Insisten en que en 2022 las presidenciales se dirimirán entre Lula y Bolsonaro – Por Juraima Almeida

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Por Juraima Almeida*

Por el momento todo es especulación, incluso la tesis de que Brasil va camino de una elección presidencial muy polarizada entre el actual presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, y el exmandatario Luis Inacio Lula da Silva, máxime cuando los comicios están previstos para el 22 de octubre de 2022: faltan exactamente 17 meses.

Obviamente no comenzaron las campañas, al menos formalmente, pero las condicionadoras de opinión, llamadas encuestadoras, ya comenzaron su trabajo de imposición de imaginarios en la población. En las encuestas más recientes sobre intención de voto Lula encabeza las preferencias para la primera vuelta, y aparece como cómodo ganador contra cualquier eventual competidor en un balotaje, entre los cuales el más probable sería Bolsonaro.

Especulación y comienzo de una instancia de terror para impedir que el “viejito” Lula, de 76 años en octubre próximo, pueda volver a presidir a un país que mucho ha cambiado en los últimos diez años . Y, posiblemente para que el pode real (empresarios y mandos militares) pueda pensar en un tercer candidato, que garantice el statu quo.

Pero también hay que tener en cuenta que desde finales del siglo 20, la política brasileña se ordena en función de la existencia del Partido de los Trabajadores (PT) y de las opciones levantadas contra él.

Pareciera que todos están interesados en poner el carro delante de los bueyes. Los medios hegemónicos dejan sentado que la pelea final será Bolsonro vs Lula, como si no existieran de uno y otro lado –y de muchos otros también- otras alternativas.

Desde lo que se da en llamar izquierda, el aparato del Partido de los Trabajadores –junto a intelectuales complacientes de la Fundación Perseu Abramo y el Instituto Lula- no creen en la necesidad de un programa común con los demás grupos y partidos progresistas sino en la solución mágica que sostiene que con Lula presidente alcanza para que todo vuelva a ser como antes.

Como antes del golpe parlamentario a la presidenta Dilma Rousseff, como antes de la pandemia (desatendida por el negacionista Bolsonaro) de covid-19 que ya lleva 16 millones de contagiados y 445 mil muertos, como antes del gobierno militarizado de Bolsonaro, como antes de la privatización de las empresas estatales….

Los analistas escriben a diario señalando que el escenario de polarización instalado incide para que hoy se avizore, finalmente, la confrontación electoral entre Bolsonaro y Lula que no pudo ser en 2018. En ese marco, el actual presidente viene debilitado, y el líder del PT, fortalecido, dicen.

Bolsonario viene siendo acosado cada vez más desde el finales de 2020, y tuvo que recurrir al apoyo de los parlamentarios de derecha –conocidos como el “centrao”- que se aliaron, a cambio de puestos y presupuestos, a todos los gobiernos desde el regreso de la democracia en 1985. Pero es un alianza sin garantías y para muestra sirve la traición que sufrió Dilma Rousseff de parte de sus aliados diputados y senadores.

Son partidos que no se venden: se alquilan y, además cambian camaleónicamente de color según las conveniencias y las retribuciones ocasionales.

¡Cuenta con el apoyo de los militares? Hasta antes de la reciente con las Fuerzas Armadas todo hacía entender que era su abanderado y que iba a recibir apoyo en sus continuas amenazas de golpe de estado. Pero lo cierto es que los más de seis mil militares activos o en la reserva, diseminados en todos los ministerios y secretarías, autarquías y empresas públicas, no cuentan con la simpatía de los altos mandos.

La derecha

La derecha brasileña siempre ha controlado el poder en Brasil, desde que comenzó a imponerse a los pueblos indígenas, oprimirlos y explotar sus riquezas. Luego, utilizando el fenómeno más monstruoso, la esclavitud, que con el colonialismo, son los dos fenómenos fundacionales de la historia brasileña.

Más de cuatro siglos después, la derecha brasileña fue sistemáticamente derrotada por Getulio Vargas, en 1930. Si bien lo llevó al suicidio acusado de corrupción, no lo derrotó. Cuando finalmente ganó la derecha, en 1960, fue con el aventurero Janio Quadros, cuya victoria duró unos meses y se transformó en una nueva derrota.

La mayor victoria de la derecha no fue en la democracia, sino con la dictadura militar, que logró destruir a la democracia y a gran parte de la izquierda, a través de la represión más sistemática que haya conocido Brasil. Esta dictadura diseñó una alternativa para el capitalismo latinoamericano en crisis: el crecimiento económico con un estado dictatorial, basado en la super explotación de los trabajadores y la destrucción de la democracia.

La derecha también triunfó en la transición a la democracia, impidiendo la elección directa. Con el corrupto Fernando Collor de Melo en 1989 (venció a Lula) y con Fernando Henriqu Cardoso, en la última victoria democrática de la derecha, imponiendo el modelo neoliberal , concentrador de la renta e incapaz de recuperar el crecimiento de la economía.

Hoy Bolsonaro lidera la ultraderecha militarista. O es el representante de ella. Existe una derecha parlamentaria, aliada políticamente, que tiene aspiraciones también, y que gobierna los principales estados del país, y que ha sido dejada de lado en la insistencia de la polarización.

Bolsonaro perdió parte sustancial de la aceptación que tenía en las clases más elevadas, por la falta de coordinación nacional para actuar e impedir que sigan muriendo más de tres mil brasileños por día, ante una pandemia que ya afectó a casi 14 millones de habitantes y mató a casi 400 mil.

Medio millar de empresarios, agentes financieros y economistas firmaron un manifiesto con duras críticas no solo a Bolsonaro sino a todo el gobierno. Asimismo, los sectores de la clase media que lo respaldaban se van alejando, por la devastación de vidas, por el colapso que amenaza las redes de salud y por la creciente crisis económica, lo que no significa que vayan a votar por Lula.

La izquierda

Y hay una izquierda más allá del PT, con el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), el Partido Comunista y otra serie de grupos en todo el país, a la que se insiste en poner en la bolsa de Lula. Pese a su posición predominante desde los años 1980 ni el PT ni el conjunto de las fuerzas de izquierda y progresistas no han sido capaces de generar relevos. O al menos publicitarlos, dejándolos circunscriptos a sus localidades.

Ya las clases más populares padecen, además de los efectos de la economía, de algo que había sido extirpado en los gobeirnos de Lula: el hambre. Hoy el 59,8% de los brasileños –125 millones 600 mil personas– carecieron desde el comienzo de la pandemia, de alimentos en cantidad y calidad necesarias. Para el 44% de las familia, la carne desapareció de la dieta cotidiana.

Hay que recordar, también que Bolsonaro triunfó en segunda vuelta contra Fernando Haddad, el candidato designado por el PT para reemplazar a Lula menos de un mes antes de los comicios de 2018. Luego de estos comicios se desarrollaron dos procesos paralelos, ambos perjudiciales para la derecha brasileña: que Bolsonaro se fue desinflando por su funesta actitud ante la pandemia, y que se deshilachó completamente la trama judicial contra Lula.

El apoyo de sectores muy poderosos a la candidatura presidencial de Bolsonaro se debió en 2018, a que en la coyuntura preelectoral apareció como la mejor opción para derrotar al PT. ¿Será así también en el 2022?

* Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).


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