Argentina | Abuelas de Plaza de Mayo cumplió 44 años

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Abuelas de Plaza de Mayo: 44 años de la lucha más amorosa

Por Ana Laura Sucari *

Cada 22 de octubre se conmemora el Día Nacional por el Derecho a la Identidad. Con celebración por partida doble, la fecha homenajea la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo y coincide con el cumpleaños de Estela Barnes de Carlotto, su presidenta desde el año 1989. Este año la asociación cumple 44 años de lucha mientras que Estela sopla 91 velitas. A partir de la sanción de la Ley 26.001 en diciembre de 2004 no sólo se estableció la fecha conmemorativa, sino también una jornada educativa y de concientización para todos los niveles educativos.

La incorporación de la temática al calendario escolar y a los programas curriculares supuso una ampliación de la enseñanza en y para los derechos humanos. Por un lado, significaba la transmisión de la lucha de los organismos de derechos humanos en general y de las Abuelas de Plaza de Mayo en particular. Por otro, las Abuelas siempre articularon con las escuelas y las instituciones educativas, primero para encontrar a sus nietes, luego para interpelar a la juventud.

La Ley 26.001 dio un marco para lo que las Abuelas venían realizando hace años: generar un espacio para que les niñes aprendan sobre su derecho a la identidad y, con la llegada de las nuevas generaciones, que les chiques de la “4ta generación” puedan conversar con sus familias sobre sus orígenes y su identidad familiar.

Como casi todo en Abuelas, la fecha de octubre tiene su propia historia. María Isabel Chorobik de Mariani, más conocida como “Chicha”, Abuela fundadora y primera presidenta recordaba: “Cuando nos empezaron a preguntar cuándo nació la asociación Abuelas no teníamos tiempo de ponernos a pensar cuándo nació. Por ahí nos acordamos que el día que nos encontramos fue cuando vino Cyrus Vance enviado por Jimmy Carter a tomar idea de lo que estaba pasando en Argentina. Pero, ¿cuándo había venido Cyrus Vance? No sabíamos. Se ponía como fecha aproximada octubre porque yo me acordaba que en octubre había ido a hablar con Alicia de La Cuadra, fue el día que me encontré con ella. Pasaron años y seguíamos pensado que era octubre la fecha de iniciación. Pero el día que nos encontramos las Abuelas, las doce primeras, fue el día que vino Cyrus Vance”.

Desde sus inicios en 1977, las Abuelas tuvieron como objetivo encontrar y restituir a sus nietas y nietos apropiados. Para ello, buscaron articular con todos y cada uno de los gobiernos que se sucedieron, buscando que el Estado asumiera la responsabilidad que le correspondía en la localización y restitución de las personas apropiadas. Sin embargo, ante la falta de respuesta del Estado y los gobiernos democráticos, continuaron siendo las Abuelas quienes motorizaron la búsqueda de sus nietes y generaron las diversas herramientas –genéticas, judiciales, psicológicas– para sus restituciones.

Sin proponérselo, las Abuelas llevaron adelante una lucha sin precedentes, cuyos frutos excedieron la restitución de sus nietas y nietos, y sus acciones tuvieron alcances más amplios de los propuestos originalmente, tanto a nivel local como internacional. Entre ellos, cabe resaltar el derecho a la identidad, producto de la participación de Abuelas en la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas en 1989, que llevó a la incorporación de los “artículos argentinos”. Así, en el Artículo 7 se reconoce el derecho de los niños y niñas a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos; mientras que en los Artículos 8 y 11 se establecieron las responsabilidades de los Estados para el cumplimiento de estos derechos.

Con el correr del tiempo y a medida que les niñes fueron creciendo, las Abuelas modificaron sus estrategias de búsqueda, adaptándolas a la edad y el momento de la vida en que se encontraban las personas apropiadas. Buscando interpelar a sus nietos y nietas de las formas más diversas, la cultura y las redes sociales tomaron un lugar central en las estrategias de difusión de Abuelas, gracias a la cantidad y diversidad de personas que acceden a ellas.

Al día de hoy 300 personas viven privadas de su derecho a la identidad, y si bien estos 44 años han demostrado que las Abuelas no claudicarán en su lucha por encontrarlas, es una obligación del Estado responder por los crímenes cometidos y reforzar el compromiso en la restitución de quienes aún faltan.

