El Chile profundo de Patricio Manns

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El Chile profundo de Patricio Manns

El cantautor y escritor fallecido el pasado sábado forjó sus oficios recorriendo Chile, y es lo que plasmó en canciones, novelas y poemas. A una serie de personajes y lugares los chilenos los conocemos y entendemos mejor gracias a su obra.

Patricio Manns (1937-2021) tenía 27 años cuando compuso y grabó “Arriba en la cordillera”. La historia de esa canción la contó muchas veces: surgió una noche, durante tres horas que acompañó con un vino; como respuesta a la petición urgente del productor Camilo Fernández para grabar un disco-single en su sello, Demon. Manns tuvo en la mañana la canción que grabó esa misma tarde en los estudios de la RCA-Victor en el centro de Santiago, acompañado por integrantes de los conjuntos Los Cuatro Cuartos y Las Cuatro Brujas.

“Arriba en la cordillera” no era su primera canción, pero en su cronología como autor figuraba, según él, en el lugar sexto, tal vez séptimo, porque su oficio de compositor lo había iniciado muy poco antes. El comienzo había sido específicamente en 1956, cuando vivía en Concepción y compuso “Bandido”, una canción en la que un triste forajido habla una noche con su compadre, y antes de partir al incierto destino de la sierra le pide que al amanecer («al albita», le dice) vaya al pueblo a decirle a su mujer que mejor lo olvide.

Como “Bandido”, “Arriba en la cordillera” también es la historia de un ladrón. Manns se inspiró en lo que escuchó junto a un primo al que visitó en su pueblo natal, Nacimiento. Le contó una vez al diario La Tribuna que, envalentonados por el alcohol, ambos jóvenes quisieron entonces quemar el aserradero de un pariente con el que estaban enemistados, y que aunque no perpetraron el delito, la policía fue tras ellos. Montados a caballo, los primos arrancaron entonces a los cerros por unas semanas, y allí fue donde conocieron a una comunidad de arrieros que se dedicaba a robar ganado del lado argentino para venderlo en Los Ángeles y en Mulchén. Uno de ellos le contó la historia de su padre, al que habían matado a disparos los gendarmes argentinos.

Lo que en esos años se entendía por folclor chileno era la llamada «música típica» —muy estudiada por la academia en el último par de décadas—, que sonaba en radios, se grababa en discos y por muchos años ofreció una suerte de identidad nacional. La musicóloga Tania Da Costa la describe como música que rendía «culto a los grandes propietarios de tierras de la zona central de Chile, y que se evidenció también en la literatura y la pintura». Eran sobre todo cuecas y tonadas que hablaban en esencia del paisaje, de historias de amor y de las virtudes de la vida en el campo.

Desde los años 40, sin embargo, algunos investigadores académicos y folcloristas decidieron salir a recoger canciones a los campos, y el dominio de la música típica fue paulatinamente desplazado. Con Violeta Parra como figura central, comenzaron también a aparecer canciones nuevas. «Ya está añejo el cantar a los arroyitos y florcitas ―dijo ella en 1961―. Hoy la vida es más dura y el sufrimiento del pueblo no puede quedar desatendido por el artista».

Aparecieron así otros ritmos y personajes, y las canciones ya no se trataron solo de huasos, sino que también de pescadores o de mineros. En 1962 se grabó la canción que tal vez por primera vez habló en Chile de un arriero cordillerano: “Noche oscura”, de Raúl de Ramón, retrata a unos arrieros en la oscuridad y soledad de la montaña, aunque sin profundizar mucho más: «Compaire, ¿pa’ donde vamos en la noche tan cerrá’? / Cállese no más la boca, y no me pregunte ná’ / Camine no más tranquilo, que lo pide su animal / La noche hay que caminarla / pa’ ver si tiene final». El mismo Raúl de Ramón compuso dos años después “El amor del arriero”, que grabaron Pedro Messone y luego Los Quincheros.

Foto: Archivo personal Patricio Manns

Pero “Arriba en la cordillera” no solo hablaba de un arriero. Además estaba en ritmo de huapango, que no es un género musical chileno, sino que mexicano. Y, sobre todo, contenía una historia de conflicto social, que convertía en héroe a un personaje que, en rigor, era un delincuente: tal como Manns había hecho en “Bandido” y volvería a hacerlo muchas veces en su historia musical. «Patricio Manns se muestra como un gran narrador que sabe hacer historias sencillas y de personajes marginados, relatos que atraen la atención de un público joven, con atisbos de rebeldía y sentimientos de solidaridad respecto de los derrotados, perseguidos e incomprendidos», destaca Historia Social de la Música Popular en Chile (1950-1970).

