Vientos de cambio: ¿qué traerá el 2022 para América Latina y el Caribe?

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Vientos de cambio. ¿Qué traerá 2022 para América Latina y el Caribe?

Por OBSAL*

Vivimos en un continente que se caracteriza por su importante dinámica política. En los últimos años asistimos a escenarios inestables, de marchas y contramarchas, de avances y retrocesos de los distintos procesos políticos. El 2021 no fue la excepción. El balance de este segundo año pandémico abre las puertas a un 2022 clave. ¿Estamos ante una nueva ola progresista?

Nuestra América, de 2021 a 2022

La humanidad atraviesa una crisis civilizatoria que pone en peligro la reproducción material de la vida y de la naturaleza de la que somos parte. Además, estamos ante una transición hegemónica de occidente a oriente, de Estados Unidos a China, que tiene importantes implicancias geopolíticas.

Tres hechos distinguen al continente en el plano internacional. Por una parte, ha sido la región más castigada por el COVID-19 en 2020 y 2021: concentra más del 30% de la mortalidad mundial con solo el 8,4% de la población. Por otro lado, experimentó la mayor retracción del PBI durante 2020, con una modesta recuperación en 2021 que no alcanza a compensar la pérdida anterior. Finalmente, castigada por una mayor desigualdad social y por la pauperización social, ha sido un territorio atravesado también por un intenso proceso de conflictividad social que tensionó las relaciones entre la calle y el Estado, acentuando en varios países la crisis de representación.

Se puede decir que en general, durante el año, las elecciones favorecieron a las fuerzas de izquierda, tendencia que se acentuó con los resultados de Chile, Honduras, Venezuela y Nicaragua. En este país, después de las elecciones, el gobierno inició el proceso para abandonar la OEA, al denunciar la injerencia del organismo dirigido por Luis Almagro. Por otro lado, la derecha pareciera no haber alcanzado sus objetivos en sus intentos de asedio a varios gobiernos de izquierda, como sucedió recientemente en Bolivia, Perú y Cuba, además de las ya mencionadas Venezuela y Nicaragua.

Sin embargo, la dinámica contiene un nivel importante de fragmentación y por lo tanto, de incertidumbre. En el plano electoral, los resultados señalan, en la mayoría de los casos, un escenario de paridad entre las opciones políticas en pugna, y con variaciones en los números con respecto a los meses previos. Esto se suma a resultados contradictorios con la tendencia predominante, como es el caso del triunfo del banquero Guillermo Lasso en Ecuador, a principios de año —gobierno que de todos modos afronta un número creciente de dificultades económicas y sociales en estos meses—; y la derrota del Frente de Todos en las legislativas de Argentina, ante la alianza de derecha que fracasó en el gobierno en 2015-2019. A esto último hay que sumar la emergencia, no solo en Argentina sino en varios países, de una ultraderecha que aparece sin disimulos, incluso usufructuando de sus rasgos más brutales como parte de su “incorrección política”.

A su vez, aparecen indicios de impugnación a la democracia liberal, como el crecimiento de la abstención y una mayor volatilidad y fragmentación política. Por otro lado, en el terreno social, el desarrollo de luchas por el territorio no pocas veces se contrapone a las legislaciones y a las acciones institucionales que desoyen a sus supuestos representados. Entre estas últimas se puede mencionar los conflictos en Paraguay, Chile y Argentina, en todos los casos con raíces en el despojo a los pueblos originarios. También los conflictos contra el extractivismo, como sucedió en los últimos días del año en Chubut, cuando la lucha de la población obtuvo un triunfo muy importante.

Más rupturas que continuidades

En el terreno electoral, el triunfo de Gabriel Boric en el balotaje de las presidenciales de Chile es un dato clave para la región, que parece confirmar la debacle del pinochetismo como modelo económico y político. Sumado a que en este año también se realizaron elecciones de constituyentes y la derecha no alcanzó el objetivo de sostener un tercio de convencionales para conservar poder de veto, el país se encuentra ante un momento excepcional. Nunca está de más recordar que este proceso fue abierto hace ya más de dos años, cuando primero de todo algunas cabras y cabros —“adolescentes”— comenzaron a saltar los molinetes del Metro y eso encendió la mecha de un barril cargado de razones para explotar. Algunos interrogantes básicos hacia el futuro próximo: ¿Qué tan de ruptura (o de moderación) será el gobierno de Boric? ¿Hacia qué bloque histórico contribuirá su política exterior? ¿Cómo responderá la derecha? ¿Chile logrará avanzar hacia el reconocimiento de la plurinacionalidad? ¿Qué Constitución alumbrarán estos tiempos de lucha? La complejidad por delante es infinita y ciertamente imprevisible.

Con rasgos muy diferentes, la misma definición se podría aplicar a su vecino, Perú. Hace pocos meses una presidencia de un maestro de izquierda no estaba en los planes de casi nadie. Desde la elección de Pedro Castillo, la ofensiva desplegada por las fuerzas de la derecha ha sido continuada, como lo muestra el reciente intento de vacancia presidencial, fallido por poco, lo que ilustra sobre los desafíos para la gobernabilidad.

