La derecha colombiana teme que no haya balotaje – Por Camilo Rengifo Marín

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La derecha colombiana teme que no haya balotaje

Camilo Rengifo Marín*

A pocos días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas del 29 de mayo, todas las encuestas coinciden en que el centroizquierdista Gustavo Petro encabeza con un apoyo que ronda el 40% de los votantes, mientras rival directo, el candidato de la derecha Federico Fico Gutiérrez roza el 22% de los apoyos.

Más de 39 millones de colombianos están habilitados para votar. Si ninguno de los candidatos consigue más de la mitad de los votos válidos, la segunda vuelta se realizará en junio, cuando Petro podría imponerse con el 47% de los votos, según la encuesta de Yanhaas. Colombia está en esa ola de consolidación de una centroizquierda en el poder, y eso es nuevo en el país

Petro y la coalición Colombia Humana han protagonizado una campaña complicada y plagada de amenazas y atentados. A comienzos de mayo, denunció un plan de una banda de narcotraficantes, La Cordillera, para atentar contra su vida y debió suspender una gira por la región cafetera.

Petro reconoció que está bajo un nivel de riesgo altísimo. «Muchos de los candidatos presidenciales alternativos han sido asesinados, y yo soy el que más se ha acercado a ganar, de acuerdo a las encuestas», agregó. Cuatro candidatos presidenciales han sido asesinados en Colombia desde 1980, incluido Luis Carlos Galán.

Desde el 13 de marzo de 2021, cuando comenzó el año electoral, se reportaron más de 179 hechos violentos, que han dejado 222 víctimas, sea de muerte, heridas, amenazadas, entre otras, según la Fundación Paz y Reconciliación.

En lo que va de 2022 se produjeron 36 masacres de líderes sociales, campesinos e indígenas, con 133 víctimas En el primer trimestre fueron asesinados 50 líderes sociales (sumados a los 145 del 2021), en un año que se perfila como de los más sangrientos desde el Acuerdo de Paz, según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz

Temor a que no haya segunda vuelta

Mientras el tiempo de la larga campaña electoral colombiana se agota, la imagen es similar a la de un mes atrás, pese a la cantidad de actos que los candidatos realizan a lo largo y ancho del país. La prensa hegemónica insiste en estas cifras, que enviarían a ambos a una segunda vuelta el 19 de junio, temerosa de que Petro gane en la primera ronda. E insiste en que se trata de una de las elecciones más polarizadas.

Petro, actualmente senador y quien fuera alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015, lidera la coalición Pacto Histórico, va por su tercera oportunidad de alcanzar la presidencia. Reafirma sus principales promesas al pueblo: la atención directa de la salud pública por parte del Estado, la pensión de 18 millones de personas y el cese de la exploración petrolera.

La llama de la indignación solo ha crecido, pues ya estaba encendida desde hace unos dos años por problemas estructurales, de décadas, que siguen sin resolverse. Más de 21 millones de colombianos se encuentran en la pobreza, el 21 % de los jóvenes está desempleado y se alcanzó la inflación más alta de los últimos 22 años.

La revista derechista Semana señala que la crisis y el malestar llevaron a miles de ciudadanos a volcarse de forma pacífica a las calles. Personas de diferentes orientaciones políticas decidieron protestar, aun en medio de la pandemia de la covid-19, y añade que “sin embargo, en la campaña electoral en curso han brillado por su ausencia las ideas para enfrentar esos reclamos sociales. Lo que ha primado es echar gasolina y avivar la llama de la indignación, usando como vehículo las redes sociales”.

Hoy, seis años después del referendo sobre los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC (que el gobierno incumplió), en medio de las elecciones presidenciales, la tensión es tal que los colombianos acudirán a las urnas próximamente bajo un ambiente de crispación. Independientemente de a quién prefieran, votarán es en contra de alguien, interpretan los medios hegemónicos.

Indignación generalizada

La falta de empleos y la situación de los salarios es la principal preocupación económica de los colombianos, seguido por la inflación, que alcanzó un 9,23% interanual en abril, cifra que no se veía desde hace dos décadas, la deuda de las familias, las pensiones y la falta de inversiones privadas. A diferencia de otras elecciones ha cobrado mucha más relevancia la inflación.

Entre los problemas estructurales la corrupción es el más grave, seguido por la pobreza, la delincuencia, la clase política y el narcotráfico, según un estudio de Celag. Colombia ha estado afectada por los rezagos de la pandemia y la crisis de suministros, empeorados por la guerra en Ucrania. El peso se ha devaluado mucho y ha tenido un dólar mucho más alto.

La Fundación Ideas para la Paz (FIP) destaca que la seguridad no está entre los principales problemas que perciben los colombianos, por debajo de salud, educación y empleado, aun cuando ocupa gran parte de los discursos mediáticos y políticos, y ha guiado, en buena medida, parte de las acciones del Estado. Si bien de la seguridad quizá no se hable, se sufre a diario con la dura represión, las masacres, el aumento de la tasa de homicidios, llos desplazamientos forzosos de miles de familias.

