Hugo Quiroga, polítologo e investigador: «En 2001 no se fue nadie, pero quedó el fastidio hacia la clase política»

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El polítologo e investigador Hugo Quiroga mostró su preocupación por la situación económica y social del país, pero marcó las diferencias de contexto con la crisis de 2001. En diálogo con El Litoral analizó el «derrumbe» del sistema de representación y cómo, al calor de las asambleas populares, los saqueos y la violencia, el frustrado «que se vayan todos» devino en decepción, y en el rechazo a la dirigencia cuando no es capaz de atender las demandas ciudadanas.

 – Como pocas veces antes, se asocia el momento actual de crisis e incertidumbre económica, a diciembre de 2001. ¿Están creadas las condiciones para un nuevo diciembre trágico?

– Es verdad que se ha asociado al momento actual con la crisis de diciembre del año 2001. Pero me parece que, si bien tienen puntos en común, hay rasgos fundamentales que los diferencian. Hay un contexto histórico diferente y eso hace que no sean situaciones idénticas o análogas. El aspecto común con diciembre de 2001 es una situación económica y social muy grave por la pobreza (que es del 50 %), desigualdades sociales múltiples, una inflación galopante que el gobierno no puede controlar, y un cuadro que agravó la pandemia y mostró las desigualdades vergonzantes y múltiples de la Argentina: no hay trabajo, se cerraron fábricas, algunas de mayor porte se fueron del país, el trabajo informal se ha incrementado. Es decir que hay una situación material muy compleja, muy difícil y el gobierno no tiene rumbo ni ha encontrado un plan económico para dar respuestas satisfactorias a estos problemas.

– ¿Qué tiene de diferente este momento de aquél?

– Creo que el contexto era muy diferente veinte años atrás. Hubo una primera manifestación en el año 2001 de parte de los ciudadanos cuando fueron a votar en octubre y fue un voto castigo por el cual ya se manifestaba la disconformidad de la ciudadanía. Se votó introduciendo en los sobres diversos objetos, desde fiambres y preservativos hasta consignas. Había un malestar muy grande hacia la clase política. Lo que se produjo allí ya estaba adelantando lo que iba a acontecer el 19 y 20 de diciembre, cuando hubo un derrumbe del sistema de representación porque buena parte de la sociedad argentina marchó mientras coreaba la consigna «Que se vayan todos» en alusión a los políticos y gobernantes. Quiere decir que buena parte de la ciudadanía estaba diciendo «estos dirigentes no nos representan». Hubo una serie de acontecimientos dignos de destacar: el Congreso estuvo vallado durante tres meses, cuando la gente veía un dirigente político conocido o un gobernante, lo echaban (por ejemplo, de un restaurante) o lo insultaban en la calle. Una característica muy importante que tuvo diciembre de 2001 fueron las asambleas barriales que crearon una expectativa en sectores de la sociedad mientras discutía qué se podía hacer, cómo encontrar desde el punto de vista del ciudadano una respuesta política más efectiva. Eso duró muy poco pero fue un signo importante a destacar. También hubo un mercado de trueque porque la situación económica era catastrófica, y una gran violencia por parte del Estado con muertos en todo el país, principalmente en la ciudad y provincia de Buenos Aires.

– La efervescencia social era muy marcada.

– Era un contexto distinto al que estamos viviendo ahora. Por la cantidad de muertos que hubo, por la violencia social a partir de los asaltos a supermercados, las discusiones que se entablaban entre los ciudadanos para encontrar una salida. Ahí también fueron los dirigentes políticos y los gobernantes los que en algún momento quisieron encontrar una solución porque, frente a la crisis o al derrumbe del sistema de representación, muchos pensaron que había que presentar la renuncia de todos los legisladores y designarlos nuevamente y eso era imposible. En la Argentina, los plazos de legisladores y gobernantes están fijados por la Constitución nacional y no se pueden cambiar esos plazos si no es a través de una reforma de la Constitución. Es decir que la pretensión de reformar la Constitución a partir de leyes era una medida inconstitucional, pero era una medida que buscaban el gobierno y los dirigentes políticos desorientados en un momento de incertidumbre que nunca vivió la Argentina. Eso está indicando que el contexto era muy diferente.

– Precisamente, la consigna de aquél momento fue «que se vayan todos», que nunca se concretó en esos términos. ¿Quedó alguna huella de ese reclamo?

– Aquella consigna «que se vayan todos» no se concretó porque en lugar de irse todos, se quedaron todos. Fue, desde ese punto de vista, una decepción hacia buena parte de la ciudadanía. La huella que dejó el reclamo de 2001 continúa con el fastidio hacia buena parte de la dirigencia política y del conjunto de los gobernantes, sobre todo cuando éstos no aplican políticas públicas satisfactorias que den respuesta a las demandas de los ciudadanos. Y la ausencia de esas políticas públicas son las que no pueden responder a los graves problemas de la Argentina de largo plazo y estructurales; como la inflación, la falta de empleo, el retiro de algunas grandes fábricas, la quiebra de otras (producto de la pandemia también). Y eso ha generado una situación de mucho sacrificio y mucho dolor. Creo que la Argentina es un país que está sufriendo por esta situación material, moral, por problemas de de salud por la pandemia.

– También se dio en aquél momento el protagonismo de las organizaciones sociales. ¿Cómo vio su evolución en los 20 años que siguieron?

– En las movilizaciones y en lo que sucedió después del 19 y 20 de diciembre de 2001 hubo un protagonismo de organizaciones sociales. Aparecen con mucha más claridad dentro de los movimientos sociales los piqueteros, los cartoneros, las asambleas barriales, los clubes de trueque.

