Mercenarios de exportación: La industria de la muerte made in Colombia – Por Renán Vega Cantor

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Renán Vega Cantor*

El asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, por parte de mercenarios del Ejército colombiano a mediados del año anterior hizo visible, en nuestro país y en el mundo entero, una realidad criminal de índole transnacional en la que participan directamente numerosos estados, a la cabeza de los cuales se encuentran Estados Unidos, Inglaterra e Israel, y cuenta con la participación de sus vasallos más abyectos, como Colombia.

El descubrimiento in fraganti de los mercenarios criollos como autores materiales de un magnicidio de alto nivel, porque aquello de asesinar un presidente no es frecuente, ha venido acompañado de una reacción propia de las Fuerzas Armadas y de sus voceros incondicionales, entre los que sobresale la “gran prensa”, de lavar la imagen de los mercenarios.

Al respecto, se ha destacado por su grado de bajeza lo que ha hecho la Revista Semana, un pasquín de pornografía política, para limpiar la cara de los mercenarios, a los que llegó a pintar como “víctimas”, “inocentes” o “engañados” e incluso, para generar solidaridad con esos matones, se dedicó a entrevistar a sus familiares, esposas y compañeras sentimentales principalmente,  y dio como ciertas sus afirmaciones, uno no sabe si hablan con ingenuidad o cinismo, de que esos individuos eran unas mansas palomas y no mataban una mosca.

Pues bien, en esa perspectiva de blanquear la imagen de los mercenarios criollos El Espectador se acaba de anotar un hit al difundir un video con el título Exmilitares colombianos son mano de obra barata en guerras para Estados Unidos. [Puede verse en: https://www.elespectador.com/mundo/america/exmilitares-colombianos-son-mano-de-obra-barata-en-guerras-para-estados-unidos/

No queda claro si el video fue elaborado por El Espectador o simplemente lo reproduce. De cualquier forma, su contenido no tiene desperdicio, por el tipo de justificación que se quiere hacer de los mercenarios colombianos. Se sostiene, para empezar, que “Durante años, exmilitares latinoamericanos han combatido para Estados Unidos como contratistas de empresas de seguridad privada, calificándolos de mercenarios.

Ellos rechazan dicho término y piden que se les reconozca como excombatientes estadounidenses”. Enseguida aparece un pequeño grupo de personas, portando pancartas en inglés en las que se puede leer “Nosotros existimos y estamos aquí, por favor no se olviden de nosotros”, “Nosotros estuvimos sirviendo en Irak”. Luego en el video se entrevista a uno de los individuos que portaba esa pancarta, quien afirma que él es un exmilitar colombiano que participó en la guerra de los Estados Unidos contra Afganistán.

Afirma que tuvo experiencia de guerra en Toribio, Cauca, donde combatió a un frente de las Farc. Sostiene que fue engañado y nunca fue entrenado para ser carne de cañón o estar afuera esperando un enemigo mucho mejor armado, en cantidades y fuerza.  Y aquí cabe la pregunta: ¿Engañado por quién?, puesto que resulta bastante dudoso que alguien del Ejército de Colombia, con experiencia contrainsurgente en terreno no sepa lo que va a hacer a Afganistán donde Estados Unidos libró una guerra de veinte años. Es un cuento chino suponer que estos militares no sabían a lo que iban y que se les puede excusar por su ignorancia o por su ingenuidad.

En otra parte del video se entrevista a otro exmilitar colombiano, con experiencia de cinco años no en una sino en dos guerras de los Estados Unidos, en Irak y en Afganistán. No da la cara, pidió permanecer en el anonimato y que se le alterara la voz. Regresó a Colombia en 2015 y lidia con los traumas de la guerra, no tiene vida social, sufre pesadillas frecuentes y vive medicado a causa de un estrés postraumático. Dice que representa a aquellos que fueron utilizados en defensa de la bandera de Estados Unidos. Nuevamente, resulta poco convincente suponer que mercenarios como este no supiera lo que iba a hacer en dos guerras en tierras lejanas.

 ¿Quién los utilizó? ¿No sabía que iban a pelear por los Estados Unidos? ¿Pueden hacer los mercenarios colombianos algo distinto a atacar y matar a la población local? ¿Acaso los miliares-mercenarios-sicarios colombianos llegaron a esos territorios para alfabetizar a los nativos y darles a conocer la literatura del Realismo Mágico o cosas por el estilo?

