«Leonardo Boff: la ética del cuidado de la madre tierra» – Por Silvia Oliviero Ghietto

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Por Silvia Oliviero Ghiett*“Guardo un recuerdo perenne de él. Adquirí de Darcy Ribeiro, de quien Oscar Niemeyer era amigo-hermano, un pequeño apartamento en el barrio Alto de Boa-Vista, en el Valle Encantado. Desde allí se avista toda la Barra de Tijuca hasta el final del Recreio de los Bandeirantes. Oscar reformó aquel apartamento para su amigo, de tal forma que, desde cualquier lugar, Darcy (que era pequeño de estatura) pudiese ver siempre el mar. Hizo un estrado de unos 50 centímetros de altura y, como no podía ser de otro modo, con una bella curva de esquina, como ola de mar sobre el cuerpo de la mujer amada. Allí me recojo cuando quiero escribir y meditar un poco, pues un teólogo debe también cuidar de salvar su alma…” (Amistades, Leonardo Boff)

Hoy nuestra Madre Tierra sigue su marcha inexorable hacia el abismo, siendo la causa principal el “Estilo Tecnológico Dominante” que antepone la maximización de las ganancias, la explotación ilimitada de los bienes naturales, patrones de consumo insostenibles y el “descarte” de miles de seres humanos condenándolos al hambre y la pobreza. Los signos vitales de los ciclos ecológicos que permiten su regeneración han sido alterados y nos encontramos en pleno proceso de adaptación a dichos cambios. La mitigación es insuficiente y los impactos se hacen sentir sin tregua sobre la humanidad: magnificación de los eventos climáticos extremos, aumento del nivel del mar y de la temperatura media global, contaminación del agua, aire, suelo y alimentos, aumento de la escasez de agua y de la inseguridad alimentaria, perdida de la diversidad biológica, afectación a la salud humana y recrudecimiento de enfermedades zoonóticas y trasmitidas por vectores, entre otros

Hoy celebramos los 83 años de uno de los principales referentes del Pensamiento Ecosocial Latinoamericano, Leonardo Boff, teólogo, escritor, pensador y activista por los derechos civiles y ambientales, fundador de la Teología de la Liberación, hacedor de la emblemática Carta de la Tierra, incansable educador ecologista y además inspirador de varios fragmentos de la Encíclica LAUDATO SI del Papa Francisco.

En sus palabras hay una preocupación constante por la situación actual de la humanidad y de la naturaleza, nos dice “Vivimos un momento singular de la historia de la humanidad. Escuchamos dos gritos: el grito de la tierra, y el grito de los pobres. Hay que hacer de los dos, nuestro grito. Tenemos que actuar de tal modo, que ellos no necesiten gritar”. Nos señala que esta crisis es “sistémica” y la alternativa superadora es cambiar los modelos de producción, consumo, económicos, tecnológicos, y de cómo nos relacionamos con la Madre Tierra, expresando que “Estamos en medio de una crisis de civilización, y como toda crisis, nos purifica, nos acrisola, nos mejora”, y que podemos regresar de la misma “con otro ánimo, dando importancia a las cosas más pequeñas, porque hay un cambio de mirada. Podemos superar esta crisis, y abrir un camino nuevo para la humanidad”. Nos invita a dar rienda suelta a la creatividad y a la imaginación para encontrar “nuevas alternativas de desarrollo”, nos dice parafraseando a Einstein “no podemos esperar que el pensamiento que nos ha llevado a esta crisis sea el que nos saque del problema y nos de las soluciones”. 

Otro aspecto que ha venido señalando y que hoy cobra mayor relevancia por esta Pandemia inédita, es volver a retomar la relación de “CUIDADO” y nos explica que “esta relación protege y no destruye, que nos transmite paz y seguridad, y que es la esencia del ser humano más allá de la libertad, la creatividad y la espiritualidad”. En este sentido destaca el papel de las mujeres que practican esta relación con una sensibilidad especial en los primeros momentos de nuestra existencia. Por lo tanto como hijos de la Tierra debemos CUIDARLA y PROTEGERLA, porque “la Madre Tierra está enferma y el calentamiento global es un síntoma de esa enfermedad, que es como la fiebre, y si la Tierra se enferma nosotros también nos enfermamos”. 

Nos alienta a crear una forma de relación y de producción que le permita a la Tierra regenerarse, reproducirse, para que nos provea de los bienes y servicios necesarios para la vida. Para ello debemos desarrollar formas más solidarias de consumo, como la agroecología, y citando a Francisco nos dice: “formas de sobriedad compartida, para que todos tengamos lo suficiente, y empezar por los `más vulnerables de la Tierra, los que viven en la pobreza. Por eso hablamos de Justicia Social y Justicia Ecológica”.

