Colombia en el nuevo ciclo «rosado» – Por Leopoldo Puchi

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Por Leopoldo Puchi*

Gane quien gane ya Colombia es otra y de alguna manera se ha incorporado a lo que se ha llamado nuevo ciclo rosado latinoamericano.

El fin de la Guerra Fría facilitó que se despejaran obstáculos al funcionamiento democrático en los países latinoamericanos, ya que el recurso a gobiernos militares no era indispensable para Estados Unidos. Un potencial peligro de alineamiento fuera del dispositivo geopolítico Occidental se había desvanecido al desaparecer la Unión Soviética.

En la última década del siglo XX, los servicios de inteligencia se desprendieron de muchas de las tareas que desempeñaban, trasladándolas hacia otras agencias que basan sus actividades en el soft power, como la NED y la Usaid, que recibieron un renovado impulso en el período de posguerra.

Renovación

La distención, una menor severidad en el control político, la holgura de un poder mundial sin contrapesos, habilitó en Latinoamérica el funcionamiento de la democracia y permitió que los sectores populares pudieran expresarse sin generar tantos temores y que las organizaciones de izquierda funcionaran sin que se consideraran como una amenaza para el orden mundial.

Así como en Italia ya no había por qué mantener una alianza con las estructuras de la mafia, en Suramérica no había razones para conservar a los Pinochet o para contener, por ejemplo, es ascenso del líder sindical brasileño Lula Da Silva, que incluso era visto en círculos de Washington con simpatía por su potencial de renovación.

Prohibición

Sin tantas obstrucciones como antes, se admitió durante esa década el ascenso de las fuerzas políticas y sociales que conformarían la denominada primera ola de la izquierda latinoamericana, con sus distintos matices e inspiraciones, unos radicales y otros moderados. Algunos accedieron al poder a principios de siglo y otros un poco más tarde.

En Colombia, el proceso estaba frenado porque el conflicto armado impedía una apertura hacia un funcionamiento más real de la democracia. Esto se fue logrando progresivamente, con algunos avances que se perfilaron con más profundidad luego del Acuerdo de Paz. A partir de ese momento ya no podía considerarse prohibido, como hasta entonces, que la izquierda creciera electoralmente.

Al levantarse el peso sicológico de esa prohibición implícita en el sistema, se desprendió una energía social que se reveló en las protestas de 2019-2021. Y en el terreno electoral, el ascenso creciente unificó retazos que hoy han condensado en torno a la figura de Gustavo Petro.

Ciclo rosado

Aunque la sociedad colombiana se mantuvo rezagada en la primera década del siglo XXI en relación al denominado ciclo progresista, poco a poco se fue creando una nueva realidad. Ahora, gane quien gane, ya Colombia es otra y de alguna manera se ha incorporado a lo que se ha llamado nuevo ciclo rosado latinoamericano.

Álvaro Uribe ha dejado de ser el referente que era, el gobierno de Iván Duque tiene una desaprobación del 78%. Cierto, desde la firma del Acuerdo de Paz hasta el año pasado hubo más de 238 masacres, más de 300 ex combatientes asesinados y más de 668 líderes sociales asesinados, pero el sentimiento favorable a la paz es hoy mayoritario y tiene su expresión política en la centroizquierda.

Modernización

El programa de Petro es de renovación del sistema económico y de modernización de una estructura social heredada de un pasado de privilegios que no es funcional para una economía productiva en los términos actuales. El oligopolio del poder de conservadores y liberales, las desigualdades, la pobreza, la ausencia de una reforma agraria, limitan las posibilidades del desarrollo productivo.

Ante esta realidad, Petro ha propuesto un diseño de políticas de inspiración socialdemócrata y no una revolución socialista. Claro, modernizar el capitalismo es “una revolución” en una sociedad con tantos elementos arcaicos y clasistas como la colombiana.

Geopolítica

En el terreno geopolítico no es de esperarse con un gobierno de Petro una ruptura de la pertenencia de Colombia al dispositivo geopolítico estadounidense. Bogotá aceptó en 2018 la incorporación a la OTAN como socio global. Este y otros tantos compromisos no han sido puestos en discusión.

Sin embargo, es indudable que el proceso de paz será impulsado a fondo y la doctrina de “seguridad democrática” quedará atrás. También hay que pensar que se restablecerán las relaciones diplomáticas con Venezuela y se abandonarán los planes de intervención que rondan en algunos sectores de Bogotá. Con el tiempo, se estrecharán los lazos, aunque subsistan diferencias de enfoque y de intereses. Cambios “rosados” y no “rojos”, también en geopolítica.

*Politólogo venezolano, fundador del Movimiento al Socialismo, exministro del Trabajo

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