Federico Galende, investigador y docente: «La derecha en Chile está terminada, agoniza lo que fue el laboratorio neoliberal»

Foto: Felipe PoGa
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Por Luciana Mazzini Puga, de la redacción de NODAL

Los resultados de las elecciones primarias que se realizaron el domingo en Chile ratificaron el cambio político que está viviendo el país. Gabriel Boric, del pacto de izqiuerda Apruebo Dignidad, y Sebastián Sichel, de la coalición de derecha Chile Vamos, se impusieron con un 60,4% y un 49,08% respectivamente, contrario a lo que predecían las encuestas que pronosticaban el triunfo de Daniel Jadue (Partido Comunista) y Joaquín Lavín (UDI).

Frente a estos sorpresivos resultados, Federico Galende, investigador y docente, afirma que “los partidos políticos administrados al estilo siglo XX evidentemente ya no funcionan en Chile”. Y agrega que el escenario político actual ha cambiado porque “hay una fuerza popular muy atenta en las calles y una Convención Constituyente que está elaborando, en manos de una mayoría de izquierda independiente, una Constitución”.

En dialogo con NODAL, Galende analiza los resultados del domingo y las proyecciones de cara a las presidenciales de noviembre.

¿Qué lectura hace de los resultados de las primarias? ¿Por qué cree que fueron tan sorpresivos?

Chile tenía hace unos años dos únicas alternativas: por un lado, un gobierno de derecha que suscribió una Constitución hecha entre cuatro paredes y que fue cómplice de asesinatos, desapariciones y exilios, y, por otro, se podía votar a un candidato miserable de lo que se llamó La Concertación, que era un socialismo “raro” porque ganaba elecciones mostrándole a los propietarios del poder financiero trasnacional que podían administrar el poder tan bien como lo hacían ellos. No había más opción que esas.

Hoy estamos frente a un escenario bastante distinto. Hay una fuerza popular muy atenta en las calles y una Convención Constituyente que está elaborando, en manos de una mayoría de izquierda independiente, una Constitución a la altura de esto que es casi un milagro para el país. La izquierda en este momento es la primera fuerza del país, como se probó en las primarias del domingo, aunque Jadue, que era la carta más fuerte, haya sido derrotado.

Los resultados fueron tan sorpresivos porque se tendió a votar por candidatos que eran más difíciles de reconocer en términos de lo que sería una clase política tradicional, es decir, los partidos políticos administrados al estilo siglo XX evidentemente ya no funcionan en Chile ni en ninguna parte del mundo. Se ha generado una transformación que ha cambiado el concepto de la política porque hay un pueblo que se ha demostrado a sí mismo que la política ya no es solamente números, estadísticas, manipulaciones, convenciones, etc., sino que la política también es el efecto de las maneras que tienen los hombres y mujeres de producir sus propias comunidades.

¿Cómo se configura el escenario de cara a las presidenciales?

Tenemos una derecha terminada y, por ende, agoniza una parte importante de lo que fue el laboratorio neoliberal en Chile que hizo una revolución. A la vez, tenemos un centro social cristiano que está totalmente perdido. Habiendo ganado Boric y habiendo ganado en la derecha un candidato que quiere hacerse el simpático con el centro, este centro queda en disputa y la figura de la Concertación queda también muy atrás.

El asunto es qué va a pasar con la izquierda que está en una muy buena situación. Es de esperar que no empiece ese viejo vicio de la izquierda de divisiones que termine en un esparcimiento y desintegración. Si los sectores de izquierda toman en serio la demanda de Boric sobre construir un país distinto, tenemos muy buenos pronósticos para lo que vaya a pasar de aquí a noviembre.

Teniendo en cuenta la instalación de la Convención Constitucional y la debacle de la derecha, ¿cómo evalúa el contexto sociopolítico que está viviendo Chile?

La transformación de la política ha llevado a que hoy una mayoría popular esté más preocupada por cómo se va a gobernar a sí misma que cómo y por quién va a ser gobernada, y por eso tenemos estas sorpresas: un plebiscito donde el 80% se pronuncia a favor de una nueva Constitución -que también fue algo inesperado- y, de repente, votaciones que no representan todo lo que representa ese plebiscito. Creo que esta diferencia es interesante porque es como si la gente, principalmente los jóvenes que son quienes más salen a las calles, hubiese entendido que por ese camino, y no por el camino de la alta política, genera transformaciones de orden sensible y de vida colectiva que parecen presionar al poder y obligar a su distribución.


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