La próxima elección presidencial en Ecuador en diez puntos – Por Daniel Kersffeld

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Daniel Kersffeld

1) La presentación de 20 precandidaturas presidenciales revela un cambio importante del sistema político, más aún si comparamos con las 12 precandidaturas oficiales que hubo en las elecciones presidenciales de 2017, y de las cuales quedaron finalmente 8 fórmulas en la competencia. Al existir tanta dispersión de votos resulta improbable que una fuerza pueda ganar en primera vuelta. Asimismo, aumenta la posibilidad de que quienes pasen al balotaje lo hagan con un porcentaje no demasiado alto, tal vez, no más allá del 30%.

2) La novedad más importante es la presentación de una lista electoral que responde a la izquierda y al correísmo, con el ex ministro Andrés Arauz como candidato a presidente, aunque todavía resta ver si participará el ex presidente Rafael Correa en ella como candidato a vicepresidente. Por las dudas, y hasta no resolver su situación legal, se presenta una alternativa conformada por ex ministro Andrés Arauz y el comunicador Carlos Rabascall. Se trata de una lista con posibilidades de ganar en primera vuelta, si bien subsisten dudas sobre qué podría ocurrir ya en el balotaje en torno a la conformación de un “frente anticorreísta”.

3) Salvo Guillermo Lasso, Lucio Gutiérrez, y eventualmente Rafael Correa, en las próximas presidenciales ya no participarían como candidatos personajes tradicionales de la política ecuatoriana de las últimas tres décadas. En este sentido, se bajaron Jaime Nebot y Álvaro Noboa; Abdalá Bucaram sólo se candidatea como asambleísta; y Paco Moncayo parecería haberse jubilado. De igual modo, Lenín Moreno no va por su reelección como presidente y tampoco se presentará su ex vicepresidente Otto Sonnenholzner, a quien muchos veían como la apuesta del gobierno o, eventualmente, de un recambio generacional de la derecha.

4) La derecha y la centroderecha, en sus múltiples expresiones (neoliberal, conservadora, autoritaria, moderada, religiosa, ilustrada, populista, etc.) atravesará su propio proceso de redefiniciones para dirimir quién conducirá ese espacio, quién podría obtener el mayor número de votos y, lo más importante, quién podría llegar a articular de mejor manera el polo anticorreísta. Quienes corren con más ventaja en la disputa por este liderazgo son Guillermo Lasso, con alto nivel de conocimiento e importante cantidad de recursos, y Cristina Reyes, la sorpresiva candidata del Partido Social Cristiano, por la presencia territorial de la organización.

5) El gobierno se quedaría sin herederos: ningún candidato ni partido reclama ser parte del “linaje”. La crisis económica, social y sanitaria, con una corrupción institucionalizada y la muy mala imagen del presidente (según algunas encuestas sólo tendría una aprobación del 20%) genera una situación prácticamente inédita con varias candidaturas por listas diferentes. En este sentido, y además de Alianza País como partido de gobierno, están las nominaciones de Democracia Sí, de Gustavo Larrea, y de Construye, ex Ruptura 25 con intento de lavado de imagen.

6) Por primera desde la llegada de Rafael Correa al poder en 2006, Alianza País, ya bajo las órdenes de Lenín Moreno, perdería una elección presidencial. Con todo, sigue siendo una máquina electoral y financiera con presencia en todo el país, lo que en parte explica la presentación de una candidatura presidencial sin ninguna chance de trascender. Alianza País, de partido hegemónico hasta hace un lustro, se convertiría en una fuerza testimonial.

7) Después de las notorias protestas indígenas de octubre de 2019, Pachakutik volverá a tener un papel totalmente menor en las elecciones presidenciales, rondando con suerte el 5%. La selección por el candidato más moderado (Yaku Pérez) y la búsqueda por “desindigenizar” la fórmula con una fugaz candidata a vice totalmente improvisada y con declaraciones desafortunadas (incluso, en contra del propio movimiento indígena) revela los fuertes conflictos internos de la organización y el desinterés en su armado político. Resta por ver si los votos más radicales encolumnados detrás de los dirigentes de la protesta de 2019 se dirigen hacia el correísmo, con el que la relación tampoco es fácil.

8) Existen organizaciones que, con un peso cada vez más limitado en la contienda presidencial, se presentan sobre todo para conseguir al menos un lugar en la Asamblea. Son los casos de dos fuerzas poderosas en el pasado y que en la actualidad sobreviven con una base electoral mínima como FE (ex PRE), de la familia Bucaram, o la Izquierda Democrática, con la amenaza de perder nuevamente su personería jurídica.

9) Llama la atención la cantidad de fórmulas pertenecientes a listas desconocidas, en algunos casos con observaciones legales, y que con suerte podrían sacar un 1%. Listas puramente electorales como Libertad es Pueblo, Movimiento Amigo, Unión Ecuatoriana, etc. movilizan recursos de todo tipo, se aseguran financiamiento público y eventualmente también privado, y hacen su apuesta para la segunda vuelta, cuando los dos partidos mayoritarios deban negociar apoyos (aunque representen pocos votos, todo suma) a cambio de presencia en un futuro gobierno o de cualquier otro tipo de beneficios. Justicia Social, de Fabricio Correa, hermano del ex presidente, suma además el conflicto familiar a la contienda política.

10) Con el pastor brasileño Gerson Almeida, de Ecuatoriano Unido, por primera vez en Ecuador se conforma una fórmula presidencial sustentada en las iglesias evangélicas. Se trata de un movimiento político y religioso de penetración cada vez más profunda en la región y que tuvo sus principales éxitos en México, con López Obrador, en Brasil, con Bolsonaro, y en algunos países centroamericanos. Con un amplio sentido del pragmatismo, pueden hacer alianzas por izquierda y por derecha.

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