* Profesora de historia e integrante de la Colectiva Feminista Mala Junta.

Notas


Estela de Carlotto: «Siempre fuimos coherentes con nuestro objetivo y lo perseguimos con amor, sin odio ni rencor»

Comunicarse con Estela de Carlotto esta semana no fue sencillo. Anduvo de entrevista en entrevista, de saludo en reunión. Es que este viernes se conmemora, desde hace 17 años, el Día Nacional por el Derecho a la Identidad en homenaje al trabajo de la asociación que encabeza y que ya lleva un camino de 44 años. “Somos nosotras, las abuelas de carne y hueso, personas comunes que nunca nos soltamos las manos, son nuestros nietos y nietas que fuimos encontrando en el camino, y son el puñado de amigos que no nos dejaron solas”, dice. Un encuentro con ellos y ellas es “el abrazo” que las reconfortará después de casi dos años de pandemia, aislamiento y trabajo remoto; la insistencia de “seguir buscando” es el compromiso y “que sigan apareciendo nietos” el deseo en este nuevo cumpleaños.

“Fue muy duro todo este tiempo. Necesario, pero duro de todos modos”, reflexiona la presidenta de las Abuelas sobre el tiempo que transcurrió sin poder compartir el trabajo diario, abrazarse y estar juntos a sus compañeras. Cerraron su casa, la sede central que tienen en Virrey Cevallos y México, en ciudad de Buenos Aires, escenario de tantas conferencias de prensa para anunciar el hallazgo de un nuevo nieto o nieta, el 13 de marzo de 2019, una semana antes de que fuera decretada la cuarentena estricta ante el avance de la pandemia, y aunque el trabajo continuó se extrañaron. Así, el almuerzo en la Casa por la Identidad que compartirán con nietos, nietas y amigos de siempre es una celebración muy esperada.

El encuentro será una de las maneras con las que las Abuelas celebrarán más de cuatro décadas de búsqueda perseverante, de paso continuo hacia la meta de hallar a sus nietos, niños y bebés que fueron arrebatados a sus padres y madres, detenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico militar, y apropiados por represores, entregados o vendidos a otras personas, lejos de sus familias de origen. Han logrado la restitución de la verdadera identidad de 130 de ellos; aún faltan, calculan, otros 300.

“Son los nietos”, para Carlotto, la “gran alegría y el motivo de celebración” en este nuevo aniversario de aquel momento en el que un puñado de señoras, en pleno terrorismo de Estado, decidieron hacerle frente al dolor y la incertidumbre de no saber qué había pasado ni dónde estaban sus hijas embarazadas y empezar a buscarlas. Pero “también la perseverancia que tuvimos y tenemos de continuar a pesar de la edad, los cambios de gobiernos, los obstáculos y los avances”, señala. “Tantas cosas nuevas que hemos tenido que inventar y hacer, es bueno destacar que siempre fuimos coherentes con nuestro objetivo, y que siempre lo perseguimos sin odio, sin rencor, sin revancha, con amor y comprensión, aunque totalmente feroces en cuanto al reclamo de justicia a los asesinos y cómplices”.

La pandemia y el núcleo duro

A mediados de junio de 2019, las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron el hallazgo de Matías Darroux Mijalchuk, el “nieto 130”. El último año de Mauricio Macri en la presidencia cerró sin más añadidos a esa cuenta. “Seguramente la pandemia hizo mucho” para imposibilitar nuevos hallazgos, dice la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, tras asegurar que “trabajar se trabajó y se trabaja mucho”. En su razonamiento, aparece “el miedo propio que impuso este virus” como el “freno para que quienes quizá tenían alguna duda (sobre su identidad)”.

Pero “a veces, también son las circunstancias propias de la vida de cada quien”. “Desde Abuelas siempre decimos e insistimos en que la identidad es un derecho de todos y de todas, que a veces conocerla puede ser un poco doloroso, pero nunca es más doloroso que no conocerla. Y que estamos para abrazar, acompañar y apoyar a quien decida emprender ese camino siempre, con todo el amor que tenemos”, expresa Estela, quien halló a su nieto Ignacio Montoya Carlotto hace casi una década, pero no abandonó la lucha de los que faltan.

