Cambios y transformaciones en el modelo educativo brasileño

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La ofensiva del capital sobre la educación no comenzó con la pandemia, pero tuvo un importante impulso con ella. Uno de los factores que favorecieron a los grupos empresariales fue la suspensión de las clases presenciales NT4y el establecimiento de actividades a distancia totalmente dependientes del uso de tecnologías digitales.

Se debe considerar que este año y medio sin clases presenciales significó un “apagón” en el aprendizaje de un gran número de niñxs y jóvenes. Uno de los motivos fue la deserción escolar. Un estudio de 2021 de Unicef muestra que, al final de 2020, cerca de 1,5 millones de niñxs y adolescentes habían abandonado los estudios y 3,7 millones se encontraban formalmente matriculados, pero no tenían condiciones de acceder a las clases a distancia. Este escenario representa un retroceso histórico con relación a la universalización de la educación básica en Brasil. Es difícil calcular los efectos de esto para el aprendizaje y la sociabilidad de las nuevas generaciones.

La posibilidad de acceder a las tecnologías de información y comunicación se convirtió en un elemento clave para la democratización de la educación. Desde que comenzó la pandemia, los grupos corporativos, que ya habían acumulado experiencia en modalidades de educación a distancia mediante el desarrollo de plataformas virtuales, consiguieron hacer una conversión más rápida a las actividades remotas. “El sector privado, a su vez, logró una logística de clases virtuales mucho más acentuada que el sector público”, afirma Roberto Leher. Las clases remotas se iniciaron mucho más rápidamente en el sector privado. En el sector público este proceso fue mucho más lento y tortuoso.

Para Bia Carvalho, también hay razones económicas para esta fuerte inversión en la educación a distancia: “Para estos empresarios, la educación a distancia es más rentable, porque les permite reducir una parte de los gastos y acceder a un número mucho mayor de estudiantes. Entonces, desde el punto de vista de la educación como mercancía, en que ellos van a vender clases, la educación a distancia tiene mucho más sentido”.

Un ejemplo de este movimiento es el crecimiento de las llamadas EdTechs, empresas que invierten en el desarrollo de herramientas tecnológicas enfocadas en la educación. Los medios de comunicación corporativos tratan de transmitir la idea de que esas empresas son creaciones originales de jóvenes emprendedores, con espíritu innovador y aventurero que fundan startups para desarrollar plataformas virtuales de educación, cuando en realidad son las grandes corporaciones las que están impulsando ese proceso.

Es decir, las empresas del sector hacen un fuerte llamamiento ideológico para mostrar que la educación está desfasada respecto al desarrollo tecnológico, y que su futuro depende del uso intensivo de herramientas digitales. Este discurso transmite la idea de que la crítica al actual modelo de educación a distancia es una postura retrógrada y conservadora.

En palabras de Roberto Leher, “no podemos olvidarnos de que [los empresarios] se basan fuertemente en una ideología, particularmente agudizada en la globalización, de que la tecnología es lo que mueve el tiempo histórico. Ella nos remite a la ideología del progreso, de que el porvenir de las naciones está relacionado con las revoluciones tecnológicas y que la educación estaba desfasada de este circuito. La gran crítica que venían haciendo es que la educación, sobre todo la pública, pero también la educación básica privada, seguía adoptando un modelo escolar que tiene que ver con el siglo XX, es analógico y tendría que ser superado. Y ahora encontraron una forma de, siendo un poco groseros, meter el pie en la puerta de las escuelas”.

Y añade que todo eso está vinculado a la perspectiva de que el conocimiento puede cuantificarse objetivamente, por medio de unidades discretas llamadas competencias, de naturaleza cognitiva y emocional. En este sentido, las tecnologías serían formas de impartir esas competencias a niñxs y jóvenes, y el profesor sería básicamente un operador de tecnologías.

Si en la educación superior el modelo difundido es el de la educación a distancia, en la educación básica se avanza a la modalidad híbrida, combinando clases presenciales e interacciones virtuales. Una de las señales de esta tendencia es la fundación de la Asociación Nacional de Educación Básica Híbrida (ANEBHI), una nueva asociación empresarial que defiende la ampliación del modelo híbrido en la educación básica.

Las instituciones públicas también se han convertido en un mercado potencial para el consumo de las plataformas digitales. Otro problema chocante, subraya Roberto Leher, fue que no hubo apoyo del Estado para que plataformas públicas se pusieran a disposición de los sistemas educativos, sea para los municipios, los estados o las universidades, que se volvieron rehenes de las grandes empresas. “Se hizo evidente que sin las plataformas privadas de estas grandes corporaciones no sería posible mantener interacciones virtuales en el sistema educativo brasileño. Y es importante recordar que eso no se debe a una ausencia de conocimientos tecnológicos, de formas de desarrollar plataformas públicas. Podríamos mejorar las plataformas existentes, que son sistemas abiertos y no están bajo el control de corporaciones”, dijo Leher.

