El misterio de la vacuna y el gato que se creía tigre – Por Alberto Grille

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Alberto Grille *

Todos sabemos que Uruguay adhirió hace unos meses al mecanismo COVAXS de la Organización Mundial de la Salud, mecanismo por el que  se crea un fondo para  distribuir dosis de vacunas que serán proporcionadas o vendidas a un precio razonable, al menos a un 20% de la población de los países que adhieran.

Hasta ahí lo normal. Uruguay, un país pequeño, adhiere a un proyecto multinacional que pone a disposición de la humanidad un volumen de vacunas, independientemente del tamaño de esos países, su capacidad de negociación y su disponibilidad financiera.

En el momento en que adoptó esta estrategia el mundo estaba incendiado por la pandemia, el gobierno uruguayo exhibía orgulloso la copa de campeón mundial y el pequeño Presidente de la República se ufanaba de ser un fenómeno, poniéndose pocas ropas propias y muchas  ajenas.

Algunos en su país creían que Lacalle Pou era más vivo que Angela Merkel . ¡¡Espejito espejito!!, se miraba todas las mañanas en el cristal azogado que reproducía una imagen en el que el gatito se veían como un tigre.

A partir de los últimos días de noviembre  se dio vuelta la taba y la vida    confirmó que en una pandemia nadie la lleva fácil y que los casos de Covid 19 se disparaban en Uruguay como lo habían vaticinado los comunicadores más sensatos, la mayoría de la academia, los gremios de la salud y el Frente Amplio.

Desde esos días, lo que era previsible  se volvió evidente. Los contagios por Covid 19 en Uruguay se volvieron mucho más frecuentes y la curva de infecciones  se tornó exponencial.

En los meses anteriores, el mundo estaba alerta porque la pandemia había causado estragos, pero nosotros estábamos dormidos porque el reyecito y su barra  nos habían arrullado con fantasías e invitaban a los ricos de la región a venir a vivir al Uruguay donde pagarían menos impuestos, disfrutarían de las playas, no padecerían la epidemia y tendrían un Presidente para la foto.

Se había perdido mucho tiempo y nos habíamos devorado muchas de las ventajas que teníamos. El salario real había perdido poder adquisitivo, el desempleo había aumentado, algunas  mutualistas sufrían, los pequeños empresarios galgueban, la pobreza y la desigualdad  habían crecido y también el endeudamiento, el déficit fiscal y las tarifas públicas que el gobierno había prometido achicar o al menos no aumentar.

Por aquello de que la tierra es redonda y parados  en un punto de una circunferencia en la que, si en un lugar es de día en las antípodas es de noche, mientras el gobierno multicolor dormía otros abrían los ojos. El mundo se había dado cuenta que las vacunas eran ya una realidad y en sesenta y un  laboratorios del mundo se investigaba aceleradamente porque quizás en la vacuna  estaba la solución. Los países más poderosos usaban todos sus recursos para obtener y tal vez acaparar la mayor cantidad de dosis posibles y algunos laboratorios del primer mundo contaban los miles de millones que embolsarían a costa del sufrimiento de miles de millones de seres humanos.

El 9 de diciembre el Ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, un médico neurólogo  del partido de Manini Ríos, sin trayectoria política y sin antecedentes políticos conocidos, ya había percibido con sus asesores que los números de contagios trepaban y que  había que conseguir a la brevedad vacunas eficaces, accesibles y manejables.

Su Ministerio había intercambiado información y contactado a todos los potenciales proveedores de vacunas y el Ministro decía que había llegado la hora de optar y concretar. “Es hora de mandar los mails” decía el Ministro alentando la esperanza de una inminente resolución.

En el últimos trimestre el Presidente continuaba festejándose y se asesoraba con dos politólogos blancos, Andrés Zuaznábar y Adolfo Garcé que le decían que en las encuestas era balón de oro. Como es muy sensible  a los elogios no creía que el peligro del bichito crecía y  el virus maldito se paseaba con “circulación comunitaria” como perico por su casa de norte a sur y de este a oeste de nuestro país.

Mientras en el mundo se recogían los cadáveres en las calles y se elegían los prospectos a entrar a los CTI, nosotros comprábamos en el shopping, cambiábamos el auto con los ahorros del viaje a Europa que no fue, viajábamos en transporte púbico repleto de gente, nos comíamos la indemnización por despido, contábamos los pesitos del seguro de paro, trasnochábamos en los boliches y veíamos los primeros show en el Antel Arena.

Daniel Salinas, un hombre acostumbrado a estudiar,  estaba  desbordado por la magnitud de lo que se venía pero leía todo lo que llegaba a sus manos.

Como todos, estaba impresionado por la proeza científica de Pfizer de elaborar en seis meses una vacuna eficaz con procedimientos de modificación genética utilizando tecnología y conocimientos verdaderamente revolucionarios.