Manns lo dijo muchas veces: conoció el pavimento cuando era adolescente. De niño, vivió en varias ciudades al sur de Chile, y escuchando radio aprendió lecciones de música mexicana que luego plasmó en “Arriba en la cordillera”. Nunca terminó el colegio. A los 16 se fue de la casa familiar, y al año siguiente trabajaba de minero en Lota. Fue nombrado capataz, y se convirtió en periodista de la radio Simón Bolívar. Luego se integró como redactor al diario La Patria, de Concepción. Escribió “Bandido” inspirado en las propias historias que había conocido hasta entonces.

En 1963 se fue a Santiago, donde Isabel y Ángel Parra lo invitaron a integrarse a la naciente Peña de los Parra, que poco después (junio de 1965) iba a abrir sus puertas. Allí Manns cantaba todas las noches junto a los hermanos Parra, el también cantautor Rolando Alarcón y, poco después, Víctor Jara.

Muchas cosas cambiaron con “Arriba en la cordillera”. La canción fue un éxito de ventas, sonó en radios y se volvió popular en un Chile que poco sabía de este tipo de personajes. Al año siguiente, el single encabezó el primer LP de Manns, De mar a cordillera, que él definió en la carátula como «un libro cantado», y donde así explica el origen de esas primeras canciones: «Quise usar las canciones para contar. No en vano anduve a pie por Chile con los ojos abiertos. Así se ven innumerables cosas».

Su impresionante lucidez intelectual y talento musical le permitieron ver muchas otras cosas de ahí en adelante. Las plasmó en canciones, y también en novelas y artículos periodísticos. Habló allí del continente, de próceres de la historia de Chile, del exilio (el suyo y el de otros), del amor y de los sueños. Subvertió las formas verbales y las reglas armónicas. Hizo baladas, himnos, boleros… El camino fue monumental y el punto de partida es el Chile profundo, donde se forjó. Por eso sus canciones tienen tanto sentido para los chilenos. Y por eso Manns es tan importante para Chile.

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Patricio Manns

Patricio Manns es una figura fundamental de la música popular chilena. Su nombre está asociado al nacimiento de la cantautoría en Chile y fue clave en el desarrollo de movimientos como el Neofolklore y la Nueva Canción Chilena. Interpretadas por sí mismo o por otros músicos, en su larga historia como autor impuso piezas que pasaron a ser clásicos del cancionero popular, como «Arriba en la cordillera», «El cautivo de Til Til» y «La exiliada del sur». Manns desarrolló además una prolífica carrera como novelista, ensayista y poeta, y luego de vivir en Francia y Suiza su exilio y residir allí por casi 30 años regresó a Chile, donde continuó escribiendo canciones y libros. Murió en septiembre de 2021, a los 84 años, como uno de los nombres centrales para entender la música chilena.

Armó sus primeros conjuntos musicales con sus hermanos, inspirados en el folclor argentino, y a los 16 de años partió de su casa. En el libro En busca de la música chilena, de José Miguel Varas, lo relata así: «A los 17, me casé. Tuve un hijo y me fui al camino, a trabajar. De Chiloé me vine haciendo pausas y trabajando en lo que fuera, hasta que llegué a Lota. En 1957 empecé a trabajar en las minas de carbón».

A los 19 años, cuando residía en Concepción, compuso su primera canción, «Bandido». Fue interpretada por el grupo folclórico Los Andinos, que integraban músicos del coro de la Universidad de Concepción, y que dirigía Arturo Medina.

La inserción en el Neofolklore

Hasta entonces, y por mucho tiempo, Patricio Manns nunca tuvo intenciones de convertirse en cantante. Comenzó a trabajar como periodista en la radio Simón Bolívar de Lota y en 1963 se trasladó a Santiago para ingresar al Canal 9 de la Universidad de Chile. Allí conoció a Luis Chino Urquidi, con quien forjó una amistad que lo fue acercando al trabajo del grupo que este compositor y arreglador mantenía junto a Pedro Messone, Willy Bascuñán y otros músicos. Eran Los Cuatro Cuartos, banda señera del entonces popular Neofolklore, y que en su primer LP incluyeron la canción «Bandido». Manns, sin embargo, nunca se consideró parte del Neofolklore.

