CEPAL: Urge nueva lectura de la crisis – Por Javier Suazo

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Javier Suazo *

Con la crisis financiera de 2008, los países del tercer mundo y sobre todo latinoamericanos, esperaban de los países centrales, una nueva lectura de la realidad económica, política, social, cultural y ambiental, pero no sucedió.

Igual se esperaba que los organismos financieros internacionales, especialmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, acoplaran sus políticas a estas realidades y cambiaran sus modelos teóricos y operativos para enfrentar los problemas generados por dicha crisis; igual no sucedió.

La receta siguió siendo estabilización económica y fanatismo monetario (léase pérdidas crecientes de empleos y menos gasto social), cambio estructural (liberalización comercial unilateral, tipos de cambio reales, monocultivo, extractivismo, maquila golondrina), y desconstrucción del Estado.

Pero se profundizó con más fuerza la privatización de bienes públicos universales como la salud, educación, seguridad social y vivienda popular, sumado a la inseguridad alimentaria, destrucción de los recursos naturales, autoritarismo, corrupción, sobreendeudamiento y violaciones sistemáticas de derechos humanos. Los países con gobierno de corte progresista que se salieron del libreto, recibían poco apoyo e incluso conspiró y conspira para sacarlos del poder.

Es por ello que países con gobierno autoritarios, acusados de corruptos, pero que siguen al pie de la letra las recomendaciones del FMI y se muestran complacientes con las políticas e intereses de Estados Unidos en la región, reciben un total apoyo, incluso más allá de los límites del endeudamiento de las economías. Se ha cuestionado a dichos organismos el apoyo dado a este tipo de países con gobiernos poco trasparentes y violadores de derechos universales, en aras de cumplir objetivos económicos y financieros como la reducción del gasto, aumento de impuestos, metas de inflación, privatización, devaluaciones y endeudamiento.

Viene a la mente lo anterior, a raíz de las preocupaciones de la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Alicia Bárcenas, sobre la pandemia del Covid-19 y la crisis económica en marcha (¿léase recesión?). El diagnóstico destaca que el crecimiento de las economías latinoamericanas y caribeñas será negativo de -1.8%, (¿siendo optimistas?) en 2020, frente a un estimado de 1.3% antes de la pandemia.

Igual, una fuerte caída de las exportaciones (-10.7%), y alcanzará 220 millones de pobres y 90.8 millones de pobres extremos (CEPAL: 2020). La pandemia llega en momentos ya difíciles para Latinoamérica, con sistemas de salud debilitados y fragmentados, donde más de 47% de la población no tiene acceso a servicios de seguridad social.

“El momento es complejo y nos encuentra con un planeta enfermo. Viviendo uno de sus peores momentos en materia ambiental: océanos y ríos contaminados, bosques devastados, suelos erosionados, masiva extinción de especies, y ciclos climáticos alterados. Este debe ser el momento de pensar en la insostenibilidad del modelo de desarrollo extractivista y desigual” (Alicia Bárcenas: abril, 2020).

Entre las acciones y medidas de política pública propuestas, destacan las siguientes:

a) Salvaguardar la salud como un bien público básico;

b) Reformar la globalización;

c) Volver a políticas universales, redistributivas y solidarias;

d) Vigencia de un pacto social para el bienestar y los derechos de las personas;

e) Nuevos espacios fiscales para aumentar en forma sostenida el gasto público en salud; f) Contrarrestar efectos negativos de la pandemia en salud (Acciones para evitar aumento de contagios, falta de medicamentos, comida, energía, agua potable), empleos-ingresos ( transferencias monetarias, fondos de desempleo, pago de salarios), y producción de bienes y servicios ( mayor liquidez a tasas de interés cero, subsidio a empresas, reprogramación del pago de impuestos y servicios para empresas, moratorias de deuda); poniendo énfasis en las unidades productivas/comerciales de menor tamaño e informales, grupos y personas más vulnerables.

No obstante este reconocimiento, decir que la globalización se extravió y no derrama sus beneficios por igual, no basta. Igual, no basta proponer volver a políticas universales en salud e incluso educación, se necesita más que eso.

Un punto de referencia es que muchos de los problemas que se identificaron como centrales para las economías latinoamericanas hace más de 60 años, siguen vigentes y más bien las políticas de liberalización unilateral e integración comercial y financiera detrás de la globalización, los hicieron, curiosamente, más visibles. Uno es el patrón de especialización productiva y comercial y el persistente deterioro de los términos de intercambio, que hace posible una transferencia permanente y creciente de ingresos y valores entre países y empresas.

Hemos caído en la trampa del discurso que el comercio entre desiguales, beneficia a la larga a todos, sin analizar que la distribución del porcentaje de los beneficios no es equitativo y justo. En este frente ocupamos más investigación y esfuerzos de integración y cooperación regional horizontal, no solo entre países, sino también entre gobiernos, actores privados y organizaciones sociales.

El segundo es la heterogeneidad estructural, identificada como uno de los principales obstáculos para aspirar a procesos de desarrollo más endógenos en recursos y actores internos.

