UNAJ | Mercosur, ¿quo vadis? – Por Mariana Vázquez

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¿Cuál es la situación de la integración regional de la América del Sur? Avances y retrocesos en la construcción del Mercado Común del Sur

30 años. Múltiples mundos

El 26 de marzo pasado el MERCOSUR cumplió 30 años. Han sido tres décadas de transformaciones profundas en diversos sentidos, tanto a nivel mundial como regional. Solo basta mencionar que en los primeros años posteriores a la creación del bloque eran recientes la caída del muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética, y el denominado pensamiento único no avizoraba horizonte fuera del libre mercado. Treinta años después, y no por azar, aparece la cuestionada narrativa de una nueva bipolaridad y la hegemonía de la superpotencia occidental es confrontada por la presencia de China, entre otros elementos del escenario internacional. En nuestra región, desde el Consenso de Washington que dio marco al nacimiento del MERCOSUR, y luego del desarrollo de una pléyade de gobiernos populares, ha habido importantes intentos de restauración conservadora (algunos coyunturalmente exitosos) y una geografía siempre en disputa, en la cual la descolonización sigue siendo un destino por alcanzar.

Nos interesa aquí centrar las reflexiones en algunos elementos del contexto actual para intentar dar respuesta, desde nuestra perspectiva, al interrogante sobre la vigencia del ideal y del proyecto de integración regional en América Latina y el Caribe y, en lo que nos ocupa, en América del Sur.

En términos del internacionalista Robert Cox estamos en presencia de la crisis de una estructura histórica, en los tres elementos que la definen: su materialidad; sus instituciones; y sus creencias.

Hay en curso cambios profundos en los procesos productivos con una reestructuración en ciernes, cuyo resultado, aunque  incierto,  anticipa senderos de una mayor regionalización de la economía mundial y la crisis de la denominada hiperglobalización. Algunos países (y bloques) llevan adelante una fuerte política de sustitución de importaciones, la cual no es patrimonio ni del pasado ni de la periferia, más bien lo contrario. Por motivos de economía política y de seguridad, ese fortalecimiento de las regiones parece ser una característica destacable de un escenario no lejano.

Por otro lado, la institucionalidad de posguerra, diseñada a la imagen y semejanza de la superpotencia occidental vencedora, se encuentra en  crisis  desde hace décadas. Los nuevos diseños, de facto o de derecho, no parecen en absoluto ser más favorables a los países en desarrollo, sino más bien lo opuesto. En ese sentido, la necesidad de unir voces y posiciones se hace más urgente y necesaria.

Por último, las ideas de la híper globalización también parecen estar en crisis.  Los paradigmas del libre mercado y de la austeridad son cuestionados —el tiempo dirá con qué anclaje real y con qué potencial transformador. Los debates sobre el rol del Estado son promisorios pero aún no han mostrado un poder real de manifestarse en cambios consistentes, perdurables y generalizados de políticas. Habrá que esperar un tiempo, un deseado tiempo post pandemia, para evaluarlo. En cualquier caso, nada indica que vendrán tiempos más favorables para los senderos de desarrollo de la periferia del sistema, de la cual nuestra región forma parte.

Esta región del mundo es, a su vez, poseedora de recursos naturales estratégicos. La disputa por estos últimos es un rasgo acentuado de esta etapa del capitalismo, lo cual nos permite anticipar un escenario de mayor tensión en el Sur  del Sur. La disputa hegemónica se vuelve más real y visible en América Latina y el Caribe, en un contexto caracterizado por su desintegración económica y su fragmentación política. En la medida en que no se fortalezcan espacios de diálogo que permitan ciertos márgenes de autonomía regional, más vulnerable será la región a devenir un botín de guerra en disputa y alejarse de cualquier poder de definición de un sendero de desarrollo y democracia reales.

A modo de conclusión de esta primera parte, tanto desde el punto de vista económico como desde la geopolítica, el sentido histórico y estratégico de la unidad de nuestra región está más vigente que nunca.

MERCOSUR Quo Vadis? 

