Claves para un tiempo de unidad: el escenario de la integración regional – Por Paula Giménez y Matías Caciabue

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Claves para un tiempo de unidad: el escenario de la integración regional

 

Por Paula Giménez y Matías Caciabue*

 

El 2022 tuvo un recorrido de cumbres y reuniones de distintos proyectos de integración regional que marcaron y marcan la agenda política de la región, y que a través de sus distintos actores/as, manifestaron sus intereses tanto en sus declaraciones como en sus acciones. Por un lado, observamos proyectos conservadores como la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Unión de Partidos Latinoamericanos (UPLA), y por otro lado proyectos transformadores como el Grupo de Puebla, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la RUNASUR.

Mientras el bloque conservador configura sus alianzas, los proyectos populares de América Latina en posición gobernante buscan construir proyectos propios de integración a partir de gobiernos que en muchos casos están cercados por derechas cada vez más agresivas, en posición de  guerra. ¿Qué condición de posibilidad existe, en estos contextos para la construcción de la soñada Patria Grande? ¿Cómo abonar el camino hacia el proyecto que el pueblo necesita para salir de las condiciones de pobreza y desigualdad en un mundo en crisis?

La disputa por la conducción de los proyectos regionales: iniciativas de la derecha

A lo largo del 2022 se desarrollaron una serie de reuniones y cumbres donde las/os mandatarias/os latinoamericanas/os manifestaron sus posicionamientos en temas de impacto internacional tales como la guerra librada entre Rusia y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y el bloqueo de EEUU a Cuba, Venezuela y Nicaragua, entre otros. Estos hechos determinaron alineamientos en la región que aportaron y aportan también a la definición y la construcción de las políticas tanto nacionales como regionales.

Uno de los conflictos que dividió las aguas en la región fue la 9° Cumbre de las Américas, realizada en California, Estados Unidos, cuyo encuentro se destacó por la decisión del país norteamericano de excluir a Cuba, Venezuela y Nicaragua, hecho que fue repudiado por representantes de Argentina, México, Bolivia, Honduras, Chile, la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), la Comunidad del Caribe (CARICOM), el Grupo de Puebla, e incluso el Brasil conservador liderado por Jair Bolsonaro. Por su parte, los presidentes Manuel López Obrador de México, Xiomara Castro de Honduras y Luis Arce Catacora de Bolivia, manifestaron su posición tomando la decisión de no participar de la Cumbre. Como contracara y en paralelo a la cuestionada Cumbre, en el Centro de Convenciones de Los Ángeles se realizaba la “Cumbre de los Pueblos”, dónde líderes y lideresas comunitarias, sindicalistas, discutieron entre otros temas, la autodeterminación de los pueblos.

Otro de los espacios desde los que Estados Unidos desarrolla su plan para la región es la Organización de Estados Americanos (OEA), que reunió en julio a los ministros de defensa de sus países miembros para firmar la «Declaración de Brasilia”, donde la guerra en Ucrania fue uno de los ejes de debate. Los conflictos al interior nuevamente se marcaron cuando Brasil, Argentina y México declararon que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sería el foro legítimo para discutir el tema mientras que Estados Unidos, Canadá, Colombia (con Iván Duque como presidente), Ecuador, Paraguay, Haití, Guatemala y la República Dominicana se posicionaron en contra de Rusia desaprobando “la invasión ilegal, injustificable y no provocada de Ucrania”.

La ultraderecha internacional también desarrolló sus foros de encuentro mostrando su plan para la región. Uno de los hechos que mostró esta iniciativa fue la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), realizada el 12 de noviembre en México, y que aglutina anualmente a activistas conservadores y representantes electos de los Estados Unidos, Latinoamérica y del mundo. En esta oportunidad se abordaron ejes como: “Ser un gobierno conservador”, “Cuidando la patria cuidamos al mundo”, “El Modelo húngaro. La Familia es primero”, “Las mentiras de la izquierda” y “La nueva derecha popular”, dictada por el chileno Antonio Kast y “Viva la libertad”, por el argentino Javier Milei, entre otros.

La realización de la CPAC en México aparece como respuesta a la inasistencia de López Obrador a la Cumbre de las Américas en junio, y fundamentalmente, a la vocación integradora a nivel latinoamericano que tiene el presidente mexicano en la región, entre otras acciones, como gestor del relanzamiento de la CELAC.

Otro hecho que fue parte de las maniobras de la derecha en la región y en particular en Perú fue lo sucedido de cara a la XVII Cumbre Presidencial de la Alianza del Pacífico, desarrollada entre el 24 y el 29 de noviembre. La Alianza del Pacifico es una iniciativa de integración económica que asocia a Colombia, Chile, México y Perú. Para asistir al encuentro, Pedro Castillo, presidente de Perú pidió autorización al pleno del Congreso de su país y este denegó la autorización de viaje para participar de la XVII Cumbre. Este hecho fue una de las maniobras que antecedieron al golpe de estado que lo destituyó y detuvo el 7 de diciembre.

Mercosur: la tensión entre dos modelos

Un poco más al sur de la región, en diciembre se desarrolló en Montevideo, Uruguay, la 61° Reunión Ordinaria del Consejo del Mercado Común del Sur (Mercosur) junto a la Cumbre de Presidentes del bloque.

El encuentro no pasó desapercibido en la agenda política ya que generó tensiones debido a la decisión unilateral de Uruguay de ingresar al Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP), y avanzar en un acuerdo de Libre Comercio con China. A una semana de la Cumbre, Argentina, Paraguay y Brasil presentaron una nota conjunta a la coordinación del Mercosur donde manifestaron su queja por el comportamiento del país rioplatense. Al día siguiente el presidente uruguayo publicó un tweet donde informaba que su ministro de Relaciones Exteriores, acababa de presentar formalmente en Nueva Zelanda la solicitud de ingreso al CPTPP.

