Colombia | Asesinan a una concejal, un excombatiente y un líder indígena en el fin de semana

2.726

INDEPAZ | Líderes sociales y defensores de DD.HH asesinados en 2020


Asesinan una concejal y su esposo en Puerto Guzmán, Putumayo

Por Yamileth Diaz Peña

Tres sujetos armados asesinaron a la concejal Eneriet Penna, del Partido Conservador y a su esposo. Los hechos ocurrieron en la vereda Galilea en jurisdicción del municipio de Puerto Guzmán, Putumayo. Durante el ataque los dos hijos de las víctimas resultaron heridos de bala. Las autoridades se encuentran adelantando las labores de investigación para dar con los responsables se este crimen.

Edison Mora, alcalde de Puerto Guzmán indicó que “lamentamos el asesinato de la concejal del Partido Conservador y de su esposo, por parte de sujetos desconocidos, sus dos hijos resultaron heridos y es un hecho lamentable que se presenta en nuestro municipio».

Las primeras versiones indican que los sujetos armados habrían llegado a la vereda Galilea, ubicada a unos 40 kilómetros del área urbana de Puerto Guzmán, en donde se encontraba esta familia. Los criminales acabaron con la vida de la concejala y de su esposo, mientras que los dos menores habrían recibido disparos en las piernas y fueron trasladados al hospital de esta población.

La Concejal no había manifestado ningún tipo de amenaza o denuncia frente a situaciones que pusieran en riesgo su vida o la de su familia. “Era una persona que trabajaba por la comunidad y el desarrollo del municipio, lamentable que personas desconocidas acaben con la vida de unas personas de esa manera. Éramos muy amigos, además del mismo Partido Político y ella no me había manifestado ningún tipo de preocupación”, agregó el alcalde Edison Mora.

El mandatario señaló que “el municipio había estado en calma pero los hechos de inseguridad vuelven a suceder como al principio de año, es lamentable este tipo de hechos que afectan a nuestra población y enlutan a una familia de nuestro municipio (…) No había ningún tipo de denuncia o preocupación por parte de la Concejal, por lo que pudo ocasionar esta situación, y serán las autoridades correspondieses quienes se encarguen de esclarecer estos asesinatos y lograr dar con el paradero de los responsables”.

RCN Radio


El partido Farc denuncia el asesinato de un excombatiente en el Chocó

El partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) denunció, a través de su cuenta de Twitter, el asesinato de otro de sus excombatientes. “Anoche, en Quibdó, Chocó, fue asesinado con impactos de arma de fuego Yilson Menas, firmante de paz. Con Yilson son 239 compañeros asesinados. Hacemos un llamado a la comunidad internacional, nos solidarizamos con su familia y compañeros”, indicó el movimiento izquierdista.

Según ese movimiento, el crimen de «Yilson Menas”, como se hacía llamar Heiner Cuesta Mena, fue perpetrado en el corregimiento (pueblo) de Neguá. “El Gobierno de (el presidente Iván) Duque debe responder por la vida de todos los colombianos, incluyendo los firmantes de paz. Ya son 239 vidas por la paz”, expresó el representante a la Cámara por el partido FARC Sergio Marín en sus redes sociales.

A finales de octubre, excombatientes de todas las regiones del país realizaron una peregrinación a Bogotá “Por la paz y por la vida”, en rechazo a los asesinatos de sus compañeros. Esa movilización culminó el 6 de noviembre con una reunión con el presidente colombiano, Iván Duque, que calificaron de “alentadora”.

“Esto lo interpretamos como un gran acto de implementación de las medidas contra la estigmatización (…) Hoy tuvimos ese diálogo abierto con el presidente, ese es el principal acto que caracterizó este encuentro”, expresó el delegado del partido FARC ante el Consejo Nacional de Reincorporación (CNR), Pastor Alape, tras la reunión.

Duque recibió en la Casa de Nariño a una decena de excombatientes que lideran los procesos de reincorporación y que le manifestaron al mandatario sus inquietudes sobre cómo va su reincorporación y la implementación del acuerdo de paz. Según el último informe del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ante el Consejo de Seguridad sobre la Misión de Verificación de la ONU, en Colombia, “la violencia incesante contra excombatientes sigue afectando la consolidación de la paz”.

El documento, presentado el pasado 2 de octubre, detalló que en lo que va corrido de 2020 han sido asesinados 50 exguerrilleros de las Farc, dos de ellos mujeres. “En 2020, el 30 % de los asesinatos se han cometido cerca de las nuevas áreas de reincorporación, que en su mayoría están situadas en regiones rurales aisladas”, señaló Naciones Unidas.