Hoy podemos decir que las organizaciones sociales son actores políticos que ocupan un lugar central en el entramado del poder. Si se analiza la situación actual, hay más de 2,3 millones de personas que se manejan con la tarjeta Alimentar, creada por el ex ministro de Desarrollo Social (Daniel Arroyo) y vinculada a la AUH. Lo cierto es que fue entregada a través de la Anses pero recibió la protesta de dos grandes líderes de los movimientos sociales: Grabois y Pérsico que además de manejar grandes planes sociales es funcionario del gobierno nacional y está a cargo del Programa Potenciar Trabajo. Además se ha creado la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular que es un sindicato de los trabajadores informales que hace muy poco tiempo ha logrado personería.

Lo que encontramos son planes sociales, que han convertido a la Argentina en un país de personas asistidas, que la pandemia reforzó. No estoy diciendo que no haya que asistir a la gente que no tiene trabajo, a las personas vulnerables; sino que estoy marcando una situación estructural de la Argentina que es una sociedad asistida y lo que hace es que estas personas no tengan autonomía: tener trabajo no solo dignifica sino que nos hace responsables de tomar nuestras propias decisiones, sin que seamos rehenes de nadie.

«Hay una situación material muy compleja, muy difícil y el gobierno no tiene rumbo ni ha encontrado un plan económico para dar respuestas satisfactorias a estos problemas», dijo el politólogo Hugo Quiroga al comparar el momento actual con el 2001.Foto: Luis Cetraro

Perfil: Hugo Quiroga es polítologo, investigador y director de la revista Estudios Sociales, de la UNL,  que cumplió 30 años y fue fundada en 1991.

– Usted hablaba hace unos años de la personalización de la política y el debilitamiento de los partidos. ¿Hoy lo sigue viendo de esa manera? ¿Cómo influye en eso la polarización y la identificación de la población con los «relatos» políticos?

– Yo caractericé hace algunos años la idea de la personalización de la política y el debilitamiento de los partidos. Creo que hoy el sistema de partidos no existe en la Argentina: desde 2003 hasta el presente, tanto el radicalismo como el peronismo, los partidos mayoritarios, no se presentan en las elecciones nacionales con un rótulo propio, sino en coaliciones. Lo que nace a partir de 2003 son coaliciones políticas donde pueden estar el radicalismo por un lado y el peronismo por el otro. Pero sin duda hubo una crisis de los partidos políticos que no existen como tales. Hoy existen, sobre todo a partir del año 2003 que comienza a imponerse una política de coaliciones, dos grandes fuerzas que han competido en estos últimos años: por un lado Cambiemos, con diferentes nombres, y por el otro el Frente de Todos. Diría que compiten y rivalizan entre sí y el sistema político se ha reconfigurado en la Argentina y ha pasado de un sistema bipartidista a un sistema de bipolarización: dos polos grandes de ciudadanos que se agrupan, ya sea en Cambiemos o Juntos, y el Frente de Todos. En las últimas elecciones, tanto en las Paso como en las generales, quedó muy claro que esas fuerzas fueron las que polarizaron, pero hubo fuerzas marginales que crecieron mucho: una extrema derecha radical con Milei (más circunscripto a Buenos Aires) a la cabeza, pero también creció mucho la izquierda. Quiere decir que hay una nueva escena política en la Argentina que se ha concretado en las últimas elecciones.

Por otro lado, creo que el relato político que orientó al kirchnerismo está resquebrajado y ya no suscita el mismo interés que hace algunos años. Eso sí: la polarización es extrema e impide que haya posibilidades de un consenso, que no significa que se unifiquen dos fuerzas rivales sino que puedan encontrar, a través de sus sectores más moderados, puntos en común para que la Argentina encuentre respuestas a sus graves problemas estructurales de largo plazo.

 – La imagen del helicóptero presidencial que parte del techo de la Casa Rosada sigue siendo un símbolo de aquellos días (corolario o inicio, según cómo se mire) y es llamativa la manera en que se se apela a ella para anticipar el final de otro presidente.

– No es una imagen feliz porque es la de un presidente débil que se retira desde el techo de la Casa de Gobierno, que es el recinto del poder, porque las manifestaciones le impedían salir por la puerta. La realidad es que (Fernando) De la Rúa se fue en helicóptero ese día pero al día siguiente entró a la Casa Rosada por la puerta y luego vino su renuncia. Pero lo que interesa es lo simbólico de esa imagen y que luego hubo una utilización nefasta que fue cuando gobernaba el presidente (Mauricio) Macri y en muchas de las manifestaciones de la oposición había carteles y consignas que decían que se iba a retirar de la misma manera. Eso no ayuda; la democracia es tal como la hacemos, es tal como la ciudadanía la construye. Entonces, la idea es que todo presidente termine su mandato constitucional. En el caso de Cambiemos, fue el primer gobierno no peronista que pudo terminar su mandato y esto, que puede ser normal en cualquier otro país, sobre todo los desarrollados, en la Argentina no lo era. El gobierno de (Raúl) Alfonsín no lo pudo terminar, tampoco De la Rúa. Pero quiero decir también que el gobierno de (Eduardo) Duhalde que fue designado por la Asamblea Legislativa para que terminara el mandato de De la Rúa, tuvo que terminar antes luego de la muerte de dos militantes (Kosteki y Santillán) en el Puente Pueyrredón. Eso también hay que decirlo, porque es el único caso en que un presidente peronista no designado por las urnas se tuvo que retirar.

En definitiva, la democracia necesita una defensa colectiva, y lo bueno es que todo presidente termine su mandato: de eso se trata la democracia, de una armonización pacífica de la competencia con miras al ejercicio de poder y la alternancia política, con el respeto a las minorías. No hay democracia sin la vigencia de los derechos humanos reconocidos por todos los tratados y convenciones internacionales y por nuestra propia Constitución Nacional.

El Litoral

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