¿Qué piensa Pekín de América Latina? El 20° Congreso del Partido Comunista Chino y sus implicancias para la región – Por Paula Giménez y Matías Caciabue

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

¿Qué piensa Pekín de América Latina? El 20° Congreso del Partido Comunista Chino y sus implicancias para la región

 

Por Paula Giménez y Matías Caciabue*

Entre el domingo 16 y el domingo 23 de octubre se desarrolló el 20° Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), destinado a elegir a las nuevas autoridades político-partidarias de la segunda economía mundial. Desde hace algunos años, América Latina viene profundizando sus relaciones económicas (exportaciones, inversiones), y también políticas, con el gigante asiático. En ese sentido, se torna determinante discernir el rumbo estratégico que toma el gobierno del Estado del segundo importador de bienes y servicios de nuestra región.

Como era previsto, el Congreso renovó en el cargo de Secretario General del PCCh a Xi Jinping por tercera vez consecutiva, fortaleciendo su liderazgo y su proyecto político. En ese marco, el cónclave partidario removió de los espacios de poder a la mayoría de las líneas disidentes de Xi, tanto del Consejo Permanente, de 7 miembros, como del Politburó, con 25 integrantes.

La purga interna quedó marcada por la intempestiva salida de Hu Jintao, ex presidente chino, del Congreso antes de comenzar, luego justificada en los problemas de salud de un dirigente con casi 80 años. El primer ministro, Li Keqiang, que al igual que Hu formaba parte de una línea más aperturista y liberal dentro del gobierno, también fue desplazado. Los cuatro recién llegados para formar parte del nuevo Consejo Permanente son todos leales a Xi.

Ante el Congreso, el presidente Xi Jinping llamó a la «unidad» de China y defendió los logros de su gestión en materia de lucha contra la pobreza, la corrupción y el coronavirus. Al inaugurar el Congreso del PCCh, llamó también a dar respuesta a las “provocaciones” extranjeras. Xi afirmó que, desde el Congreso anterior, del año 2017, su país atravesó “un lustro sumamente fuera de lo común”, en el que debió “afrontar con eficacia la severa y compleja situación internacional”, la Pandemia de Covid-19, las “turbulencias” de Hong Kong, por las protestas anti-Pekín, y “las severas provocaciones manifestadas como intervenciones en los asuntos de Taiwán por parte de fuerzas extranjeras”.

En relación al papel de China en el escenario global, Xi sostuvo que en el quinquenio 2023-2028, China “participará activamente en la reforma y vertebración del sistema de la gobernanza global, se atendrá al multilateralismo genuino, promoverá la democratización de las relaciones internacionales e impulsará el desarrollo de la gobernanza global en una dirección más justa y razonable”.

La relación de China con América Latina en la actualidad

En un nuevo escenario en el que se profundiza la disputa global, América Latina, a la que EEUU consideró siempre su patio trasero, ha venido profundizando, desde hace algunos años, sus relaciones económicas (exportaciones, inversiones) pero también políticas con el gigante asiático. Lo que suceda en el próximo lustro del Gobierno de Xi tendrá sin dudas un impacto en nuestra región, que debemos considerar a la hora de realizar un análisis geopolítico.

En 2021 el valor total del comercio entre el gigante asiático y Latinoamérica y el Caribe aumentó un 41,1% respecto a 2020, registrando un nuevo récord en las transacciones, por valor de 451.591 millones de dólares, según datos oficiales de China.

El gigante asiático actualmente es el segundo socio comercial de mayor importancia para la región. En 2021, las exportaciones de América Latina hacia China llegaron a unos 222.582 millones de dólares, lo que representa un incremento del 31,4% respecto al año anterior.

Mientras que las exportaciones chinas a América Latina se valoraron en 229.009 millones de dólares, un aumento del 52% respecto al 2020, según la propia oficina de aduanas chinas.

La Nueva Ruta de la Seda, para América Latina

La Nueva Ruta de la Seda o BRI (por Belt and Road Initiative, en inglés), emblema del gobierno de Xi Jinping, consiste en el despliegue económico global del proyecto estratégico de Pekín. El mismo se estructura en torno a una ola de fondos chinos para grandes proyectos de infraestructura en todo el mundo. Al igual que la antigua ruta comercial, la Nueva Ruta de la Seda tiene como objetivo vincular a China con Europa, Medio Oriente, África y América Latina.