El Espectador


Defensoría rechazó el asesinato del líder indígena Genaro Isabare Forastero en el Chocó

El líder indígena Genaro Isabare Forastero fue retenido por actores armados el pasado jueves 12 de noviembre en la comunidad indígena embera Dobida de Ecevede, del resguardo Ankozó Catrú y Dubasa, ubicado en el Alto Baudó (Chocó). Dos días después, la comunidad encontró su cuerpo sin vida, confirmando que el líder fue torturado y posteriormente asesinado. En las últimas horas, la Defensoría del Pueblo emitió un trino, a través de su cuenta de Twitter, “exigiendo a los actores armados respeto por la vida e integridad de la población civil”.

El caso ya había sido denunciado por el alcalde del municipio del Alto Baudó (Chocó) y a través de un comunicado de las autoridades indígenas del Gobierno Mayor, en el cual dieron a conocer que el pasado jueves a las 4:00 de la tarde, Forastero fue sacado del resguardo indígena Ankozó Catrú Dubasa al cual pertenece. Dos días después, el 14 de noviembre, se confirmó su asesinato en zona boscosa cercana a su comunidad.

Al parecer, el crimen fue perpetrado por grupos al margen de la ley como el Clan del Golfo o las Autodefensas Gaitanistas. El alcalde del Alto Baudó, Ulises Palacios, le dijo a las autoridades que la comunidad del resguardo recogió el cuerpo y sus familiares le dieron sepultura. En la zona operan los Grupos Armados Organizados (GAO) ELN y Clan del Golfo, los cuales, en su plan de expansión por el control de las rutas del narcotráfico, asesinan a las autoridades indígenas que se oponen a la presencia de hombres armados en sus territorios.

El asesinato del líder también fue replicado por el expresidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), Armando Valbuena.

Según el medio local El Baudoseño, el líder venía desempeñándose como docente de la comunidad, pero este año no continúo esta labor por cuenta de las amenazas que le venía haciendo un grupo armado. Agrega dicho medio que en el Alto Baudó los resguardos indígenas están siendo vigilados en sus territorios por actores al margen de la ley y viven un confinamiento permanente para salvaguardar sus vidas.

El Espectador


‘¿Quién los mató?’, el clamor que se convirtió en una canción

Por Simón Granja Matías

¿Quién los mató? Esa pregunta que termina en el aire sin respuesta es un grito fuerte, doloroso y triste que Colombia conoce muy bien. Y dentro de ese espectro de lo que significa una nación hay un grupo en específico que lo grita aun con más fuerza y que tiene el dolor de la ausencia de la respuesta incrustado en sus ojos: millones de madres colombianas que han perdido a sus hijos a manos de la guerra. Esas madres que en contra de la norma de la naturaleza entierran a sus semillas.

Hace casi tres meses, el 11 de agosto, cinco madres unieron su voz a ese grupo. Cinco niños entre los 14 y 15 años (Luis Fernando Montaño, Léider Cárdenas, Josmar Jean Paul Cruz, Jair Andrés Cortés y Álvaro José Caicedo), todos con sueños e ilusiones, unos bailarines, otros futbolistas, todos amigos y casi hermanos, fueron masacrados en un cañaduzal de Llano Verde, en Cali.

Fueron sus madres y padres quienes los encontraron sin vida entre esas plantaciones que son un símbolo de crueldad, pero también de tradición para todo el Valle del Cauca y en general para el Pacífico.

El dolor de esa masacre se convirtió tiempo después en una canción que prolonga ese grito desatendido. Músicos de la región Pacífica unieron sus voces de dolor a las de esas madres y se preguntan también: ¿Quién los mató?

La idea inicial surgió del director de cine chocoano, Jhonny Hendrix Hinestroza, quien tuvo el deseo de plasmar en un videoclip la indignación y frustración que le causó el asesinato de los cinco jóvenes. Sin embargo, encontró en la música una puerta mucho más amplia para compartir el sentimiento de pérdida.

Con la voz de su sobrino, el cantautor Hendrix, junto a las voces de Nidia Góngora, Alexis Play y Junior Jein, y dirigida musicalmente por Cristhian Salgado, surgió esta canción que resalta la irresponsabilidad del Estado frente a la violencia hacia los jóvenes, cuya sangre está en ‘manos ajenas’.

EL TIEMPO conversó con los artistas sobre los gritos de dolor, de denuncia y racismo, pero también de esperanza…

¿Quién los mató?’ Es una pregunta que ronda la historia de Colombia, ¿cuántas veces más y hasta cuándo se tendrá que hacer esta pregunta?

