Fragmento del libro «Geopolítica, soberanía y orden internacional en la nueva normalidad» – Por Miguel Ángel Barrios y Enrique Refoyo Acedo

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Miguel Ángel Barrios y Enrique Refoyo Acedo

Introducción

Érase una vez la historia, ese ámbito de las ciencias sociales donde se estudia el pasado, ese lugar en que siemprese mira hacia atrás y en el cual quién podría decir que no le hubiera gustado vivir tal o cual momento histórico. Enocasiones, a los más estudiosos de la historia les gustaría vivir un episodio histórico en el presente, que es el únicotiempo posible. Y, por sorpresa, vivimos actualmente un episodio histórico cuya importancia futura ya podemos comenzar a valorar. Sin embargo, cada mes, incluso cada semana que pasa en este crucial 2020, nos muestra que estamos atravesando un hito cuyas consecuencias apenas comenzaron a desenvolverse ante nuestros ojos. Cabe señalar que este momento histórico no se limita a un solo país, sino a todo el mundo. Las consecuencias que se están desenvolviendo en la Argentina solo son una pequeña parte de todos los acontecimientos mundiales.

El origen de este momento histórico se encuentra en la pandemia global que estalló entre diciembre de 2019 y enero de 2020 en la ciudad china de Wuhan, y que en febrero y marzo de 2020 se extendió por gran parte del mundo. Las consecuencias de esta pandemia no solo son los muertos y contagiados por la Covid-19 (la enfermedad respiratoria causada por el virus SARS-CoV-2), sino también las cuarentenas decretadas en los países afectados y lo que ello significa: reclusión social en los hogares y paralización económica. De manera resumida, para prevenir la transmisión del virus, se decretó la antigua medida de cuarentena, es decir, encierro social por al menos cuarenta días para que la pandemia desaparezca por sí sola al no encontrar nuevos huéspedes humanos a los que afectar.

Como consecuencia, el mundo se paralizó. Cualquier proyecto o actividad presencial, tanto nacional como internacional, quedaron interrumpidos. El ciberespacio se ha convertido en el único mundo libre de la cuarentena, y esto también significa un incremento en su importancia y utilidad. En paralelo, desde varios países del mundo diversos laboratorios se lanzaron a la carrera por encontrar la vacuna antes que el resto.

Además de la pandemia, también presenciamos la disputa global por la responsabilidad del origen y la transmisión global de este virus. En primer lugar, debemos señalar que este no será el lugar para abordar esa discusión global sobre quién ha sido responsable o culpable del origen, ya que en este caso la pandemia surgió en China, y otras anteriores han surgido en otros países que en su momento no fueron culpados por su difusión al resto del mundo.

Pero ahora vivimos en una situación mundial distinta de otros momentos históricos, puesto que venimos de una competencia global cada vez más evidente y tensa entre China y Estados Unidos.

Para acercarnos un poco más a la importancia de la discusión global, debemos mencionar que durante marzo, abril y mayo de 2020, en el pico de la expansión del virus por Asia, Europa y América, China envió suministros médicos a los países afectados por la pandemia a modo de auxilio, lo cual se puede ver como una actitud desinteresada para

Mostrar quién se está preocupando realmente por ayudar contra un virus que se originó en China, y que desde el principio ha estado envuelto en sospechas sobre la falta de información veraz en un principio por parte del gobierno de ese país.

Mientras tanto, en Europa, la Unión Europea y sus Estados miembros fueron incapaces de vertebrar una respuesta común y solidaria a la pandemia. Se vio a una Europa septentrional desentendiéndose de la meridional, más afectada en primer lugar por el coronavirus. La primera ayuda que recibieron en Italia y España fue de China, mientras que desde Alemania y los Países Bajos se negaban a ofrecer ningún auxilio económico para sus vecinos del sur. Esto desembocó en una gran crisis interna debido a fuertes juicios sobre la falsa solidaridad existente en la Unión Europea, y se elevaron las voces más críticas a la pertenencia a dicha organización internacional.

