El fin del imperio… y mucho más – Por Nieves y Miro Fuenzalida

1.684

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El fin del imperio… y mucho más

Nieves y Miro Fuenzalida*

Las predicciones basadas en las cadenas causales son, según indican las experiencias pasadas, siempre inciertas, porque el inesperado surgimiento de un sólo evento puede cambiar totalmente las circunstancias. Así y todo, si miramos el futuro, la actual civilización humana, tal como la conocemos hoy, corre el peligro de desaparecer de la faz de la Tierra. Según el historiador y académico estadounidense Alfred McCoy, el inminente cataclismo del cambio climático, junto con el desafío geopolítico de China, tienen el potencial de poner fin al orden mundial de Washington y permitir el ascenso de un sistema global alternativo.

Como él nota, en la década posterior a la devastadora recesión del 2008, la posición competitiva de Estados Unidos frente a China se debilitó notablemente en tres áreas claves: económica, tecnológica y educativa. En el 2012, El Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos advirtió sobre el surgimiento de un rival potencial para el liderazgo de EU. Para el 2030, informó, Asia habrá superado a América del Norte y Europa combinadas en términos de poder global, según el PIB, el tamaño de la población, el gasto militar y la inversión tecnológica.

China por sí sóila tendrá la economía más grande, superando a EU alrededor del 2030. En el ámbito tecnológico China ha dado un salto cuántico en diez industrias clave, incluidas la aeroespacial, la inteligencia artificial, la tecnología de la información y las telecomunicaciones. En la carrera de las patentes mundiales, después de sobrepasar a EU, China presento 825 mil solicitudes de patentes en el 2011, en comparación con 572 mil de los Estados Unidos. De los tres millones de solicitud de patentes presentadas en todo el mundo en el 2016 China cuenta con el 43%, EU con el 20% y Japón con el 10%.

Y en el sistema educativo, Estados Unidos, que por mucho tiempo fue su fuente crítica de futuros científicos e innovadores, ha comenzado a quedarse atrás. Después de miles de millones de dólares en ayuda federal, los resultados estadounidense en matemáticas subieron ligeramente del puesto 39 al 36 en las pruebas del 2018, pero todavía 20 por ciento por debajo de los estudiantes chinos que una vez más ocuparon el primer lugar.

Después de meses de desplegar casi todas las armas del arsenal diplomático y económico para detener el avance de China, Washington dejó al descubierto su debilidad como superpotencia. EU ha alcanzado su límite en el ejercicio de su poder global y ya no tiene la fuerza económica, diplomática o bélica suficiente para frenar el ascenso de China como la principal economía del mundo. Según un estudio de la Corporación estadounidense Rand, una guerra victoriosa con China ya no es segura e implicaría una lucha inconclusa con enormes pérdidas para ambos lados.

En noviembre del 2020 Beijing lideró a quince países de Asia y el Pacifico en la firma de una Asociación Económica Integral Regional, la zona de libre comercio más grande del mundo que abarca 2.200 millones de personas y casi un tercio de la economía mundial. Y dos meses después firmo un borrador de acuerdo con los lideres de la Unión Europea para una integración más estrecha de sus servicios financieros.

Estos dos acuerdos le dan a Beijing acceso preferencial prácticamente a la mitad del comercio mundial. Mientras el poder global de EU ha comenzado a desvanecerse, China ha empezado a construir un sistema sucesor que será en ciertas áreas críticas bien diferente del actual, algunos de cuyos principios esenciales ya ha rechazado. Fundamentalmente Beijing ha subordinado los derechos humanos a la soberanía nacional.

Los lideres chinos promueven una teoría relativista de la cultura, opuesta a la “universalidad de la declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU”. Con el rechazo de los actuales ideales de derechos humanos y el estado de derecho internacional, el futuro orden mundial de Beijing va a estar gobernado por la “realpolitik” de la ventaja comercial, el interés mutuo y el interés nacional por encima de principios universales.

Según el historiador Joya Chatterji, todo imperio exitoso ha tenido que elaborar un discurso universalista e inclusivo para ganar el apoyo de los estados subordinados del mundo, y de sus lideres. China todavía no tiene nada de ésto. Y, sin embargo, si las inversiones en las infraestructuras, las más grandes de la historia, logran unificar el comercio de tres continentes, entonces, el poder financiero y el liderazgo global pueden moverse naturalmente hacia Beijing.

Pero si el proyecto fracasa, por primera vez en cinco siglos el mundo podría enfrentar una transición imperial sin sucesor, en el momento en que -debido a presiones internas y externas- la presencia global de EU comenzaría a desvanecerse, según las predicciones del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos que señalan que “China por sí sola tendrá la economía más grande, superando a la de EU alrededor del año 2030” y de la firma de contabilidad Pricewaterhouse Cooper que proyecta que para 2030 el PIB de China crecerá a 36 billones de dólares, más del 40 por ciento que el de EU de 25 billones.

En este escenario no sería arriesgado decir entonces que las presiones y alteraciones del cambio climático en el sistema internacional actual convergerán con el poder económico de China después del 2030, para iniciar la transición a un nuevo orden mundial moldeado a su imagen. Uno más difuso y menos directo, enfatizando la retórica del progreso económico y la campaña global para sacar a los millones de humanos olvidados de su miseria material.

