Editoriales de medios venezolanos y estadounidenses durante los días del golpe

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Reproducimos algunos editoriales representativos del espíritu que primaba en numerosos medios de comunicación de Venezuela y Estados Unidos sobre los sucesos del 11 al 14 de abril 2002

Los muertos de Hugo

El Nacional 12 de abril.

Ya sabíamos de sus problemas mentales, también conocíamos que no era un hombre precisamente valiente y tendía a acobardarse en los momentos de combate, pero lo que en verdad ignorábamos, aunque lo presentíamos, era su falta de escrúpulos a la hora de ordenar a sus partidarios disparar contra gente indefensa, que marchaba en forma tranquila y pacífica por las calles de Caracas, y acribillarla sin compasión desde las azoteas cercanas a Miraflores, a manos de sus francotiradores bolivarianos muy bien entrenados en tierras extranjeras.

Con ese acto miserable y cruel usted cometió el peor de sus errores políticos y la mayor traición contra su patria, que le dio una oportunidad de dignificarla democráticamente y que, por contrario, ha preferido mancillarla con esta masacre de gente inocente, cometida a la luz pública y que intentó esconder tras una cadena oficial, y luego con la suspensión de la señal de varias plantas de televisión.

Usted, que intentó hacer una carrera militar sin mayores resultados, porque nunca fue un oficial brillante ni talentoso, ha terminado por enlodar el uniforme y la institución que le dio una oportunidad en la vida: sin la Fuerza Armada usted no sería nadie, y ahora le paga esa oportunidad que le dieron desprestigiándola de la peor manera posible: cobijando a generales corruptos sólo porque son sus amigos, y ahora haciéndola cómplice de una masacre contra civiles desarmados. Con razón usted quería hace dos meses celebrar el 27 de febrero, esa fecha oscura y siniestra de nuestra vida democrática. 

Ya tiene usted su matanza, si es eso lo que le hacía falta a su currículum, la del 11 de abril (el 11-A), y puede festejarla en conjunto con Carlos Andrés Pérez, quien le entregó el sable que usted acaba de desenvainar cobardemente, sin dar la cara, desde las azoteas oficiales.

Dicen que la historia eleva o entierra a los hombres: a usted le ha reservado una fosa al lado de los mandatarios de Venezuela a los cuales se les menciona por sus atrocidades: bastó un día para que se le recuerde para siempre como el responsable de la masacre del 11 de abril. No es nada agradable pasar a la historia recordado no sólo por los familiares de las víctimas que usted mandó a matar, sino como el Presidente que resultó ser un vulgar matón de personas inocentes.

Mientras usted, Presidente, pretendía secuestrar la libertad de información, con una cadena inexplicable, en la cual trató de disimular inútilmente lo que ocurría a pocos metros de donde estaba hablando sin coordinación mental, el pueblo pacífico de Caracas era masacrado sin piedad, con decenas de muertos y heridos. A las víctimas del 4 de febrero, usted sumó la tarde de ayer otro balance trágico. Fueron los manifestantes que en disfrute de un derecho constitucional, se hicieron presentes para velar por la democracia y por la libertad de su país.

En la historia de las tortuosidades más primitivas de poder quedará registrada esa cadena, en la que usted permanecía impávido e indiferente, mientras un asistente le pasaba pequeñas notas informándolo de lo que sucedía en la calle. Quedará como un testimonio de su desprecio a la gente y al país. Usted pensó, erróneamente, que nadie se enteraría del episodio, pero una vez más cayó en sus propias redes. No sabía que, simultáneamente, la televisión trasmitía en la otra media pantalla las escenas más trágicas del desenlace de la marcha más impresionante y más multitudinaria que se vio nunca en Caracas.

Sus desmanes dictatoriales no se detuvieron allí. Ayer se le cayó su última máscara: decidió sacar del aire a los canales de televisión, Venevisión, Radio Caracas, Televen, CMT y Globovisión. Los amenazó con suspenderles sus licencias como si fuera el propietario del Estado, y como si Venezuela fuera una jungla. Usted no sólo ha violado las leyes venezolanas, sino que además viola (y no será impunemente) convenios internacionales del sistema hemisférico: se ha puesto al margen de la ley venezolana y al margen de la ley internacional.

La gigantesca marcha de ayer jueves tuvo como propósito reivindicar los derechos de la democracia venezolana, puesta en peligro por un régimen autocrático. Quienes marcharon de manera tan ejemplarmente pacífica, abogaban por el respeto a la gente de Petróleos de Venezuela, por el respeto a sus gerentes y trabajadores, y contra la politización de la gran corporación. Poseído por la soberbia y la inconsciencia, usted retó a todos los venezolanos, amenazó a toda la gente de Pdvsa y se obstinó, hasta los últimos minutos, en mantener a la junta de incapaces que envió allá para tomar el ente petrolero.

