Chile | Karol Cariola Oliva, diputada y dirigente del Partido Comunista: “Es necesario modificar ese manto horrible que es esta constitución”

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

 Por Rodrigo Galeani, Sergió Alarcón y José Názara*

-¿Cómo se viven estas horas previas al plebiscito?

-Estamos en las últimas acciones territoriales con comités de vivienda, de allegados, de pobladores y pobladoras haciendo banderazo por el ‘Apruebo’; que es la opción que tenemos quienes queremos cambiar la Constitución este domingo 25. Se vive muy bien y con alto entusiasmo.

-¿Cómo perciben ustedes que está la ciudadanía chilena?

El pueblo de Chile lleva muchos años esperando presenciar la posibilidad de un cambio estructural en aquel modelo de desarrollo económico, político y social que dejó la dictadura militar en Chile: el neoliberalismo, que dejó, además, muchas otras consecuencias como losmuertos, los desaparecidos, las brutalidades, las violaciones a los derechos humanos. Todo eso dejó una marca tremendamente dolorosa y es la impunidad que todavía campea aquí en nuestro país respecto de esas situaciones; a diferencia de ustedes que lograron generar juicio y castigo a los hechos de la dictadura, que fueron bastante similares en términos de forma y tiempo. Entre Argentina y Chile en eso tenemos algo muy similar. El contraste es que allí ya avanzaron en el juicio de los responsables civiles, políticos y militares. Nosotros no. Ni siquiera el juicio militar ha terminado de desarrollarse. Digo esto porque para nosotros no está desvinculado este momento político que vive Chile con entrar a una nueva etapa, por fin. Esa nueva etapa no es la etapa de la recuperación de la democracia únicamente, algo que ya ocurrió en el año 1990, donde se generó un proceso de cambio en el que logramos recuperarla y sacar la dictadura a partir, también, de un plebiscito con una antesala de mucha lucha social. Hoy día, lo que queda de esa dictadura, la Constitución pinochetista que aún está vigente, es lo que pretendemos modificar. Yo no tengo ninguna duda que el pueblo chileno, cuando decidió salir con toda esa fuerza con la que salió a la calle para decir ‘basta’, también lo hicimos con la convicción de que cambiar la Constitución es la base para poder generar cualquier proceso de cambio estructural desde el punto de vista del modelo de desarrollo y estratégico. Me espero el mejor de los resultados este domingo. Considero que va a haber una alta participación ciudadana y mucho entusiasmo, mucha esperanza puesta también en este proceso y, por lo mismo, tiene que ser un proceso muy legítimo desde el punto de vista de su transparencia, su rigurosidad y la participación. Lo que queremos es, precisamente, reemplazar una Constitución ilegítima, proveniente de una dictadura y con contenidos que no resguardan derechos fundamentales, por otra que sí lo haga y que sea elaborada, ratificada e impulsada por el pueblo chileno.

-En el pasado vemos que el denominado ‘poder real’ encontraba interlocutores en las fuerzas militares y hoy los encuentra en empresas o medios de comunicación, por ejemplo. ¿Cómo se hace para luchar contra eso?

Así es. El poder como tal se ha ido enlazando de una manera muy estrecha y hasta inseparable, en algunos casos, con el poder del dinero. Ahí hay un elemento muy importante desde el punto de vista del rol de los medios de comunicación, del poder político, del poder económico y cómo, prácticamente, existe una línea invisible entre todas estas vinculaciones. Para mí, esto responde a la estructura del modelo económico, social y político que en Chile y América Latina se instaló y que, de alguna manera, ha venido configurando una lógica desde la perspectiva de la desigualdad, la mantención de privilegios acumulados y concentrados en una parte muy pequeña de la población versus esta desigualdad, pobreza e injusticia para la gran mayoría. Entonces, creo que lo que ocurre con los medios de comunicación y con esta relación íntima que existe con el ‘poder real’, de alguna manera se modifica o se ‘combate’, por decirlo con una lógica de confrontación, desde la perspectiva del cambio del modelo de desarrollo en la medida que este genere una nueva forma de relación social, un nuevo vínculo social entre los ciudadanos y ciudadanas. Es la única posibilidad que tenemos de empezar a pensarnos de una manera distinta a la relación de poder que hoy día existe. Si el poder sigue concentrado, en términos económicos, en un 0,1% de la población chilena y que son los mismos dueños de las empresas o de los medios de comunicación; difícilmente el país pueda avanzar hacia un proceso de democratización real. Por eso es que nosotros hemos sostenido muchas veces en Chile, al menos como Partido Comunista, que el desarrollo de una verdadera democracia es incompatible con el modelo neoliberal que nos impera.