Aún más, desde Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) Europa no recibió ninguna ayuda. La superpotencia global estadounidense, que salva al mundo en todas sus películas, se negó a proporcionar ningún auxilio a sus aliados más directos. Este es fue un golpe descomunal a la imagen de Estados Unidos en el planeta. Por su parte, el presidente de este país llamó a la pandemia virus chino y centró su relato en que toda la situación es culpa única y exclusiva de China. Sin embargo, ¿dónde está todo ese poderío mundial estadounidense que no es capaz de cuidar, no ya a sus aliados, sino a sus mismos ciudadanos? El hegemón globalista hecho añicos por un virus microscópico que destruyó su credibilidad interna y externa. ¿La primera potencia mundial es ahora China? ¿Cuál es la nueva posición de Estados Unidos y sus aliados mundiales? ¿Será China el nuevo hegemón globalista y Estados Unidos se reducirá a una gran potencia proteccionista? ¿El “orden” multipolar será multicivilizacional y desoccidental? Estas son las preguntas clave que verdaderamente están en juego dentro de la discusión global.

Debemos mencionar dos palabras muy repetidas en numerosos países, “nueva normalidad”, aunque sabemos que todavía estamos en el transcurso pleno de los acontecimientos y nada ha terminado. Estas dos palabras pretenden resumir la situación pospandemia, una vez que terminen las medidas de confinamiento social y los ciudadanos de todos los países afectados deban tomar ciertas medidas de seguridad individual (uso de mascarillas, guantes y alcohol en gel) y mantener el distanciamiento social. El objetivo esgrimido es evitar un segundo brote; no obstante, esta nueva normalidad también contiene otros elementos que suscitan peligrosidad por lo descomunal de su control social. Antes hablamos de la importancia del ciberespacio como espacio sin Covid-19, pero también vemos con suspicacia la existencia de ciertas aplicaciones e incluso requerimientos de algunos gobiernos en el mundo por monitorear en tiempo real a sus ciudadanos a través de aplicaciones en el teléfono móvil supuestamente con fines sanitarios, para controlar quiénes están infectados y quiénes no. Los partidarios de estas medidas argumentan que con ellas se trata de cuidar a los ciudadanos y que debería aplicarse incluso en contra de la voluntad individual, porque estamos ante una cuestión global. Sin embargo, ¿dónde estaban esos partidarios a la hora de exigir tests masivos, así como equipos de protección individual adecuados para todos?

Por nuestra parte, tal escenario suena a una manera de normalizar la vigilancia y el control social por parte de los gobiernos a través del ciberespacio. Incluso en muchos países están tomando mucha fuerza las agencias de factchecking en redes sociales como Facebook y Twitter, supuestamente dedicadas a revisar si las noticias que se publican y comparten son realmente verídicas o, por el contrario, son mentiras. De hecho, desde los gobiernos justifican este accionar, no como una cacería de disidentes y opositores –por supuesto, esto sonaría tan feo como evidente–, y prefieren el uso de la expresión “perseguir bulos”, es decir, perseguir información falsa que ponga en riesgo la salud pública. De hecho, los gobiernos que lo aplican lo califican como parte de la nueva normalidad. Pero ¿qué fiabilidad tiene un gobierno que nunca tomó las medidas necesarias en tiempo y forma, o que incluso anuncia una medida y al poco tiempo la retira o la modifica? La lucha por el relato no solo se juega a nivel mundial, sino que también se disputa dentro de cada país, y este ejemplo debería servirnos también como preludio para lo que se puede avecinar.

Con este libro pretendemos ofrecer una serie de conceptos y herramientas metodológicas en varios ámbitos para comprender la situación mundial antes de la pandemia. Cabe señalar también que ver y comprender la historia es importante para saber en qué punto estamos, pero el hecho de vivir un momento histórico también nos emplaza en el lugar de poder hacer historia, es decir, de ser actores de los siguientes momentos, del porvenir. En consecuencia, resulta evidente que, si no comprendemos ampliamente la situación de partida, difícilmente podremos responder a las preguntas clave tanto para la Argentina como para nuestros países vecinos y hermanos: ¿dónde estaremos en esos cambios mundiales?, ¿qué cosas se nos vienen encima?