En ese dialogo Boff nos recuerda que el modelo de sociedad y el sentido de la vida que los seres humanos proyectaron para sí, en los últimos 500 años, está en crisis. Ese modelo, al menos en términos cotidianos, sigue siendo acumular riqueza material, bienes y servicios, a fin de poder disfrutar del breve paso por este planeta. A realizar este propósito nos ayudan la ciencia, que conoce los mecanismos de la tierra, y la tecnología, que interviene en ella para beneficio del ser humano, y eso hay que hacerlo a la mayor velocidad posible. En consecuencia, lo que se busca es el máximo de beneficio con el mínimo de inversión y en el más corto plazo de tiempo posible.

En esta práctica cultural, el ser humano se entiende a sí mismo como un “ser sobre las cosas”, disponiendo de ellas para beneficio, y nunca como alguien que está junto a las cosas, como miembro de una comunidad mayor, planetaria y cósmica. El efecto final, que ahora se percibe de manera irrefutable, es este, que queda expresado en una cita de Gandhi: “la tierra es suficiente para todos pero no para la voracidad de los consumidores”. 

Boff nos enseña que “la singularidad del saber ecológico reside en su transversalidad, es decir, en el relacionar hacia los lados (comunidad ecológica), hacia adelante (futuro), hacia atrás (pasado) y hacia dentro (complejidad) todas las experiencias y todas las formas de comprensión como complementarias y útiles para nuestro conocimiento del universo, nuestra funcionalidad dentro de él, y para la solidaridad cósmica que nos une a todos. De este procedimiento resulta el holismo (halos en griego significa totalidad)”.

De esta manera su pensamiento nos invita a hacernos las siguientes preguntas:

  • Es posible mantener la lógica de la acumulación, del crecimiento ilimitado y lineal y al mismo tiempo evitar la quiebra de los sistemas ecológicos, la frustración de su futuro por la desaparición de las especies, la depredación de los recursos naturales sobre los que también tienen derecho las futuras generaciones?
  • No se da un antagonismo entre nuestro paradigma hegemónico de existencia y la conservación de la integridad de la comunidad terrestre y cósmica?
  • Podemos responsablemente llevar adelante esta aventura tal como fue conducida hasta hoy?
  • Con la conciencia que hoy tenemos acerca de estas cuestiones, no sería sumamente irresponsable y por ello antiético continuar en la misma dirección? O es urgente que cambiemos el rumbo?

De su lectura surge que con la voluntad de dominarlo todo nos hemos convertido en dominados y sometidos a los imperativos de una Madre Tierra degradada. La utopía de mejorar la condición humana ha degradado la calidad de vida. El sueño de un crecimiento ilimitado ha producido el subdesarrollo de dos tercios de la humanidad, la voluptuosidad de la utilización óptima de los recursos de la Madre Tierra ha llevado al agotamiento de los sistemas vitales y a la desintegración del equilibrio ambiental.

El capitalismo ha deteriorado la base de la riqueza, que es siempre la tierra con sus bienes y el trabajo humano. Ambos, tierra y trabajador/a, están heridos y sangran peligrosamente. Ha habido, por tanto, algo de reduccionismo y de profunda equivocación en este proceso que solo hoy estamos en situación de percibir y cuestionar en su debida gravedad.

Finalmente como todo “esperanzador” como le gusta considerarse, nos abre la puerta a algunas alternativas posibles:

  • Retornar al hábito del CUIDADO es fundamental.
  • Practicar y estimular la solidaridad y la cooperación entre las personas.
  • Crear y alentar nuevas formas de producción y consumo, suficientes para el buen vivir y no para acumular.
  • Estimular políticas de responsabilidad compartida para “recuperar” la naturaleza y minimizar la pobreza.
  • Considerar y fortalecer la dimensión ESPIRITUAL Y LA MISTICA que pueden crecer ilimitadamente, como la solidaridad, la amistad, el amor, la alegría y la sensibilidad.

 

Fuentes consultadas: (1) “ECOLOGÍA: Grito de la Tierra, Grito de los Pobres”, L. Boff, 1995. (2) “La Dignidad de la Tierra”, L. Boff, 2000. (3) “Una ecología integral: Por una eco-educación sostenible”, L. Boff, 2020. (4) “La Carta de la Tierra”, UNESCO, 2000.- 

(*) Profesora «Ambiente, Ciencia y Tecnología en Latinoamérica», CCC- Lic. Historia, UNDAV. Licenciatura en Gestión Ambiental y Desarrollo Sustentable, UMET y Maestría en Ingeniería Ambiental UTN. 

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