“Lo que sabemos es que no podemos decir ‘este año vamos a encontrar tantos nietos’. A veces la vida nos sorprende gratamente, otras nos cuesta un poco más. Pero siempre estamos empeñadas, nosotras, los nietos y nietas que nos acompañan, los equipos que trabajan en Abuelas, en que perdure la búsqueda. Sabemos que la identidad se puede recuperar en cualquier momento, uno nunca sabe cuándo es ese instante en el que se toma la decisión de ir por ello”, remarca.

Los 300 que faltan

La búsqueda de los bebés, hoy adultos, apropiados durante la última dictadura cívico militar, está hecha de decenas de estrategias que se refuerzan, se adaptan, se transforman y multiplican todo el tiempo. Dice Estela que “estar quietas no es parte“ de la identidad de las Abuelas, cuya historia “no es de espera sino de acción”. “Siempre estamos pensando qué más podemos hacer”, indica. Primero fueron detectives y peregrinas en juzgados de menores, hospitales y hogares de niños. Golpearon las puertas de todos los gobiernos, encontraron en la ciencia a su principal aliada, con el “índice de abuelidad” y el Banco Nacional de Datos Genéticos, que este año cumplió 34 años. En 1992 se crea la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, en el ámbito del Ministerio de Justicia, otro brazo principal en la búsqueda. Cruzaron las fronteras, son conocidas y reconocidas en todo el mundo.

Las campañas de difusión fueron, desde siempre, una herramienta fundamental a la hora de buscar, y también de encontrar. En palabras de Estela, esas campañas son ellas “hablándole a la sociedad”. “Nuestras palabras siempre van dirigidas en dos direcciones: le hablamos a quienes pueden llegar a ser nuestros nietos y nietas, pero también a quienes pueden llegar a saber algo, algún datito, una cosa, que pueda servirnos de punto de partida para un hallazgo. A esa gente le decimos que no tenga miedo, que confíe en nosotros, que si sabe algo nos lo diga de manera anónima”, cuenta. “No queremos saber su nombre, sino lo que nos dice”, agrega.

En los últimos años, el objetivo de las campañas de difusión apuntó sobre todo a ese sector, al “círculo íntimo” de quienes fueron inscriptos como hijos propios por su familia de crianza y tienen algún dato que permita sospechar que son nietos que están buscando las Abuelas. La idea es que compartan esa información no solo con abuelas sino con ellos mismos.

Algo de esto tiene “Florece identidad”, la más reciente, que invita a compartir esta semana fotografías en las redes de la intervención propuesta por la asociación: intervenir los pétalos de una flor como símbolo de la conciencia sobre el derecho a la identidad. La campaña está ligada a “Plantemos memoria”, la iniciativa que promovieron las Abuelas y el resto de los organismos de derechos humanos del país, a 45 años del golpe de Estado, invitando a plantar árboles como un “acto de memoria y futuro”. “Ese árbol ha florecido, y esas flores significan vida y alegría y esperanza. Cada vez que encontramos un nieto también se lo debemos a muchísima gente que ha brindado esas flores, esa memoria, ese compromiso”, concluye Estela.

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Tatiana, la primera nieta recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo: «Todavía hay 300 nietos que encontrar»

Pasaron más de 45 años de la dictadura cívico-militar, que tuvo lugar entre el 24 de marzo de 1976 y el 30 de octubre de 1983. Sin embargo, todavía quedan muchas cuentas pendientes por saldar, aunque la realidad es que la gran mayoría de los daños son irreparables. Las heridas quedaron abiertas: 30.000 desaparecidos, asesinatos, violaciones, abusos sexuales, secuestros y un plan sistemático de robo de bebés. Pese al paso del tiempo, y de las generaciones, la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo e HIJOS continúa… Este 22 de octubre, en el Día de la Identidad, Tatiana Sfiligoy Ruarte Britos -primera nieta recuperada en la Argentina- cuenta su historia de vida con El Destape y alza la voz en reclamo de Justicia, de la aparición de otros 300 nietos y nietas que siguen siendo buscados; y en conocer la verdad de lo que pasó con sus padres…

