Brasil | Propuestas y alternativas para transformar la educación

2.024

La clase trabajadora, las organizaciones de izquierda y las fuerzas progresistas sufrieron profundas derrotas en los últimos años y no consiguieron salir de una posición defensiva. Sin embargo, la lucha contra el gobierno de Bolsonaro y sus medidas impopulares, así como la mayor proximidad de las elecciones nacionales de 2022, vuelven a poner en la agenda la necesidad de construir un proyecto alternativo para la educación brasileña. Pensando en eso, preguntamos a nuestrxs entrevistadxs cuáles serían los principales puntos de un programa destinado a la transformación de la educación.

Destacaron tres cuestiones clave que hay que enfrentar. La primera tiene que ver con la disputa más amplia sobre el proyecto educativo. La pandemia abrió esa disputa sobre para qué sirve realmente la educación, y en ese tema estamos perdiendo, afirma Bia Carvalho. “La situación es tan grave que la perspectiva de lo que las personas pueden conseguir en la vida a partir de la educación fue disminuyendo. Eso no es algo que proviene solo de la educación, sino también de la crisis económica que obliga a las familias a priorizar gastos, dedicación de tiempo, etc. Creo que la pandemia también tiene un impacto en el acceso a la educación superior. Vamos a comenzar a ver facultades y universidades mucho más elitistas en los próximos años. Y desde el punto de vista del movimiento estudiantil, la experiencia de la universidad, la participación de lxs estudiantes que tienen un papel importante en las luchas y movilizaciones sociales, son cosas que a vamos a perder. Porque hay gente que entró en la universidad hace dos años y nunca ha pisado la universidad. Son procesos difíciles de retomar”.

Frente a esto, Carvalho defiende la importancia de superar un modelo educativo centrado en la formación de la fuerza de trabajo y pensar en una formación más amplia: “Un programa popular para la educación parte del presupuesto de que entendemos qué debe ser la educación y el papel que debe cumplir para la sociedad. Tenemos que afirmar que la educación va más allá de la formación para el mercado laboral. Entender la educación como un proceso de formación crítica y política es un primer punto importante”.

Un nuevo modelo educativo depende también de nuevas concepciones pedagógicas. Según Margot Andras, un aspecto positivo de esta coyuntura es que las dificultades vividas durante la pandemia ayudaron a esclarecer lo que funciona y lo que no funciona en la educación. “Esa nueva escuela debe tener un aula presencial más diversificada, más conectada con la realidad de lxs estudiantes. Porque lxs profesores se dieron cuenta de que una clase centrada únicamente en el contenido no funciona. Quien aún no se había dado cuenta de eso ahora vio que no hay otra manera”. Por eso, ella defiende que un nuevo modelo educativo debe abrirse a otros aspectos de la vida más allá de los contenidos tradicionales del aula, y exigirá un mayor grado de autonomía de lxs estudiantes.

En el mismo sentido, Roberto Leher argumenta que “cada vez más lxs niñxs y jóvenes quieren estar en una escuela con la vibración de la vida. No quieren tener una escuela burocratizada, una enseñanza estandarizada, “McDonaldizada”, de cartillas… Eso no es compatible con la vida de niñxs y jóvenes de hoy”.

El segundo aspecto mencionado es la necesidad de recuperar las inversiones en infraestructura educativa. No podemos naturalizar la idea de que es posible mantener un sistema público robusto, que responda a las demandas sociales, a los problemas civilizatorios, tecnológicos, científicos, artísticos y culturales sin hacer lo que otros países han hecho, dice Roberto Leher, al referirse a la estructuración de una red pública nacional. Él defiende que es preciso garantizar la asignación del 10% del producto interno bruto (PIB) a la educación.

La meta de asignar una inversión del 10% del PIB a la educación fue aprobada por el Congreso brasileño en 2012, y la previsión es que se alcance en 2024. No obstante, miembros del Ministerio de Educación del gobierno de Bolsonaro ya manifestaron su intención de reducir esta meta (Tokarnia, 2019).

Margot Andras sostiene que la disputa por el proyecto educativo debe incluir la actualización y la democratización de la infraestructura tecnológica. Al fin y al cabo, es fundamental que lxs estudiantes tengan internet en las escuelas y puedan utilizar las herramientas de comunicación digital para el aprendizaje. Porque durante la pandemia quedó bien claro que esas herramientas pueden ayudar en la educación.

Por último, la valoración de lxs profesores es condición indispensable para la transformación de la educación brasileña. En este punto, es fundamental crear reglas capaces de regular las nuevas formas de trabajo que están surgiendo con el uso de las tecnologías de la información. Margot Andras insiste que es necesario “considerar ‘trabajo’ todo lo que el profesor hace, y remunerarlo. Ese es uno de los objetivos de este programa. Todo el trabajo debe ser valorado y remunerado y hay que poner límites al uso de estas herramientas digitales”.

Otra parte de este proceso de valoración depende de la formación continua de lxs profesores y de la consolidación de la carrera docente, especialmente en el sector público. En opinión de Roberto Leher, no tiene sentido que un profesor o una profesora que trabaja en un municipio a gane x, mientras otra profesora que trabaja en el municipio b recibe un salario y, menor que x, teniendo la misma calificación y trabajando el mismo tiempo. El país debe cambiar su mentalidad sobre lo que significa ser profesor para garantizar la dignidad laboral. Y eso pasa por la cuestión de la carrera. Es necesario que haya una carrera docente que valore la dedicación exclusiva, con cursos de especialización, extensión, maestría y doctorado, y que valore al profesional que tomó esos cursos como un proyecto de vida.

Así, los tres principales ejes de lucha para la transformación de la educación que aquí se presentan son: la disputa por una nueva concepción pedagógica; la reanudación de las inversiones en infraestructura; y la valoración y cualificación de lxs profesores. Pero avanzar en estos ejes depende del escenario más amplio de la lucha de clases: sin la derrota del gobierno de Bolsonaro, será imposible viabilizar una alternativa democrática para la educación brasileña.


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