. Abandonemos este sistema deshumanizante. Debemos hacer retroceder al capitalismo de ámbitos inherentes a la condición humana: Salud, Educación y Hábitat deben quedar ajenos a la condición de mercancía.

Como decía Ramón Carrillo, Ministro de Salud de Juan Domingo Perón ya en el siglo pasado “Los problemas de la medicina como rama del Estado, no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría”.

* Campagnoli espolitólogo, ex Diputado, Torres Vilar es psicólogo y psicoanalista. Ambos integran PUEBLA – Fuerza Colectiva de la Argentina


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