La historia de Tatiana ha sido contada, escrita e incluso plasmada en material filmográfico en varias oportunidades, pero resulta imprescindible recordarla para que nunca más se repita. Corría el año 1976: pleno inicio de la dictadura. «Primero secuestraron a mi papá Oscar (27 años), en la Capital de Córdoba. Fue alrededor del 17 de agosto», recuerda. Y resalta: «Mi mamá Mirta (26 años) estaba ya separada de mi papá biológico y con su nueva pareja decidieron venir a Buenos Aires». Por aquel entonces, formar parte de un partido político, o más bien, decir lo que pensás, era considerado un delito para los militares: «Mis papás sabían que tenían que cuidarse por la militancia. En esa época, según me transmitieron varios de sus compañeros, pensaban que los podían detener y que luego los iban a soltar. Nunca pensaban que los iban a desaparecer o llevar a centros clandestinos de detención o que los torturaban o exterminaban».

Tras lo acontecido, Mirta (su madre) y Javier (la pareja de su madre) decidieron mudarse a Provincia de Buenos Aires (partido de San Martín). Tatiana y su hermana emprendieron ese viaje, que poco tiempo después cambiaría para siempre sus vidas. ¿Qué recuerda de aquella pesadilla? «En el año ’77, se produce el secuestro de Javier, papá de mi hermana y pareja de mi mamá. Nosotras, con mi mamá, estábamos haciendo compras. Cuando llegamos a la esquina de la casa, vimos un operativo que era «La Patota», con personal civil en autos que no eran de la policía, pero que funcionaban como una patota justamente».

Tras la captura de Javier, Mirta intentó escapar con las dos niñas y se dirigió hacia una plaza, donde se produjo la triste despedida: «De ahí nos fuimos a una plaza que estaba cerca de casa. Nos siguieron a las tres y a mi mamá la secuestran en la plaza de Villa Ballester, que se llama Plaza Mitre. A partir de ahí, nuestro destino cambió completamente. Si bien ya había cambiado, efectivamente quedamos solas en la plaza por el secuestro en la vía pública. Eso sucedió en el mes de octubre, alrededor del 21 o 22 de octubre, que coincide con la fecha del Día de la Identidad».

Tanto Tatiana Sfiligoy Ruarte Britos como su hermana quedaron a la deriva. Inmediatamente después, vio cómo un grupo de hombres se llevaba a su madre Mirta, que fue encapuchada y luego secuestrada. Tras varias horas, y a partir de una denuncia, la Justicia intervino y determinó: «Para la Justicia fuimos ingresadas como N.N, como un abandono… obviamente no fue un abandono sino un secuestro por lo que conocemos como un ‘Plan Sistemático de Apropiación de Niños'».

Finalmente, en el año ’78, tanto Tatiana (4 años) como su hermana (tenía aproximadamente 8 meses) fueron dadas en adopción al matrimonio Carlos Sfiligoy e Inés, quienes desconocían que los padres de las niñas habían sido secuestrados por la dictadura cívico-militar: «Estuvimos semi legalizadas por un plan de la Justicia que nos dio en adopción a una familia que no podía tener hijos y que no conocía nuestro origen. Sé que se había anotado en un proceso de adopción, como lo hace cualquier persona».

Tiempo después, y a partir de la intervención de un amigo de su madre adoptiva que realizó una denuncia con Abuelas de Plaza de Mayo en 1980, se produjo la restitución de Tatiana y de su hermana. De aquel momento, la mujer que hoy tiene 48 años, relató: «Por suerte fue un matrimonio que nos pudo alojar. Cuando las Abuelas de Plaza de Mayo nos encontró en 1980, la familia Sfiligoy pudo hacer una adopción simple en la que no se cortaron los lazos de sangre. Efectivamente, nosotras seguimos teniendo contacto con ellos, pero principalmente nos revinculamos con nuestra familia biológica porque teníamos abuelas, primos, tíos…».

– ¿La Justicia pudo determinar quiénes fueron los responsables del secuestro de tus padres?