En abril de 1965 se integró al elenco de la naciente «Peña de los Parra». Aunque su repertorio propio era aún limitado, Manns comenzó a presentarse en vivo junto a los hermanos Isabel y Ángel Parra y los cantautores Rolando Alarcón y Víctor Jara. A las pocas semanas el productor musical y ejecutivo discográfico Camilo Fernández, que ya había grabado a Ángel e Isabel Parra en su sello Demon, le propuso también registrar un single: «Sería bueno tener a toda la Peña en el mismo sello disquero. Así podrían hacer combinaciones entre ustedes, hacer dos voces, hacer cuecas…», recuerda Manns que le dijo Fernández, según también cita el libro En busca de la música chilena. «Llegué a su oficina y le mostré todas las canciones que tenía, las seis que cantaba todas las noches en la Peña».

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Pero Fernández consideró que no eran suficientes. «Pensaba que tenías algo más», le respondió. Manns, según contó, le pidió una noche para traerle una nueva canción. Se encerró en su casa y la urgencia lo llevó a recordar una vieja historia que él había vivido años antes, cuando, en virtud de algunas actividades desarrolladas con unos primos, debió esconderse de la policía en el interior de Los Ángeles. Manns se adentró en la cordillera aledaña al volcán Antuco y convivió con arrieros que robaban ganado del lado argentino durante el invierno. La historia de uno de ellos fue la base para el tema «Arriba en la cordillera», compuesto en apenas una noche ante la petición del ejecutivo.
 
Grabada al día siguiente con el acompañamiento de parte de Los Cuatro Cuartos y dos integrantes de Las Cuatro Brujas convocadas por Chino Urquidi, su arreglador, «Arriba en la cordillera» se transformó en un fenómeno de popularidad, ingresando con inusitada fuerza en las radios y agotando las copias del single en disquerías. «Era una locura: llegaba a mi casa, prendía la radio, y ahí estaba la canción. Cambiaba el dial, y de nuevo. Yo ya estaba enfermo con la historia», contó el propio Manns a MusicaPopular.cl.

El tema contenía una historia inédita hasta entonces en la música chilena: presentaba a personajes populares desconocidos y planteaba sus conflictos para sobrevivir, dos condiciones que fueron base para el desarrollo posterior del movimiento de la Nueva Canción Chilena, y de su rompimiento fundamental con las líneas tradicionales del folclor local. El éxito fue la base para su primer LP, que incluyó una docena de canciones y se llamó Entre mar y cordillera.

La vorágine creativa de la Nueva Canción
Dentro del poderoso núcleo creativo que conformaba la Peña de los Parra, Manns desarrolló su veta de compositor a su máximo potencial. «América, novia mía», «En Lota la noche es brava», «El cautivo de Til Til» son temas que surgieron en ese período y que fueron incorporados a varios discos de larga duración que convirtieron a Manns en un popular cantautor, con una significativa presencia incluso en revistas más cercanas al universo pop, como «Ritmo» o «El Musiquero», donde además era un regular columnista sobre temas de folclor.

En 1967 presentó un disco conceptual, El sueño americano, que concibió dos años antes, cuando siendo periodista de Canal 9 recibió el cable donde se informaba del desembarco de marinos americanos en Santo Domingo: “Mi primera reacción fue de ira profunda, de impotencia amarga. Mi segunda reacción fue: ¿cómo escribir un testimonio difícil de borrar que conmemore no sólo esta primavera, sino la primavera general del continente?”, dijo en el libro Cantores que reflexionan (1984), del cantautor Osvaldo Gitano Rodríguez.

