Los bárbaros vienen del sur – Por Andrés Mora Ramírez

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Por Andrés Mora Ramírez *

Cuando los ideólogos del nuevo siglo americano ocupaban el poder en la Casa Blanca,
en los primeros años del siglo XXI, bajo las administraciones de George W. Bush, una
imagen se volvió recurrente en los discursos e intervenciones oficiales para dar cuenta
de la amenaza que representaban los migrantes para la seguridad nacional de los
Estados Unidos: la de los bárbaros hambrientos, parias de la civilización del libre
comercio, que se abalanzaban sobre las fronteras del imperio.

Una figura que se movió por aquellos años entre los pasillos de la Secretaría de
Comercio y después en la presidencia del Banco Mundial, encarnó como pocos el
desprecio del Norte revuelto y brutal hacia los cientos de miles de hombres y mujeres
que, al sur del río Bravo, malviven en nuestras sociedades de capitalismo neoliberal
dependiente: nos referimos a Robert Zoellick, el jefe negociador del tratado de libre
comercio de Estados Unidos con Centroamérica y República Dominicana (el llamado
CAFTA).

En el año 2005, en una conferencia en la Heritage Foundation de Washington, Zoellick
afirmó: “Mientras haya pobreza en América Latina, habrá quienes se sentirán
fuertemente motivados para abandonar sus hogares, sus familias y sus amistades para
venir a Estados Unidos. Habrá quienes quebrantarán nuestras leyes para hacerlo y,
trágicamente, habrá otros que morirán al intentarlo”; y acto seguido defendió la política
de tratados comerciales como la “decisión inteligente” para los Estados Unidos, “porque
no vivimos aislados de lo que ocurre en América Central.

Nuestra seguridad está ligada al desarrollo que existe en nuestro vecindario. Las
pandillas de delincuentes, los narcotraficantes, incluso la trata de personas, crean
peligrosas redes trasnacionales. El CAFTA ofrece una manera de tratar las causas, en
lugar de tratar sólo el síntoma, de los problemas que existen en nuestro vecindario.

El CAFTA fortalecerá también nuestros lazos de asociación con los gobiernos
democráticos más vigorosos que tienen un interés común en contrarrestar estas
amenazas (…). sin el CAFTA, decenas de miles de centroamericanos y dominicanos
serán lanzados al desempleo y nuevamente a la pobreza y la desesperación. Muchos de
ellos terminarán en nuestras fronteras”.

Catorce años después de aprobado el CAFTA en los congresos de nuestros países, y a
pesar del libre comercio, los problemas estructurales que condicionan el desarrollo
económico y social de la región -la desigualdad y la violencia seculares- se mantienen
casi invariables; y a ellos se suman ahora los factores socioambientales y sanitarios
asociados a la crisis climática y a la pandemia del coronavirus, respectivamente.

Por supuesto, los flujos migratorios tampoco se han detenido: las imágenes dantescas de
miles de hombres, mujeres y menores de edad que, en caravanas interminables, recorren
carreteras, atraviesan montañas, sortean ríos y selvas exponiendo su vida mientras
marchan tras el sueño americano, tan solo confirman el fracaso de los Estados
centroamericanos, especialmente en el triángulo norte del istmo, en la tarea elemental de
crear las condiciones mínimas para que sus habitantes aspiren a vivir una vida digna.

En este contexto, la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, a quien el
presidente Joe Biden designó para atender los asuntos del istmo, anunció recientemente
el envío de $310 millones de dólares adicionales de ayuda humanitaria para atender la
delicada situación sanitaria y alimentaria en Guatemala, Honduras y El Salvador.
Washington entiende que este podría ser un detonante de la actual crisis migratoria;
pero de momento la vicepresidenta ha sido omisa en sus declaraciones sobre las causas
profundas que, en sociedades organizadas para la explotación de la mano de obra y la
extracción de nuestras riquezas naturales, explican la masiva y sistemática expulsión de
miles de centroamericanos de sus países. Y como es de suponer, la funcionaria tampoco

ha dicho nada sobre la cuota de responsabilidad que tienen los Estados Unidos en la
evolución de este complejo fenómeno.

Kamala Harris, pop star del progresismo neoliberal, tiene ante sí un reto de enormes
proporciones, si realmente quiere darle al problema migratorio un enfoque distinto al
que asumieron los últimos mandatarios estadounidenses: uno, Barack Obama, alcanzó
la cifra récord de casi 3 millones de migrantes indocumentados deportados durante sus 8
años de gobierno; y el otro, Donald Trump, gastó su tiempo entre delirios de muros y
fosos llenos de caimanes y serpientes, para resguardar la frontera sur.

Mientras tanto, los bárbaros, “los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, (…) los
tristes más tristes del mundo”, al decir del poeta Roque Dalton, seguirán avanzando
sobre ruinas, miserias y pobreza rumbo al Norte, para proclamar ante el mundo la crisis
de inhumanidad y la decadencia de la civilización del capital.

(*) Académico e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos y del Centro
de Investigación y Docencia en Educación, de la Universidad Nacional de Costa Rica.

Público GT


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