Hasta este momento, no. Después de muchos años, no me animaba a iniciar los juicios de lesa humanidad, que son fundamentales para el esclarecimiento y la búsqueda de Justicia. Institucionalmente, Abuelas de Plaza de Mayo no había iniciado ninguna querella con respecto a mi caso. Poco tiempo antes de mi pandemia, le pedí a los abogados de Abuelas que pudieran acompañarme en este proceso de búsqueda de Justicia, presentándome como querellante. Ya fui a Campo de Mayo, que posiblemente mi mamá fue ahí por la desaparición y por la fuerza a la que ella pertenecía en su militancia. Mi papá fue visto en La Ribera, con su compañero de ese momento y su novio, y posiblemente fue llevado a ‘La Perla’, en Córdoba. En ambos casos, los procesos judiciales recién los acabo de iniciar. La pandemia generó dificultades para hacer la presentación judicial, sobre todo la de Córdoba, porque tenía que viajar. Estoy en eso, estoy en pleno momento.

– Y para vos, esto de reflotar la causa y lo que le pasó a tus padres es muy movilizador, requiere de mucha energía y entereza de tu parte.

Exacto, hay que estar predispuesto para esto y entero. Por eso me tomé mi tiempo. Sabía que demandaba mucha energía y dedicación. De hecho, soy psicóloga y trabajé con personas en acompañamiento de juicios y sabía de lo que se trataba. Por eso tenía plena consciencia en lo que consistía meterse en procesos de juicios, pero bueno… llegó un determinado momento en que empezó a decantar todo eso… para, de alguna manera, darle un cierre, que nunca es un cierre definitivo, a todo lo que tiene que ver con esa búsqueda de Justicia y presentarme como querellante en ambos casos.

– ¿Qué recordás del secuestro de tu madre? Vos estabas ahí al momento de que se la llevaron.

Exacto. Yo tenía alrededor de 4 años. Recuerdo cómo fue la situación, después de todo una reconstrucción. Si me preguntás a los 4, 5 años, yo no me acordaba de nada. Fue un recuerdo muy largo, de un proceso muy largo y personal de restituir todos esos recuerdos como parte de vivencias mías. En su momento, yo no sabía si eran recuerdos, sueños o ideas de mi cabeza. Con el tiempo, ese rompecabezas se fue plasmando y esas piezas se fueron recomponiendo. De alguna manera, claramente fueron mis recuerdos el hecho de tener esta última imagen de mi mamá. Una de las pocas imágenes que tengo de mi mamá es la última.

– ¿Para vos fue especial el hecho de haber sido la primera hija de desaparecidos recuperada, por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, en plena dictadura?

Sí, de alguna manera, la primera en ser localizada en el año ’80 fue todo una revolución para Abuelas a nivel institucional y a nivel aprendizaje. Anteriormente, habían localizado a otros hermanitos en Chile, pero no en Argentina. Y para ellas también fue una sorpresa encontrarnos con una familia que no se oponía ni al contacto con la familia biológica o al contacto con la institución y demás. Entonces fue como un proceso de reconocimiento a nivel institucional, de mis padres adoptivos (Inés y Carlos) y a encontrar como una salida en la que todavía estábamos en época de dictadura, era el año ’80. Me encontraron en pleno proceso de dictadura y también mis propios padres adoptivos tenían miedo de que les pase algo por esta situación. Sabían que pasaban cosas raras, pero no tenían el conocimiento por parte de un familiar directo. Sabían que había cosas irregulares en el país, pero que muchas de ellas no se terminaban de conocer. Recién a partir de la Democracia, se comenzó a saber qué pasó, dónde estaban los centros clandestinos de detención y toda esta serie de cosas que sabemos ahora.

– ¿En qué momento creés que las luchas de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo empezaron a visibilzarse más?