Conclusiones

El fin del equilibrio de poder de variante bipolar culminó en 1989 con la implosión de la Unión Soviética y el inicio de la pos Guerra Fría. Todo parecía indicar que esto conducía a una unipolaridad centrada en el poderío militar y económico de Estados Unidos; en síntesis, la caída de un polo en apariencia significaba el triunfo de otro. Nos referimos al momento de apogeo de esta situación contextualizado en el llamado “nuevo orden mundial” del presidente George W. Bush (padre). Cuando las tropas estadounidenses entraron a Irak en 1991, liderando la coalición más grande de la historia de las Naciones Unidas, el evento se vio coronado por el libro de Francis Fukuyama El fin de la historia y el último hombre, cuyo planteo es que el proceso evolutivo había llegado al estadio final de la humanidad: la sociedad estadounidense, por eso ya no iba a haber historia.

Con fuerza arrolladora se iniciaba el Consenso de Washington, cuya idea fuerza es “El mercado gobierna y la política administra”, o sea, entrábamos de lleno a la fase neoliberal de la globalización que reemplazaba al consenso keynesiano.

En soledad el papa Juan Pablo II en el centenario de la encíclica Rerum novarum (1891), del papa León XIII, promulgaba la encíclica Centesimus annus (1991), en la que sostenía que se iniciaba una nueva lógica mundial a partir de la caída de un polo y que por el contrario no era el triunfo de un polo sino un nuevo escenario mundial donde la solidaridad debía primar sobre el capitalismo financiero.

El pantano de Estados Unidos en Oriente Medio, concretamente en Siria en su tránsito hacia Irán, debido a la resistencia del pueblo sirio, a la ayuda de Rusia e Irán y a la diplomacia activa del papa Francisco, fue conformando un mundo apolar, es decir, una mutación de época en la que los actores todavía no son nítidos.

Pero evidentemente, más allá de la apolaridad, observando en prospectiva podemos afirmar que el mundo del siglo XXI es un sistema multipolar, desoccidental, donde los actores protagónicos serán Estados continentales industriales, multicivilizacionales y el epicentro geoeconómico del planeta por primera vez dejará de ser el océano Atlántico para pasar a ser el Pacífico.

En ese sentido China, Estados Unidos, Rusia e India cumplen con las características del tipo de Estado continental industrial, mientras la Unión Europea se halla en una crisis de identidad entre la OTAN, la Eurozona y la Unión Europea, Turquía e Irán emergen poderosamente como Estados regionales, África no logra articular su unidad, y Nuestra América se halla entre un sinfín de interrogantes.

La pandemia del coronavirus refleja una crisis de varias dimensiones: sanitaria, económico-social, ambiental, de reconfiguración del “orden mundial”.

En este libro, como se observará, no hemos quedado prisioneros del dilema de si el virus es estadounidense o chino, si es un virus liberado de un laboratorio o no, pues nos parece que entrar en especulaciones conspirativas no forma parte de las relaciones internacionales sino más bien del derecho penal. La historia dilucidará muy pronto la verdad del origen del coronavirus.

Sin embargo, nuestra tarea y nuestra obligación como científicos sociales pasa por analizar los escenarios prospectivos que sin duda se traducen en el sistema mundial en un antes y un después de la pandemia, y de allí el título del libro Geopolítica, soberanía y “orden internacional” en la “nueva normalidad”.

Para aclararlo mejor, toda peste o brote, epidemia y pandemia a lo largo de la historia siempre ha significado un cambio de “orden” y una crisis de oportunidad para la afirmación nacional de aquellos pueblos que luchan por tener soberanía real o multidimensional, como explicamos en el capítulo 2. Pero, para ello, se debe partir de un pensamiento estratégico que no es más ni menos que una praxis deliberada para llegar a un objetivo, como analizamos en el capítulo 1.

Resumiremos los andariveles de la crisis que desarrollamos en el libro:

  1. La crisis sanitaria obliga a repensar estratégicamente que la salud y los bienes esenciales del Estado son bienes públicos y no bienes privados al servicio de unos pocos. Es paradójico que el mayor daño que está produciendo el coronavirus sea en Estados Unidos, con las dramáticas cifras de 6.317.221 infectados y 189.076muertos en total (datos del 8 de septiembre de 2020). Sus causas, sin discusión, fueron la ausencia de una política previsora, o sea de planificación, y la crisis absoluta de la salud pública. Porque podemos decir sin dudar que esta ha sido la pandemia más anunciada de la historia; por lo tanto, también han fallado los sistemas de inteligencia que deberían haber alertado a las autoridades, como expusimos, sobre la situación. Es decir, la salud pública, la industria de medicamentos nacionales y el rol del Estado nunca debieron de dejar de ser centrales en las comunidades. Hemos demostrado cómo el Estado argentino en épocas de las políticas públicas de Juan Domingo Perón durante sus primeros mandatos dieron respuesta a lo que hoy se vuelve a plantear.
  2. La crisis económica social pone de manifiesto con la pandemia el agotamiento definitivo de la fase neoliberal de la globalización, es decir que lo que ha fracasado en el mundo es la falsa teoría neoliberal del derrame, y la defunción del eco político que sostenía que el mercado gobierna y la política está subordinada por el mercado.

