Bolivia: La salud hoy importa poco – Por Gabriela Montaño

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Bolivia: la salud hoy importa poco

Por Gabriela Montaño*, especial para NODAL

Cuando alguien toma el poder por asalto, la salud como todo lo que tiene que ver con la vida de la gente, importa muy poco.

Hasta octubre de 2019, momento en el que Carlos Mesa, Fernando Camacho, Samuel Doria Medina y Tuto Quiroga deciden tomar el poder en Bolivia por medio de un golpe de Estado, logrando el apoyo de la policía y las fuerzas armadas, el gobierno del presidente Evo Morales había incrementado la inversión en salud 360% y se habían construido 1062 establecimientos de salud, la mayoría de ellos de primer y segundo nivel. En 14 años se duplicaron los ítems (puestos de trabajo) que Bolivia había dispuesto en toda su vida republicana para el personal de salud. Se consolidaron el programa Mi Salud y Telesalud, como políticas de gestión destinadas a fortalecer de manera definitiva la Atención Primaria en Salud (APS). Once meses antes del golpe, por primera vez en la historia de Bolivia se había iniciado un Sistema Único de Salud (SUS) que debía garantizar al 100% de la población el acceso gratuito al sistema. Entendiendo que Bolivia venía de muchas décadas de abandono en este ámbito, era necesario fortalecer la capacidad del sistema público de salud. Por eso en 2017 se inició un ambicioso “Plan de Hospitales para Bolivia” que implicaba la inversión más grande de la historia de nuestro país en construcción, equipamiento y puesta en marcha de 53 hospitales de segundo, tercer y cuarto nivel. El financiamiento de este plan implicaba casi 2000 millones de dólares, para el subsistema público de salud, provenientes del Tesoro General del Estado y créditos fundamentalmente con el BID y el BM. Sin contar el plan de inversión habilitado por ley para el subsistema de seguridad social. 

Ocho meses después del golpe de Estado toda la inversión en salud ha sido paralizada por la autoproclamada Jeanine Añez. Mientras los números de infectados y fallecidos por COVID 19 en Bolivia crecen descomunalmente (inclusive si tomamos en cuenta las cifras oficiales que adolecen de un espantoso subregistro), existen 11 hospitales con infraestructura concluida desde el año pasado a la espera de ser equipados, poniéndolos en marcha para atender la emergencia sanitaria por COVID 19. Alguno de las y los lectores se preguntará si existen los recursos para hacerlo. Pues sí, los recursos para continuar el financiamiento de estos hospitales estaba garantizado. Durante los últimos meses las y los bolivianos han presenciado azorados cómo se cometen delitos de corrupción desde el Estado con el dinero que había sido destinado a la compra de ventiladores y equipos de terapia intensiva, e incluso la adquisición de material de bioseguridad para el personal de salud ha sido un pretexto para que funcionarios de gobierno se embolsillen los recursos públicos. La corrupción está carcomiendo todas las empresas del Estado en sectores estratégicas como hidrocarburos y energía, telecomunicaciones, minería, etc. Los programas Mi salud y Telesalud, que llevaban brigadas de médicos y enfermeras a los domicilios de la gente más humilde, han sido desmantelados. Hasta hoy no existe disponibilidad de pruebas de laboratorio, aunque en Marzo el Ministerio de Salud comprometió 450 mil kits laboratoriales para COVID 19. Añez ha cambiado tres veces la cabeza del Ministerio de Salud en estos meses, pero siguen igual de extraviados. La titularidad de esa cartera ahora mismo recae en un exmilitar, que además maneja el Ministerio de defensa. Es claro que el gabinete ministerial está más ocupado en amenazar, amedrentar y encarcelar a dirigentes sociales y políticos que no se rinden ante el abuso, el irrespeto a los derechos humanos y la violencia, que en generar un mínimo plan para salvar vidas. 

La desesperación de la gente es brutal, porque ven un barco sin rumbo. El dolor crece minuto a minuto. Sin embargo la única certeza es que no tenemos porqué elegir entre salud o economía y mucho menos, entre salud y democracia. Por esta razón las principales organizaciones sociales del país demandaron elecciones libres y transparentes para el 6 de septiembre de 2020. Como dice Luis Arce, candidato a la presidencia por el Movimiento al Socialismo (MAS): “sólo el pueblo, salva al pueblo”. Lo aprendimos en vidas de lucha y 14 años de conquistas sociales, culturales, económicas y políticas innegables.

* Médica, ministra de Salud al momento del golpe de Estado de 2019


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