«Claramente, durante el proceso de Néstor (Kirchner) y Cristina (Fernández de Kirchner). Néstor fue el primero, el referente y el que nos sorprendió a todos. Fue el que nos empezó mostrar en qué consistían estas políticas públicas y a plasmarlas en relación a los Derechos Humanos. Hasta ese momento, nunca nos había sucedido como familiares directos ni a nivel institucional o familiares. Hay muchos organismos que nos acompañaron en el proceso de búsquedas de nietos y además, en relación a lo social, hubo una sociedad que nos empezó a acompañar una vez que fuimos visibles y que, de alguna manera, nos sacaron esos velos de ‘viejas locas’ o que mentían diciendo que los desaparecidos ‘estaban en Europa’, se decía cualquier cosa… Y eso fue acompañado por una sociedad que tomó las palabras de Estela, de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y de un presidente como Néstor que se hizo cargo de la historia argentina. Bajó los cuadros, demostró que había desaparecidos y desaparecidas, y que había 700 centros clandestinos de detención en todo el país. Este número, por ejemplo, creo que la mayoría no lo sabe. Hoy tenemos 700 centros de memoria a nivel nacional que fueron centros clandestinos de detención y tortura. Y esto dice mucho… ¿Para qué se necesitaban 700 centros clandestinos? Porque, efectivamente, hubo demasiados desaparecidos en este país. Los procesos de dignidad, Néstor nos devolvió la dignidad, la posibilidad de hablar y de ser escuchados ante una sociedad que negaba hasta ese momento. De alguna manera, lo hizo propio y lo hizo carne. Gracias a Néstor y Cristina, nosotros pudimos tomar subjetivamente esa seguridad de no seguir escondidos como sucedió en los ’90, donde éramos estigmatizados y, prácticamente, no podíamos decir que éramos hijos de desaparecidos…».

– Teniendo en cuenta que los discursos negacionistas y la derecha avanzan, a veces me pregunto en qué va a pasar en los próximos años, cuando no estén más las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Cómo se va a tener que trabajar para seguir concientizando a la sociedad y para que realmente esto no ocurra nunca más?

Hay mucho trabajo todavía a nivel Nacional. Estuve en Corrientes, en Paso de los Libres, haciendo una presentación de una charla en la Feria del Libro sobre un libro que escribí sobre este tema, que se llama: ‘En el nombre de sus sueños: 12 historias de hijos de desaparecidos’. Es un libro que publiqué hace 7 u 8 años atrás. Lo sigo presentando en diferentes puntos del país. Allí me enteré que hay gente que todavía no tiene acceso a hacer una denuncia sobre un familiar desaparecido o desaparecida porque no están dadas las condiciones. Parece increíble que, después de más de 45 años de la dictadura, tengamos casos nuevos de esclarecimiento de un desaparecido o una desaparecida. Y ni hablar de lo que hace a los números… Claramente son 30.000 los desaparecidos porque siguen apareciendo nuevos casos que no fueron denunciados. Creo que nos queda un trabajo de profundización en el territorio, no sólo en Buenos Aires sino también en otras provincias. Es muy valioso lo que hacen muchos compañeros y compañeras en muchos territorios, y tener la valentía de hacerlo. Es un momento muy complejo el que estamos viviendo, no sólo por la economía sino también por la pandemia. Muchas de estas familias, que fueron diezmadas por los desaparecidos y desaparecidas, quedaron en situaciones de mucha vulnerabilidad. No solamente económica sino también social y emocional. Muchos de los que desaparecieron eran sostenes de familia. Efectivamente, después de muchos años, muchos se pudieron reponer y muchos no. Falta bastante y en eso estamos.

– ¿Qué aprendimos después de este largo camino de conquistas y de consciencia que se generó en la sociedad? ¿Y qué papel jugó y juega la política?

Creo que las políticas, dentro del Estado, requieren una continuidad. Por eso es tan importante, en este momento en donde tenemos que poner este voto en la urna, necesitamos gente valiosa que esté al frente de las políticas públicas, gente como Horacio Pietragalla, que está como Secretario de Derechos Humanos, que es nieto de desaparecidos. Está asumiendo la responsabilidad de poder profundizar esas políticas día a día. Sabemos que también la pandemia nos atravesó de Sur a Norte. Saliendo de esa situación, tenemos un montón de trabajo por delante. Yo actualmente trabajo en el Archivo Nacional de la Memoria en la Secretaría de Derechos Humanos, con los antiguos legajos de CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas). Son los legajos que hicieron las primeras denuncias de familiares y estamos devolviendo esa documentación a las familias originales para que lo tengan, lo utilicen… es de ellos. Muchos de ellos, a través de esta documentación, pueden iniciar los juicios de lesa humanidad como parte de una documentación importante a la hora de presentarlo ante la Justicia. Encontramos que hay gente que nunca hizo una denuncia o que suceden cosas donde viven porque a veces quieren tapar todo… pueblo chico, infierno grande, digo yo… es romper con la lógica del encubrimiento, del negacionismo y pensar que ya pasó. Todavía tenemos 300 nietos y nietas para encontrar, son hermanos de la vida. Hasta que eso no esté saldado, nosotros no vamos a claudicar ni los nietos ni las abuelas o los hermanos que los buscan. Por lo cual, me parece súper importante esto que preguntás. ¿De qué manera? Las políticas públicas es la manera, la herramienta. Sabemos que hay un montón de argentinos que nos empujan a pensar en este horizonte. Si no es el pueblo el que empuja a los que están arriba, esto no va a suceder. Necesitamos este compromiso no sólo de los afectados directos sino también de todo una sociedad que está detrás y nos acompaña. Es un logro de todos, no sólo de nosotros.

