Detrás de la Guerra: ¿Qué pasa con las economías latinoamericanas? – Por Lina Merino Kirilenko y María Rizzo

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Lina Merino Kirilenko y María Rizzo*

Las consecuencias del conflicto desatado en Ucrania ya se deja sentir en cada región del mundo, tanto por que constituye un territorio de relevancia geoestratégica, como por las características de interconexión del sistema económico global. La energía y la producción agrícola, como sectores fundamentales para la economía global, se ubican en el ojo de la tormenta.

En el marco de la disputa por imponer las reglas de juego en la nueva fase digitalizada-virtualizada del capitalismo global en la que el mundo se encuentra, acelerada a partir de la pandemia de Covid-19, ¿cómo reaccionaron las economías mundiales, particularmente la local y las regionales, a la guerra en Ucrania?

Los acontecimientos, en pleno desarrollo, prueban, una vez más, que este conflicto se dirime en múltiples dimensiones, más allá de una guerra convencional entre ejércitos que pujan por el control de un territorio. 

El superciclo de los commodities se afianza con el conflicto 

El sector agroalimentario fue uno de los primeros, junto al energético, en el que impactó globalmente el conflicto ucraniano. Parte de los alimentos que el neoliberalismo convirtió en commodities, se dispararon en las Bolsas. El precio de la soja, el maíz, el trigo y el girasol, saltaron rápidamente en la bolsa de Chicago.

Al día siguiente en que Putin reconoció la autonomía de las provincias del Donbass, la soja aumentó un 5%, cotizando a U$S 645 la tonelada en el Mercado de Chicago; el trigo aumentó U$S 18 la tonelada, hasta los U$S 340; mientras que el maíz aumentó en U$S 13, para alcanzar los U$S 282 por tonelada.

Esto se debe en gran medida a que Ucrania es uno de los países del mundo con mayor porcentaje de superficie destinada al cultivo, cerca del 56%. El país euroasiático, se ubica en el primer lugar a nivel planetario en exportación de aceite de girasol. En la presente campaña debería exportar 6,65 millones de toneladas (Mtn), casi la mitad de la oferta mundial. En cuanto al trigo, alcanza el tercer lugar en materia de exportaciones, con 24 Mtn de oferta prevista por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) para 2021/22, y junto a Rusia proporcionan alrededor del 30% del trigo que se exporta a nivel global. Además, se situá en el 4° lugar en materia de exportaciones a nivel mundial de maíz, con embarques proyectados para la presente campaña de 33,5 Mtn, por detrás de EEUU, Brasil y Argentina.

Los fertilizantes: insumos claves

En 2019, la FAO publicó un informe prospectivo sobre los equilibrios entre oferta y demanda de fertilizantes hasta 2022, un componente determinante para la producción agrícola. Según su análisis, la oferta mundial estaría ligeramente por encima de la demanda, lo que provocaría una escasez en algunas regiones. América Latina era el subcontinente que presentaba más desequilibrios, dada su fuerte dependencia de fertilizantes importados.

Rusia es el principal proveedor de fertilizantes de todo tipo en el mundo. Anualmente exporta cerca de 35 millones de toneladas, por unos U$S 8.100 millones. Aporta el 20% de estos insumos al mercado global, siendo el segundo mayor productor de amoníaco, urea y potasa, y el quinto mayor productor de fosfatos procesados. El país representa el 23% del mercado mundial de exportación de amoníaco, el 14% de la urea, el 21% de la potasa y el 10% de los fosfatos procesados.

En diciembre de 2021, Rusia anunció la introducción de restricciones a la exportación de fertilizantes, con vigencia hasta junio de 2022. La estrategia del gobierno de Putin se enmarcaría dentro de lo que algunos denominan “diplomacia de fertilizantes”. Por ejemplo, PhosAgro, una de las principales empresas rusas del sector, anunció que los suministros a Brasil no serían afectados y a principios de febrero, Reuters reveló que la misma PhosAgro negociaba acuerdos de suministro con empresas indias.

Un punto central es el hecho de que el gas natural es fundamental para la fabricación de fertilizantes nitrogenados; un factor determinante para la producción de compuestos como el amoníaco, otro insumo indispensable para la producción agrícola. Así, la producción y la exportación de fertilizantes depende en forma directa de la producción y flujo del gas natural.

Estos fertilizantes son fundamentales para la agricultura, especialmente para el maíz, por lo que ya están en alerta los productores de Iowa, Estados Unidos, próximos a empezar la campaña, mientras que los de Brasil y Argentina, aún tienen algunos meses de preparación, pero ya encendieron las luces amarillas.

