¿Liderazgo en disputa al interior del MAS boliviano? – Por José Galindo

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

¿Liderazgo en disputa al interior del MAS boliviano?

José Galindo*

 

Durante la misma semana que se desató la polémica alrededor de un supuesto “Plan Negro” orientado a menoscabar el liderazgo del presidente del Movimiento Al Socialismo (MAS), Evo Morales, y de otros dirigentes del Trópico de Cochabamba, se dieron dos hechos de suma importancia para la correlación de fuerzas entre el oficialismo y la oposición: 1) La toma y destrucción del mercado de hoja de coca abierto por Arnold Alanes por parte de afiliados de una facción de Adepcoca; y 2) La revelación de un nuevo hecho de corrupción en la gobernación cruceña, punta de lanza de la derecha regionalista de ese departamento. Una aparente derrota y una indiscutible oportunidad para el Gobierno. Sin embargo, lo clave de estos hechos fue insuficiente para apaciguar las tensiones al interior del partido de las organizaciones sociales, que después de un golpe de Estado como el de 2019 debería procurar, ante todo, mantener la unidad en sus filas.

La unidad bajo presión

La presión ya se advertía desde hace por lo menos un año, cuando los intercambios e indirectas entre el exjefe de Estado y el actual vicepresidente, David Choquehuanca, se hicieron cada vez más recurrentes en eventos públicos, para luego involucrar al titular de la cartera de Gobierno, Eduardo del Castillo, a quien Morales ha responsabilizado en más de una ocasión por la actual situación del narcotráfico en el país. En el fondo, se trataba de la expresión de la rivalidad entre dos aparentes facciones del MAS: la vieja guardia o entorno del expresidente derrocado con el golpe de Estado en 2019; y un ala calificada por los medios (de oposición) como “renovadora”, a la cual se adhirieron indisimuladamente el diputado Rolando Cuéllar y la dirigenta intercultural Angélica Ponce, entre otros representantes y simpatizantes de la tolda azul.

En última instancia, las desavenencias tienen por objeto la proyección de las candidaturas en las elecciones generales de 2025, sobre todo en cuanto a las cabezas de fórmula Presidencia y Vicepresidencia, asunto sobre el que los tres principales liderazgos del MAS –Evo Morales, Luis Arce y David Choquehuanca– no se han pronunciado explícitamente, por obvias razones: resulta fundamental preservar la cohesión de la militancia del partido, al menos en apariencia. Consecuentemente, los tres máximos dirigentes protagonizaron varios encuentros en los que reafirmaron su voluntad de conservar la unidad en orden de defender al gobierno legalmente constituido a partir de las elecciones generales de 2020, que la extrema derecha trató de desconocer llegando al extremo de tocar, literalmente, la puerta de los cuarteles, incluso en presencia de la prensa extranjera.

Resulta sugerente, en todo caso, la amplia cobertura que le han dado los medios de comunicación de derechas a este asunto desde el primer momento, cuando se empezaron a evidenciar  las relaciones de rivalidad entre facciones que durante un largo tiempo no eran muy fáciles de identificar. A pesar del claro interés de los detractores del MAS en el asunto, no se logró proyectar con éxito la apariencia de unidad en los mencionados cónclaves y eventos públicos. Lo que fue presentado por dichos medios como una señal inequívoca de que el MAS estaba condenado a dividirse, lo que se traduciría, sistemáticamente, en una victoria de la derecha en su conjunto. Aquí resulta irónico que sea el propio MAS el que se de a la tarea de ser el agente de una profecía autocumplida.

De hecho, hace no más de tres semanas que se dio la Marcha por la Patria, que llegó a movilizar a más personas que la versión del año anterior, pese a ciertos obstáculos de coordinación que se tuvieron con algunas organizaciones emblemáticas, como la de los Ponchos Rojos. Se trataba de la máxima manifestación de unidad que podía hacerse frente a la oposición, particularmente la de Santa Cruz, que pretendía rearticularse a partir de la discusión por el Censo Nacional. Con todo, a unos días de concluido aquel evento, ya se comenzaron a advertir las primeras señales de lo que se vendría para el partido azul, cuyo último capítulo implicó la acusación abierta y frontal de Morales contra miembros de su viejo entorno y, lo más preocupante, en contra de autoridades del actual Gobierno, al que se defendía con la marcha del 25. Repasemos.

