Transformar los sistemas alimentarios para derrotar el hambre – Por Mario Lubetkin

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* Por Mario Lubetkin

Durante octubre, el mes mundial de la alimentación, se han multiplicado las voces calificadas que promueven nuevos caminos, a través de la transformación de los sistemas alimentarios, que permitan reducir y eliminar el hambre en el mundo, del que ya son víctimas más de 811 millones de personas.

Tomando como base las conclusiones de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios, realizada virtualmente el 23 de septiembre, así como también su fase preparatoria llevada a cabo en forma “híbrida” en Roma en julio, con la presencia física de 540 delegados y digital de más de 20 000 personas en todo el mundo, un creciente número de personalidades siguen avanzando en estas reflexiones.

Ellas deben permitir abrir caminos que concreten los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) previstos por parte de la comunidad internacional para el 2030, que entre sus puntos principales se propone la eliminación del hambre y la pobreza.

La transformación de los sistemas agroalimentarios debe comenzar con los consumidores normales y las decisiones que estos toman sobre los alimentos que consumen, dónde se compran, cómo se envasan, dónde se descartan, partiendo de la base que todo ello repercutirá sobre el futuro del planeta, por lo que es necesario reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos.

A nivel mundial, alrededor de 14 por ciento de los alimentos que se producen, se pierden entre la cosecha y la venta minorista, lo que equivale a una pérdida de 400 000 millones de dólares anuales, mientras se estima que el desperdicio de alimentos llega al 17 por ciento de la producción total, y de estos, 11 por ciento se desperdicia en las casas, el cinco por ciento en los locales se servicios de comida, y un dos por ciento en el comercio al por menor.

El papa Francisco, en su mensaje durante el Día Mundial de la Alimentación, el 16 de octubre, recordó que “actualmente observamos una verdadera paradoja en cuanto al acceso a los alimentos, ya que por un lado más de 3000 millones de personas no tienen acceso a una dieta nutritiva, mientras que, por otro lado, casi 2000 millones de personas padecen sobrepeso u obesidad debido a una alimentación deficiente y una vida sedentaria”.

“Nuestros estilos de vida y prácticas de consumo cotidianas influyen en la dinámica global y medioambiental, pero si aspiramos a un cambio real, debemos instar a productores y consumidores a tomar decisiones éticas y sostenibles, y concienciar a las generaciones más jóvenes del importante papel que desempeñan para hacer realidad un mundo sin hambre”, planteó el pontífice.

Y para eso, remarcó, se debe comenzar “por nuestra vida cotidiana y los gestos más sencillos: conocer nuestra Casa Común, protegerla y ser conscientes de su importancia, lo que debe ser el primer paso para ser custodios y promotores del medio ambiente”.

Para el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, la forma que se producen, consumen y desperdician los alimentos “está teniendo una consecuencia nefasta para nuestro planeta”, y “ello está ejerciendo una presión histórica en nuestros recursos naturales y el ambiente” y “nos está costando billones de dólares cada ano”, subrayando que “el poder de cambio está en nuestras manos”.

El director general de la FAO, Qu Dongyu, se mostró convencido que hay que acelerar los esfuerzos hacia los ODS previstos para el 2030 “con vistas a reducir a la mitad los desperdicios de los alimentos en el mundo y reducir las pérdidas de alimentos en la cadena de producción y suministro, incluidas las perdidas posteriores a la cosecha” advirtiendo que “tan solo quedan nueve temporadas (cosechas) para hacerlo”.

La directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), Inger Andersen, recordó que la perdida y el desperdicio de alimentos “son el origen de 10 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero”, lo que significa que “que se utilizan valiosos recursos de tierras y aguas para nada”.

Agregó que reducir la perdida y el desperdicio de alimentos enlentecerá “el cambio climático, protegerá la naturaleza y aumentará la seguridad alimentaria en un momento en que necesitamos desesperadamente que eso ocurra”.

En el mismo sentido se pronunció Qu, el máximo responsable de la FAO, quien considero que “no se pueden seguir perdiendo 75 000 millones de metros cúbicos de agua al año en la producción de frutas y hortalizas”.

Los expertos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) calculan que será necesario invertir anualmente entre 40 000 y 50 000 millones de dólares para acabar con el hambre de aquí al 2030.

En especial destacaron la realización de proyectos de bajo costo y gran impacto que puedan ayudar a centenares de millones de personas a cubrir mejor sus necesidades alimentarias, particularmente con la investigación, así como con el desarrollo y la innovación digital para lograr una agricultura de tecnología avanzada.

Estas reflexiones e iniciativas se suman a las ya realizadas por los ministros de Relaciones Exteriores del Grupo de los 20 (G20) en Matera, Italia, en junio, y de los ministros de Agricultura del G20 en Florencia, Italia, en septiembre.

En esos encuentros se destacó el valor de crear coaliciones de países junto a organizaciones de la sociedad civil, al sector privado -en particular productores agrícolas -, la academia y la ciencia y otros actores para interactuar soluciones en esta fase de la pandemia de covid-19,

Y a su vez proyectar el poscovid que ayude a relanzar a los países con sostenibilidad y resiliencia en áreas estratégicas como la agricultura y la alimentación.

*Subdirector general de la FAO. Periodista uruguayo, fue director General de InterPress Service


 

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