Argentina | Eso que llaman amor: las tareas de cuidado en la agenda política

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Por Lucía Cholakian Herrera

No es casual que las tareas de cuidado se diluyan en las historias de vida. Empiezan marcándose como relato desde que las niñas son niñas con el bebito de juguete, la cocinita, el cochecito, los sets de limpieza, la valijita Juliana enfermera. Se hacen lugar en la vida personal de las hermanas y primas mayores haciéndose cargo de los padres y abuelos y como maestras ad-hoc en el apoyo escolar doméstico. Los cuidados se tejen y materializan desde el comienzo de la socialización, cuando se recibe cuidado, y se pasan como una posta invisible que constituye, casi naturalmente, una parte central del cotidiano: cuidar. Tan invisible que la Encuesta de Uso del Tiempo del INDEC arrojó resultados que impresionan incluso cuando se tiene conciencia de qué son los cuidados: 9 de cada 10 mujeres en Argentina asumen estas tareas, que ocupan un promedio de 6,4 horas diarias. Casi una jornada laboral completa, sólo que en este caso, siguen siendo tareas no remuneradas.

La semana pasada la Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía presentó el informe Los cuidados, un sector económico estratégico, trabajo desarrollado por el equipo del nuevo organismo liderado por la doctora en economía Mercedes D’Alessandro, fundadora de Economía Feminista. Basándose en datos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, estiman que las tareas de cuidado y trabajo doméstico no remunerado ascienden al 15,9% del PBI. Esto convierte a las tareas de cuidado en el sector que más aporta a la economía, seguido por la industria (13,2%) y el comercio (13,0%).

Los cuidados en Argentina comenzaron a formar parte de una agenda política con la llegada de la nueva gestión a fines de 2019. Se creó la Dirección liderada por D’Alessandro en el equipo de Martín Guzmán y también la Dirección Nacional de Políticas de Cuidado encabezada por Lucía Cirmi Orbón dentro del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Ambos organismos tienen como tarea coordinar, desde perspectivas complementarias, relevamientos y políticas orientados a considerar los cuidados como parte central de la vida social y económica. No sólo para las mujeres, aunque estas tareas estén generalmente feminizadas, sino para todxs. Y parte de su misión es, como en muchos temas de la agenda feminista, comenzar por describir y visibilizar.

La definición

Eso que llaman amor es trabajo no pago, reza una muletilla que aparece siempre que se habla de estos temas. Es breve pero clara: las tareas de cuidado se invisibilizan bajo el manto de gestos de afecto ejecutados siempre por personas estereotipadas bajo el paraguas de la empatía, la entrega, el sacrificio: las mujeres que cuidan son pocas veces reconocidas como trabajadoras. Un documento elaborado por la Mesa Interministerial de Políticas de Cuidado que coordina el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, toma la definición de cuidados de la economista Corina Rodríguez Enríquez: “actividades indispensables para satisfacer las necesidades básicas de la reproducción de las personas, brindándoles los elementos físicos y simbólicos que les permiten vivir en sociedad”. Este abanico de tareas incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas, la provisión de las condiciones e insumos para realizar el cuidado y su gestión (horarios, traslados, supervisión, entre otros).

De acuerdo a los datos de la Encuesta de Uso del Tiempo y el informe elaborado por la Dirección de Economía, Igualdad y Género; las mujeres realizan el 75% de las tareas domésticas no remuneradas, y el 88,9% participan de estas tareas dedicándole 6,4 horas por día. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, dedicándole un promedio de 3,4 horas diarias. Pero esta no es la única brecha en la que la población femenina está en desventaja económica respecto a la masculina: de acuerdo a los datos de la EPH del cuarto trimestre de 2019, el ingreso total individual en poblaciones con ingresos es en el caso de las mujeres de 22.252,80 pesos, mientras que en los varones asciende a 30.477,50, lo cual arroja una brecha del 27,7%. ¿Por qué es importante? Porque la feminización de las tareas de cuidado hace más difícil no sólo el ingreso y permanencia de las mujeres en el mercado laboral, sino también su capacidad de crecimiento allí.

Lucía Cirmi Orbón, de la Dirección Nacional de Políticas del Cuidado, explica que “la brecha de los cuidados es la contracara de la brecha salarial: las mujeres porque cuidan tienen menos tiempo para trabajar remuneradamente afuera, les dan menos ascensos, son las que faltan cuando los chicos se enferman, y por los mismos estereotipos de cuidado no les ofrecen trabajos”. Estos datos también se materializan en prácticas naturalizadas: el empleador que le pregunta a la candidata para el puesto si planea quedar embarazada pronto es un ejemplo. Las mujeres competimos en desventaja también en ese sentido, porque los estereotipos que recaen sobre nosotras construyen responsabilidades que perjudican nuestro acceso al trabajo. El varón, organizado alrededor de la idea de proveer en el núcleo familiar, es tanto más conveniente para una lógica de optimización del recurso humano en los términos en los que se concibe la productividad en nuestra sociedad. El problema es que, como explica Cirmi Orbón, sólo 4 de cada 10 familias en el mundo cumplen con las descripciones de la ‘familia tipo’: cada vez más los espacios domésticos se organizan con nuevas reglas y mayor diversidad. Incluso los estereotipos que moldean las desventajas quedan obsoletos.