Nidia Góngora (N.G): Creo que necesitamos volver a la sensibilidad, a valorar al otro desde su humanidad y no verlo como un objeto y dejar de ver la muerte como algo normalizado. Es también entender cómo se concibe la muerte dentro de este imaginario que nos han obligado a normalizar.

Hay una frase en la canción que dice: “El llanto de una madre hace más eco que una bala…”

(N. G):
Yo pienso que gran parte de la memoria histórica se mantiene visible por los gritos de quienes de alguna manera no hemos tenido miedo, miedo de decir, de cantar. Yo soy madre. Las madres damos todo por nuestros hijos porque son parte de nosotras. Una madre que pierde un hijo de una forma tan cruel y violenta como lo perdieron las madres de Llano Verde, las de Soacha y otras tantas madres en Colombia, estoy segura de que pierde el miedo. Después de que a uno le maten a un hijo, uno puede decir: ‘nada peor me puede pasar’. En medio de ese grito, uno grita verdades y absolutamente todo lo que tenga que gritar porque ya no hay temor. Nosotras como madres somos las que estamos pariendo a los hijos que son víctimas pero también a los que son victimarios.

Hendrix (H):
Yo creo que para todo aquel que escucha con el corazón sabe que el llanto de una madre va a durar muchísimo más que el simple acto maléfico de dispararle a alguien. De allí viene la frase. Cuando escribí la primera parte de la canción pensaba muchísimo en las madres de estos chicos, hasta el día de hoy pienso en ellas. No sé lo que es ser padre, pero he visto muchos en mi familia que lo intentan ser, y creo que es la profesión más difícil que hay y desde allí no me imagino el dolor. Creo que no hay palabras, no hay forma para consolar a una madre que ha perdido a sus hijos y más en esta guerra absurda que ha llevado más de 50 años.

El grito ‘¡El pueblo no se rinde, carajo!’ se eleva desde el Pacífico y ustedes lo plasman en la canción. Es un grito de un pueblo que resiste….

H.: Total. Yo como uno de los cantautores puse una pregunta sobre la mesa: ‘nosotros, como pueblo, ¿qué vamos a hacer?’. Hay una canción de Juanes que dice que “el miedo es un asesino que mata los sentimientos” y a raíz de esa canción yo he tenido esa sensación de que perdí el miedo a decir lo que pienso, creo que es importante tocar estos temas y siempre se viene a mi cabeza una frase que decía una profesora mía: ‘A pesar de que no estoy de acuerdo con lo que tengas para decir, pelearé hasta la muerte porque tengas el derecho a decirlo’. Es lamentable que en un país como Colombia el miedo opaque la indignación de la gente.

Junior Jein: “¡El pueblo no se rinde, carajo!”, es un grito que ha identificado a mucha gente. Hablemos específicamente del Pacífico conformado por cuatro departamentos. Cuando la gente dice eso identifica a todo los pueblos que lo habitan: Buenaventura, Quibdó, Cali… Es un grito que representa esa unidad, esa lucha que no es solo de ahora sino de siglos. Y chévere poder, desde la música, hacer eco de ese grito de lucha y de esperanza. Es un código que significa mucho. Ha calado y ha llegado a la mente de las personas e invita a reflexionar.

“Ese monstruo llegó al cañaduzal. Quiso azúcar de la vida y dejó peste con cal”, dice la canción, ¿para ustedes qué significaba antes de la masacre un cañaduzal y qué significa ahora?

N. G.: Para mí, un cañaduzal es muy distinto a la connotación que se tiene en términos globales en estos espacios más urbanos. Para mi siempre ha sido un espacio de libertad, de tierra, de ancestralidad. Los cañaduzales para nosotros representan una bebida que es muy importante dentro del territorio, y más que el dulce, que el azúcar, que la miel, que la panela, que también son importantes, es el viche. Indudablemente para mí representa vida. Pero hoy, por lo menos en Cali, veo un cañaduzal y para mí ya no es sinónimo de dulce, de vida, de azúcar, sino del lugar donde se reseña la muerte, la crueldad.

H.: Para mí los cañaduzales siempre han generado estupor, siempre me han generado malestar porque recuerdo una novela de hace mucho tiempo que la dirigía Carlos Mayolo que se llamaba Azúcar y hay una frase que se quedó en mi cabeza: “El azúcar, para ser blanca, necesita de la sangre negra”. Sin duda, a mí los cañaduzales me remiten a la esclavitud, el horror más grande de la humanidad. El trabajo de la caña ha sido la trasmutación de la esclavitud. También me recuerda a algunos mitos como el monstruo de los mangones, que es un una leyenda de Cali sobre un hombre rico que se robaba niños para chuparles la sangre y arrojaba los cuerpos a los cañaduzales.

