Iván Cepeda, senador colombiano: «Colombia tiene hoy la convicción de que llegó el tiempo de inaugurar una era de paz»

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Iván Cepeda: «Colombia tiene hoy la convicción de que llegó el tiempo de inaugurar una era de paz»

Por Nahuel Bianchi y Tomás García (*)

 

El senador colombiano Iván Cepeda, reelecto por el Pacto Histórico, destacó que «entablamos un diálogo permanente con los movimientos sociales y las comunidades, que creemos es lo más importante en la acción del gobierno». También cuestionó las políticas de extradición con los Estados Unidos y abogó por una política de paz total en el tema del narcotráfico.

¿Cómo ha sido el primer tramo del gobierno presidido por Gustavo Petro?

Hemos comenzado a un ritmo acelerado. Yo diría que vamos a la velocidad del sonido, aunque queremos ir a la velocidad de la luz, pero haciendo las cosas lo mejor posible. Hemos señalado que nuestro programa es nuestra guía y estamos dando pasos para cumplirlo al pie de la letra. Los nombramientos que ha hecho el presidente Petro han sido los acertados, combinando un espectro político muy amplio. Por ejemplo, la experiencia de figuras del liberalismo progresista que han jugado un papel en otros gobiernos y, por otro lado, la presencia de jóvenes. Es así como por primera vez estamos viendo en el país que una indígena es nuestra representante en las Naciones Unidas, que un indígena es el responsable de restituir las tierras en Colombia, que una indígena también es la encargada del programa de víctimas, que un afrodescendiente es nuestro embajador en Washington, que líderes sociales de los territorios más olvidados están ocupando posiciones decisorias. Hemos comenzado a ver tratamientos inusitados: Iván Velásquez, el ministro de Defensa, una de las figuras más relevantes del gobierno y un destacado defensor de los derechos humanos con prestigio internacional, ha comenzado a implementar una transformación de las fuerzas militares y policiales. Se ha producido, por primera vez en el país, la salida de 40 generales. El ministro también anunció que se iban a terminar los bombardeos en los cuales mueren adolescentes, niñas y niños que son víctimas del conflicto y que padecen como si se tratara de combatientes. Todas estas medidas y muchas otras suscitan polémicas y debates profundos, pero creemos que es muy sano que así ocurra. Y además muestran nuestra orientación, confirmando que el cambio sí es en serio. Aun con errores, estamos avanzando y tratando de no defraudar a la gente, en un diálogo permanente con los movimientos sociales y las comunidades, que creemos es lo más importante en la acción del gobierno.

¿Cuál es el camino a recorrer en el tema del narcotráfico?

El presidente Petro ha dicho claramente que después de 50 años de lo que se ha llamado «la guerra contra las drogas», el fracaso es evidente. En Colombia hemos puesto mucha sangre y muchos recursos, hemos acabado con el campesinado que ha sembrado la coca porque no tenía ninguna otra salida por la ausencia de una reforma rural que permita acceder a las tierras. En definitiva, hemos hecho tremendos sacrificios y los resultados fueron realmente exiguos. Lo que hemos visto es que el narcotráfico no solamente está ahí, sino que cada vez es más un fenómeno transnacional. Hoy tenemos un corredor que va desde Méjico hasta el sur del continente, en el que los carteles atraviesan las fronteras. Por lo tanto, una sensación obvia de sentido común nos dice que debemos cambiar de enfoque. Y ese enfoque tiene que ir primero de la mano de un debate internacional, en el que se asuma cabalmente corresponsabilidad entre los países que consumen y los países productores. Y en segundo lugar, hay que partir de definiciones muy claras. Es decir, no se puede concentrar la guerra contra el campesinado y dejar de lado los circuitos financieros y los grandes usurpadores de la riqueza que produce este negocio ilícito, que están regularmente ubicados en lo que aquí se llama «la gente de bien»: políticos, altos dignatarios del Estado, miembros de las fuerzas públicas, etc. Y todo eso en medio de una política internacional que también es profundamente asimétrica. La relación de extradición entre los Estados Unidos y Colombia es absolutamente unilateral. Aquí cada año se extradita un número muy grande compatriotas, pero no hay un solo ciudadano estadounidense que esté en las cárceles colombianas. La gran discusión que ha habido en nuestro país es que se extradita como una forma de impunidad. Es decir, se lleva a las cárceles de los Estados Unidos a paramilitares o narcotraficantes que en determinados momentos pueden aportar información valiosa para desenmascarar a figuras políticas que están involucradas con ese tipo de negocios. La realidad es que llegada a suelo estadounidense, la persona entra en un sistema penal totalmente diferente en el cual hay otras prioridades y pactos, por lo que regularmente lo que termina ocurriendo es que se sacrifica la verdad. Por todos estos motivos, el presidente Petro ha propuesto una modificación de la extradición, señalando que debe ser un mecanismo de última instancia y que solamente sea aplicado para aquellas personas que no quieran entrar en lo que hemos llamado el proceso de paz total y someterse a la justicia en diálogo con el gobierno.

