Valorización y fuga como modelo del neoliberalismo argentino – Por Solange Martínez

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Por Solange Martínez*

Desde la década del setenta, la fuga de capitales ha constituido una problemática estructural para el desarrollo económico de Argentina, así como también para muchos países de América Latina. Gerald Epstein define a este fenómeno como la salida de capitales residentes en el país, producida por el intento de escapar a las regulaciones estatales y los efectos de las políticas públicas.

En el caso argentino, este proceso empezó a tomar especial relevancia y a comportarse como un problema endémico de la economía a partir de la desregulación del sector financiero implementada por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz, en su gestión durante 1976-1981 en el marco de la última dictadura cívico-militar.

La valorización financiera

Para el caso argentino, la fuga de capitales es una maniobra necesaria de la valorización financiera, devenido en el régimen social de acumulación de las riquezas (es decir, en modelo económico) del neoliberalismo criollo en sus tres ciclos: 1976-1982, 1991-2001, 2016-2019.

Entre las principales consecuencias económicas y sociales de la valorización financiera se encuentra la desinversión en la capacidad productiva nacional, así como también un proceso regresivo en la distribución del ingreso. La evasión de las empresas y de las personas dueñas de estos capitales obstaculiza una mejora en la distribución primaria a través de políticas sociales y económicas estatales. Para este modelo económico, el Estado se convierte en el promotor de la desregulación económica y en el garante de las divisas extranjeras que las inversiones especulativas requieren antes de la fuga del país, vía el endeudamiento con los organismos internacionales, que actúan siempre en complicidad y persiguiendo objetivos geopolíticos y estratégicos.

El modelo económico de la valorización financiera se define porque la única forma de capital que realmente se valoriza, es decir, que se amplía -absorbiendo una mayor cuota del plustrabajo social- es aquel que tiene capacidad de participar de los circuitos selectivos del sistema financiero, como la adquisición de títulos de deuda pública o composiciones accionarias de grandes empresas públicas y privadas.

De esta manera, se explica el rol principal que desempeña la fuga de capitales como clausura de los períodos de valorización financiera y endeudamiento público, y las crisis sociales que alimentan. A partir de allí, siempre se destaca la dificultad de pagar la deuda y el malestar social producido por la implementación de las políticas económicas de ajuste, impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial, siempre en coordinación con el Departamento del Tesoro (ministerio de economía) norteamericano.

Esta situación estalló en Argentina en las crisis de 1989, 2001 y, con vigencia en la actualidad, 2018. Las corridas bancarias son el indicio de la fuga de capitales y siempre desatan una estampida inflacionaria que golpea sobre el poder adquisitivo de los sectores asalariados y pymes.

Las crisis argentinas: 1989, 2001 y 2018

Estas tres crisis tienen características comunes y diferenciales. Todas se terminan de desatar cuando el Estado no puede resolver, desde el recetario de los organismos internacionales, el endeudamiento luego de que el capital especulativo “rompe” la bicicleta financiera (carry trade) para “fugarse” del país.

En términos de clases, el régimen de acumulación vía valorización financiera de los períodos Martínez de Hoz (Dictadura cívico-militar) y Cavallo (Menem y De La Rúa) fue articulada y promovida por actores y cuadros provenientes de los grupos oligopólicos locales, en alianza a sectores de la banca de inversión, particularmente de origen angloamericano. Para el ciclo de Macri, con Prat Gay, Dujovne y Caputto como articuladores económicos, la ecuación se dió vuelta y el proceso fue conducido por el capital transnacional, quedando en posición subordinada las fracciones oligopólicas locales que, sin embargo, pudieron realizar “pingües” negocios en los sectores agrario, energético, infotelecomunicaciones y construcción (la llamada “Patria Contratista”). Este cambio en las ecuaciones se deban a los cambio en la estructura social que impuso el neoliberalismo con su recetario de desregularización y extranjerización de la economía.

Ya en términos de economía política, la crisis de 1989 se desató como un gran golpe de mercado al intento del por entonces presidente Raúl Alfonsin de rearticular un modelo económico sin seguir, al pie de la letra, el recetario neoliberal. Tras el brutal endeudamiento de la Dictadura militar, para sostener el ciclo de valorización financiera de los actores locales y transnacionales, el boicot sistemático del Fondo y el Banco Mundial al “Plan Austral” y al “Plan Primavera” devino en crisis. La suspensión del pago de la deuda externa por parte de la República Argentina en 1988, producto de la deliberada falta de asistencia por parte los organismos internacionales, y la corrida cambiaria de febrero de 1989, promovida por los capitales internacionales que no gozaron del beneficio de la estatización de su deuda externa privada, terminaron desatando una crisis hiperinflacionaria precipitó la llegada anticipada al gobierno de Carlos Menem, quien con dolarización de la economía y privatización de las empresas públicas inauguró el segundo ciclo de valorización financiera del país.