Pero a sus asesores  le había llamado la atención los reportes de accidentes inmunológicos y reacciones anafilácticas en las primeras dosis que se administraron en gran Bretaña. También los requerimientos logísticos de esta vacuna que exigía mantener una cadena de frío de menos 70 grados y  equipos refrigerados muy sofisticados probablemente inalcanzables para países como nosotros.

En esos días el Ministro “se jugaba por chinatown”, la que le parecía con una “plataforma más segura”

El 9 de diciembre el Ministro conversaba con su otro yo y pensaba que la vacuna China de Sinovac, la  que se ya se había suministrado a decenas de millones de chinos, que estaba producida por una tecnología muy conocida y relativamente inocua con virus inactivados, que no requería una logística complicada , que posiblemente resultara más barata, que se fabricaba en Butantan en Brasil, que había resultado eficaz, era la que más nos convenía.

No imaginaba Salinas, o  tal vez sí, que Lacalle Pou quería tozudamente que la vacuna usada fuera norteamericana. Esa forma de elegir la había aprendido en el British.

Recordemos que el Presidente de vacunas no sabe un pomo, pero como es obvio no le faltaran avales  científicos y prensa que lo aplauda.

El  number one, es sabido, piensa que si es yanky es bueno.

El 16 de diciembre el Presidente hizo su conferencia de prensa. El Ministro de Salud Pública, curiosamente, no estaba sentado junto a él sino que había sido desplazado a  la primera fila. Salinas había confesado discretamente que se sentía “ladeado”. Unos días antes el senador Guido Manini había declarado a la prensa que si fuera por Salinas se  hubieran adoptado medidas más enérgicas para enfrentar esta pandemia y ese mismo día antes de hablar Lacalle Pou, Salinas  contestaba que “donde habla el Presidente calla el Ministro”.

Un día antes El País en su  portada, filtraba una información atribuida a  sus “fuentes” en el gobierno. El Presidente, decía El País, prefería la vacuna de Pfizer, había contactado con el laboratorio en Estados Unidos, viajaría al norte y ya se había hablado con empresas extranjeras instaladas  en el Parque de la Ciencias para evaluar la posibilidad de contar con una cadena de frío apropiada.

El 16 de diciembre en la conferencia de prensa en que el Presidente anunció algunas acciones procurando restringir la movilidad social entre las que destacó la reglamentación por ley del  artículo 38 de la Constitución que garantiza el derecho de reunión, aprovechó para asumir el control en su gobierno de la negociación de la vacuna, anunciando que había hablado telefónicamente con un jerarca de Pfizer, que si tenía que viajar para “traerse” la vacuna en la mochila lo haría, que  sólo aprobaría una vacuna autorizada por la FDA o la Agencia Europea del Medicamento y que las expectativas de obtener la de Pfizer eran medianamente alentadoras. Asimismo anunció que de ese momento en adelante, la negociación estaría en manos de su mano derecha y amigo, el Secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado.

¿Qué es Pfizer, además de ser el  laboratorio más grande y poderoso del mundo y el rey de la industria más oscura del planeta? Me dicen que uno  de sus propietarios es el Fondo de Inversión, Black Rock, el que obstaculizó todo arreglo razonable para el pago de la deuda de los bonos argentinos.

Sin perjuicio de que un investigador podría obtener más datos y que mi información es sólo resultado de una búsqueda rápida de Google a disposición de cualquier lector, Pfizer tiene  antecedentes judiciales horribles en más de un país.

Sin más, el departamento de Justicia de  los Estados Unidos acordó con  Pfizer una multa de  60 millones de dólares y 48 millones de Euros por “prácticas ilegales en el extranjero, sobornos y coimas a médicos, reguladores de precios y funcionarios públicos en Rusia, Croacia, Bulgaria, Italia, China, Kasajistan, Serbia y República Checa”.

También “acordó” con su filial Wyeth una multa de 18 millones de euros   por “compartir estas prácticas ilegales”. Más cerca de nosotros, en Argentina, Pfizer fue condenada por  “soborno y coimas  a médicos” luego de que Pfizer denunciara a dos visitadores de su compañía por haberse quedado con el dinero de las coimas.

Por menos de esto cualquier ciudadano podría pasar a la sombra una larga temporada con el Chapo Guzmán en “Alcatraz de las Rocosas”, pero como las coimas fueron en el extranjero, el Departamento de Justicia lo arregló con algo más de cien millones de dólares y Euros.

Hace pocas semanas, autoridades Argentinas informaron de las condiciones que Pfizer pondría al Estado Argentino para suministrarle la vacuna. Lógicamente Argentina tendría que pagar el precio que Pfizer impusiera pero además debía garantizar por Ley la inmunidad por posibles reclamos, el acuerdo debía ser firmado por el Presidente de la República y debía estar garantizado por bienes inembargables como los glaciares, las reservas  de agua y los permisos de pesca.

