Treinta años de La Via Campesina – Por Silvia Ribeiro

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Treinta años de La Via Campesina

Silvia Ribeiro*

Un repaso por la historia, los sujetos, los conceptos pilares y los logros fundamentales de la más importante articulación campesina de la historia, que acaba de cumplir nada menos que 30 años. En este 2022 que no salimos de los impactos de una pandemia anunciada pero ya entramos en nuevas guerras y otra crisis alimentaria global, La Vía Campesina cumple “30 años de luchas colectivas, esperanza y solidaridad”.

Con una membresía de 182 organizaciones en 81 países en casi todos los continentes, La Vía Campesina (LVC) es el movimiento más grande de la historia del campesinado. No se trata solo de tamaño, también del nivel de complejidad y participación desde las bases en esta red que sus organizaciones han construido paso a paso durante más de tres décadas, así como la profundidad de sus reflexiones en aspectos vitales de la existencia y subsistencia de todas las personas. Reflexiones que no quedan en papel, sino que han sido y son motor de múltiples acciones locales e internacionales.

Ellas y ellos eligieron el 17 de abril, día internacional de las luchas campesinas, para afirmar públicamente su recorrido y anunciar lo que sigue en el inicio de su cuarta década. Se cumplieron ese día 26 años de la masacre de 21 campesinos del Movimiento de los trabajadores rurales sin tierra (MST) en Eldorado dos Carajás, Brasil. Asesinados por la policía militar durante una movilización para exigir tierra que los latifundistas se apropiaron, el MST y LVC se comprometieron a nunca olvidar y exigir fin a la impunidad, que sigue cundiendo.

“Desde La Vía Campesina, seguimos siendo testigos de la violación sistemática de nuestros derechos, de la represión y persecución de líderes, defensoras y defensores de las tierras, los territorios y el ambiente.  Se trata de actos violentos que directamente atentan contra nuestras vidas, avalados por leyes y políticas nacionales e internacionales que le hacen el juego al libre mercado del agronegocio y a los sistemas alimentarios corporativos”.

De Brasil a Kenia, de Marruecos a Colombia, Tailandia, Palestina y muchas otras partes del mundo, la persecución, criminalización y asesinatos a quienes luchas por tierra y territorios es una constante.

Compañeros sobrevivientes de la masacre de Eldorado, relatan que esa no fue la primer protesta ni la primer masacre en esa zona amazónica. Los latifundistas pensaban que podrían seguir con sus crímenes y atropellos con total impunidad. La diferencia esa vez fue que las campesinas y campesinos se habían organizado y unido a un movimiento nacional, (MST) y con ello a uno internacional (LVC) que denunciaron la masacre y se solidarizaron, para que en todas partes se supiera que su lucha y la promesa de justicia quedaría grabada en las luchas campesinas.

La solidaridad y la lucha por la tierra son pilares de este movimiento desde su nacimiento. También la afirmación de la diversidad cultural. Crecieron con un entramado de idiomas, experiencias, diferentes formas de lucha, diferentes acentos en las actividades de cada organización miembro. La mayoría son organizaciones campesinas, pero también las hay indígenas y afrodescendientes. Las identidades locales impregnan las formas de acción y organización en cada región, que siendo diversas, comparten principios comunes y bases de acción regionales e internacionales.

LVC se organiza en forma rotativa y democrática entre regiones. Su comité internacional de coordinación es elegido en conferencias globales cada cuatro años, tomando en cuenta que todas sus regiones estén representadas. Así también las coordinaciones de cada una de sus nueve regiones globales, que son elegidas en sus propias asambleas.

La estructura demanda un alto nivel de participación desde cada organización miembro, de cada país y región. Aplicar la equidad entre regiones en la coordinación internacional exige además un sistema de traducciones simultáneas, porque no se trata de líderes o lideresas que hablan inglés u otro idioma extendido.

Hablan en sus propios idiomas y para participar en las reuniones y asambleas del movimiento, se requiere una delicada estructura de interpretación, que LVC ha colaborado por años a construir, con en el aporte creativo y solidario de centenares de traductores e intérpretes. Por ejemplo, en su conferencia internacional en 2017 en el país Vasco, el colectivo Coati en colaboración con LVC organizó la interpretación simultánea en castellano, euskara, francés, portugués, árabe, ruso, coreano, chino, japonés, bahasa Indonesia, vietnamita, turco, thai, tamil, hindi y bimbi.