El problema con este proyecto, sin embargo, es que uno propone y el cambio climático dispone. La aceptación del crecimiento económico como base de su legitimidad nacional e influencia internacional muy bien puede condenar su liderazgo mundial a una muerte prematura. En persecución del desarrollo económico, China ha ensuciado el aire de sus ciudades con el humo del carbón y los gases de escape, ha dañado sus ríos con represas y ha pescado sus aguas costeras hasta el agotamiento.

Para combatir este daño el presidente Xi anunció que China alcanzaría la neutralidad de carbono para el 2060. Demasiado tarde para detener los ciclos de retroalimentación de los incendios tropicales y el deshielo del permafrost del Ártico como ya ha empezado a ocurrir. Si China mantiene la prioridad económica sobre el ambiente, al igual que EU, no podrá frenar el ritmo implacable del cambio climático, lo que contribuirá a su prematuro final.

¿Con qué rapidez sentiremos el impacto del cambio climático? Hoy día hay clara y convincente evidencia científica de que el clima puede cambiar rápida y masivamente en apenas una o dos décadas. Sin la eliminación de la energía fósil la temperatura aumentará en 2.0°C después del 2040 y probablemente en cuatro grados Celsius en el 2100. La hegemonía de China, en tanto la temperatura aumente, durará no más de tres o cuatro décadas.

Alrededor del 2070 olas de calor insoportables convertirían en inhabitables áreas densamente pobladas del norte del país, base de la agricultura, que la transformarían en el lugar mas letal del planeta. Para el 2050 el aumento del nivel del mar inundará varias de las principales ciudades costeras, particularmente el centro comercial y motor económico más grande del país ubicado en Shanghái, lo que obligaría a Beijing a retirarse de su proyección de poder global para abordar las preocupaciones internas más urgentes.

Para el 2060 o 2070 las marejadas ciclónicas podrían inundar áreas habitadas por 275 millones de personas en todo el mundo, con el 80 por ciento en Asia. Unas 150 millones de personas viven ahora en tierras que estarán por debajo de la línea de la marea alta para el 2050. Entre ellas están Saigón, el delta de Mekong, Bangkok y Mumbai. Si la “centuria China” que comenzaría alrededor del 2030, se hace realidad es poco probable que no dure mucho tiempo.

Y, según McCoy, probablemente termine alrededor del 2050 cuando el calentamiento global se vuelva inmanejable. Después de 70 años de consumo de combustibles fósiles, sinónimo del sistema mundial de Washington y base del capitalismo, el cambio climático ha ganado suficiente fuerza para causar profundas perturbaciones en la comunidad humana, especialmente cuando el actual sistema mundial ha probado ser incapaz para responder a su desafío.

Para el 2050, si no antes, la incapacidad de las naciones individuales, no importa cuán poderosas sean, para hacer frente a la crisis de los bienes comunes globales habrá llevado a la especie humana a una situación de terrible caos y sufrimiento: acidificación, sequia, incendios, inundaciones, subida del nivel del mar y fenómenos meteorológicos extremos en una escala inconcebible. Lo posible es que la comunidad internacional podría finalmente cambiar el equilibrio que ha existido durante los últimos siglos entre la soberanía estatal, los derechos humanos y la energía.

Para hacer frente de manera efectiva a esta crisis, dice McCoy, tendríamos que crear un sistema internacional que privilegie la protección de los bienes comunes globales y los derechos humanos sobre la inviolabilidad de la soberanía nacional. Los organismos supranacionales tendrían que tener autoridad soberana sobre los controles de emisiones, reasentamiento de refugiados y reconstrucción ambiental. Si la transición a fuentes de energías renovables no se completa para el 2050, entonces estos organismos internacionales podrían obligar a las naciones a reducir las emisiones y reubicar las marejadas de refugiados.

El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo podrían transferir recursos de países ricos de clima templado para alimentar las comunidades tropicales diezmadas por el cambio climático y financiar obras publicas para remediar el daño ambiental. La Tierra cada vez más golpeada por las transformaciones climáticas bien podría necesitar un orden mundial empoderado que pueda reemplazar la soberanía nacional para proteger el planeta y el más fundamental y trascendente de todos los derechos humanos… la supervivencia.

Esto es lo mínimo que podríamos hacer y, sin embargo, este mínimo… ¿será posible? Si miramos la incapacidad y criminalidad de los lideres mundiales y la voracidad económica de las clases dominantes, la continuación del siglo XXI no augura nada diferente, políticamente hablando. Según el New York Times, el calentamiento global , en ausencia de medidas heroicas de reducción de carbono, alcanzara los 2.0 ° C unas pocas décadas después de 2040 y quizás cuatro grados Celsius para el 2100. Esta es la paradoja… si no detenemos la emisión de gases fósiles el calentamiento global nos condena a la extinción. Pero, si no comemos ni usamos energía, ¡morimos !

* Profesores de Filosofia chilenos graduados en la Universidad de Chile. Residen en Ottawa, Canadá, desde el 1975. Nieves estuvo 12 meses presa en uno de los campos de concentración durante la dictadura de Augusto Pinochet. Han publicado seis libros de ensayos y poesía.

Más notas sobre el tema