A un mes del paso de Eta y Iota, miles de hondureños y guatemaltecos permanecen sin hogar y a la espera de ayuda humanitaria

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Nuevas cifras de la ONU revelan que, de 5,5 millones de personas afectadas por las sucesivas tormentas tropicales Eta y Iota en Honduras y Guatemala el mes pasado, 400.000 permanecen en albergues temporales mal equipados y 140.000 hogares fueron destruidos por las tormentas. Alrededor de 330.000 personas siguen sin recibir asistencia de emergencia debido a la destrucción de las vías y la interrupción de las comunicaciones en Honduras. Esta crisis ha golpeado a una región con necesidades humanitarias que ya superan ampliamente los recursos disponibles.

«La situación es totalmente desesperada. Comunidades enteras han quedado aisladas por las inundaciones y los deslizamientos de tierra. Cientos de miles de personas aún no han recibido asistencia humanitaria, miles están durmiendo en las calles y bajo los puentes», advierte Dominika Arseniuk, directora del Consejo Noruego para Refugiados para América Central y Colombia. «La gente se está viendo obligada a soportar condiciones intolerables en una región descuidada por la comunidad humanitaria».

Las tormentas más recientes han empeorado las crisis humanitarias preexistentes en la región. Hace seis meses se identificó que 5,2 millones de personas necesitan asistencia humanitaria en Honduras, El Salvador y Guatemala, tras años de violencia crónica y extrema, desplazamientos, inseguridad alimentaria y los efectos cada vez más adversos del cambio climático.

Esta región también se ha convertido en sinónimo de las mediatizadas caravanas de migrantes y refugiados que buscan desesperadamente seguridad y oportunidades en el exterior. Más recientemente, las cuarentenas y restricciones para prevenir la propagación de Covid-19 paralizaron las economías locales y sobrecargaron los sistemas de salud, todo ello antes de que las tormentas tropicales dispararan las necesidades a niveles sin precedentes.

A las afueras de San Pedro Sula, una de las ciudades más grandes de Honduras, cientos de familias desplazadas han establecido albergues improvisados utilizando palos y láminas de plástico, con pedazos de cartón como colchones. Otros duermen bajo los puentes y decenas de miles han perdido sus casas y pertenencias, dejándoles sin ningún lugar a donde ir. Pocas personas tienen acceso a mascarillas, jabón o agua limpia para ayudar a prevenir la propagación de Covid-19.

Marlon (32), su esposa embarazada y su hija de un año perdieron todas sus posesiones en las inundaciones. Tuvieron que huir rápidamente cuando los huracanes azotaron su colonia y ahora se encuentran en las afueras de San Pedro Sula en Honduras. Marlon le contó al Consejo Noruego para Refugiados:

«Dormimos fuera de un edificio sin tener comida. Logramos traer algo de ropa para mi hija, pero mi esposa y yo sólo teníamos lo que llevábamos puesto. Esa primera noche, la lluvia cayó sobre nosotros y hemos estado viviendo en la calle desde entonces».

El Consejo Noruego para Refugiados, junto con otras doce organizaciones internacionales, ha pedido repetidamente a las Naciones Unidas (ONU) que desarrolle un plan de financiación para apoyar los esfuerzos de respuesta humanitaria en el norte de Centroamérica. Sin dicho plan, la respuesta humanitaria seguirá desfinanciada y descoordinada.

«Esta región ha sido completamente descuidada por la comunidad internacional. Tiene uno de los niveles más altos de personas que huyen y buscan asilo en el mundo. El número de muertes violentas relacionadas con el crimen es mayor que en muchas de las peores zonas de guerra del mundo. Y es una de las más afectadas por los eventos climáticos extremos, como hemos visto este año. ¿Qué más se necesita para que la comunidad humanitaria tome acción?» dijo Arseniuk.

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