Su obsesión le cuesta a Venezuela incalculables pérdidas morales y materiales; ha desacreditado a nuestro país como proveedor confiable y ha perturbado toda una industria vital para nuestro pueblo. Nunca se había visto en esta tierra tanta demencia. La soberbia suya ha ensangrentado la ciudad de Caracas. En la cadena se mostró indiferente. Formulando promesas desordenadas, sin ton ni son, con el único propósito de engañar y ganar tiempo, mostró una vez más su total alejamiento de la realidad. Masacre como la de ayer tarde no se había visto jamás en esta ciudad. Nuestro pueblo está malherido. Nuestro pueblo exige que sus derechos sean respetados y que los culpables sean duramente castigados. La sangre de tantas víctimas clamará por siempre.


Retos y cómplices

El Nacional,13 de abril.         

La renuncia de Hugo Chávez a la Presidencia de la República ha sido un episodio de significación histórica, no sólo por las circunstancias en que se llevó a cabo sino por las posibilidades que se le abren a todos los venezolanos. Chávez tuvo el infortunio de malinterpretar sus funciones como jefe del Estado, y en lugar de actuar como representante de todos los sectores de la sociedad, se obstinó en dividir a los venezolanos. No tuvo éxito en sus prédicas, como fue demostrado el 11 de abril, cuando un gran río humano recorrió las grandes avenidas de la ciudad, desde el Parque del Este hasta el centro. 

Sin embargo, tal vez sea prudente no desechar las posibilidades de que esa siembra de odios no haya dejado semillas que conviene prudentemente considerar. No para discriminar, sino para identificar los problemas que pudieran estimular los antagonismos sociales. En el país existe una situación de pobreza y de enormes dificultades de empleo, sanidad y educación, y atenderla es un compromiso ético y político de primera prioridad. Esto no se plantea sólo como consecuencia de la renuncia de Chávez a la Presidencia: como debe recordarse, ese fue el asunto central del acuerdo de gobernabilidad presentado al país por la CTV y Fedecámaras unas semanas atrás.

Afortunadamente, no se tiene que partir de cero. Varias instituciones se han venido preparando con seriedad y persistencia, a través de métodos multidisciplinarios, y existen proyectos y estudios que permiten ponerlos en práctica con la urgencia que todos compartimos. Esos proyectos pueden ser base o punto de partida para una acción del Estado, enriquecidos si fuere preciso por quienes a su vez han venido trabajando en el acuerdo de gobernabilidad.

Esta es una de las tareas que nos espera. Fue entendido así por la CTV y por Fedecámaras, y por todos los sectores que concurrieron en el gran acuerdo que se presentó al país y que fue descalificado por los chavistas, ocupados exclusivamente en robar el erario público y de disfrutar de las ventajas del poder de una manera grosera y ostentosa. No pocos de ellos salieron de la pobreza de la noche a la mañana, y se mudaron a lujosas viviendas en el este de la ciudad, compradas en dólares.

Desde luego que no habrían podido actuar con tal impunidad si los poderes públicos no hubieran sido reducidos a la sumisión y complicidad más abyectas. Nunca la Fiscalía o la Contraloría se habían arrodillado no sólo frente a un mediocre Presidente de la República como Chávez, sino ante cualquiera de sus empleados más cercanos, de la manera como hicieron estos dos funcionarios, indignos de la confianza que los venezolanos depositaron en ellos.

 Ni qué decir, por supuesto, del Poder Electoral, verdadero mercado persa donde se compraban y vendían elecciones al mejor postor; ni del «defensor del puesto», que así ha terminado por ser calificado sarcásticamente el representante de esta nueva institución que tantas esperanzas, en su momento, levantó entre la población. De estas iniciativas apenas ha quedado el engaño y la frustración.

Ha hecho bien el nuevo presidente Pedro Carmona Estanga en prescindir, de un plumazo, de estos esperpentos institucionales, devaluados ética y moralmente por la escasa gallardía con que sus representantes ejercieron el cargo. Mención especial merece el fiscal, quien horas antes de caer Chávez, ya se proponía ante las cámaras de la televisión como su posible sucesor. Valga decir, no se había muerto el esposo y ya le quería proponer matrimonio a la viuda en ciernes.

A excepción de los chavistas, que son los únicos que justifican (o tratan de acusar cobardemente a otros) de la masacre del 11 de abril y que no les duele para nada la muerte de un reportero gráfico, a quien se le disparó sólo porque cargaba una cámara en sus manos y eso lo identificaba como periodista, el resto de Venezuela sabe qué clases de pillos ejercía el poder en este país.