En estos 30 años, el MERCOSUR ha atravesado diversas etapas. La primera de ellas, entre 1991 y 2003, fue aquella del Consenso Neoliberal. El clima de época y los principios y recomendaciones políticas del Consenso de Washington tuvieron su anclaje en la economía política de la integración, su institucionalidad y acervo jurídico y la forma en la cual el bloque concibió sus dimensiones no económico-comerciales de manera subsidiaria y marginal. Los flujos de comercio aumentaron sustancialmente. Sin embargo, las asimetrías no consideradas y la falta de coordinación de políticas fugaron hacia adelante los problemas derivados de una integración orientada por el mercado. En esta etapa no hubo ningún intento de modificar el patrón dependiente y periférico de inserción internacional de la región, ni la inequidad distributiva, que era el resultado de la batería de políticas implementadas, apertura comercial incluida.

La segunda etapa fue aquella que comenzó en 2003, con la llegada de Lula da Silva y Néstor Kirchner al gobierno de Brasil y Argentina respectivamente. Esta etapa, con matices, tuvo un sesgo más autonómico. Las dimensiones no comerciales de la integración se ampliaron y profundizaron en gran medida, acompañadas por una construcción institucional funcional a la nueva perspectiva (Parlamento del MERCOSUR, Instituto de Políticas en Derechos Humanos, Unidad de Apoyo a la Participación Social, entre otras). Estas políticas  resistieron eficazmente la avanzada de Estados Unidos de una inserción económica subordinada negándose, en primer lugar, a concretar un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y, en segundo lugar, a firmar acuerdos en este sentido con Estados Unidos. Los estados partes del MERCOSUR, Venezuela (ingresó a partir de 2012) y Bolivia, conformaron el bloque pivote de aquella resistencia. Ninguno de estos países, ni el esquema de integración como un todo, tiene en vigor algún acuerdo comercial de esta naturaleza. Sin embargo, no existieron los consensos necesarios para transformar de raíz la economía política de la integración, en el sentido de crear capacidades productivas y tecnológicas endógenas, generando nuestras propias cadenas de valor regionales, para iniciar un proceso de transformación genuina de aquel patrón de inserción. Las asimetrías se profundizaron y las tensiones aumentaron, sobre todo a partir de las presiones internas y externas para avanzar en un relacionamiento externo más abierto, en una primera instancia con la Unión Europea.

La tercera etapa la hemos definido como la de las tres renuncias: en primer lugar, la renuncia a la democracia, dado que se caracterizó por un golpe de estado en Paraguay, un golpe institucional en Brasil, un golpe institucional regional al ser suspendida ilegalmente la República Bolivariana de Venezuela y un franco deterioro del estado de derecho en Argentina a partir del triunfo de Mauricio Macri. En segundo término, la renuncia al desarrollo con inclusión. Y por último, la renuncia a la autonomía. Las tres renuncias se plasmaron en el sendero de la integración: mayor apertura al mundo; alineamiento automático con EEUU, con la excepción del Uruguay del Frente Amplio; y de desmantelamiento de las dimensiones políticas, sociales y ciudadanas, nuevamente con la misma excepción.

Hoy, luego de nuevos cambios de gobierno en Argentina y Uruguay con los triunfos de Alberto Fernandez y Lacalle Pou respectivamente, el MERCOSUR se encuentra en su momento de mayor tensión en treinta años. Asimismo, y debido a causas que no están relacionadas ni exclusiva ni principalmente con la coyuntura política, como el peso económico y comercial de China o la primarización, el bloque atraviesa la menor densidad de vínculos económico-comerciales en su historia. A esta pérdida de la materialidad de la integración se suma la importante tensión en el frente político y el desmantelamiento de los espacios de diálogo regionales como la UNASUR, o incluso del mismo diálogo, como se observa en el caso Argentina-Brasil.

La situación es sumamente compleja. En un momento en el que la coordinación y el fortalecimiento de la región parece ser más urgente que nunca, lo que prima es la fragmentación y una lógica de “dilema del prisionero”, donde la cooperación está ausente. En este sentido, cualquier definición que busque acercarse a un horizonte de autonomía y desarrollo deberá centrarse en una mirada estratégica de largo plazo, buscando sostener y consolidar aquellos ámbitos posibles, bilaterales o colectivos, de integración regional.

Acerca de la autora / Mariana Vázquez

Profesora de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Avellaneda – Miembro del Observatorio del Sur Global – Ex Coordinadora de la Unidad de Apoyo a la Participación Social – Autora y compiladora del libro “MERCOSUR. Una geografía en disputa”, recientemente publicado por CICCUS.

Fuente-Revista Mestiza de la Universidad


 

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