Lo que hace confluir y fluir este tan diverso movimiento es la decisión de mantener la vida campesina, la resistencia al capitalismo y a las transnacionales de los agronegocios, así como otros principios comunes que han ido desarrollando y afirmando. Como comenta uno de sus miembros: “ponemos el acento en los que nos une, más que en los que nos separa”. Principios que no sólo han sido plataforma de LVC, sino que también han sentado bases fundamentales para las luchas de todas y todos.

Entre ellos, la defensa de la soberanía alimentaria, concepto que elaboraron y establecieron desde 1996 y que marcó las luchas campesinas en todo el mundo, en disputa con empresas, gobiernos y la FAO, que hablan en su lugar de suficiencia alimentaria, donde sólo se toman en cuenta los volúmenes de producción, pero no importa quiénes, cómo y qué se produce, ni a quiénes llegan los alimentos.

Junto a ese principio fundamental germinó y creció la defensa de las semillas, llave de todas las redes alimentarias, entretejida con los conocimientos de las comunidades campesinas y en batalla contra las semillas corporativas y patentadas. En 2003, LVC hizo nacer otro concepto que marca las luchas globales: las semillas son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad.

Otro de sus principios comunes es el feminismo campesino y popular, el cuestionamiento tanto del capitalismo como del patriarcado, una elaboración que tomó muchos años y varias asambleas regionales y globales de mujeres campesinas. Desde el origen decidieron ir hacia la paridad de género en las representaciones dentro de LVC; principio que ahora aplican en sus órganos, comités, reuniones y actividades, que luego desarrollaron hasta un concepto mucho más radical y profundo.

En ese río frondoso de reflexiones y acciones campesinas, también se construyó la Asamblea de jóvenes de LVC, el reconocimiento y agrupaciones de LGBTI dentro del movimiento, así como la campaña internacional basta de violencia las mujeres campesinas.

Otro de los conceptos claves de lucha de LVC, que creció desde el inicial de la lucha por la tierra, es el de reforma agraria popular, que integró la lucha por el territorio además de la tierra, e incluye reconocer los conocimientos campesinos sobre la naturaleza y formas de producir que sean sanas para las personas, cuiden la biodiversidad y la diversidad campesina, que en muchos casos engloban como agroecología campesina.

Este concepto implica también que la lucha no es solamente campesina, sino que está relacionada a las luchas de todos los sectores populares, que es tarea de todas y todos asumir, apoyar, contribuir.

Otra característica de LVC es que no sólo interviene en luchas locales y nacionales: en casos de gran contundencia han desplegado acciones y campañas regionales y globales, y han intervenido también en favor de sus derechos frente a los gobiernos nacionales y las instancias multilaterales. Es el caso de los foros de las Naciones Unidas, donde se discuten temas que impactan en las y los campesinos, así como en la FAO, en las convenciones de cambio climático y biodiversidad.

En esos ámbitos, han logrado detener en varios casos políticas muy nocivas, como la tecnología transgénica Terminator, así como influir en la definición positiva de otras; por ejemplo que la FAO incluyera la promoción de la agroecología. Otro de sus logros recientes, luego de años de trabajo con organizaciones aliadas, fue la adopción por parte de la Asamblea General de la ONU de la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de las y los Campesinos y de Otras Personas que trabajan en Zonas Rurales (UNDROP por sus siglas en inglés).

Como todas las declaraciones de Naciones Unidas, no cubre todo lo que LVC entiende como derechos campesinos y su efectividad dependerá de la lucha de las organizaciones. Pero establece puntos importantes; entre otros, el derecho a la consulta y consentimiento previo, libre e informado de las comunidades campesinas, una noción que no era reconocida para el campesinado, y que junto a la organización y lucha de base de las organizaciones puede ser una herramienta importante para frenar megaproyectos y otras iniciativas en sus territorios.

En esta nueva década, afirman también el equipo colectivo e internacional de comunicación y formación, que ha puesto a disposición varios documentos sobre temas fundamentales, e información desde redes sociales en varios idiomas. También participan en la preparación de un nuevo foro global sobre soberanía alimentaria (Nyeleni, 2023), que será un punto de convergencia y re-elaboración de este concepto fundamental.

Como todo gran movimiento vivo, LVC ha tenido y tiene muchas facetas, a veces contradictorias, a veces momentos brillantes, a veces más reservados. Son siempre un movimiento imprescindible, en lucha y búsqueda, que nos recuerda constantemente el hecho fundamental de que son las y los pequeños proveedores de alimentos los que alimentan a la mayoría de la humanidad. Son las personas, organizaciones y comunidades que con sus luchas y haceres cotidianos ofrecen una de las mayores respuestas a la crisis climática, la crisis alimentaria, la crisis de salud y ambiental.

* Investigadora uruguayo-mexicana del Grupo ETC

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