Si bien los principales abastecedores de fertilizantes a la Argentina tienen sede en Marruecos, Estados Unidos y China, Rusia aparece en quinto lugar con un 7% del valor total importado. “Su influencia en los precios mundiales de los fertilizantes es, sin dudas, decisiva”, según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).

El pasado 15 de febrero de 2022, coincidiendo con la escalada irreversible de la tensión entre Rusia y Ucrania, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, inició una visita oficial al país presidido por Putin. Aunque en apariencia era un mal momento para visitas, en realidad el encuentro tenía un motivo casi urgente: la dependencia de Brasil de los fertilizantes de Rusia, en un contexto de encarecimiento mundial de estos insumos, aunque la versión oficial brasileña se excusó en una cita programada mucho antes del empeoramiento de la crisis.

Durante el 2021, el 23% del total de fertilizantes importados por Brasil llegó desde Rusia, la mayoría potasa. Si la industria rusa de fertilizantes es alcanzada por las sanciones, -algo altamente probable-, el agro brasilero enfrentaría una crisis de abastecimiento con fuerte impacto negativo sobre los rendimientos agrícolas, principalmente de cultivos como la soja y el maíz.

En Colombia, la preocupación la manifestó el presidente del Consejo Nacional de Secretarios de Agricultura de Colombia (CONSA) y el secretario de Agricultura de Antioquia, Rodolfo Correa, quién en declaraciones radiales manifestó que “Colombia necesita de fertilizantes como la urea; que es una mezcla de varios elementos químicos, solo ese producto que consume Colombia, proviene de Rusia en un 29% y de Ucrania en un 13%. El 42% del principal fertilizante agrícola de Colombia proviene de los dos países que están en guerra”.

El impacto no es solo en América, también la Unión Europea depende en gran medida del abastecimiento externo de estos insumos. En Francia, se necesita alrededor del 380% más de los fertilizantes que se producen localmente; en Irlanda cerca del 340%; en Italia un 230%; en Portugal el 154%; mientras que en España casi un 115% más. Un poco menos dependientes son: Polonia, donde es necesario un 67% más de fertilizantes; Alemania, un 45% más y Holanda, que necesita casi el 12% más de estos insumos. Es decir, que estos países necesitan importar fertilizantes para desarrollar la actividad agroalimentaria.

La volatilidad en los precios de los fertilizantes ya comienza a transformarse en una preocupación para las siembras de los cultivos de la próxima campaña agrícola, la 2022/2023.

La energía: niña bonita en medio de la guerra

El 75% del suministro de gas natural que llega a Europa y al Reino Unido se realiza vía gasoducto, principalmente el Nord Stream ruso, que alcanza a cubrir un tercio del continente, según datos de la Administración de Información Energética de Estados Unidos. Rusia abastece el 40% del gas que consume Europa, principalmente a través del Nord Stream, mientras que la puesta en funcionamiento del Nord Stream 2, duplicaría la capacidad de suministro, llegando a 110 mil millones de metros cúbicos. No es casual que la chispa de la escalada del conflicto se encendiera con la firma en puertas de las certificaciones del gasoducto por parte de Alemania.

Estados Unidos es el principal productor de gas a nivel mundial y tiene las empresas con la infraestructura capaz de abastecer por vía marítima a Europa. Sin embargo, según los datos de Gasindustrial, el precio del GNL que llega desde Estados Unidos a España se paga un 40% más caro que el que se recibe desde Rusia.

A esto se suma que los envíos de gas desde Rusia se redujeron un 41% en enero con respecto al mismo mes del 2021. Para suplir ese faltante, Europa necesita unos 50 buques adicionales de GNL por mes. Si bien la empresa controlada por el Estado ruso está cumpliendo con los contratos de entrega de gas en firme, no está vendiendo gas en el mercado spot europeo por fuera de esos contratos. También se observa una disminución de la capacidad almacenada de gas en Europa, según los datos de Gas Infrastructure Europe, además de una mayor competencia global por el GNL.

Según información oficial, la producción rusa de GNL aumentó un 15,8% en 2021 y las exportaciones a China aumentaron interanualmente en un 50,5% a través de Power of Siberia 1 (gasoducto 100% propiedad de Gazprom que opera desde 2019). Los volúmenes enviados a través de los gasoductos rusos crecieron 154,2%. Dicho intercambio se está profundizando, ya que el 22 de febrero de este año, dos días antes del estallido del conflicto en Ucrania, Gazprom anunció en un comunicado oficial la firma de un acuerdo con CNPC de China para elevar su contrato actual de compraventa de gas natural en 10.000 millones de metros cúbicos adicionales por año. De esa forma, Gazprom podría pasar a exportar hasta 48.000 millones de m³ de gas a China por año. Es el mayor contrato de exportación de gas del mundo en términos de volúmenes. Gazprom exportó a China 16.500 millones de m³ en 2021: unos 8 millones de m³ a través de Power of Siberia y otra gran parte en forma de GNL.