El sueño americano (1967) es una obra conceptual que narra la historia de América Latina, con distintos ritmos de la región, desde un polo margariteño a una baguala. Corresponde a una de las varias obras de gran formato producidas a partir de esos años por músicos chilenos, en la misma Nueva Canción, como la Cantata Santa María de Iquique (1970) y el Canto para una semilla (1972), ambas de Luis Advis, Oratorio del pueblo (1965), de Ángel Parra, y el Canto General (1971) de Aparcoa,

En 1971, el álbum Patricio Manns (que incluía temas como «Valdivia en la niebla» y «No cierres los ojos») fue un punto alto de su trabajo de colaboraciones, gracias a la dirección de Luis Advis y la compañía de Inti-Illimani, los Blops y las orquestas Sinfónica de Chile y Filarmónica de Santiago. En ese disco también incluyó «El exiliado del sur» (que luego sería conocida como «La exiliada del sur»), la musicalización de una de las décimas de Violeta Parra, con quien habían sido muy amigos hasta su muerte en 1967, y que también se ha convertido en un clásico de la música popular chilena.

«El reino y el exilio»
En 1967, Patricio Manns publicó su primera novela, La noche sobre el rastro,  y consolidó el doble oficio de músico y escritor que mantuvo hasta su muerte. A comienzos de los ’70 sumó escenarios a su actividad musical al unirse a la peña Ríe y Canta que dirigía René Largo Farías, pero en 1973, cuando era militante comunista, como casi todos los músicos de la Nueva Canción Chilena, el golpe militar lo sorprendió en Santiago.

«Mi vida se divide en dos estancias: el reino y el exilio, para invertir los términos de Camus. El reino había sido prolongado, blando, duro, y finalmente saqueado y puesto a sangre y fuego. El exilio es, temporalmente todavía, menor que el reino, pero más grave», decía en un escrito sin fecha publicado en su sitio web.

Fotograma video Karaxú – La resistencia se organiza

Luego de permanecer varias semanas escondido en Santiago, gracias a gestiones diplomáticas consiguió viajar a Cuba (donde colaboró con el cineasta Humberto Solás en el guión de la película La cantata de Chile) y luego a Francia. Allá continuó con su actividad musical y fundó en 1974 el grupo Karaxú, junto a un grupo de exiliados chilenos, que desde su origen se presentó como el grupo musical del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fundado en los ’60. Años después sus simpatías políticas llegaron aun más lejos: en 1984 compuso el Himno del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, movimiento fundado a instancias del Partido Comunista para combatir por las armas a la dictadura de Pinochet, del que incluso fue por un tiempo su vocero.

La temática política, sin embargo, fue solo una faceta de las canciones que desarrolló en esos años. “Llegó volando”, “Los libertadores”, “La muerte no va conmigo” o “Las caídas” hablarán de esos temas, pero también compondrá sobre el amor  (“El pacto roto”, “La balada de los amantes del camino de Tavernay”) o el exilio, como hizo con «Cuando me acuerdo de mi país», que presentó también en su primer disco como desterrado, Canción sin límites (1977), grabado junto a la Orquesta Sinfónica de Cuba.

«La denuncia de Manns era vehemente mas nunca quejumbrosa y se valía de imágenes, referencias geográficas y hasta del humor para asegurarse frescura. ‘No creo en la necesidad de incluir en cada texto un ¡Abajo el tirano! o cosas así’, explicaba en la revista Araucaria: ‘Como no creo en las carátulas de discos sobrecargadas de sangre y puños apretados. El exceso cansa. Y es deber nuestro no cansar'», cita la periodista Marisol García en el libro Canción valiente (2013).

De todas formas, en Chile las canciones de Manns estuvieron virtualmente proscritas durante la dictadura, como la de todos los músicos del exilio. Como ellas, circularon en cassettes copiados de mano en mano y recién diez años después del golpe el sello Alerce publicó  Cuando me acuerdo de mi país (1983), compilando distintos momentos de su historia, como “Arriba en la cordillera”, y temas del disco más reciente de entonces, Con la razón y la fuerza (1982), grabado con Inti-Illimani.

Sus canciones también sonaron en otras voces. «El cautivo de Til Til» fue grabado por Aquelarre, Fernando Ubiergo  e Isabel Aldunate, entre otros, quienes retratan cómo esa canción (una triste mirada a la muerte del guerrillero Manuel Rodríguez) fue parte esencial del repertorio de esos años. Lo mismo pasaba con «Arriba en la cordillera», cantada incluso por nombres que podrían considerarse más «oficiales» de su tiempo, como Ginette Acevedo.

