Contra el cinismo que sigue prevaleciendo, urge hacer frente a los campeones de la evasión fiscal – Por Eva Joly, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Eva Joly *

¿Recuerdan el «mundo después del coronavirus»? La pandemia ha sembrado el luto en cientos de miles de familias y ha puesto de rodillas a las economías del mundo; pero al obligar a más de la mitad de la humanidad a detenerse, también nos ha empujado a pensar, a soñar con un mundo más justo, más igualitario, menos discriminatorio y más verde. En ese mundo futuro, reconoceríamos la importancia de los servicios públicos de calidad, habiendo visto al sistema de salud luchar heroicamente contra el virus y a nuestros profesores tratando de continuar la enseñanza a distancia, a pesar de la falta de recursos. Además, ¿no son las propias empresas las que han estado abogando por el papel del Estado en las últimas semanas, implorando planes de rescate?

Estos sueños no cuentan con el cinismo que sigue prevaleciendo en el mundo de los negocios. Por supuesto, las grandes marcas no dudaron en aprovechar la pandemia para operaciones publicitarias de «solidaridad», que por lo demás son bienvenidas: donaciones de máscaras, gel, provisión de locales. Pero en todo el mundo, muchas de ellas planean pagar miles de millones en dividendos, incluso después de beneficiarse de las ayudas del Estado. En Francia, por ejemplo, la mitad del índice CAC 40 -que representa a las 40 empresas más importantes por capitalización de mercado- decidió pagar entre 35.000 y 41.000 millones de euros en dividendos, a pesar de recibir ayudas estatales para compensar a los trabajadores que trabajan a jornada reducida debido a la pandemia.

Los crecientes dividendos están alimentando a los más ricos. En los Estados Unidos, los activos de 600 multimillonarios generaron unos 434.000 millones de dólares, es decir, el 15%, durante los dos primeros meses de encierro. Tan sólo las fortunas de Jeff Bezos y Mark Zuckerberg, creadores y directores generales de Amazon y Facebook, respectivamente, aumentaron en conjunto en casi 60.000 millones de dólares. Esto no es una coincidencia, ya que las empresas digitales multinacionales son las que más se han beneficiado de la pandemia dadoque no requieren ninguna interacción física con el público.

Irónicamente, también son las compañías digitales las campeonas de la evasión de impuestos. Los GAFA, como se les llama – Google, Apple, Facebook y Amazon- no son los únicos que no pagan impuestos proporcionales a sus beneficios, pero al estar desmaterializados, pueden explotar más fácilmente las lagunas del sistema tributario internacional. Al manipular las transacciones entre sus filiales, están reportando ganancias récord en paraísos fiscales y miseria en países con impuestos corporativos más altos, aunque en realidad estén concentrando la mayoría de sus actividades en estos últimos. Por ejemplo, Amazon, después de duplicar sus beneficios en los Estados Unidos en 2018, no ha pagado ni un solo dólar de impuestos en ese país por segundo año consecutivo.

Por ello, y en un momento en que la administración estadounidense acaba de anunciar que ya no quiere participar en las negociaciones para revisar la fiscalidad de las multinacionales, es urgente que los países introduzcan, regional o unilateralmente, impuestos al menos temporales sobre los gigantes digitales. Esta es una de las cinco recomendaciones principales que ICRICT, la Comisión Independiente para la Reforma de la Tributación Corporativa Internacional de la que soy miembro junto con economistas como Joseph Stiglitz, Thomas Piketty y Gabriel Zucman, ha hecho para que los Estados puedan hacer frente a la explosión de gastos provocada por la crisis sanitaria.

La crisis de COVID-19 podría hacer que 16 millones más de latinoamericanos caigan en la pobreza extrema este año. Por eso,la austeridad ya no es apropiada. Necesitamos invertir en salud, escuelas e infraestructura, pero también apoyar a las empresas, especialmente a las más pequeñas. Aunque algunos gobiernos pretenden ignorar que al final tendremos que pagar la factura, debemos, a partir de ahora, dirigirnos a los que se benefician del sistema sin contribuir a él.

Además de las empresas digitales, los gobiernos también deben aplicar un impuesto de sociedades más elevado a las empresas que se encuentran en situación de monopolio u oligopolio, especialmente las que se benefician de la crisis, como el sector farmacéutico. Sobre todo, no debemos sucumbir a los llamadosde recortes de impuestos por los que las grandes empresas ya están haciendo campaña, alegando que son «necesarios para la reconstrucción». Sabemos que, en tiempos normales, no es la fiscalidad la que impulsaa una empresa a invertir en un país, sino la calidad de la infraestructura, la mano de obra, el acceso al mercado o la estabilidad política. Es aún más claro en la situación actual: con proyectos de expansión limitados por la incertidumbre y el exceso de capacidad de las empresas, no son los recortes fiscales los que estimularán la inversión privada. Por el contrario, privarían a los gobiernos de valiosos recursos.

Y para proteger y aumentar estos recursos, debemos finalmentehacer un gran esfuerzo de transparencia para descubrir las cantidades escondidas en los paraísos fiscales. Se trata de las grandes fortunas, por supuesto, que deberían contribuir para financiar las consecuencias de esta crisis -algunos países, como Argentina, ya lo están considerando- pero sobre todo las multinacionales. Estas últimas deben comprometerse a declarar dónde y cuánto ganan en cada país. Esto permitiría gravarlas según, por ejemplo, un mínimo – nosotros en el ICRICT proponemos al menos el 25%.

Concretamente, si una multinacional española decide declarar sus beneficios en las Islas Caimán, o incluso más cerca, en Holanda o Luxemburgo, para aprovechar una tasa impositiva muy baja, España podrá recuperar la diferencia. La medida hará desaparecer rápidamente la razón de ser de los paraísos fiscales.

No hay tiempo que perder. La crisis financiera de 2008 ya nos había hecho soñar con un mundo más justo, con los resultados que conocemos. Perder esta nueva oportunidad, en un momento en el que las crisis sociales, humanas y climáticas se multiplican, sería imperdonable.

*Forma parte de la Comisión Independiente para la Reforma de la Tributación Corporativa Internacional (ICRICT por sus siglas en inglés) y ex miembro del Parlamento Europeo, donde fue vicepresidenta de la Comisión de Investigación sobre el Blanqueo de Dinero, la Evasión Fiscal y el Fraude.


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