La globalización de la indiferencia, como señala el papa Francisco, debe dar paso a la globalización de la solidaridad; a los cinco años de la Laudato si’, la “casa común” debe ser habitada por todos y no por una oligarquía financiera mundial que se apropie de ella. La pandemia no es solo consecuencia de una enfermedad sino del daño climático que le ocasiona al ecosistema la irresponsabilidad de unos pocos actores a la “casa común”. El único camino que nos queda es el desarrollo sustentable y sostenible; en este plano, además del planteo ético de una conversión social de que nos habla el papa Francisco, nos volvemos a remitir al planteo del dilema ecológico que Perón definió con anticipación y con forma precursora, como vimos en el capítulo 2.

  1. También pensamos que nos hallamos en un cambio de orden mundial: Estados Unidos ya no es el centro hegemónico, sino que estamos en el parto de un mundo multipolar, en el que China empieza a mostrar su musculatura geopolítica. Esta reconfiguración del orden mundial puede ser de variante bipolar (Estados Unidos y China) o de variante unipolar (Estados Unidos, China, Rusia, India). Tanto en un plano como en el otro, la Argentina debe lograr la soberanía multidimensional (en ese sentido analizamos los elementos componentes de una soberanía multidimensional), porque con la pandemia se abre un espacio de oportunidad de afirmación de proyectos nacionales, como consecuencia de la conformación de un nuevo orden internacional. Los escenarios conflictivos de este orden desde una perspectiva geopolítica, como las guerras híbridas, la cibergeopolítica y la geografía militar son campos de estudio muy citados en América Latina, pero poco estudiados desde nuestra opinión. En ese aspecto, pensamos que nuestra investigación llena un vacío.

Ratificamos, como siempre, que la ruta estratégica es la integración sudamericana, hacia la integración latinoamericana a partir del núcleo de aglutinación Argentina-Brasil como nos enseñó Juan Domingo Perón y lo teorizó Alberto Methol Ferré.

Se ha instalado con fuerza en este tiempo de pandemia la imagen de un futuro bipolar Estados Unidos-China. A este mundo pospandémico se lo define en términos de una nueva guerra fría y, según distintos criterios, algunos se alinean con Estados Unidos y otros con China. Obviamente, en función de intereses y afinidades se abren diferentes opciones en el escenario internacional. Consideramos un reduccionismo binario negar todo planteo de otras alternativas, como la de un mundo donde el poder –como lo demostramos a lo largo de este libro– esté menos definido y más horizontalmente distribuido.

En el fondo, un mundo “multipolar” es donde los alineamientos no son necesariamente automáticos e imprescindibles y donde quedan abiertas múltiples opciones de cooperación y alianzas sectoriales.

No desconocemos la menor participación americana en el PBI mundial, y ello es un dato estratégico de la realidad; lo mismo puede decirse respecto de la participación en el comercio internacional. La competencia tecnológica Estados Unidos-China es real y el avance chino, notable. El retroceso diplomático americano resulta cuantificable, por ejemplo, en materia de diplomacia multilateral.

Pero en este libro rehuimos las afirmaciones taxativas, como decir que el repliegue estadounidense es definitivo.

Por otro lado, el poder económico chino se encuentra ante un enorme desafío, el de traducirse en “poder blando”, o sea, en un poder cultural global. Hasta ahora vemos que la cultura china y sus valores no generan atracción mundial, y ese es un obstáculo para un modelo hegemónico.

Esta situación geopolítica de mutación mundial todavía se encuentra en pleno desarrollo. Creemos que es una oportunidad para un proyecto de afirmación nacional en nuestros países. Un nuevo mañana –que ya es hoy– nos exige un nuevo ayer. Y ese ha sido el objetivo de este aporte.


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