¿Cuáles son los desafíos actuales para llegar a una paz duradera?

Nosotros hemos procurado recoger las mejores experiencias que se han acumulado en estas décadas de búsqueda de la paz en Colombia, pero también hemos hecho una lectura crítica de los problemas. Y la conclusión es que en nuestro país ha habido una guerra total. Una situación de violencia de tales dimensiones que todo el cuerpo social ha estado atravesado por ella. No se puede pensar que en un país que pasa por 60 años de violencia continua las cosas son normales, lo que ha derivado en que se encuentre dislocada la ética en Colombia. Por eso necesitamos un concepto de paz grande y eso implica abordar el problema en toda su complejidad, resolver de una manera global todos los conflictos que aún persisten en el país. Es decir, ocuparnos del tema de las guerrillas que todavía existen y que tienen una razón política en su alzamiento armado, y simultáneamente de esos otros factores de violencia que son el narcotráfico y sus redes, que no han sido alteradas por la política de guerra. Colombia tiene hoy la convicción de que llegó el tiempo de inaugurar una era definitiva de paz.

¿Cómo es el vínculo del gobierno con los grandes medios de información?

Lo estamos viviendo como esperábamos: un desafío, un reto. Claramente el espectro mediático intenta minimizar y distorsionar lo que nosotros sostenemos. Pero en este tema también hay una acción pedagógica que comienza por el propio presidente. Petro explica todos los días, una y otra vez, cosas que a nuestro modo de ver son fundamentales. Así que su discurso y su labor didáctica han de ser el primero de los elementos que nos sirve en ese proceso de clarificar a la opinión pública acerca de lo que estamos haciendo y de por qué lo estamos haciendo.

¿Cuál es la posición de Colombia frente al lawfare que viven muchos movimientos políticos del continente?

No es un secreto que en numerosos países se ha desatado una acción que viola todos los principios de legalidad de derecho a la defensa y a la presunción de inocencia de determinados líderes políticos. Es cierto que las figuras políticas debemos responder por nuestros actos y estar dispuestos a acudir al llamado de la justicia cuando se presente. Pero por supuesto que en condiciones de legalidad, con juicios justos en los que se admita conocer las pruebas y las acusaciones, y no simplemente la imposición de una visión jurídica arbitraria. Y eso es lo que hemos observado en muchos procesos, en los que los jueces han sido cambiados desde el poder ejecutivo sin ninguna clase de forma. Hemos visto procesos contra determinados dirigentes políticos que se fundamentan en pruebas sumamente endebles, hemos visto la negación del derecho a la defensa y, en algunos casos, hemos observado la negación de un juicio justo. Esos escenarios nos parece que son reprobables y frente a ellos nos pronunciamos. La justicia es un ámbito que debe estar por fuera de cualquier tipo de influencia política, tanto de derecha como de izquierda.

 

*Versión editada para NODAL del programa “Y arriba quemando el sol” de Radio Rebelde, Argentina, 27 de agosto de 2022

 

 

 

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