Ahora bien. Con semejantes  antecedentes, cualquiera quisiera estar alejado de esta negociación de compra de vacunas con Pfizer, compra que el gobierno uruguayo  realizaría, en secreto, sin ningún procedimiento competitivo, que significará para el estado muchas decenas de millones de dólares y que estará precedida de un notable , insólita e imprudente  preferencia manifestada por el Presidente Lacalle Pou que asume así la responsabilidad de la opción que se elija , que encarga a su amigo el secretario de la Presidencia las negociaciones y que para mantener ocultos los entretelones de la negociación, no sólo dispone que no se informe a la oposición de las gestiones , sino que desplaza de las mismas a su Ministro de Salud Pública y por lo que sabemos al Ministro de Relaciones Exteriores Francisco Bustillo .

Si fuera mi amigo, yo le aconsejaría al Presidente poner distancia de éste negocio. Es más, está en el ABC que habría que demostrar total transparencia para realizar una compra directa de este tipo. Pero el Presidente, de cuya honestidad prefiero no  dudar y que sin duda quiere lo mejor para los uruguayos, debería ser más prudente porque si fracasa tendría que hacerse cargo y si  consiguiere la vacuna también. Al fin de cuentas todos van a conseguir la vacuna y al menos las que se están administrando o están en fase tres, todas parecen ser eficaces.

Empantanado en las dunas de las playas de Rocha Lacalle continua su gesta en pos de la vacuna de yankilandia.

Sin embargo, no ignora que su propósito corre peligro de naufragar. Aunque algunos medios anuncian que el “5 de enero Lacalle nos dará un regalo de reyes”, Uruguay llega tarde, es muy pequeño, los grandes países quieren quedarse con todas las vacunas y lo más lógico sería negociar con rusos y chinos o Astra- Zeneca o  esperar las vacunas de Covaxs que es lo más seguro, aunque se demore.

Al final, hay que aceptar que somos lo que somos y hablando delicadamente nadie, ni el Presidente puede defecar más alto que el traste.

Mientras Lacalle habla con el jerarca de Pfizer, las infecciones por Coronavirus en Uruguay siguen aumentando y hasta el presidente empieza a ponerse nervioso y a  pensar en otras opciones. Por eso le mandó pedir a Alberto Fernández que le proporcionará el contacto para hablar con el director del Fondo ruso que maneja el tema de las vacunas.

En realidad hace unas tres o cuatro semanas, cuando Bustillo conversó con Alberto Fernández sobre su viaje a varios países de Europa y particularmente su viaje a Rusia y su entrevista con el Canciller Lavrov , Alberto Fernández le ofreció a Bustillo este contacto. Bustillo no respondió pero se lo transmitió a Lacalle que le contestó que  aceptara el ofrecimiento porque tal vez valía la pena tenerlo a mano.

Así fue que Bustillo lo llamó a Alberto Fernández y le pidió el contacto con Kirill Dimitriev el Director del Fondo Ruso de Inversión Directa, que promueve la producción de las vacunas rusas y el presidente de Argentina generosamente se lo dio.

Aún no puedo entender porque Lacalle no se lo pidió al Presidente del CASMU, Dr. Raúl Rodríguez que firmó con este mismo jerarca ruso  una reserva de 1.200.000 dosis de vacuna que no habría sido considerada ni por asomo por  el gobierno uruguayo como una opción a considerar.

Me imagino que no hay razones, probablemente sólo son  caprichos. Lacalle no habla con nadie que no sea de su combo, porque un secreto es un secreto. Ni con Salinas, ni con Alberto Fernández, ni con el Casmu ni con Dimitriev.

Ojalá esta historia no termine como otras historias de los blancos  y las compras públicas ocurridas en el gobierno de su padre.

Las que más se recuerdan ocurrieron precisamente con insumos adquiridos  para el Ministerio de Salud Pública y  justificaron las denuncias de la oposición y del propio gobierno de Sanguinetti. Hoy casi nadie recuerda ese episodio archivado por un fiscal procesado por corrupción y otro fiscal que pasó en comisión a desempeñarse en la bancada de legisladores del Partido Nacional.

Lacalle Herrera se salvó de ir preso pero el fantasma anda arrastrando las cadenas y mientras gobierne el herrerismo cuando hay plata boyando hay que ponerse a husmear porque hay muchos blancos honrados pero también hay muchos  blancos pillos. Y la fruta siempre cae cerca del árbol. Porque no hay que olvidar que esta vacuna, aunque la elija uno, la vamos a pagar todos.

*Periodista uruguayo, director y fundador de Caras y Caretas.


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