Fotoreportaje | Argentina: Ramona, guardiana del monte – Por Federico Barreña

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El canto de los pájaros, junto al sonido de las chapas que aguantan el aguacero, encuentran el ritmo perfecto para comenzar el día. Ramona calienta su té y corta un buen pedazo de cuajada, con dulce de batata. Como ayer, en su pecho, despierta la angustia sembrada por la codicia de los poderosos del agro. La música sigue, gallinas, patos, perros y gatos van sumando acordes, danzándole entre las piernas. Su patio se trasforma en un fiesta de maíces volando, leche de cabra, bizcocho y la pava al fuego sonando. En el poste central que sostiene las lonas del techo, se encuentra enrollada la orden de desalojo que le acercó días antes la jueza del pueblo, invitándola por tercera vez a dejar su vida.

Los hermanos Scaramuzza miembros de la Federación Agraria de Córdoba llevan adelante un litigio contra Ramona. Reclamando ser dueños de las tierras que ella habita hace más de 94 años y que le pertenecían a su padre. Entre papeleos y entongues burocráticos, la justicia y los productores del agro-negocio sojero se escabullen para rociar nuestros montes de glifosato y desplazar a su gente. Empujados por la demanda extranjera de granos, avanzan desmontando campos nativos y arrasando con todo lo que en ellos habite. El modelo agrario actual se basa en la producción de recursos materiales a corto plazo sin importar las consecuencias que esto genere para ser el humano.

Ramona es un ejemplo fortaleza, de dignidad, enfrentando las injusticias del sistema judicial que con sus vacíos pisotea los derechos legítimos de los habitantes de la tierra. Por debajo de la mesa se mueven nubladas negociaciones, que destraban todo problema de papeles caratulando como legal despojos ilegítimos de miles de personas en el territorio nacional.

Guardiana del monte, flora y fauna. Guardiana de nuestro futuro, amante de la tierra que hace tanto la vio nacer, se alza firme Ramona con la decisión de no abandonar su territorio, de no entregarlo al desmonte, al envenenamiento de sus suelos. Libre como las calandrias que le silban al oído desde niña, se para cada mañana sabiendo que el acoso y las presiones cesarán, que la justicia vendrá de la mano de la gente cansada de atropellos. El caso de Ramona no solo devela los vacíos de la justicia, que dicta sentencias sin contemplar el contexto, sino también las articulaciones sombrías entre los poderosos del agro, los políticos de turno y la fuerzas de seguridad. Este caso pone en discusión una de las aristas perversas que tiene este modelo de producción voraz que instauró la revolución verde. 

“Madre, abuela sabia de su comunidad. Símbolo de dignidad de un pueblo campesino silenciado, corrido de sus tierras ancestrales. Ramona Orellana, con su ejemplo, siembra resistencias en todo el territorio nacional, despertando a un pueblo golpeado que hoy se posiciona a su lado, abrazándola, velando por su seguridad”.

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