La crisis de 2001 es la explosión económica y social tras la política neoliberal de desindustrialización y desguace del Estado para el sostenimiento de la valorización financiera, con una recesión económica que empezó, al menos, en 1998. El impulso al endeudamiento público provino de los sucesivos paquetes financieros otorgados por los organismos internacionales al país en sus infructuosos intentos por evitar el colapso del modelo de la convertibilidad (dolarización, donde $Ar1 es equivalente a U$S1) en un contexto donde no había empresa pública por vender y en donde la economía “quemaba” deliberadamente sus capacidades de generar riquezas desde la producción agraria e industrial.

Tras la rebelión popular y la renuncia de Fernando De La Rúa en diciembre de 2001, la suspensión del pago de la deuda externa de Adolfo Rodríguez Saá y la devaluación (“pesificación asimétrica”) de Eduardo Duhalde rompieron el modelo de la convertibilidad. La masacre del puente Avellaneda en junio de 2002 determinó que la abierta disputa de proyectos, entre el neoliberalismo (y su plan de dolarización definitiva) y el neodesarrollismo (y su propuesta de devaluación para reactivar la producción), se dirima en elecciones. El triunfo de Néstor Kirchner en abril de 2003 consolida el camino productivista emprendido por Duhalde y, a partir de 2008, será profundizado con una diversificación industrial con protagonismo estatal.

Quedan pocas dudas de que el macrismo fue el capítulo argentino de la ofensiva del gran capital transnacional sobre el proceso de integración regional. En otros artículos ya hemos explicado el papel jugado por los holdouts en relación al golpe económico y político sobre la llamada “década ganada”.

En abril de 2016, el macrismo consiguió los votos necesarios para que el Congreso argentino aprobara el pago a los Fondos Buitres.

“El acuerdo, negociado por Luis Caputo, uno de los reemplazantes de Prat-Gay junto a Nicolás Dujovne, se firmó el 22 de abril y obligó a Argentina a abonar 9.352 millones de dólares por 220 acuerdos. Una cifra que, por ejemplo, dobla lo que se le pagó a Repsol por la nacionalización de YPF. También en abril, el país colocó bonos en la bolsa de Nueva York y ocasionó una demanda que superó los 60.000 millones de dólares”. Diario El País. España. 26/12/2016

La reinstalación del régimen de la valorización financiera nunca había sido tan rápida. A estas medidas se sumó el festín de bonos en la bicicleta financiera (carry trade), con las LEBAC´s y las LELIQ´s como negocios mucho más rentables que la producción de soja. “Un economista analista de mercados y negocios agropecuarios plantea que las letras del BCRA es la mejor opción financiera para no perder dinero con la oleaginosa. `Si vendés soja hoy a 3.715 pesos y colocás en Lebacs a 30 días, suponiendo una tasa de 2% mensual y acumulativa, al 15 de noviembre tenés 4.180 pesos´. […] esto es más conveniente que vender soja y posicionarse en dólar” (Rizzo & Strasorier, “Las 50 sombras del agro, 2021).

La magnitud del saqueo señalaba, también, su corta duración. La acumulación por desposesión tiene el límite del hambre de la gente. Y tuvo también el límite de la pequeña y mediana burguesía de la industria nacional, que fue fagocitada también por los grandes capitales. La victoria electoral del macrismo en las elecciones de medio término en octubre de 2017 había llenado de confianza a la coalición de gobierno. Una confianza ciega que les impidió ver la rearticulación popular que el incipiente ciclo de luchas venía generando y que terminaría de soldar una unidad 50 días después, en los hechos de diciembre de 2017, donde una protesta de calles derrotó políticamente al gobierno.

Los “mercados”, el eufemismo televisivo para el gran capital transnacional, terminarían por disolver su confianza en el macrismo con tres corridas bancarias en abril, junio y agosto de 2018. Fiel al recetario neoliberal, el macrismo recurrió al FMI para garantizar un “seguro de cambio” de 50 mil millones de dólares. La jugada fue sencilla. El gobierno argentino pondría los dólares necesarios para que las inversiones especulativas puedan irse del país. Parafraseando a Atahualpa Yupanqui, las deudas son de nosotros, las divisas son ajenas.

* Profesora de Psicología (UNSL). Dipl. en Género y Gestión Institucional (UNDEF).  Investigadora del CEIL Manuel Ugarte (UNLa) y analista argentina del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

 

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