N. G.: Indudablemente si lo miramos desde esa connotación histórica que tienen los cañaduzales obviamente lleva consigo una cadena de dolor que hasta el día de hoy no termina y sigue allí. Si lo vemos desde la vivencia y la connotación que tiene en el Pacífico es totalmente distinta. Sin embargo, ante esas luchas, problemáticas dolores que aún siguen vigentes, lo que nosotros hemos hecho es un proceso de resistencia y reivindicación.

H.: Si el dueño de la tierra fuera el que la trabaja, el que la lucha, el que la guerrea, si de alguna u otra forma el producto es sembrado por esa mano afro, luchadora, de la mano del que se alimenta de lo que siembra, mi comprensión del cañaduzal sería distinta. De lo que he sido testigo, a diferencia de lo que vive Nidia, es de lo otro, de esa zona industrial donde el personaje sale a trabajar y muchos no tienen garantías laborales. Los afros seguimos siendo los que ponemos la mayor cantidad de muertos y poniendo a la mayoría de personas que trabajan en estas condiciones paupérrimas.

En la canción dicen: “Nada, la vida de los negros no importa nada, lo primero que dicen es: ‘Andaban en cosas raras’’’. El racismo aun hoy en Colombia está muy presente…

N. G.: Creo que es importante a través de la música hacer un llamado a distintas reflexiones en torno a lo que sigue sucediendo en nuestro país. Hay unos rezagos fuertes que todavía están cobrando factura, que son evidentes y están muy presentes en todo lo que ha sido ese proceso de colonización. Y se sigue imponiendo ese criterio de clasificación racial y social a una escala bastante alta. Cuando uno observa los comentarios alrededor de muchas masacres, muertes, conflictos que tienen que ver con la población afro, negra, en diferentes partes del país, uno se da cuenta de los vacíos profundos y estas influencias dolorosas que todavía existen. Se sigue considerando que somos una población inferior y que el aporte que hacemos es a lo negativo, y esos estereotipos que nos han puesto tienen que seguir mostrando, dibujando o evidenciando que nuestras actividades siempre están relacionados con delinquir, con violentar. Entonces, lo primero que vemos cuando ocurrió esta masacre fue: ‘Es que los mataron porque algo malo estaban haciendo’.

¿Cómo los afectó a ustedes esta masacre?

N. G.: Cuando fue el asesinato de los chicos, yo estuve con las familias, estuve en el entierro, en el cementerio, lloré con las mamás, con los hermanitos. Yo viví 15 años en Ciudad Córdoba, el barrio que queda al lado de Llano Verde. En ese entonces no existía ese barrio. Pero de alguna manera yo estoy conectada con ellos. Muchos de estos jóvenes vienen del Pacífico, así como llegué yo. Encontramos en esta ciudad un lugar muy distinto al que nosotros estábamos acostumbrados; un lugar donde la familia se entiende de otra forma, donde la vida de comunidad es primordial. Pero llegan estos chicos a la ciudad, salen de sus territorios por la violencia a buscar un supuesto mejor vivir y llegan acá y son rechazados. Es una cruel realidad. Al principio fue impactante porque la canción es cruda y habla de manera contundente de unos hechos reales. Habla de lo que realmente está sucediendo. Nosotros seguiremos haciendo música con sentido, llevando un mensaje y siendo la voz que cuenta lo que este país se ha negado a aceptar y a visibilizar.

Crónica de una masacre en un cañaduzal

“Madre…
No llegaré a la hora de la cena…
Aparecí en un lugar,
que no era mi hogar,
dicen que ven mi cuerpo,
oigo me están llorando…
Hay sangre en la arena y esta vez no es del torero,
son cinco chicos que salieron pero nunca volvieron,
uno de ellos resistió de una manera inexplicable,
para señalar el camino y que lo pudiera encontrar su madre.
En medio de una escena con respuestas en potencia
y unos cuantos que no se entendía que hacían allí,
el dolor de familiares, impulsados por el miedo,
queriendo llevar sus hijos, sin saber si podrían salir
con vida a contarle al mundo lo que ha sucedido.
Si esta madre no se atreve todo estaría perdido,
y estaría en archivo y otra historia pa’ contar,
del país con la clase obrera que se muere en la impunidad.
Sangre…
Hay sangre en unas manos ajenas…
Si me convierto en canción
Solo recuérdame feliz”
Fragmento de la canción ‘¿Quién los mató?’

El Tiempo


VOLVER

Más notas sobre el tema