La Iniciativa se orienta a impulsar la cooperación y la conectividad entre los países a través de dos componentes principales: uno de carácter terrestre, la “Franja Económica de la Ruta de la Seda”, y otro transoceánico, la “Ruta Marítima de la Seda”. Además hay un tercer componente, la Nueva Ruta de la Seda Digital o RSD, que va más allá de la construcción de infraestructura, ferrocarriles, rutas, puertos, embalses y plantas de energía, y pasa a configurar una propuesta vinculada a la conectividad global y el ecosistema digital con marca de origen en China, que permite al gigante asiático extender su influencia en todo el mundo, en el marco de un cambio de fase en el sistema capitalista, signada por el vertiginoso desarrollo de las fuerzas productivas que impuso la denominada cuarta revolución industrial.

Panamá fue el primer país latinoamericano en incorporarse al BRI y, en muy pocos años, se han ido sumando casi todos los países de la región. Argentina se convirtió en el vigésimo país que se sumó a la iniciativa China en febrero de este año.

El proyecto estratégico chino, en el marco de la disputa global

China es la segunda economía del mundo. Su PBI ya ha superado al del conjunto de la Unión Europea, y su proyección es sólo “para arriba”. Durante más de una década, sostuvo una tasa de crecimiento anual de dos dígitos que trajo, entre otras consecuencias, un marcado deterioro ambiental y un complejo proceso distributivo. En la actualidad, sin embargo, se encuentra con previsiones de crecimiento menores al 5%, y en medio de una guerra en diferentes frentes, tanto internos como externos.

Pese a las imprudencias de algunos analistas, China no es una sóla. En ella conviven, en un complejo entramado yuxtapuesto, varias “chinas”: la de “Pekín”, es decir, la del poder político-institucional; la de “Shenzhen”, del poder tecnológico del llamado “Silicon Valley” de Asia; la de Shanghai y Hong Kong, expresiones de la interpenetración financiera global (anglo-americana y europea) del país que funciona como la “fábrica del mundo”.

Es en ese marco en el que se vienen agudizando las luchas por la gobernanza global, enmarcada en lo que denominamos como la “Batalla del G2”, la ya conocida guerra económica, financiera, tecnológica y estratégica entre Estados Unidos y China.

Tal disputa va delineando una nueva geopolítica mundial, con el desplazamiento del centro de gravedad económico del mundo hacia el eje de Asia-Pacífico, y a la que la geopolítica de la actual administración de la Casa Blanca comenzó a denominar como el Indopacífico.

Es este contexto internacional el que obliga a China a imponer su proyecto estratégico por sobre el de EEUU, marcando los próximos 5 años del Gobierno de Xi. En esa sintonía, se inscribe el plan de desarrollo 2035 del gobierno del gigante asiático, que propone impulsar la inversión en sectores tecnológicos cruciales, entre ellos vehículos inteligentes y de nueva energía, robots, macrodatos, cadena de bloques, investigación biológica y cultivo molecular.

Es también este proyecto estratégico, ya en marcha, con pretensiones y condiciones para imponer su dominio, el que visualiza a América Latina como una región en disputa, por sus recursos naturales (litio, gas, petróleo, minerales, tierras raras), por sus “mercados” de producción y consumo, y por su calificada y “barata” fuerza laboral.

La “nueva ruta de la seda”, especialmente con su capítulo digital, como la denominó Xi Jinping, es “una propuesta global de integración en materia de infraestructura, economía y finanzas” que, bien aprovechada, con liderazgos políticos decididos, puede brindar condiciones de posibilidad para fortalecer una economía regional ordenada en favor de la integración social y política de nuestros pueblos.

Por el contrario, si la emergencia económica, financiera, tecnológica y militar de China no encuentra una región políticamente fortalecida, nuestras sociedades, parafraseando a Jauretche, “cambiarán de collar, pero no dejarán de ser perros”. Sólo las luchas de los pueblos nos indicarán el rumbo de nuestro destino.

*Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina.

 

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