A este panorama, en América del Sur hay que sumar otras situaciones muy diferentes. Es el caso de Bolivia, con el pueblo movilizado ante el intento de la ultraderecha por desconocer el gobierno e impulsar otro golpe de Estado. O el de Colombia, a cinco años de la firma del acuerdo de Paz con las FARC con un marco de ofensiva paramilitar y al mismo tiempo con importantes luchas sociales y la posibilidad de que Gustavo Petro triunfe en las próximas presidenciales. O el de Brasil, con indicadores económicos y sociales en retroceso y un gobierno de Bolsonaro en baja. A la derecha pareciera quedarle solo Lacalle Pou, en Uruguay, con una aprobación significativa de su población, aunque parece enfrentar algunos signos de desgaste y tiene por delante una elección clave con el referéndum sobre la Ley de Urgente Consideración, que fue establecido para marzo de 2022. Paraguay, también gobernado por la derecha, no suele ser elegido como ejemplo, atravesado por fuertes tensiones sociales. Por último, en Argentina, la incógnita es la orientación que adoptará el gobierno, hasta ahora preso de la moderación que lo llevó a una dura derrota. En este sentido, la forma concreta que adopte el acuerdo (o el desacuerdo) con el FMI será determinante.

Hacia el Caribe, el panorama tampoco es uniforme. Siempre es particular el contexto de Cuba, que enfrenta el bloqueo y las campañas de desestabilización de EE. UU. pero así y todo alcanza logros históricos en materia de salud pública, como lo muestra el desarrollo de su campaña de vacunación, realizada con sus propias vacunas. Con todos sus problemas, la situación de Cuba es incomparable con la de su vecina Haití, en dificultades extremas, como lo muestran el asesinato de su presidente y la consolidación del poder de las pandillas. También es muy distinta a la de Puerto Rico, todavía colonia de EE. UU. y en estos momentos víctima del ajuste presupuestario sobre la inversión social. También diferente es la situación de Barbados, que acaba de cortar lazos con su antiguo colonizador, la Corona británica, para convertirse en república. El tema se encuentra en debate en otros países, como Santa Lucía y Jamaica.

En Mesoamérica, además de la victoria del sandinismo en Nicaragua, destaca el importante triunfo de Xiomara Castro en Honduras, que truncó el régimen político abierto en 2009 con el golpe de Estado a Zelaya, apoyado por Estados Unidos. Otra novedad es el distanciamiento de la administración Biden respecto a los gobiernos de derecha de Guatemala y El Salvador. En toda la subregión hay dos temas transversales excluyentes: uno es la situación de las personas migrantes (y su abordaje casi exclusivo como problema de seguridad); el otro es la creciente relación económica con China, más allá de los diferentes signos políticos. En México, AMLO llega a la mitad de su mandato con alta aprobación popular, con tres reformas —energética, electoral y de seguridad— como desafíos por delante y también con una deuda en materia de política migratoria.

Todas las miradas en Brasil y en Colombia

El año que comienza ofrece dos contiendas electorales claves para la región. Colombia elegirá presidente el próximo 29 de mayo y Brasil, el 2 de octubre. Si se diera una victoria de Gustavo Petro en Colombia y luego el triunfo de Lula en Brasil —ambos eventos anunciados por diversos sondeos—, entonces se confirmaría con creces la existencia de un cambio de etapa. Pero para hacer afirmaciones tajantes todavía falta mucho. Ya hemos visto que algunos pocos meses, a veces semanas, pueden cambiar completamente las evaluaciones previas.

Estos y otros temas son los protagonistas del informe #16 del Observatorio de coyuntura en América Latina y el Caribe (OBSAL), en el que, además de analizar el último bimestre, intentamos hacer un balance de lo que representó el año y mencionar algunos temas a seguir durante 2022.

El continente está en una dura disputa, cada vez más abierta. En ese contexto, y sin desconocer las dificultades, el año 2021 cierra con un presente esperanzador y con preguntas abiertas de cara al futuro. ¿Estamos ante un cambio de etapa? ¿Cuál será la relación que tendrán entre sí los gobiernos progresistas y de izquierda? ¿Se fortalecerán los organismos de integración latinoamericana? ¿Emergerán nuevos liderazgos?¿Qué pasará con la OEA, con la CELAC y con otros espacios de integración? En síntesis: ¿qué formas adoptará la confrontación global en curso y cómo afectará a la región?

Creemos que 2022 tendrá mucho para decir. Ojalá que los vientos de cambio no sean mera ilusión y el nuevo año traiga mejores condiciones de vida para los pueblos del continente.

Arg Medios

* El Observatorio de coyuntura en América Latina y el Caribe (OBSAL) es impulsado por las oficinas Argentina y Brasil del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Actualmente sus integrantes son integrado por Laura Capote, Marcelo Depieri, Mauricio Ferolla, Leticia Garziglia, José Seoane y Fernando Vicente Prieto.

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