-Esto que explica, lo que demuestra es que, de la única manera que se pudo llegar a esto en Chile, fue con la capacidad de movilización y lucha de los ciudadanos; con las inmensas protestas que llevaron adelante. Pero ese también es uno de los problemas que en la región sufrimos: debemos hacer notar nuestro enojo de esta manera y sin que ningún medio en el mundo pueda ocultarlo. Eso también hace que la lucha se empodere de tal manera que hoy podamos verlo el domingo en la posibilidad de un plebiscito que cambiará la historia del país. ¿Es así?

Hay una frase muy conocida y tan real en sí misma: ‘el Sol no lo vamos a poder tapar nunca con un dedo’. En este caso, el Sol no se puede tapar con un dedo, por más que lo intenten. Van a fracasar en eso siempre y, afortunadamente, también, una de las ventajas de la globalización, creo yo ­-por más que además tenga muchas desventajas-, está en la línea de la democratización de los medios de comunicación a partir de las redes sociales, no de los medios tradicionales. Así ha ocurrido, dichosamente, en Chile. Nuestro proceso de movilización no se inició ahora, sino que se viene expresando hace muchos años. A mí me parece que, si bien el 18 de octubre fue una fecha muy emblemática, muy importante, donde hablamos del ‘despertar de Chile’, del inicio de una revuelta que sigue muy viva y muy vigente a pesar de la pandemia; la acumulación de la fuerza y la movilización social se viene expresando ya hace varios años, desde aquel movimiento estudiantil de 2011 del que yo fui parte también, o del movimiento social, de los trabajadores y trabajadoras con años de acumulación de fuerzas en contra del plan laboral que estableció la dictadura y que todavía está vigente;así como muchos otros procesos de transformación que se han venido demandando y acumulando descontento. Esto no se hubiese podido canalizar, mostrar o visibilizar al mundo si no hubiese sido, probablemente, por el rol de las redes sociales en el proceso; que nos han permitido mostrar, por ejemplo, las violaciones a los derechos humanos que, en otro tiempo, se habrían negado de la misma forma en que se hizo en determinados momentos históricos de nuestros países, donde las dictaduras, la tiranía y el terrorismo de Estado no se daban a conocer. Hoy día, la posibilidad de mostrarnos a través de Facebook, Instagram, Tik-Tok, Twitter, WhatsApp y demás; que nos permiten comunicarnos y contactarnos con miles y miles de kilómetros de distancia, realmente ha hecho que, a pesar de la presión o la necesidad de invisibilizar, por parte de algunos medios de comunicación que han intentado, incluso, distorsionar lo que ocurre; eso no haya sido tarea fácil. Aunque se lanzaron al intento, tuvieron que buscar mecanismos de equilibrio, porque de lo contrario hubiera terminado siendo demasiado burdo el montaje.

-¿Qué tipo de implicancia, específicamente, cree que tuvieron aquellas manifestaciones estudiantiles del año 2011 que mencionaba anteriormente, para llegar a ver las imágenes de estos últimos tiempos? ¿Creen que ahí nació algo que terminó de emerger y visibilizarse en las manifestaciones de 2019?