La llama de la indignación popular solo ha crecido, pues ya estaba encendida desde hace décadas por problemas estructurales que siguen sin resolverse, en sucesivos gobiernos que han favorecido únicamente a los grupos empresariales, en un país que es el principal productor de coca en el mundo, donde operan ocho bases militares de Estados Unidos y grupos armados paramilitares.

Más de 21 millones de colombianos se encuentran en la pobreza, el 21 % de los jóvenes está desempleado y alcanzó la inflación más alta de los últimos 22 años.

La crisis y el malestar llevaron a miles de ciudadanos a volcarse de forma pacífica a las calles. Personas de diferentes orientaciones políticas decidieron protestar, aun en medio de la pandemia de la covid-19. Sin embargo, en la campaña electoral en curso han brillado por su ausencia las ideas para enfrentar esos reclamos sociales. Por el contrario, lo que ha primado es echar gasolina y avivar la llama de la indignación, usando como vehículo las redes sociales.

¿Desapareció el miedo a la izquierda?

«El miedo a la izquierda, que hasta 2018 había sido quizás la fuerza dominante en la política colombiana durante los últimos 20 años, ahora está en su punto más bajo»,  señaló Andrés Mejía, profesor de la Universidad de Los Andes en Bogotá. Y por ello, las promesas de Petro  de desbancar a la clase política tradicional colombiana, pueden tener una mayor recepción en el electorado.

El gobierno de ultraderecha de Iván Duque, que roza el 20 por ciento de aceptación ciudadana, se vio desgastado por las protestas sociales del 2021 y las del año pasado, que fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas de seguridad y terminaron con muertos y heridos.

Parte del empresariado está preocupado porque el candidato progresista propone terminar con las exportaciones de carbón y de petróleo, critica las subas de tasas porque «desestimulan la inversión» y señala que la dirección del Banco de la República debería reflejar una «pluralidad de visiones y no una sola ideología”, tras aseverar que nombrará como banqueros centrales a «personas ligadas a la producción».

El tramo final de la campaña también tiene tensión extra: la Procuraduría General ordenó la apertura de investigación y la suspensión provisional de sus cargos de los alcaldes de Medellín, Daniel Quintero, y de Ibagué, Andrés Fabián Hurtado, por la presunta y reiterada participación en política. Las leyes colombianas prohíben a los funcionarios públicos del país participar en política para garantizar el equilibrio de las elecciones.

Quintero, que apoya a Petro, publicó en sus redes sociales un video en un vehículo diciendo «el cambio, en primera», lo que se interpretó como una alusión al posible triunfo del candidato en primera vuelta. El alcalde de Medellín y Petro calificaron la sanción de la Procuraduría como «un golpe de Estado».

Petro, el candidato que lidera todas las encuestas, ha impuesto la narrativa de que en Colombia “no hay democracia plena, “yo diría que ni siquiera tenemos una democracia mínima”, dijo. Una afirmación que se suma a fuertes críticas a las instituciones. Pero, si gana la presidencia, deberá gobernar con esas mismas instituciones que critica.

Hace unas semanas acusó a generales de la república de alianzas con el Clan del Golfo, lo que provocó una fuerte discusión con el comandante del Ejército, el general Eduardo Zapateiro. Poco antes le había lanzado fuertes cuestionamientos al sistema financiero al asegurar: “La gente que cotiza en fondos privados manejados por banqueros no tendrá pensión”.

La consolidación de Petro pude distender la relación de Colombia con Venezuela, luego de que se mostrara a favor de restablecer las relaciones diplomáticas entre Bogotá y Caracas, así como también revaluar el histórico vínculo con Estados Unidos, y la visión militarista en la lucha contra los cultivos ilícitos de coca, el narcotráfico y contra grupos armados como las FARC, hoy desmovilizadas en el marco de un Acuerdo de Paz, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y sectores de las FARC en disidencia.

Petro ha defendido un programa de sustitución de cultivos de coca en el contexto de una alianza entre el Estado y el campesinado, y  los procesos de paz con grupos armados, aunque su programa de gobierno no hace referencias a la relación con Estados Unidos.

La tesis desde la prensa hegemónica es que Petro representa “un salto al vacío” y que una de las consecuencias de la creciente polarización entre unos y otros es que no hay matices ni espacios para debatir las ideas, para darles cabida a la razón y a los argumentos.

Si bien en Colombia se ha instalado la polarización entre el candidato progresista y el uribista, la candidatura del “centrista” Rodolfo Hernández también ha impuesto su cuota de indignación, con un discurso en el cual denigra de toda la clase política, algo que resulta atractivo para el ciudadano, pero que alimenta la desconfianza.

En Colombia, y  según las encuestas, apenas el 8,5 % de los ciudadanos siente confianza por los partidos políticos y solo el 10,6 % en el Congreso. Solo el 12,4 % está satisfecho con la forma en que la democracia funciona en Colombia. En 2019, la satisfacción con la democracia era del 16,5 %, es decir, disminuyó 4,1 puntos porcentuales.

Las soluciones en este país que vive quizá la mayor crisis de su historia. tendrán que llegar en muy poco tiempo. De lo contrario, la indignación pasará pronto de las urnas a las calles.

* Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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