El patrón de los hechos

El 29 de agosto, a solo cuatro días de la Marcha por la Patria, Evo Morales anunció que su celular y otros dos pertenecientes a su encargada de comunicación fueron robados en el cierre de campaña de Rufino Correa, candidato del masismo a la alcaldía del municipio de La Guardia. Más que el robo en sí, lo que llamó la atención de no pocos observadores fueque el exmandatario responsabilizara abiertamente del eventual delito al ministro Del Castillo, con quien su relación ya era problemática. A la par, un diputado oficialista sospechó de la posible participación de la Embajada estadounidense; otro apuntó a “periodistas infiltrados”; mientras que Morales adelantó sobre la realización de potenciales montajes a partir de la información sustraída. En la ocasión Del Castillo informó que no se había hecho denuncia alguna hasta ese entonces.

Al cabo de tres días, el 1 de septiembre, en un acto público que contaba con la presencia del presidente Luis Arce, Morales reclamó que sus intervenciones son interrumpidas por el canal estatal BTV, y pidiendo no ser censurado. Quizá inesperadamente el mandatario aclaró, en ese mismo instante, que dicho canal tiene dos repetidoras, una que transmite con interrupciones y otra sin interrupciones, pidiendo no generar susceptibilidades. Un diputado sugirió investigar a BTV.

Al día siguiente, los medios informaron del arresto de un empresario chino y el gerente técnico de ABC, Cristian Mendieta, por el presunto cobro y pago de coimas, tras una denuncia hecha por el diputado Héctor Arce. Seguidamente Morales asostuvo públicamente que contaba con información de las irregularidades en la administradora de carreteras, aseverando que tanto el presidente de esa entidad, Henrry Nina, como el ministro de Obras Públicas, Edgar Montaño, le pidieron reuniones en privado. Luego extendería a Del Castillo tal acusación. Los tres negaron haber solicitado una reunión reservada con el expresidente. Y sobre el tema de la corrupción en la ABC, Nina, primero, y Lima, después, expresaron que en la denuncia de Morales hubo una diferencia de tiempos, pues el Gobierno ya se encontraba investigando.

Casi inmediatamente, el sábado 3 de septiembre, en el programa de la Radio Kawsachum Coca “Evo es Pueblo”, Morales alertó de la existencia de una conspiración en su contra y de las dirigencias del Trópico, que respondería al nombre de “Plan Negro”, que implicaría, entre otras cosas, acciones de carácter económico. Al día siguiente, el ministro de Defensa, Edmundo Novillo, rechazó categóricamente la existencia de tal plan.

El 5 de septiembre, en un acto de inscripción de militantes en el municipio de Coroico, el exministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, realizó otras dos declaraciones, que fueron objeto de burla en los medios de comunicación y en otros círculos, al apuntar que Evo Morales era “un modelo de hombre” y que ningún “liwi liwi” (“enclenque”, en quechua) debe formar parte del MAS.

Con esos antecedentes llegamos al 7 de septiembre. Ese día Evo Morales acusó, en una conferencia de prensa desde el Chapare, que el “Plan Negro” en su contra está impulsado Hugo Moldiz, exministro de Gobierno suyo en 2015; el actual ministro de Defensa, Edmundo Novillo; el general del Ejército, Juan José Zúñiga; y otras figuras del actual Gobierno, todas interesadas en defenestrarlo a él y a los asambleístas Andrónico Rodríguez, Leonardo Loza y Gualberto Arispe.

“La evidencia” presentada por Morales incluyó fotografías, organigramas y mapas conceptuales facilitados, virtualmente, por “militares patriotas” al exmandatario. Sin embargo, la información presentada resulta bastante pobre para haber sido elaborada por quienes pudieran ser considerados como “conspiradores”, quienes involucraron a otros exministros del MAS –todos ocuparon la cartera de Defensa– y estableciendo como líneas de “desprestigio” del líder masismo al narcotráfico y la corrupción, algo que no es nuevo en tanto es lo que la oposición viene repitiendo por años.