Ahora vienen con el cuento cínico, tal como lo dijo ayer el fiscal, del «golpe militar»; para ocultar la responsabilidad de Hugo Chávez, al ordenar a sus colaboradores que se disparara a mansalva contra mujeres, niños y jóvenes desarmados. Los criminales son, según el representante del Ministerio Público, quienes marcharon pacíficamente por las calles de Caracas y no los francotiradores del gobierno que desde los edificios públicos, como lo demuestran los videos de la televisión, mataron con saña y alevosía a gente inocente. Esos asesinos tienen hoy sus cómplices entre nosotros. Eso es intolerable. 


¡Viva la libertad!

Diario 2001,13 de abril.

Para quienes enfrentamos sistemáticamente a Hugo Chavez, primero, como golpista en 1992 y luego como candidato a la presidencia en 1998, no cesamos ningún día y en ninguna edición de nuestras publicaciones de advertir quién era este personaje y el peligro que su figura significaba para nuestra Venezuela, pero hoy celebramos con regocijo su salida de la Presidencia de la República.

Desde el primer dÌa que el nombre de Hugo Chavez salió a la luz pública luego de su frustrada asonada militar en febrero de 1992, intuimos que estabamos frente a un hombre sin escrúpulos, enemigo de las libertades y de la democracia, y que en su dúctil vileza escondí su objetivo de acabar con la libertad de expresión mediante el terror y el amedrentamiento.

Públicamente, siendo candidato a la presidencia de la República, en el año de 1998, Chavez negaba ser marxista y de tener nexos con la narcoguerrilla colombiana. Pero su engaño quedó rapidamente al descubierto al glorificar con emoción infantil al dictador cubano Fidel Castro; luego, trascendió las relaciones subrepticias que mantenía con la narcoguerrilla colombiana.

No se limitaban sus nexos a la narcoguerrilla y al sátrapa cubano, también fue participante del foro de Sao Paulo (comunista) y de otros movimientos subversivos y terroristas.

Para los que no cesamos en ningún momento en advertir el peligro que el ascenso de Hugo Chavez al poder significaba, nos cabe la satisfacción que aun a costa de arriesgarlo todo y cuando en este país ser antichavista era aventurado, dimos un paso al frente y en nuestros editoriales mostramos el hombre falso que era. Sus amenazas de entonces no nos amilanaron. Hoy nos complacemos y felicitamos por haber contribuido con nuestro aporte a rescatar a Venezuela de ese tétrico túnel.

Caído el frustrado dictador, saludamos a los nuevos dirigentes que interinamente dirigirán los destinos del país y les deseamos todo tipo de Éxito, pero exigimos, como el resto del país, el retorno a la normalidad institucional y la convocatoria a elecciones a la mayor brevedad para elegir a las nuevas autoridades nacionales y regionales y la elección de un nuevo Congreso de la República, de un Tribunal Supremo de Justicia, de un fiscal general, de un Consejo Electoral, de un defensor del pueblo y de un contralor general.

Exigimos, revocar la directiva de Pdvsa y la inmediata reincorporación de los empleados despedidos de la empresa petrolera. Exigimos la derogación de las leyes inconstitucionales de la Habilitante. Exigimos que se investigue a los militares y civiles denunciados por corrupción y grotescamente enriquecidos a través del Plan Bolívar, los negociados, el FUS, Fondur y diversos organismos y empresas del Estado.

Exigimos el asentamiento de bases que permitan el retorno a la confianza y la recuperación de la economía, estimular la inversión y garantizar la propiedad privada y todos los otros derechos que corresponden a una sociedad democr·tica.

Hoy es un día de gloria, es la reconciliación del país todo, sin odios. Es el rescate de la democracia y del trabajo creador, de la libre expresión sin temor al terror y a las represalias.

¡Viva Venezuela! ¡Somos libres! 


Hugo Chávez Departs

New York Times, 13 de abril.

With yesterday’s resignation of President Hugo Chávez, Venezuelan democracy is no longer threatened by a would-be dictator. Mr. Chávez, a ruinous demagogue, stepped down after the military intervened and handed power to a respected business leader, Pedro Carmona. But democracy has not yet been restored, and won’t be until a new president is elected. That vote has been scheduled for next spring, with new Congressional elections to be held by this December. The prompt announcement of a timetable is welcome, but a year seems rather long to wait for a legitimately elected president.

Washington has a strong stake in Venezuela’s recovery. Caracas now provides 15 percent of American oil imports, and with sounder policies could provide more. A stable, democratic Venezuela could help anchor a troubled region where Colombia faces expanded guerrilla warfare, Peru is seeing a rebirth of terrorism and Argentina struggles with a devastating economic crisis. Wisely, Washington never publicly demonized Mr. Chávez, denying him the role of nationalist martyr. Rightly, his removal was a purely Venezuelan affair.