Si bien el GNL ruso es propiedad del gobierno en más del 50%, aparecen como accionistas Vanguard Group, Blackrock y JP Morgan, los principales fondos de inversión a nivel global. ¿Curioso? No tanto, “todo tiene que ver con todo”, dijo Cristina Fernández de Kirchner.

El control de las nuevas tecnologías, entendidas como los medios de producción que permiten dar el salto de escala, resulta clave en la guerra del siglo XXI en la que la riqueza, cada vez más concentrada, se disputa entre dos fracciones de un mismo polo, el del capital,. Una contradicción entre dos proyectos que a veces se presentan como disputas entre estados naciones (Estados Unidos y China) y otras veces, excediendo las estructuras institucionales de gobernanza, como proyectos estratégicos de la Aristocracia Financiera Tecnológica Global (modelo Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft, GAFAM y el modelo Huawei, en alianza con sectores angloamericanos que aportaron y se beneficiaron de la expansión económica y financiera del gigante asiático), articulados accionariamente a las grandes firmas financieras globales.

En este contexto, Argentina puede jugar un rol preponderante a nivel mundial, en términos de provisión de gasm ya que tenemos la segunda reserva a nivel mundial, de gas no convencional en Vaca Muerta. En ese sentido, a fines del 2021, el gobierno nacional anunció el inicio del proceso para la construcción de la primera etapa del gasoducto Néstor Kirchner y del Sistema de Gasoductos Transport.Ar Producción Nacional. Esto permitirá ahorros por más de U$S 1.500 millones entre importaciones y subsidios. Cabe mencionar además que, en febrero, la empresa estatal Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA) junto a la Corporación Nuclear Nacional de China (CNNC), firmaron un contrato comercial para la construcción de Atucha III, con una inversión que se estima en 8.300 millones de dólares, la mayor de origen chino en el país.

Crisis u Oportunidad

Dos caras de una moneda que está girando en el aire. No será el azar quien defina el escenario. Jamás lo fue en ninguna guerra. Es la decisión y el accionar político-estratégico lo que determina que sea crisis u oportunidad. En realidad, lo central pasa por definir quiénes pagan las crisis y quiénes tendrán oportunidades de resolverla a su favor.

Lo cierto es que la guerra convoca a establecer lazos comerciales entre los países latinoamericanos, donde se desarrollen cadenas regionales de valor, intercambiando productos que permitan a nuestras naciones establecer vínculos comerciales de nuevo tipo, productos como el gas, o el litio que se producen en Bolivia, los granos y subproductos de Argentina, plásticos y petróleo de Venezuela, es decir, buscar suplantar el lazo comercial que nos sujeta a los países en conflicto. Podría ser una oportunidad para restablecer una economía regional profundamente integrada, en red, dispuesta a autoabastecerse ante cualquier situación crítica que se presente en estos tiempos de guerra.

Es tiempo de desempolvar el Mercosur, sobre el que tanta tierra echaron Uruguay y Brasil. Junto a la UNASUR y la CELAC, el Mercosur es la herramienta que resultaría central para el momento que atraviesa el mundo y la región. Profundizar este organismo supranacional, en un primer momento, el momento comercial, relacionar entramados productivos entre las empresas nacionales y, por qué no, privadas, priorizando el mercado interno regional con perspectiva latinoamericana y caribeña.

Puede ser un sueño, puede ser una utopía, pero la “realidad efectiva” también presionará sobre los gobiernos para solucionar los problemas de inflación, desabastecimiento y pobreza que acarrea una guerra.

Si se impone el plan del mercado manejado por los de arriba, el resultado será oportunidad para aumentar la concentración de las riquezas socialmente producidas por las fuerzas de trabajo, incidiendo sobre la naturaleza, por parte de las Empresas Transnacionales  agroalimentarias y energéticas, por los grandes fondos de Inversión, etc.

Los gobiernos están ingresando en una encrucijada histórica, donde los de abajo presionaremos por el bienestar y la justicia social y los de arriba presionarán para que elijas de qué lado vas a estar: Arriba y dominado, o abajo y luchando.

* * Merino Kirilenko es Lic. en Biotecnología y Biología Molecular (UNLP) y Doctora en Ciencias Biológicas (UNLP). Investigadora del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología (OECyT) asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia y al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).** Rizzo es Med. Veterinaria (UNRC). Maestranda en Desarrollo Regional y Políticas Públicas (FLACSO). Co-coordinadora del Centro de Estudios Agrarios (CEA).

 

 

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