TLC Colombia – Estados Unidos: una década en contramarcha – Por Diego Carrero Barón

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TLC Colombia – Estados Unidos: una década en contramarcha

Diego Carrero Barón

Para superar la dependencia primario exportadora es necesario revisar las consecuencias que ha traído el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, así como reconsiderar los patrones de inserción de Colombia en la economía mundial

Un poco de historia y coyuntura política internacional

La primera cumbre de las Américas se desarrolló en diciembre de 1994 en la ciudad de Miami, Florida, en los Estados Unidos. En aquella ocasión confluyeron mandatarios de 34 países de América, con excepción de Cuba. El gobierno estadounidense, encabezado en aquel entonces por Bill Clinton, impulsó una agenda regional tendiente a buscar crear la mayor área de libre comercio a nivel mundial, luego de la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN (o NAFTA por sus siglas en inglés).

Dicha iniciativa nació entonces en 1994 con el nombre de Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, buscando eliminar de manera progresiva todo tipo de barreras al comercio de bienes y servicios, así como a los flujos de inversión de los Estados miembros con miras a su integración económica.

Sin embargo, como consecuencia de las controversias surgidas en el marco de la configuración del marco en que operaría el ALCA, el ascenso de la movilización social en contra de las reformas estructurales de primera y segunda generación que promovía el libre el mercado en la región, así como el advenimiento de gobiernos independientes de la agenda exterior norteamericana, en el marco de la cuarta cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata, Argentina, en de noviembre de 2005 la iniciativa del ALCA es derrotada. Por lo que la agenda del gobierno de los Estados Unidos se transforma hacia la búsqueda de Tratados de Libre Comercio con los gobiernos más alineados con su política exterior.

Tras la nueva estrategia de la administración Bush, el gobierno colombiano encabezado por Álvaro Uribe, en noviembre de 2006, suscribió en Washington un Acuerdo de Promoción Comercial. Acuerdo que se incorpora legalmente en el país mediante la Ley 1143 de 2007, y se complementa con un protocolo modificatorio mediante la Ley 1166 de 2007. No obstante, es solo hasta octubre de 2011 que el Congreso de los Estados Unidos aprobará dicho acuerdo y el mismo entrará en vigor en mayo de 2012 tras la visita del presidente Barack Obama a Colombia con ocasión de la celebración de la sexta cumbre de las Américas celebrada en la ciudad de Cartagena.

El Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos, un análisis de 2012 a 2022

La promoción del libre comercio que han impulsado los gobiernos colombianos se ha hecho bajo dos premisas teóricas convencionales que sostienen que los países deben especializarse en aquellos bienes y servicios en que les salen relativamente más barato producir respecto a otros países (modelo ricardiano de las ventajas comparativas). Así como en aquellas donde tienen una dotación de factores de producción significativa (Modelo Heckscher-Ohlin). En este sentido, se supone que Colombia debía especializarse en la producción de bienes primarios y materias primas, mientras que era preferible importar bienes de capital y con contenido tecnológico. Bajo esta idea se firma el TLC con los Estados Unidos.

Tal acuerdo no solo establece libre movilidad de bienes y servicios sino también de flujos de capital. Al tiempo que se restringe la movilidad de fuerza de trabajo como se evidencia en el contexto de la política migratoria norteamericana. De esta manera, se genera la siguiente paradoja: el capital (inversiones) pueden circular libremente, pero no así las personas (fuerza de trabajo).

Los resultados

Cuando se analizan los flujos de comercio los resultados reflejan las consecuencias de la apuesta de inserción de Colombia al sistema mundo. Excluyendo el 2020, por ser el año de la pandemia, mientras el crecimiento económico en el periodo 2003-2009 fue en promedio de 4,58%, para el periodo 2013-2019 fue de 3,06%. Por lo que el círculo virtuoso que se planteaba que se iba a crear como consecuencia de la entrada en vigor del TLC de mayores flujos de inversión y de comercio acompañados de crecimiento económico, generación de empleo y reducción de la pobreza no se generó, así como tampoco la promesa de mayor crecimiento económico.

Al contrario, en ese periodo, hubo una desaceleración del crecimiento, al tiempo que se presentó la mayor contracción del aparato productivo en la historia en medio de la pandemia (-6.8%), ante un sistema económico más susceptible a los choques externos como consecuencia de la liberalización de la economía.

