China-América Latina: Oportunidades en la pospandemia

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China-América Latina: Oportunidades en la pospandemia

Por Mario Enrique Quinteros

El mundo, a mediados de 2020, está enfrentando una aguda crisis de múltiples dimensiones: humanitaria, económica, social y política. Esta situación es resultado de la evolución de ciertas tendencias ya presentes en el plano internacional antes de la aparición de la enfermedad COVID-19, que ha actuado como catalizador de la crisis, acelerándola y profundizándola.

Esta crisis internacional, sin antecedentes en la era moderna, pone a los gobiernos (y a los pueblos) ante un grande y urgente desafío: cómo superarla encontrando vías que preserven –en lo inmediato– la estabilidad social y política y, a la mayor brevedad, permitan recuperar el crecimiento económico.

Está ya bastante claro que confrontar este desafío no es –ni será– una tarea fácil ni de corto plazo. Sin embargo, como transmite la antigua sabiduría, es bueno recordar que toda crisis trae consigo oportunidades. En particular, la crítica situación actual presenta interesantes posibilidades de cooperación entre empresas del sector privado de China y de América Latina.

China en la segunda década del siglo XXI

A partir de las reformas económicas aplicadas a partir de inicios de la década de 1980 y en solo 30 años, China logró un importante nivel de desarrollo económico y social con un alto grado de interrelación e integración con la economía mundial.

Sin embargo, ya a comienzos de la segunda década del siglo XXI era posible percibir cambios en la dinámica de la economía de China: menores tasas de crecimiento económico anual, encarecimiento de la mano de obra, aplicación más estricta de medidas de protección del medio ambiente, etc.

Por otra parte, China fue paulatinamente ingresando en una etapa más madura de su desarrollo caracterizada por una mayor complejidad del aparato productivo (incremento del peso de las industrias de alta tecnología), mayor nivel educativo promedio de la población, sensibles mejoras en el nivel de vida (vivienda, alimentación, salud, esparcimiento, etc.), con los consecuentes cambios en las pautas de consumo (incluyendo los alimentos).

Hoy en día, China ya dejó de ser un país principalmente proveedor de bienes de escasa complejidad y bajo precio para entrar a competir en pie de igualdad con tradicionales fuentes de bienes de alta tecnología como la Unión Europea, el Reino Unido, Japón, Corea del Sur o Estados Unidos.

Es así que en la última etapa de la década (2017) aparece en escena una nueva administración en Washington con la visión de que China es un “rival estratégico” y, consecuente con ello, toma una serie de medidas (tarifas y otras) que limitan severamente el acceso de productos chinos al mercado de Estados Unidos e intentan neutralizar la competitividad internacional de los bienes y servicios de alta tecnología producidos por empresas chinas.

En esta situación, China (especialmente, su sector privado) necesita dinamizar su comercio exterior abriendo nuevos mercados –sobre todo para que las empresas desarrollen sus marcas (algo que agrega mucho valor)– y también encontrar fuentes confiables de productos de buena calidad para abastecer a una población de 1400 millones de personas, que han adquirido pautas de consumo cada vez más sofisticadas.

Las realidades de América Latina

Con una población creciente, gran parte de ella joven, una estructura productiva bastante dependiente de actividades relacionadas con la agricultura y la minería (de baja utilización de mano de obra) y un sector industrial relativamente incipiente y poco integrado, los países de la región latinoamericana enfrentan –desde hace décadas– el desafío de desarrollar plenamente sus economías tropezando con limitaciones en cuanto al acceso al capital necesario y la generación de nuevas tecnologías que promuevan el crecimiento.

Por otra parte, no se toma en cuenta a menudo el enorme potencial de América Latina como región: una población del orden de los 600 millones de personas, múltiples recursos naturales (minería, agricultura, pesca, fuentes de energía renovables, etc.), una base de industrias sofisticadas ubicadas en ciertos centros del continente y –excepcional, hoy en día– un medio ambiente que ha mayormente logrado mantener condiciones prístinas.