Un vistazo a las economías de los países latinoamericanos, muestra todavía sustanciales diferencias entre sectores económicos y unidades productivas. Se pensó que el avance de la industrialización posibilitaría una mayor integración de los sectores primarios, irradiando las nuevas técnicas de organización productiva y social y progresos tecnológicos de los sectores modernos al resto, particularmente hacia sectores agroforestales y unidades productivas de baja productividad.

El argumento es que, la globalización permitió integrar países a las cadenas globales de producción y servicios, por lo que no era necesario-previamente- volver más homogéneos e integrados los sectores y unidades de las economías nacionales. Además del monocultivo, el Extractivismo, la maquila y los servicios de apoyo, todavía seguimos esperando aumentos sostenidos de productividad en gran parte de unidades de producción (pequeñas empresas, productores y economías campesinas) garantes de la seguridad alimentaria.

En palabras de Aníbal Pinto, uno de los teóricos cepalinos de la heterogeneidad estructural, “Grandes segmentos de la población, de la estructura productiva y del “espacio económico” han quedado absoluta o sustancialmente marginados del avance registrado en el “polo moderno”. En otras palabras, ha habido una triple concentración de los “frutos del progreso técnico”: a nivel social, al de estratos económicos y al regional”. (A. Pinto, 1985, pág. 109).

Un tercer problema refiere al acceso del conocimiento y la investigación. Desde la década perdida para acá, la mayor parte de los países latinoamericanos están destinando cada vez menos recursos a la investigación e innovación/desarrollo. No solo se debe a la falta y mala orientación de los recursos públicos por las universidades y centros de enseñanza intermedia, sino a incentivos para apoyar estos procesos.

Aunque varios países como Colombia, Chile, México, Argentina y Costa Rica han conformado ecosistemas de innovación con la participación efectiva de un número considerable de actores públicos, privados y academia, los recursos asignados son bajos; es decir, hay un bajo monto de recursos públicos y privados destinados a la investigación y desarrollo.

La globalización y mercados libres no solo debilitaron sustancialmente las políticas universales y los sistemas de salud, educación, protección social y vivienda, sino también los sistemas de planificación institucional. El primer eslabón de ruptura de la desconstrucción de los Estados y gobiernos, son los sistemas de planificación, convertidas sus instituciones con la vigencia de programas de estabilización económica y ajuste estructural, en oficinas de trámites y generación de información para la oficina del Despacho Presidencial, asociaciones privadas corporativas y dirigentes políticos.

En esta crisis del Covid-19, nadie habla de los sistemas de planificación, muchos de los cuales siguen vigentes y sus instituciones (¿léase Secretarias de Estado?), reciben presupuesto. Incluso, a nivel de países, muchos economistas, sociólogos y administradores públicos, siguen preguntando que fue de la planificación, porque no recurrir a sus modelos teóricos e instrumentos en situaciones de crisis como la actual.

En Latinoamérica, el autoritarismo y la corrupción, van de la mano. Si cumplimos con las políticas del FMI y el Banco Mundial, los consideramos un dato; más aún, si a este cumplimiento le sumamos el apego a políticas de seguridad nacional, interés geoestratégicos, políticos y financieros de EEUU. Se ocupa de una nueva condicionalidad para el desarrollo, que penalice a gobiernos y estados autoritarios y corruptos, no que les aplaude.

Hemos guardado silencio sobre el creciente endeudamiento de la región, mucho del cual es ilegitimo. Cada año presentamos las cifras de la deuda, pero investigamos poco sobre la productividad y orientación de los recursos asignados, el cumplimiento de objetivos y metas de reducción de pobreza, indigencia, hambre, coberturas de servicios sociales, producción y calidad de bienes exportados, las condicionalidades y debilitamiento de los Estados, corrupción (monto de recursos robados).

Ponemos poca atención al rol que cumplen los OFIs y actores privados, la débil institucionalidad reguladora y pérdida de valores éticos en los funcionarios.

La integración latinoamericana es también un bien preciado para el desarrollo. Frente a ello, hemos conspirado para debilitar las instituciones existentes (Mercosur, Unasur, Celac), fomentando tratados de comercio y cooperación unilaterales, buscando competir entre los propios países; seguimos confiando y apostando en una Organización Regional viciada y que conspira contra aquellos miembros que han salido del libreto neoliberal y política de EEUU.

La Dra. Bárcenas habla de la “Hora Cero” para Latinoamérica, por lo que es de suponer que CEPAL, más pronto que tarde hará una mejor lectura de la realidad Latinoamericana, volviendo a los orígenes, apoyando esfuerzos conjuntos de actores diversos para cambiar el modelo de desarrollo de corte neoliberal impuesto; más de lo mismo no sirve.

Una primera acción, tal como lo sugirieron sus fundadores más conspicuos, debería ser formular y ejecutar un proyecto de apoyo financiero y técnico permanente a la institución por países extracontinentales.

* Director, guionista y productor de cine hondureño con destacada participación en la música, el cine y la literatura


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