Al analizar el comportamiento de las exportaciones e importaciones del año 2000 a 2021 en Colombia, mientras antes de la entrada en vigencia del TLC con Estados Unidos el superávit comercial del país era de 5.358 millones de dólares (US$ 56.915 de exportaciones vs US$ 51.556 de importaciones), a partir de 2014 la balanza comercial entra en déficit estructural permanente cuando ya se dejan ver los primeros resultados del TLC. Acompañado del efecto provocado como consecuencia de la caída del precio internacional del petróleo, producción a la que le apuntó el país en el marco del desarrollo de un modelo primario-exportador.

Los resultados no pueden ser más desalentadores. De un superávit comercial de US$ 5.358 millones en 2011, a cierre de 2021 el déficit comercial del país fue de US$ 15.259 millones (4,85% del PIB). Mientras el país exportaba US$ 60.125 millones en 2012, hoy sus exportaciones no superan los US$ 41.390 millones (32,7% menos), siendo más dramático el hecho de que el 63% de dichas exportaciones son petróleo y minerales. Al contrario, las importaciones se han mantenido en el orden de los US$ 56.000 millones.

Al detallar la balanza comercial entre Colombia y Estados Unidos, como se muestra en el gráfico 2, mientras en 2011 teníamos un superávit comercial de US$ 8.991 millones, desde 2.014 la relación empezó a ser deficitaria (US$3.85 millones) y en 2021 dicho déficit es del orden de los US$ 2.432 millones. Existe entonces una fuga de divisas que estaría entre el rango de los US$ 5.000 millones y US$ 10.000 millones de dólares año (1,5% a 3.1% del PIB) por efectos de la dinámica comercial con Estados Unidos desde la puesta en marcha del TLC, ya que no solamente se trata de los dólares que salen para atender el déficit, sino los que se dejaron de percibir respecto al momento en que el país tenía superávit.

Mientras que tanto las exportaciones e importaciones de los Estados Unidos representan para Colombia el 25% de los flujos de comercio internacional, las exportaciones colombianas tan solo significan el 0,4% de las importaciones totales de los estadounidenses, y de este, apenas el 0,14% está relacionado con manufacturas (US$ 3.000 millones).

Como lo señala el economista Mario Valencia (2022), el 78% de los productos que actualmente exporta el país a los Estados Unidos son los mismos que se vendían desde mucho antes de 2012. Por lo que se evidencia que: ante una ausencia de política que permita diversificar las exportaciones, las apuestas de libre comercio, sin diversificación y superación de la dependencia de recursos naturales, son poco provechosas para economías periféricas como la colombiana.

Al contrario un TLC como el firmado genera incentivos perversos en actividades que destruyen los ecosistemas como sucede con el impulso al fracking para la producción de hidrocarburos en un escenario de caída de los precios internacionales de petróleo y reducción de las reservas internacionales, al tiempo que como lo señala Cedetrabajo (2022) se importan más de US$ 5.200 millones de productos derivados del petróleo en la industria petroquímica, lo que en es sí mismo es un despropósito: Exportar petróleo con grandes costos ambientales para importar sus derivados que al generar mayor valor agregado potencian el déficit comercial.

Otra situación de revisar con lupa es la del sector agropecuario, según cifras de Cedetrabajo (2022), mientras entre 2012 y 2022 Colombia exportó 8,7 millones de productos agrícolas (dentro de lo que se cuentan los llamados agrocombustibles), el país importó 49,5 millones de toneladas de alimentos, una relación 1 a 6. Al tiempo que esto sucede más 13 millones de hectáreas de tierra aptas para la producción agrícola son usadas para la ganadería extensiva y la producción de la canasta minero-energética exportable.

En medio de este panorama es de resaltar que el déficit comercial que influye en la escasez de divisas, ha significado una devaluación de la moneda colombiana. Desde el 15 de mayo de 2012 (momento en que entra a operar oficialmente el TLC) hasta la fecha, ha visto deteriorada su tasa de cambio frente al dólar 127% pasando de los 1.771 pesos por dólar a más de 4.020 pesos por dólar, provocándose un efecto de encarecimiento del costo de vida de los hogares como consecuencia de una canasta básica de bienes con productos importados, presionando la inflación a niveles superiores del 9%.

Así las cosas además de revisar las consecuencias que ha traído el TLC con Estados Unidos, es preciso examinar no solamente el marco actual de los tratados de libre comercio que están vigentes en el país, sino que es necesario reconsiderar los patrones mismos de inserción de Colombia a la economía mundial buscando superar la dependencia primario exportadora. Articulando la producción doméstica a retos como la sostenibilidad ecosistémica, la transición energética y combate al cambio climático, la superación de la pobreza urbana y rural, la industrialización y la generación de empleo digno. En todo esto la teoría latinoamericana de la dependencia tiene mucho por aportar.

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