– Teniendo en cuenta que la Justicia es lenta, que hay delitos de lesa humanidad que quedaron impunes o casos que todavía no se resolvieron, ¿creés que la Argentina necesita una reforma judicial?

«Eso es muy terrible. La reforma judicial es un o de los puntos más importantes. El Gobierno Nacional se comprometió a poner esto en la agenda. No compete sólo a delitos de lesa humanidad sino también a otras aristas como Género… es mucho más profundo. Uno dice ‘reforma judicial’, pero ¿qué implica? Es la reforma para que cada uno tenga la posibilidad de acceder a la Justicia sin tener esos obstáculos permanentes como, por ejemplo, que en algunas jurisdicciones con respecto a lesa humanidad, que una persona que ya presentó testimonio tres veces, no tenga que testimoniar más, como por ejemplo algún sobreviviente. Hay millones de cosas para pensar que la reforma judicial es necesaria. Quizás no era el momento para plantearlo porque estábamos en pandemia, pero ahora que estamos saliendo tenemos la posibilidad de plantear esto que está todavía pendiente y que es necesario no sólo por los juicios de lesa humanidad sino también por las cuestiones que tienen que ver con la reforma judicial feminista. Hoy justo me acompañó una amiga que acompañó a otra a Tribunales para hacer una denuncia por Violencia de Género y me decía que son casos interminables. No puede ser… el sistema judicial todavía tiene una forma de seguir poniendo obstáculos. Si la gente tiene que hacer toda la noche una fila para hacer una denuncia, se va a ir a la casa y no va a hacer la denuncia. Hay que poder plantearlo, tener esa estrategia para entender los momentos y por dónde. El Ministerio de Mujeres fue una creación magnífica para poder acceder a esos derechos, pero creo que nos falta un montón».

– La pregunta también es quién investiga a los jueces y por qué no se puede investigar a los propios jueces.

«Exacto, pero bueno, también se sabe que los jueces forman parte de una casta. El sistema judicial es intocable. La reforma judicial tiene que ver con esos puntos, qué poder se le da, en función de qué y a quiénes defiende, qué intereses tiene… Es un compromiso de todos, no solamente de los dirigentes políticos o de las personas que están a cargo de direcciones. El pueblo argentino también tiene que, de alguna manera, presionar para que esto salga. Volviendo a lesa humanidad, la mayoría de los damnificados, no tenemos procesos judiciales terminados y la mayoría está en ese proceso judicial. No alcanza con eso. De hecho, es un porcentaje muy bajo. Coincido en que la mayoría de las pruebas, las investigaciones y todo lo que tiene que ver con la instrucción de los juicios, las damos los propios damnificados. O sea… yo estoy en un proceso de investigación y aporto a la Justicia todo lo que sé. Y espero que la Justicia también lo investigue porque yo también podría decir cualquier cosa… es particularmente llamativo y nos tiene que importar claramente que la Justicia funcione, en tiempo y forma. Si yo, después de 45 años, busco Justicia y no tengo a ningún enjuiciado o a nadie tras las rejas, deja de ser Justicia. O mismo con los presos domiciliarios. Estamos en eso y la lucha todavía sigue, falta que recompongamos ese tejido social pospandémico, es muy complejo. Tenemos que volver a la calle, a la militancia y a las cuestiones sociales. Tenemos que profundizar esas políticas, desde el Estado principalmente, pero también desde el compromiso social de cada uno de nosotros».

El Destape

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