En el mismo sentido, Margot Andras cuestiona: “¿el gobierno uruguayo no distribuyó tablets? Entonces, aquí deberían distribuir por lo menos celulares en las escuelas públicas para los que no tienen acceso. Para que se pueda usar esa herramienta dentro del proceso educativo”.

Además de no formular ninguna política pública positiva al respecto, el gobierno de Jair Bolsonaro persiguió ideológicamente a profesores, estudiantes y servidores públicos en las instituciones educativas. Por otro lado, impulsó un programa para poner a escuelas públicas bajo la gestión de militares (las llamadas escuelas cívico-militares) y trabaja para aprobar en el Congreso una ley que reglamenta la educación en casa.

Esta combinación de factores dio lugar a un escenario verdaderamente desastroso. Además de las dificultades materiales y tecnológicas que produjeron una enorme deserción de alumnos, el escenario de la pandemia tuvo impactos pedagógicos y didácticos de grandes proporciones.

En su evaluación, Roberto Leher considera que tanto el sector público como el privado tienen una enorme dificultad de pensar de una forma más innovadora y menos formateada la idea de interacción virtual. “Acabamos adaptándonos a una lógica de transponer clases presenciales a clases virtuales. Y evidentemente no era una transposición que pudiera hacerse de forma sencilla. Hubo muy pocas escuelas y universidades que intentaron interacciones más libres, en el sentido de cátedras libres en las grandes universidades, discusiones de grandes problemas, asuntos importantes, estudios en profundidad, grupos de estudio, etc.”.

En la misma línea, Bia Carvalho afirma que la educación a distancia carga una concepción tecnicista interesada en convertir escuelas y universidades únicamente en espacios de formación para el mercado laboral. Esa perspectiva va ganando fuerza porque una formación más amplia, la formación de valores, el conocimiento y el intercambio de experiencias, son mucho más difíciles de poner en práctica a distancia. Así, continúa Bia, la educación se reduce a la clase, “lo que es muy malo, pues la vivencia dentro de la escuela o de la universidad propicia experiencias que la educación a distancia no permite. La interacción con los profesores disminuye mucho, además de toda la pérdida de vivencias fuera de la sala de clase, que es inconmensurable”.

Como vemos, ocurre que la educación a través de plataformas digitales, que se ha convertido en una necesidad de emergencia en el contexto de pandemia, es presentada por el sector empresarial como una quimera, como si representara una nueva etapa en el desarrollo positivo de la educación. El coronashock funcionó como una especie de catalizador de cambios que ya estaban en curso, en el sentido de un tipo de educación masificada y estandarizada, de acuerdo con las necesidades y valores del capitalismo dependiente brasileño.

A pesar de ello, es curioso observar que a lo largo de la pandemia las corporaciones educativas presionaron sistemáticamente al gobierno brasileño por el regreso de las clases presenciales, ignorando los riesgos para la salud de estudiantes y profesionales de la educación. En gran medida, esto lo hicieron las asociaciones empresariales del sector que está en línea con los intereses políticos del gobierno de Bolsonaro.[1]

Según Margot Andras, ese comportamiento aparentemente contradictorio del empresariado se explica porque, aunque la educación a distancia sea presentada como la gran salvación, las actividades presenciales siguen siendo la única garantía de ganancias en un contexto de crisis y empobrecimiento de la población. “Sucede que muchas escuelas hicieron descuentos en las mensualidades a las familias mientras hubiera educación remota. Ahí está la cuestión del dinero. El interés de los empresarios es ese: ‘Necesito abrir la escuela, porque cuando vuelvan estos alumnxs voy a poder cobrar lo que cobraba antes’”.

A ese argumento, Bia Carvalho añade que incluso con toda la propaganda, la educación a distancia no ha podido ocupar completamente el lugar y las funciones que la educación presencial desempeña. “Los empresarios aún no consiguieron posicionar la educación a distancia como solución. No existe convencimiento en la sociedad al respecto. Ellos se deben haber dado cuenta de que una parte significativa de lxs estudiantes estaban incómodos con la educación a distancia. Tal vez hubo una deserción debido a esto que no sucedería retomando las clases presenciales”.

El resultado de estas presiones contradictorias fue un movimiento de idas y venidas en el retorno a las actividades presenciales desde el segundo semestre de 2020. Esto se hizo de manera descentralizada y desordenada en el territorio nacional, según la opinión de los gobiernos locales, y sin los debidos cuidados ni medidas sanitarias preventivas.


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