Brasil está de vuelta – Por Paula Giménez y Matías Caciabue

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Brasil está de vuelta

Por Paula Giménez y Matías Caciabue*

La visita del presidente de Brasil, Lula da Silva a China marca un acontecimiento de gran importancia para todo el continente latinoamericano en torno al G2 que hoy ordena el mundo y la situación de Brasil y Latinoamérica en el mismo. Tras el regreso de Brasil a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la visita del actual mandatario petista a EEUU, Argentina y Uruguay, Lula desembarcó esta semana en el gigante asiático como venía anunciando desde enero de este año, marcando con esto, en sus primeros 100 días de gobierno, un eje fundamental de su política exterior:  el fortalecimiento y la revitalización de bloques de integración regional como la Unasur y el BRICS.

En China, la comitiva brasilera buscó, entre otras cosas, la firma de una veintena de acuerdos comerciales con el país que es el principal socio comercial de Brasil desde 2009. Pese a las malas relaciones entre China y el anterior gobierno de Jair Bolsonaro, en 2022 el producto brasileño más vendido para el mercado chino fue la soja, con 36% del total de lo exportado; seguido por el hierro con 20% y petróleo con 18%. El perfil de la exportación, indicó Agencia Brasil, cambió un poco entre enero y febrero de este año, con el petróleo al frente con el 23% de las exportaciones, seguido por la soja (22%) y el hierro (21%). Los acuerdos a tratados en esta gira son muy importantes para la economía brasileña, ya que permitirán ampliar la exportación de productos brasileños a China y fortalecerán las relaciones comerciales entre ambos países en materia de petróleo y gas, energía eléctrica, agricultura, infraestructura, comunicaciones, ciencia y tecnología y financieras: Energías renovables, comercialización de créditos de biodiversidad, asociaciones para apoyar el desarrollo de startups brasileñas en China, transferencia de conocimiento e investigación científica en la fabricación de acero con bajo contenido de carbono, son sólo algunos de los puntos que comenzarán a trabajarse a partir de ahora de manera conjunta.

El día miércoles se llevó a cabo el lanzamiento del nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, donde su compañera y ex presidenta brasileña Dilma Rousseff asumió como presidenta. Este banco es un proyecto ambicioso que tiene como objetivo financiar proyectos de desarrollo en los países miembros (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y en otras naciones en vías de desarrollo. En el discurso de apertura del banco Lula afirmó “el Nuevo Banco de Desarrollo ha surgido como una herramienta para reducir las desigualdades entre países ricos y emergentes, que se traducen en exclusión social, hambre, pobreza extrema y migración forzada” y continuó “El Nuevo Banco de Desarrollo tiene un gran potencial transformador en la medida en que libera a los países emergentes de la sumisión a las instituciones financieras tradicionales, que quieren gobernarnos sin tener mandato para ello”. En este sentido, uno de los puntos importantes está en los acuerdos con las instituciones bancarias chinas en la que ambos países buscan alternativas a la dependencia del dólar como moneda de intercambio y realizar las transacciones financieras en yuanes y reales. Dos de estos acuerdos ya fueron firmados a principios de este mes, tal como anunció Apex: el banco brasileño BBM, con sede en la ciudad de Salvador y controlado por el chino Bank of Communications (BoCom) entra al CIPS (China Interbank Payment System), que es la alternativa china a Swift. Ante esto, en una entrevista concedida al diario O Globo, el ex embajador de Estados Unidos en Brasil Thomas Shannon responde: “El dólar no es una moneda global porque Estados Unidos lo impuso, es una moneda global por el poder de la economía americana y por el papel de la economía americana en el sistema financiero y en el orden económico global. Si Brasil, China o los Brics quieren sustituir al dólar, de acuerdo, que lo hagan. ¿Qué moneda utilizarán? ¿La moneda china, la brasileña? Ok, buena suerte”.

Durante su visita, Lula también tuvo la oportunidad de recorrer las instalaciones de la empresa tecnológica Huawei, donde se reunió con sus directivos y conoció los avances en tecnología 5G que está desarrollando la compañía, una señal respecto del interés de Brasil en mejorar su relación con China en el ámbito tecnológico y en otras áreas de interés común. “Visitamos Huawei para mostrar que queremos decir al mundo que no tenemos prejuicios contra el pueblo chino y que nadie prohibirá a Brasil fortalecer su relación con China” afirmó Lula en la empresa china que se encuentra en la US Entity List, la lista negra estadounidense que impone restricciones comerciales a quienes son nombrados.