Moldiz, un veterano comunista, rechazó las acusaciones y le sugirió a Morales tener cuidado con las fuentes que maneja, además de aclarar que se está incurriendo en el mismo tipo de errores que sentaron base para la instauración de las dictaduras militares desde el 21 de agosto de 1971; y que, de igual manera, tras intentos de recuperación de la democracia, esos errores del campo popular ante el gobierno de Siles Suazo confluyeron en la imposición del neoliberalismo a principios de los 80. Advirtiendo, de paso, que la entrega del “Plan Negro” a Morales bien pudo ser parte de una estrategia de la CIA para implosionar al MAS y al Gobierno.

La polémica ha durado poco, pero es intensa. No obstante, eso no importa, puesto que se trata, evidentemente, de un patrón en cuanto a la periodicidad con la que se dieron los acontecimientos, siendo siempre iniciados solo por un lado del campo de disputa. En este caso el de Morales, en quien deben reconocerse las siguientes regularidades.

Algunas conclusiones

Después de un año, no se trata ya de casos de animadversión del expresidente con autoridades dispersas y particulares, sino de una actitud de sospecha permanente respecto al gobierno de Luis Arce, lo que le da una dimensión enteramente nueva al asunto. Deja de ser, por tanto, un problema episódico y adquiere cualidades estructurales. La relación en tensión ya no es entre individuos, sino entre dirigencias y facciones completas.

No se trata de diferencias programáticas o ideológicas. La discusión no es acerca de la deseabilidad o la pertinencia de tal o cual política, alianza o postura, sino de una disputa por el liderazgo indiscutible del partido. Va más allá de la definición de candidaturas para las elecciones de 2025, pasando incluso por la purga de toda corriente no alineada con la figura de Morales. No es una readecuación de la forma en la que se toman las decisiones, sino de la ratificación o fenecimiento de un modelo de toma de decisiones altamente concentrado, al que no parece haber intención de renunciar. Lo curioso es que el liderazgo del expresidente no solo fue reconocido, sino que reafirmado en incontables ocasiones en los dos últimos años.

Los ataques de Morales no están orientados a la oposición, sino a su propio Gobierno y al hombre que él mismo sugirió como candidato a la Presidencia. De hecho, que el expresidente haya levantado sospechas en relación al hijo de Arce, sin que el periodista se lo preguntara, y lanzar un tuit diciendo que hay que defender a @LuchoXBolivia y @LaramaDavid, es algo que no tiene una racional explicación.

La oposición y la derecha no parecen ser el principal enemigo en este momento, lo que no significa que no vayan a actuar aprovechando las circunstancias. No se requiere formación en inteligencia ni mayor perspicacia para darse cuenta de que la división del movimiento popular es una de las cartas más antiguas en los manuales del imperialismo, que tuvieron en el enfrentamiento entre obreros y campesinos su primera prueba exitosa para la imposición de sus intereses.

Parece haber una tensión entre el área rural y el área urbana del MAS, pero solo en principio, pues el entorno ejecutivo de Morales durante casi sus 14 años de gestión estuvo compuesto esencialmente por profesionales provenientes de las ciudades, por lo que mostrar a las dirigencias cocaleras como potenciales objetivos a atacar por parte de un “enemigo interno” en realidad expresa otra cosa, no necesariamente peligrosa pero sí clave: la pasividad de las organizaciones sociales en los años previos a 2019 fue un factor determinante para el triunfo de los golpistas, lo que las ha hecho conscientes de su centralidad insustituible en este Gobierno. Tal convicción debe estar fuera de toda duda, así como la certeza de que es su capacidad de alianza con las ciudades lo que les permitió pasar de la resistencia a la retoma del poder.

Por todo esto, y dado el carácter estructural que ha adquirido el problema, es poco probable que vaya a bajar de intensidad de la pugna intestina. Al contrario, persistirá como un asunto recurrente, incluso llegando a extremos rupturistas, hasta que se resuelva la cuestión de la unidad de todo el proyecto, que debiera girar tanto en torno a proyectos como a liderazgos. Sobre esto, es imprescindible recordar que en ningún momento se ha sugerido, desde el Ejecutivo, la posibilidad de querer sustituir el liderazgo de Morales y menos de ir a una reelección. Sobre lo primero, hay figuras reemplazables, pero Morales no es una. En lo segundo, haría bien al MAS, por el pueblo que representa, esperar hasta el año 2024. Los aduladores, esos que solo tienen vida política a través de otros, siempre están de sobra.

* Cientista político.

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