Esta no era la primera vez que Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay, manifestaba su interés de ingresar al CPTPP. Ya durante la LX Cumbre de Presidentes del Consejo del Mercosur, desarrollada en el mes de julio en Paraguay, Lacalle Pou había declarado que su país avanzaría en un acuerdo de libre comercio (TLC) con China con o sin la participación de sus socios.

En la disputa manifestada en el proyecto del Mercosur, la disyuntiva de fondo es qué modelo de integración tomará la región: un modelo con desarrollo, protección e impulso a las industrias y redes comerciales locales, o uno con asimetrías, desfavorecimiento del mercado interno y mayores desigualdades, consecuencia de los acuerdos de libre comercio (ya conocidos -y sufridos- en nuestra región)

Intentos de integración real y transformadora en la región

La integración regional es una deuda pendiente de esta época en la que desde 2019 en adelante han logrado imponerse nuevamente gobiernos de tinte progresista en Latinoamérica, al menos en lo discursivo, en una suerte de continuidad de lo acontecido a principios del siglo, aunque esta vez con serias limitaciones para traducir los discursos en hechos concretos que avancen hacia la integración y el desarrollo de políticas que incluyan a las grande mayorías.

Sin embargo, han emergido y se han retomado diversas iniciativas que buscan alumbrar en este camino. El 7 de noviembre, por ejemplo, se realizó en Buenos Aires, Argentina, la Asamblea Plurinacional Constitutiva de la Runasur conformada por sindicatos, organizaciones campesinas y movimientos sociales, bajo la consigna: «Una América plurinacional, antiimperialista y anticapitalista». El evento contó con la presencia de delegados de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela y con la participación del expresidente boliviano Evo Morales, líder e impulsor de la Runasur.

También en el mes de noviembre ex presidentes latinoamericanos, ex cancilleres, ex ministros y ex parlamentarios, entre otras/os, hicieron llegar una carta a 12 presidentes de la región solicitando relanzar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). La carta recoge los logros del bloque creado en 2008 por iniciativas de Venezuela, Brasil y Argentina (lideradas por Hugo Chávez, Lula Da Silva y Néstor Kirchner) y establece una agenda prioritaria dónde evalúa las acciones que habría que promover para revitalizar rápidamente el organismo del que, a la actualidad, se han retirado siete de sus doce miembros originales.

El reclamo de rescatar del olvido la Unasur no es nuevo, sino que es una de las consignas que ha sido defendida por figuras pertenecientes al Grupo de Puebla, la articulación de líderes progresistas que ha tenido un rol clave en la reactivación de la CELAC.

Una de las últimas reuniones que marcó la agenda de las/os líderezas/es latinoamericanas/os fue, en el mes de diciembre, el recibimiento de Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, a las autoridades de los países miembros de la XXII Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba – Tcp) entre ellos sus homólogos de Venezuela, Nicolás Maduro; Bolivia, Luis Arce; y de Nicaragua, Daniel Ortega, además de los primeros ministros de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves; de Dominica, Roosevelt Skerrit; entre otras autoridades.

Cada movimiento del bloque progresista busca recuperar el sueño de la patria grande y la fortaleza geopolítica de la región, ya que como se viene observando, para el desarrollo y acumulación de los proyectos populares, con contenidos emancipatorios, no alcanza solo con acceder a la posición de gobierno del Estado, sino que es necesaria la construcción colectiva de un programa que promueva la integración regional.

Cómo se conforma el escenario en América Latina para el 2023.

De nada sirve el escenario de oportunidad del mundo si no podemos desde la unidad política y desde la integración económica, resolver los grandes problemas que tienen nuestras sociedades. En ese sentido, el desafío es principalmente político.

En el proceso de transformación profunda que atraviesa el mundo, donde la digitalización y financiarización de escala global es predominante, los Estados se transforman, definitivamente en un medio para instrumentar programas políticos que se definen desde los actores más avanzados de una economía plenamente transnacionalizada y en proceso de digitalización, que maniobran políticamente para construir una nueva hegemonía, una nueva forma de gobernanza global, un nuevo orden mundial. Es en este sentido que los bloques regionales cumplen una tarea fundamental para el desarrollo de estos programas políticos.

A partir de las cumbres y encuentros regionales desarrollados en el 2022 se puede vislumbrar la existencia de dos bloques con intereses muy disímiles que buscan construir sus alianzas hacia adentro de la región.

Como parte de un bloque conservador observamos espacios como la CPAC, la “Carta de Madrid”, la UPLA (Unión de Partidos Latinoamericanos) y la Fundación Libertad o la Red ATLAS, quienes, entre otros, conforman el entramado estratégico de un fenómeno político violento y antidemocrático que abarca toda la región y del que los ejemplos más recientes son el magnifemicidio a la vice presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, el  intento de golpe de estado al presidente electo democráticamente Lula Da Silva, en Brasil y el reciente atentado contra  Francia Márquez, la vicepresidenta de Colombia.

Por su parte, el bloque progresista manifestado en la Unasur, la CELAC, el Alba-Tcp, el Grupo Puebla y la RUNASUR buscan fortalecer sus alianzas en busca de la dignidad de los pueblos.

El 2023 comienza con una cumbre de la CELAC que se desarrollará en Argentina: una oportunidad para profundizar las discusiones de integración regional y construir desde las bases la Patria Grande que el pueblo necesita, fortalecer los acuerdos necesarios en la economía y la política, poner freno a los intentos desestabilizadores de la derecha y defender nuestras democracias, mientras construimos mecanismos superadores de participación popular: “Democracia y paz versus la mafia y la guerra”.

*Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos. Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). 

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