Public faith in Venezuela’s institutions began eroding well before Mr. Chávez burst on the scene with a failed 1992 coup. Corruption discredited both main parties, and a patronage-fueled bureaucracy devoured the country’s abundant oil revenues, leaving many Venezuelans desperately poor. Mr. Chávez was elected president in 1998 promising change he never delivered. He courted Fidel Castro and Saddam Hussein, battled the media and alienated virtually every constituency from middle-class professionals, academics and business leaders to union members and the Roman Catholic Church.

This week’s crisis began with a general strike against replacing professional managers at the state oil company with political cronies. It took a grave turn Thursday when armed Chávez supporters fired on peaceful strikers, killing at least 14 and injuring hundreds. Mr. Chávez’s response was characteristic. He forced five private television stations off the air for showing pictures of the massacre. Early yesterday he was compelled to resign by military commanders unwilling to order their troops to fire on fellow Venezuelans to keep him in power. He is being held at a military base and may face charges in Thursday’s killings.

New presidential elections should be held this year, perhaps at the same time the new Congress is chosen. Some time is needed for plausible national leaders to emerge and parties to reorganize. But Venezuela urgently needs a leader with a strong democratic mandate to clean up the mess, encourage entrepreneurial freedom and slim down and professionalize the bureaucracy.

One encouraging development has been the strong participation of middle-class citizens in organizing opposition groups and street protests. Continued civic participation could help revitalize Venezuela’s tired political parties and keep further military involvement to a minimum.


Venezuela’s Breakdown 

Washington Post, 14 de abril.

ANY INTERRUPTION of democracy in Latin America is wrong, the more so when it involves the military. The region’s history of military coups is too long and tragic, and the consolidation of democracy too recent, for any unconstitutional takeover to be condoned. But first facts from Venezuela suggest that the violation of democracy that led to the ouster of President Hugo Chavez Thursday night was initiated not by the army but by Mr. Chavez himself. Confronted by tens of thousands of peaceful demonstrators protesting his increasingly destructive policies, Mr. Chavez forced television stations off the air and allegedly ordered snipers and other armed loyalists at the presidential palace to open fire. More than a dozen people were killed and scores wounded. It was only then that military commanders demanded the president’s resignation; they would not, they said, tolerate his attempt to stop his opposition with bullets. Most Venezuelans may agree they took the right step. But even if that’s so, military and civilian leaders must move quickly to restore full democracy and address the deep social problems that created Mr. Chavez’s self-styled revolution.

There is no question that democracy brought Mr. Chavez to power three years ago. Disgusted with Venezuela’s corrupt and ineffectual political parties, huge majorities of voters — many of them desperately poor — backed the former paratrooper as he first won a presidential election, then staged a series of referendums and new elections extending his term and concentrating power in his hands. Along the way, Mr. Chavez seriously compromised the integrity of democratic institutions such as Congress and the courts. And unfortunately for the poor, who make up 80 percent of the population of an oil-rich country, Mr. Chavez was a terrible leader. His senseless mix of populist and socialist decrees seriously damaged the economy and galvanized opposition from businesses, media and the middle class, while his courting of Fidel Castro, Colombia’s Marxist guerrillas and Saddam Hussein made him a pariah both in Latin America and in Washington.

Both the Clinton and Bush administrations chose to ignore most of Mr. Chavez’s frequent provocations; there’s been no suggestion that the United States had anything to do with this Latin American coup. Now, however, the administration’s reengagement with Venezuela is essential — together with the Organization of American States, it must push hard to bring back democratic rule as quickly as possible. Military leaders in Caracas yesterday announced a number of steps, including abolishing Congress and the Supreme Court and appointing civilian Pedro Carmona to head a transition government. Congressional elections are to be held by December, with constitutional reforms to follow; presidential elections are promised within a year. Though clearly intended to restore a legitimate democracy, the dangers of this transition plan are clear: Though Congress and the Supreme Court were packed with Chavez’s supporters, their abolition means there will be no democratic checks on the interim government — and no political representation for Mr. Chavez’s still-substantial following — for at least six months. Mr. Carmona, the head of the national business federation, is closely identified with the political and economic elite against which Mr. Chavez successfully rallied much of the country, yet he will serve a relatively long interim term. Other Latin American nations have ousted populists like Mr. Chavez only to see their followers and their agendas dominate and disrupt politics for years afterward. If Venezuela is to avoid a similar hangover, it must shape a transition that eases rather than accentuates the country’s political polarization, and its next government must act aggressively against the poverty and inequality that Mr. Chavez exploited but failed to relieve.

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