“Brasil está de vuelta” … ¿en la nueva ruta de la seda? ¿Subordinación u oportunidades?

“Brasil está de vuelta” afirmó Lula esta semana en el marco de su gira por China, a la que acudió con una comitiva de 300 miembros del sector de negocios y unos 90 del sector agrícola.

La pregunta es ¿en dónde está de vuelta? Habría que detenerse aquí en la contradicción que ordena el mundo y los dos principales bloques de poder que disputan por subsumir al resto, con dos visiones e intereses encarnados en dos programas políticos: el financiarizado digital que representa Huawei, con asiento en China y el financiarizado digital de Amazon, con asiento en Estados Unidos. A la luz de esta caracterización, la visita de Lula a China y a Huawei, al menos en términos simbólicos, podría comenzar a marcar una elección de ruta para Brasil en particular y de Latinoamérica en general: La ruta del proyecto financiarizado-digital Huawei, con asiento en China, con capitales globales y con gran influencia del Partido Comunista Chino. “La nueva ruta de la seda” o “Ruta de la Seda digital”, impulsada por Xi Jinping, con quien el presidente Lula mantuvo una reunión el viernes, propone impulsar la inversión en sectores tecnológicos cruciales, entre ellos vehículos inteligentes y de nueva energía, robots, macrodatos, cadena de bloques, investigación biológica y cultivo molecular.

Sin embargo, 100 días de gobierno resulta poco para realizar una afirmación taxativa, sobre todo si se tienen en cuenta algunas dimensiones como, por un lado, las expectativas de EEUU, el segundo socio comercial de Brasil, que fue el primero en la lista de visitas y con quien reactivará las alianzas para la preservación de la Amazonía, en su rol de paladín internacional en la lucha por el clima. En enero, en medio de la intentona golpista, el presidente estadounidense Joe Biden, no dudó en brindar un sólido apoyo a la institucionalidad y al gobierno de Lula.

Por otro lado, aún persisten en la estructura del Estado Brasilero, los vestigios del bolsonarismo en instituciones clave, como el Banco Central, que se complementa con una compleja correlación de fuerzas en el Congreso.
No olvidar que Brasil en la región es un jugador del globalismo con peso propio, que asume como interlocutores a las fracciones del globalismo estadounidense y chino, es importante para analizar las postas del camino que irá construyendo Lula.

El desafío está en percibir la situación latinoamericana, el rol que cumple Brasil en el continente, y saber que en los dos proyectos señalados que diseñan el mundo, los estados funcionan como cadenas de suministros. Sus funciones son adquirir deuda, vender productos, especular con bonos, y por supuesto, construir los paliativos de las dolorosas condiciones de vida en que viven las grandes mayorías sociales. En América Latina y el Caribe el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza. El número de milmillonarios en la región ha pasado de 27 a 104 desde el año 2000. En grave contraste, la pobreza extrema está aumentando. En 2019, 66 millones de personas, es decir, un 10,7% de la población vivía en extrema pobreza, de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Se suma a esto, que tras la pandemia del Covid 19, el continente experimentó una recesión doblemente más profunda que la de la economía mundial y vio aumentar en cerca de 50 millones el número de personas que viven en condiciones de pobreza. Priman en la región la fragilidad de las estructuras productivas, la acentuación de la dependencia de un número reducido de productos primarios, el debilitamiento de las instituciones democráticas y la fragmentación política que impide levantar una voz común frente a los asuntos globales.

Marcando la situación de la nueva ruta de la seda y de Latinoamérica en general con la mayor potencia histórica del continente acercándose a China cabe la pregunta respecto de si esto significará para el pueblo latinoamericano otro proceso de subordinación o al contrario, la condición de posibilidad de una mejor posición económica. Un logro tal, más que de Lula y de Brasil dependerá de la posibilidad de fortalecer los procesos de integración para lograr un programa político común en la región. Del conjunto de las dirigencias políticas y los pueblos latinoamericanos en capacidad de establecer una alianza clara depende la posibilidad de que Brasil sea cola del proyecto del Dragón o emergencia mundial de la cabeza de una América Latina que tiene sus venas abiertas por tantos saqueos, pero también por la memoria de las luchas por su emancipación.

*Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos. Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). 

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