La lucha digital por la soberanía alimentaria – Por Flavia Piccoli

1.433

Por Flavia Piccoli*

A la hora de pensar en una soberanía alimentaria asistida por las herramientas que brindan las tecnologías digitales, es necesario involucrar las perspectivas de los diversos actores que protagonizan las luchas en el campo, en las ciudades, ya sea desde la producción y distribución de alimentos, o mediante el activismo y la militancia en las calles.

Esta crítica resulta hoy más que necesaria en nuestra región principalmente por tres motivos: primero, porque la discusión sobre digitalización necesariamente involucra el debate de los datos digitales como bienes comunes; segundo, porque Latinoamérica es uno de los principales focos de proyectos extractivistas en el mundo; y tercero, porque la brecha digital se ha profundizado como consecuencia de la pandemia, poniendo de manifiesto que todavía hay un largo camino que recorrer hasta lograr un acceso equitativo a Internet y a las tecnologías de la información y la comunicación.

Digitalización y disrupción de sistemas agroalimentarios

Hace tiempo se ha advertido cómo las tecnologías digitales han posibilitado el avance de la abstracción y consecuente manipulación de la vida en una dimensión completamente nueva, que supera las limitaciones impuestas por el espacio en el mundo “real”. En los sistemas agroalimentarios atravesados por la digitalización se pueden identificar principalmente dos niveles importantes de abstracción: de los alimentos y entre las personas.

Prácticas convencionales actuales de producción y distribución de alimentos, las cuales avanzan a costa de los pueblos y de sus territorios, han ido progresivamente despojando a las personas de una relación íntegra y saludable con los alimentos y la nutrición. No sólo muchxs campesinxs están hoy desconectadxs de los alimentos como el fruto de su trabajo, sino todas las personas en general se encuentran alejadas del significado de la comida y su relación con la Naturaleza y sus ciclos, sin mencionar cuán deteriorados están hoy los ecosistemas a causa de las prácticas del agronegocio.

La fuerte conexión a un territorio, a un suelo que sustenta el crecimiento de alimentos y otros recursos necesarios para la vida, han sido el motor inicial de las reivindicaciones por la soberanía alimentaria. Sucede pues que la “dataficación” de elementos constitutivos de los sistemas agroalimentarios (como son la tierra, los ciclos naturales del suelo y el clima, y las diversas especies vegetales y animales) para su consecuente cuantificación, almacenaje, análisis y financiarización, conlleva un avance hacia la abstracción de estos elementos, lo cual se presenta como un enorme obstáculo para lograr la soberanía alimentaria de los pueblos.

Existe a su vez un segundo nivel de enajenación, y tiene que ver con la progresiva normalización de la comunicación digital. En un contexto reciente de distanciamiento social obligatorio cabe preguntarse qué implicancias tiene la creciente frecuencia con la que nuestros diálogos acontecen mediados por la tecnología digital, reflexionando primeramente sobre qué es lo que le da sentido a una conversación o a la reproducción de un discurso, y pensando seguidamente cómo esto influye en la construcción de soberanía alimentaria en el presente.

En muchos sentidos, la comunicación digital es decididamente una poderosa herramienta para el activismo y la coordinación transnacional: intercambiar información, debatir ideas, organizar proyectos y campañas, dividir y asignar tareas. Incluso en áreas de menor densidad poblacional, los canales digitales de comunicación y difusión tienen potentes implicancias en el trazado de redes solidarias o en, por ejemplo, la seguridad otorgada por la visibilidad de activistas en territorios de conflicto.

Sin embargo, al mismo tiempo existe un elemento distintivo que está relacionado con la presencia física de otros cuerpos y de su energía, factores estrictamente necesarios en las luchas socioambientales. ¿Qué tan exitoso puede ser el ejercicio de la resistencia cuando no hay efectivamente cuerpos presentes, cuerpos que ponen presión y encarnan el rechazo masivo a la destrucción de los territorios y a la opresión de los pueblos?

La desigualdad de raíz

Una cuestión central en la sociología de la tecnología es la desigualdad, entendida como el acceso inequitativo a recursos materiales e intelectuales. La desigualdad en Latinoamérica es evidente a niveles que son sumamente complejos no sólo porque son multi-causales y de orígenes antiguos, sino porque están entretejidos en una compleja trama histórico-política: la desigualdad existe entre clases sociales, entre géneros, entre áreas rurales y urbanas, e incluso entre militantes mismxs de la soberanía alimentaria.

Cualquier tecnología que se inserte en una sociedad con semejantes niveles de desigualdad no puede tener otro resultado que no sea el de profundizar la brecha entre las personas, enriqueciendo inmensamente a unos pocos y marginalizando aún más a grandes sectores de la población.

Existen actualmente otras tecnologías que se reconocen mucho más urgentes que el acceso universal a la digitalización, como por ejemplo infraestructura básica (caminos, maquinaria agrícola mecanizada, etc.), sumamente necesaria para asegurar la producción y distribución de alimentos sanos para los pueblos, y que sigue sin estar garantizada. Aún hoy hay, en muchísimas regiones latinoamericanas, zonas que son altamente productivas bajo un modelo de producción agroecológica pero que se encuentran sistemáticamente desconectadas de centros de consumo urbanos, imposibilitando así el avance de propuestas de soberanía alimentaria.

Por otro lado, la ciberseguridad o la recolección de datos en Internet representan una gran preocupación en sectores urbanos, donde la población utiliza tecnologías digitales diariamente y para una gran variedad de actividades. Esta preocupación es totalmente válida y pertinente al debate sobre digitalización, pero no se manifiesta de igual manera para personas en sectores rurales, por ejemplo. Y, para mencionar un nivel más de complejidad, todavía no se ha profundizado el análisis que considera las particularidades de las identidades de pueblos originarios en América Latina y sus cosmovisiones y temporalidades respecto las disrupciones de las tecnologías digitales en sus comunidades.

Conclusiones preliminares

Aún carecemos de profundidad en la crítica de visiones sobre desarrollo, productivismo y lucha de clases que incorporen conceptos esenciales de la soberanía alimentaria relacionada a los territorios y los bienes comunes. ¿Existe un riesgo de desarticulación para el movimiento de soberanía alimentaria a causa de la imposibilidad de empatizar con objetos, territorios o sujetos abstractos? ¿Cómo podemos coordinar la lucha por la soberanía alimentaria en el mundo virtual de manera que se complementen las luchas en el mundo “real” o físico?

La búsqueda de reconexión con la Naturaleza y con las personas que el paradigma de soberanía alimentaria ha iniciado nos obliga a encontrar caminos para evitar un nuevo nivel de distanciamiento, y dinámicas que nos convoquen y nos comprometan a participar de la producción, distribución, o preparación de alimentos, aún (o precisamente más) cuando estas tareas estén auxiliadas por herramientas digitales.

(*) Flavia Piccoli es Licenciada en Ciencias del Ambiente, MSc Protección ambiental y producción de alimentos


VOLVER

Más notas sobre el tema