El rol de la Agencia I+D+i durante la pandemia: apuntes para reescribir el rol de la ciencia y la tecnología en América Latina – Por Fernando Peirano | Especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El rol de la Agencia I+D+i durante la pandemia: apuntes para reescribir el rol de la ciencia y la tecnología en América Latina

Por Fernando Peirano*, especial para NODAL

Promover ciencia y tecnología para lo general y lo específico y contar con capacidades en ciencia, tecnología e innovación es una gran ventaja. No solo porque nos permite que el futuro no sea un mero porvenir sino el resultado de nuestras acciones y decisiones en un escenario rico en alternativas. También porque el conocimiento y la habilidad para analizar y para aprender otorgan una gran plasticidad cuando nos enfrentamos ante circunstancias inéditas frente a las cuales no hay manual ni antecedentes que sirvan de guía. Puede parecer trivial sostener estas afirmaciones. Sin embargo, en los últimos años, América Latina ha tenido presidentes que hicieron del destrato y del desfinanciamiento sus principales acciones de gobierno en materia de ciencia y tecnología.

En este año 2020, hemos confirmado la importancia de contar con estas capacidades y podemos compartir algunas reflexiones a partir de una experiencia intensa, gratificante y elocuente. En el contexto de la pandemia hemos tenido que reorientar, de una manera veloz y precisa, a nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación. Y lo pudimos hacer ensayando un esquema de trabajo donde identificamos problemas y construimos retos para incentivar el desarrollo de soluciones.

En un nivel conceptual, la definición del problema suponía indagar en cómo podíamos contribuir a enfrentar la pandemia y a mitigar los problemas que conlleva el COVID-19. Por el lado de los retos, se trataba de obtener soluciones en la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y el monitoreo. En ese sentido, abrimos una convocatoria en conjunto con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y el CONICET a pocos días de haberse declarado la pandemia y, a mitad de abril, ya habíamos reunido 904 Ideas Proyecto.

Con el asesoramiento de un comité de expertos las evaluamos con celeridad y pudimos conformar una cartera de 84 iniciativas que fueron nuestras apuestas para atender a estos cuatro retos que mencionamos. Es importante resaltar que innovamos en la aplicación de una metodología de trabajo de “problema-solución”. Este procedimiento implica plazos muy cortos en los requerimientos pedidos a los proyectos: soluciones que puedan estar listas en un tiempo estimado de entre 6 meses y un año e incluso con un premio a quienes lo podían terminar en 60 días. Hicimos un ciclo corto de evaluación y adjudicación, similar a lo que ocurrió en otras agencias de América Latina.

En nuestro caso, resolvimos este proceso en menos de 45 días. Además, es importante resaltar que cada dos meses nos reunimos con referentes de los 84 proyectos. Con algunos, la información científica y técnica los habilita a seguir adelante con los proyectos y continuar con la apuesta. En muchos otros casos podemos reforzar, incluso, los apoyos iniciales.

Es así como obtuvimos cuatro tipos distintos de tecnología para kits rápidos con aparatología simple. Al mismo tiempo, rindió frutos el aliento al trabajo entre lo público y lo privado: contar con un moderno laboratorio como mAbxience contribuyó a que la Argentina pueda negociar no sólo acuerdos comerciales con los proveedores de vacunas, sino también acuerdos productivos y tecnológicos.

Estamos apoyando el desarrollo de diferentes tratamientos a partir de proyectos biotecnológicos de punta. Junto con todo eso, también facilitamos que la nanotecnología se convierta en textiles inteligentes con la capacidad de inhibir el virus y dotar de un atributo clave y ventajoso a los barbijos producido por una pyme argentina. La ingeniería y la electrónica, a su vez, fueron decisivas para producir respiradores y brindar en pocas semanas los miles de equipos necesarios para multiplicar las camas de cuidados intensivos o para generar una nueva línea de sensores para evaluar la temperatura de las personas que pasan por delante de una cámara.

A partir de estos resultados, creemos que una de las claves está en la conjunción entre el conocimiento y la producción. Esto permitió que la Argentina sea productor y se autoabastezca de 63 de los 64 productos que la OMS definió como esenciales. Por eso, me gusta utilizar la imagen del iceberg como síntesis de lo que pudimos vislumbrar durante este año: se necesitan capacidades, amplias y generales, que se forjan de manera paulatina y que brindan el sostén necesario para que emerjan soluciones específicas cuando así se requiere. La Agencia I+D+i tiene esa doble misión: promover las capacidades y estimular las soluciones.

Seguramente estos importantes resultados ayudaron a que los países integrantes de la Red Latinoamericana de Agencias de Innovación (ReLAI) acuerden que la Argentina, a través de la Agencia I+D+i, ejerza la presidencia regional a partir del 2021.

El conocimiento como nueva fuente de soberanía

Hemos aprendido que la ciencia requiere de un financiamiento continuo, sostenido y previsible. Y que la tecnología requiere un apoyo especial que le permita ensayar y levantarse para volver a intentarlo. Por eso, además de eficaces las políticas deben ser oportunas. Esto nos ha movilizado a valorar lo estratégico así como lo táctico. Durante este año hemos adecuado muchos de nuestros procesos y decisiones institucionales en ese camino descripto.

¿Qué recorrido vamos a seguir? Queremos continuar con un nuevo desafío, pero ya no el que nos presentó la pandemia, donde sin lugar a duda se jugaba mucho en el terreno de la salud. Las soluciones que nos permitirán salir del laberinto son las respuestas que ya se están generando con las vacunas desde la ciencia y la tecnología. El desafío de la postpandemia es ver cómo podemos enriquecer y orientar la inversión. ¿Cómo podemos darle esa calidad distintiva a la recuperación del capital de trabajo y a los nuevos bienes de capital que se sumen? ¿Cómo podemos hacer que nuestras economías vuelvan a tomar volumen, pero no sólo para hacer más de lo mismo, sino para hacerlo de un modo distinto e innovador?

De allí nuestras apuestas a los vectores de la salud, de los alimentos, de la producción verde, de la transformación energética y digital que ya está ocurriendo en nuestros países. Finalmente, estas innovaciones -que también son inversiones- deben ser un estímulo para ser adoptantes de las mejores soluciones, así como un incentivo para que no seamos únicamente países usuarios de tecnología, sino también sus productores.

En definitiva, en los próximos tiempos, debemos reescribir el rol de los sistema de ciencia, tecnología e innovación en América Latina. Una reescritura a partir de nuestra propia experiencia y en función de nuestros propios objetivos. Una reescritura que nos permita hacer del conocimiento una herramienta para ampliar nuestro margen de acción frente a una globalización que ofrece poco y nada a la región. Hacer de la ciencia y la tecnología una fuente de soberanía. Una apuesta por rediseñar nuestros modelos de desarrollo, apoyados en una integración basadas en vínculos y proyectos compartidos que supere a la visión que encuentra en los intercambios comerciales el principio y el fin de los nexos entre los pueblos.

* Presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i) de la Argentina


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