En 1983, tuvo algo así como un hit masivo. Óscar Andrade, un cantante entonces más cercano a la televisión, hizo una versión de “Llegó volando” con un ligero cambio de letra para no aludir a los militares en el poder. Si bien a muchos todavía indigna ese cambio, fue el único tema de Patricio Manns que, durante la dictadura, sonó abiertamente en radios y fue posible ver en televisión.

La sociedad con el Inti y el regreso a Chile
En 1978 Manns inició una relación regular de colaboración con Inti-Illimani. «Un buen día un amigo chileno en París nos dio, con algo de preocupación, noticias de Patricio Manns, quien había llegado a vivir ahí después de Cuba, insinuándonos que podríamos invitarlo a Roma, y, en una de esas, hacer un trabajo en conjunto. Manns era para nosotros un personaje demasiado importante, casi un miembro honorario del grupo que colmaba nuestra admiración. Fue así como partió José Seves al día siguiente para traerse a Patricio a nuestras casas, en Genzano di Roma, e inaugurar un tramo de nuestra creación bajo el sello de hermosos textos y sentidas melodías», recuerda Horacio Salinas en su libro La canción en sombrero (2013).

El resultado de ese encuentro fue Canción para matar una culebra, un disco donde hay cuatro canciones de la sociedad entre Salinas y Manns, entre ellas “Vuelvo” y “Samba landó”, y es el comienzo de una colaboración recíproca que tendrá varios episodios brillantes de allí en adelante.

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Al regreso de ese viaje, en septiembre de 1979, Manns conoció a la sicóloga argentina Alejandra Lastra -que entonces trabajaba en la Acnur, agencia de la ONU para los refugiados- y se casó con ella en 1983 en Gibraltar, cuando  tenía 42 años. Al poco tiempo se instalaron en la localidad de Trez Vella, casi en la frontera franco-suiza, en una casa de una calle llamada Taverney. Desde allí presenciaron el fin de la dictadura chilena en 1990.

El 24 de agosto de ese mismo año, Patricio Manns hizo su primer concierto en el país en el Teatro Teletón, que repitió después en el Estadio Chile, y luego hizo una gira nacional, además de cumplir con algunas presentaciones en televisión. Se reencontró así con el público e inició un paulatino regreso al país, que no se haría definitivo sino hasta la segunda mitad de los años 90.

En 1996 retomó con profundidad sus lazos con Inti-Illimani y compuso con Horacio Salinas el bolero «Medianoche», con el que inició un acercamiento a ese género. El resultado de esa nueva veta quedó registrada en el siguiente disco del grupo, Amar de nuevo (1998), y en su disco solista Porque te amé, del mismo año. Fue la producción que lo trajo de vuelta a las giras y escenarios. Manns armó entonces un grupo estable de acompañamiento, que fue la antesala de su instalación definitiva en Chile, en el año 2000.

Desde entonces, permaneció radicado en las cercanías del balneario de Concón, activo en sus oficios literario y musical, aunque sus presentaciones públicas fueron más bien esporádicas. Siguió colaborando con Inti-Illimani, en 2003 editó un disco en homenaje a Salvador Allende y durante esa década lanzó en promedio un libro por año, ya sea con reediciones o material nuevo. En 2010 presentó el disco La tierra entera, sólo con canciones originales y con letras referidas al Chile actual (como el caso de Pascua Lama o el conflicto mapuche), que fue presentado en vivo en el Teatro Cariola de Santiago. De ese registro, justamente, la canción dedicada a Pascua Lama, interpretada por la cantante Valentina, fue la ganadora de la competencia folklórica del Festival de Viña 2011.

En septiembre de 2020, distintas enfermedades lo llevaron a estar hospitalizado junto a su pareja Alejandra Lastra, que murió a los pocos días, tras 41 años de vida en pareja. Un año después, el 25 de septiembre de 2021, a los 84 años, falleció Patricio Manns.

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Su nombre sonó muchas veces como posible Premio Nacional de Literatura y de Música, pero al margen de esas nominaciones, su figura está consolidada como fundamental para la historia popular del país. Sus canciones -entre las que hay varios clásicos populares- han sonado en voces tan disímiles como Aquelarre, Los Miserables, Inti-Illimani, Quique Neira, Quilapayún,  Los Huasos de Algarrobal,  Santiago 4 o Los Bunkers, ratificando así el arraigo de su obra en la cultura musical chilena.

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