Lo que si deja claro ese testimonio son las traumas que generan las guerras en general, pero en especial las que libra Estados Unidos. Por eso, no sorprende que una gran parte de los que combaten por los Estados Unidos, hayan nacido o no en ese país ‒eso es lo de menos‒ terminen enfermos, desquiciados o locos, tras participar en todo tipo de crímenes, torturas, masacres, violaciones, bombardeos de niños… que llevan a cabo los ejércitos de ocupación del imperialismo estadounidense.

Estos mercenarios nacidos en Colombia y que se vendieron a un precio muy barato como carne de cañón en las guerras de los Estados Unidos ahora reclaman que ese país les dé un trato de primera, y no los desprecie ni los haga a un lado, como suele hacer con las mercancías inservibles y desechables. Por ello, buscan que se les considere como a los militares estadounidenses, excombatientes jubilados, y se les conceda la residencia estadounidense.

 Ellos no quieren que se les vea como basura, que los traten como perros (colombianos porque Thet dogs en Estados Unidos son consentidos y privilegiados), sino que se les vea como personas importantes que han servido a los Estados Unidos en sus guerras de agresión.  Al fin qué: si se les utilizó para masacrar a la población de países lejanos por parte de los Estados Unidos, por qué quieren tener la ciudadanía de ese mismo país.

Por lo visto ese era objetivo que tenían desde un principio: obtener la ciudadanía gringa, sin importar lo que hubiera que hacer y donde fuera, para demostrar que eran obedientes y sumisos al Pentágono. ¿Qué hacen los colombianos en Irak o Afganistán, peleando en guerras ajenas que nada tienen que ver con nuestro país? ¿Qué lleva a mercenarios criollos a matar a personas extranjeras, que nunca les han hecho nada, y de las que seguro ni les interesa y nunca han ubicado en un mapa los lugares en los que los llevan a hacer daño?

La cereza del pastel de este corto video se la lleva un tal John Marulanda, un exmilitar colombiano miembro de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro, quien afirma que el negocio de los mercenarios, que él denomina “Contratistas”, debe entenderse como una “industria” que se mueve en todo el mundo y contrata a especialistas en asuntos de seguridad.

Ese es el meollo de la cuestión de los mercenarios colombianos y sus auspiciadores: se creen necesarios e importantes porque forman parte de una “industria”, de una cadena de suministro del dolor y la muerte, que debería considerarse en Colombia y en el exterior como una actividad productiva.

Al final del video se dice que “la situación de los contratistas de seguridad colombianos llamó la atención tras el asesinato del presidente de Haití”. Los autores del video sostienen, entonces, que no hablamos de mercenarios y criminales, sino de unos contratistas de la industria de la muerte, tres mil de los cuales no nacidos en los Estados Unidos murieron entre 2011 y 2021 en territorio afgano.

Y, para rematar, se sostiene que “con bajas pensiones los soldados latinoamericanos son fáciles de seducir para ser contratados”. Recordemos que este es uno de los argumentos más esgrimidos por Semana y los apologistas del Ejército colombiano: que los esforzados héroes y patriotas que se pensionan a los 40 años y gozan de todo tipo de privilegios, son unos pobres abandonados que, para redondear el sueldo, deben convertirse en sicarios internacionales y participar en el asesinato de un presidente.

Más bien, el asunto no es de los bajos sueldos ‒en un país donde es un privilegio tener una pensión, si tenemos en cuenta que en Colombia solamente se pensionan tres de cada diez adultos y la mayor parte de ellos luego de trabajar duro‒ sino de indagar que puede hacer después de jubilado un militar, si lo único que sabe hacer es la guerra.

Elemental, convertirse en mercenario y formar parte de la “industria de la muerte” en el exterior. Si le va bien y es exitoso, es decir, mata a granel y eso le permite ascender en el escalafón de esa industria aparece como un efectivo contratista de seguridad, al que se le concederá la ciudadanía estadounidense; si, por el contrario, es un fracasado y le sucede lo mismo que a la mayor parte de soldados rasos de los Estados Unidos, que terminan abandonados y en el manicomio, pues a morirse de soledad, y en el completo olvido, sin tener el derecho de ser un mercenario con nacionalidad estadounidense, lo cual es la licencia universal para matar, al estilo Rambo.

Y teniendo méritos para ser criminales de reconocimiento internacional, porque en Colombia las fuerzas armadas los han preparado para eso. En fin, en Colombia el Ejército lanza a la “industria” y mercado de la muerte mercenarios baratos y calificados.

*Historiador colombiano, fue miembro de la Comisión Histórica del Conflicto Armado y sus Víctimas, creada en la mesa de dialogo de La Habana. Publicado en El Colectivo

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