Un dato destacable es que el PIB per cápita promedio de la región está en el orden de los 10.000 dólares anuales, muy similar al nivel de ese indicador en China. Puede decirse en estos términos que, potencialmente, el mercado latinoamericano es aproximadamente un 40 % de la magnitud del mercado de China.

El sector privado de la economía en América Latina, a fin de crecer, carece –ante todo– de acceso fácil a capitales y tecnologías que le permitan incrementar la producción, innovar los productos y mejorar la eficiencia, así como desarrollar actividades de comercialización que logren un mayor acceso a mercados externos.

Por otro lado, las empresas latinoamericanas tienen –en virtud de acuerdos comerciales regionales o bilaterales y debido a la proximidad geográfica y a la comunidad de culturas– acceso privilegiado a ese importante mercado regional.

Los problemas económicos preexistentes en América Latina, agudizados por la crisis desatada por la epidemia en 2020, hacen imperiosa la necesidad de reactivar la economía para mantener la estabilidad política, ya de por sí precaria en un número no menor de países de la región.

Confluencia de capacidades para el crecimiento

El breve análisis anterior permite concluir que, en la actualidad, se ha llegado a una situación en la cual China cuenta con factores de mucho interés para empresas de América Latina: capitales, tecnologías y un importante mercado (sobre todo para bienes de consumo); y, por su parte, América Latina ofrece a las empresas chinas acceso a un mercado regional de importancia: 600 millones de habitantes, mano de obra capacitada a valores competitivos, una gran diversidad de materias primas y –último, pero no menos importante– un medio ambiente no contaminado (fundamental para asegurar la calidad de alimentos y otros productos).

Esta extraordinaria confluencia de capacidades, una vez que logre efectivizarse en proyectos concretos, creará múltiples sinergias y sentará las bases para un crecimiento económico y desarrollo social sostenido en América Latina, adicionalmente ofreciendo soluciones a las necesidades de expansión de las empresas chinas.

Mecanismos para canalizar las sinergias

Mas allá de los acuerdos de cooperación económica a nivel bilateral existentes o que puedan crearse en el futuro próximo, es el sector privado de ambos países quien tendrá reales posibilidades –y, por ende, concreto interés– de beneficiarse con las oportunidades que esta excepcional situación presenta.

Empresas latinoamericanas aunando esfuerzos con contrapartes chinas (bajo la forma de joint ventures u otros esquemas) lograrán de esa manera incrementar el volumen y diversificar su producción, actualizar sus tecnologías y metodologías de fabricación y acceder conjuntamente tanto al mercado regional como a terceros mercados, logrando economías de escala y desarrollando marcas (valorizando así sus productos).

Para las contrapartes chinas, la asociación con empresas de América Latina les dará la oportunidad de entrar en mercados a los cuales les era complicado acceder exportando el producto terminado desde China, abriendo asimismo posibilidades de producción difíciles de lograr en su propio país.

Los diferentes niveles gubernamentales (nacional, regional y local) de ambas partes (países latinoamericanos y China) tendrán la tarea de promover este tipo de vinculaciones entre empresas, así como las cámaras de fabricantes y otras asociaciones empresarias de las partes harán lo propio para beneficio de sus asociados.

Afortunadamente, hoy ya existen numerosos ejemplos –tanto en la región como en China– de exitosos proyectos de este tipo encarados por empresas del sector privado que pueden servir como ejemplo del rumbo a seguir. También, felizmente, hay ya grupos de personas con experiencia en la creación y desarrollo de estos emprendimientos conjuntos que podrían servir de referencia para aquellos empresarios que se sientan capacitados de asumir el desafío de participar en una nueva vía de crecimiento.

*Mario Enrique Quinteros fue vicecónsul general de Argentina en Guangzhou.

 


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