Lo que hay y lo que necesitamos

Argentina ya tenía políticas que contemplaban a quienes cuidan y el ejemplo más claro fue la moratoria previsional que permitió a las amas de casa jubilarse: el 85% de las mujeres que se jubilaron en los últimos diez años lo hicieron gracias a esta medida. También integran este universo de políticas la Asignación Universal por Hijo (AUH) —el 94% de las beneficiarias son mujeres— y, en tiempos de pandemia, el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Pero Cirmi Orbón explica que el futuro se trata de ampliar y profundizar estas medidas. “El horizonte implica redistribuir tiempos, recursos y ampliar servicios públicos. Necesitamos construir un piso de derechos en torno al tema: que las personas puedan elegir si cuidar o no, y si lo eligen que sea reconocido”.

La Mesa Interministerial de Políticas de Cuidado reúne doce organismos del Poder Ejecutivo, incluyendo ministerios pero también ANSES, PAMI y AFIP, entre otros, y se creó según su directora para organizar un “cuidado más justo” que ponga un freno a la reproducción de desigualdades. “Necesitamos más servicios públicos de la primera infancia y personas mayores, más formación y jerarquización de los cuidados, y más reconocimiento y protección social para quienes cuidan familiarmente. Que exista el derecho a cuidar y que se reconozca como trabajo, pero también que las personas reciban un cuidado de calidad”, define.

Y esto último es importante. Los cuidados también se ven afectados por las desigualdades sociales y brechas entre los estratos económicos. Las mujeres de clase alta y media tienen la capacidad económica de costear la tercerización de los cuidados, desde las guarderías privadas hasta las cuidadoras de adultos mayores, mientras sostienen sus trabajos y generan ingresos. En los sectores más pobres no existe esa posibilidad, los servicios públicos llegan a facilitar estas atenciones integrales y la precarización laboral hace que para muchas mujeres de clase media baja o baja sea más costoso tercerizar sosteniendo un trabajo propio que quedarse en el espacio doméstico realizando esas tareas por su cuenta. Esto genera que, de nuevo, se relegue a la mujer al espacio de lo privado y doméstico, garantizando a su vez una dependencia económica del varón que sostiene el hogar (en términos de dinero), lo cual también se repite como contexto de situaciones de violencia de género en la pareja o intrafamiliares.

El contexto de la pandemia vuelve más opacas estas naturalizaciones sutiles. ¿Quién sostiene la ‘casa’ donde nos llaman a quedarnos? ¿Quién acompaña a las niñas y niños en sus tareas escolares? ¿Quiénes articulan en los barrios las redes comunitarias en respuesta a los coletazos de la cuarentena? Ahí estuvieron también los organismos dirigidos a estas poblaciones. Un informe publicado por ONU Mujeres destacó a la Argentina como el país líder de un ranking de 195 naciones por haber implementado  la mayor cantidad de medidas con perspectiva de género en el mundo ante la crisis sanitaria, económica y social desatada por el coronavirus. Aquí se tomaron, de acuerdo al informe, 30 medidas para paliar el efecto de la pandemia y 18 de ellas tuvieron sensibilidad a la hora de considerar a las mujeres y disidencias sexuales en su diseño. Y el trabajo sigue, porque estos nuevos datos permiten entender que será también este sector económico el que motorizará respuestas para el futuro post-pandémico: “La economía del cuidado es el motor económico: genera empleo, es una inversión de corto y largo plazo, y está conectado con las necesidades más básicas frente a la economía que viene”, describe Cirmi Orbón, y comenta la creación de la Campaña Nacional “Cuidar en Igualdad. Necesidad, Derecho, Trabajo” que tiene como finalidad recorrer la Argentina discutiendo los cuidados. “Nos interesa revalorizar estas tareas en nuestros términos: la campaña tiene un eje comunicacional, cultural y parlamentos territoriales de cuidado”. De los territorios a los escritorios, y no al revés es la consigna que lidera el programa. Los Parlamentos Territoriales, que están en el corazón de su diseño, serán los espacios donde se intercambiarán experiencias sobre cuidados, se realizarán relevamientos, se sensibilizará sobre la temática y se propondrán acciones conjuntas con el Estado para revertir la feminización en la organización social de los cuidados.

Porque de lo que tratan estos datos y discusiones no es de suprimir estas tareas de la agenda cotidiana sino de dignificarlas, reconocerlas como trabajo, garantizar su acceso a quienes lo necesiten y también el derecho a dar estos cuidados. En ese proceso hace falta desarmar la concepción de que quienes cuidamos somos las mujeres y combatir la desigualdad que signan las brechas económicas que nos ponen en desventaja respecto a los varones. Un paso hacia panoramas más justos, como tantos otros que se dan hacia la ampliación de los derechos para todas, todos, todes.

El Cohete a la Luna


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