Sí,no tengo duda de eso. Quizás en esto puedan haber distintas lecturas e interpretaciones, seguramente van a pasar muchos años antes de llegar a una síntesis de todo el pueblo de Chile y todas las miradas políticas en relación a lo que ha venido ocurriendo en nuestro país. Al menos yo, desde mi mirada, que no creo que sea la verdad última y, por el contrario, es una mirada en construcción también; tengo la convicción de que, si hoy día tenemos un proceso de movilización en curso, una revuelta que ha permitido llevar adelante transformaciones y empujar barreras que, hasta ahora, habían sido inamovibles, es porque la acumulación de fuerza de las movilizaciones durante los últimos años de este despertar territorializado e incluso gremializado que tuvimos en su momento, donde por un lado estaban los estudiantes, por otro lado los trabajadores y trabajadoras, los profesores y profesoras, el movimiento feminista también con mucha fuerza; posibilitó que se levantaran muchas visiones de los movimientos sociales que han venido generando una articulación de miradas y llegaban todas a un punto común que tenía que ver con el problema de la educación: la más cara de América Latina y una de las más caras del mundo, que se ha privatizado y donde, lamentablemente, se lucra. Entonces, nos preguntamos dónde está el origen de ese problema. Y eso estaba, fundamentalmente, en que tenemos una Constitución que no garantiza el derecho a la educación y establece que esta puede ser tranzada en el mercado como si fuera cualquier mercancía. En el fondo, es una Constitución que no da el marco para generar un cambio. También lo vimos cuando empezamos a darnos cuenta de que los movimientos medioambientalistas salieron a la calle a decir que en Chile se estaban depredando nuestros recursos naturales: allí volvemos al punto de preguntarnos dónde está el origen del problema. Tenemos un modelo de desarrollo sumamente depredador del medioambiente, extractivista fundamentalmente, que no genera valor agregado. Nosotros tuvimos un gobierno popular, con Salvador Allende, donde los recursos naturales fueron nacionalizados; donde la salud, la educación y todos los derechos fundamentales eran garantizados por el Estado. Sin embargo, eso fue interrumpido por una dictadura que lo que buscó fue, precisamente, condicionar todo lo contrario. Y, justamente, ése fue su gran ‘éxito’: que han pasado treinta años desde que recuperamos la democracia y esa ‘herencia’ todavía se mantiene vigente. Hago esta vuelta porque creo que es bien importante entender que, efectivamente, la acumulación de los procesos de movilización medioambientales, feministas –que han dado cuenta del vínculo estrecho que hay entre el desarrollo del neoliberalismo, como fase del capitalismo, con el patriarcado y sus distintas expresiones, que son muy funcionales entre sí-; apunta un poco a lo mismo y ahí es donde nos encontramos con este manto horrible que es esta Constitución y que se vuelve necesario modificar. Entonces yo, al menos, me sustento en eso para marcar que si llegamos a tener un 18 de octubre es porque han sido años de lucha por generar conciencia en el pueblo y pelear contra la hegemonía cultural del neoliberalismo. El neoliberalismo generó una hegemonía en la cultura de los chilenos y chilenas para naturalizar que la privatización de la educación, los recursos naturales como el agua, el cobre o el litio era normal. Era ‘la política’ en Chile, era ‘lo correcto’. Yo salía a la calle y, como dirigente estudiantil, me subía a una microy decía ‘oye, nosotros queremos que la educación sea gratuita, pública, de calidad’ y había gente que nos respondía ‘pero, ¿cómo? Si eso nunca ha sido así, eso no es posible’; a lo que nosotros contestábamos ‘sí es posible, siempre fue así. El problema es que la privatizaron precisamente los que gozaron de ese privilegio cuando en Chile la educación era un derecho’. Hemos ido construyendo una nueva cultura y yo creo que, de alguna manera, también una generación sin miedo de enfrentar las consecuencias, a pesar de que nos atemorizan con los milicos en la calle, nos hacen toques de queda y el Presidente nos declara la guerra. Aun así, estamos ahí en pie de lucha y, evidentemente, con mucha esperanza. Lo más lindo de esto es que el proceso tiene mucha esperanza, muchos sueños de por medio, mucha necesidad de avanzar en procesos que otros pueblos que, incluso con menos desarrollo económico que el nuestro, han logrado llevar adelante desde el punto de vista de la justicia social. Eso me parece que es muy relevante de decir y por eso estamos poniendo mucho empeño, esperanza y fuerza en este momento histórico que está viviendo Chile.

*Versión editada para NODAL de la entrevista realizada el 22 de octubre en el programa argentino “A Favor de la Korriente”que se emite los jueves de 19 a 21 hs. por Facebook Watch.


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