El espejo convexo y el avatar (Repensando la interpelación política) – Por Javier Ortega

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El espejo convexo y el avatar (Repensando la interpelación política)

Por Javier Ortega*

El espejo convexo es aquel que tiene forma de C y que diverge los rayos de luz que le vienen desde la izquierda, convergiéndolos hacia la derecha, donde está su foco. Si nos situamos a la izquierda de ese espejo, veremos reflejada una imagen nuestra distorsionada y virtual, ya que el foco convergente se ubica a la derecha. Fuera de nuestro alcance.

Un avatar es un ente gráfico que vive dentro de un entorno digital. Ese ente es operado por una persona material desde afuera del entorno virtual. La persona material operadora del avatar podemos ser nosotros. O, a veces, no sabemos quién es el que está operando al avatar.

Lacan y la constitución del sujeto externa a la materialidad

Uno de los grandes aportes de Jacques Lacan fue el de conceptualizar que nuestro “yo” se constituye exteriormente a nuestra materialidad.

El “yo” nace afuera de nuestro cuerpo. Su momento fundacional es el “estado del espejo”. Se da cuando el bebe, totalmente desvalido y descoordinado, se contempla a sí mismo en un espejo. Y se ve como una completitud integrada y autosuficiente, que en verdad él no es. Al observarse, cree que esa imagen especular es él mismo. Así constituye su “yo”, en esa imagen externa. Es decir, en nuestro primer chispazo de consciencia rudimentaria, ya quedamos alienados: creemos que nosotros somos “un otro”, en este caso, esa imagen externa del espejo. El sujeto es la imagen. Hay acá casi una aparición del “ser en si” de Jean Paul Sartre. Ese ser que es, y que solo es idéntico a sí mismo. Aquí el ser será la imagen en el espejo. No el cuerpo material del niño.

Luego aparece la operación edípica. El niño desea que su imagen especular sea el único objeto del deseo de su madre. Pero descubre que la madre, además de él, tiene otros intereses. Aparece la figura del padre (no necesariamente el padre biológico, la representación del padre tiene acá un sentido metafórico) como factor que le llama la atención a la madre. El niño, por eso, desea sustituirlo. El padre es el ingreso del niño al mundo exterior. Es la ley que rige a ese mundo. Se produce en este momento la segunda alienación. El niño queda arrojado a un mundo externo. Para el ser humano, único animal con capacidad de abstraer por medio del pensamiento, ese mundo externo está constituido por una serie de símbolos. El principal, el lenguaje. Un lenguaje que el niño ni creo ni eligió. El lenguaje era pre-existente a él, y un día el niño quedó inmerso en ese lenguaje por el solo hecho que le toco haber nacido en un determinado lugar.

La realidad y lo real

En toda idea que construimos, en el proceso de abstracción, usamos el lenguaje que hablamos. Toda representación que nos hagamos del mundo esta mediada por esas etiquetas que fueron pre-establecidas (por un otro que no somos nosotros) y que son las palabras del lenguaje. Nietzsche decía que no estaba en la naturaleza de las cosas el ser conocidas por el hombre. El hombre las quería conocer cuando pretendía dominarlas. El denominar las cosas con signos gráficos y sonoros (las palabras) no está en la naturaleza de esas cosas. El hombre (arbitrariamente) les atribuye esas etiquetas (que son las palabras) para denominarlas, sistematizarlas, clasificarlas…y dominarlas a través de sus procesos racionales.

Así el mundo se nos presenta como una red de símbolos. Ese mundo simbólico será nuestra realidad. Pero un mismo símbolo no es interpretado exactamente por todos igual. De allí que la realidad tampoco será igual para todos. La realidad humana está conformada por el universo de significantes del lenguaje, que no necesariamente remiten a un significado univoco para todos. De esta manera, el hombre navega en un mar de significantes arbitrariamente atribuidos a significados. No navega en una materialidad, navega en un mar de símbolos.

La realidad no es lo real. La realidad es aquella parte de las cosas materiales que el hombre ha conseguido representárselas a través de los símbolos, del lenguaje. Esta fase parecería corresponder a la sartreana “el ser para sí”, que es el ser que sale, el ser eyectado y proyectado al mundo. Un mundo preexistente que lo condiciona sí, pero sobre el que él intencionalizará. Se someterá pasivamente a ese mundo…o en ese mundo tratará de construir su proyecto emancipatorio. Ese mundo, está constituido por símbolos.

Lo real, en cambio, es directamente aquello que no tiene representación simbólica. No hay lenguaje para lo real. El hombre no puede hablar de lo real porque no hay palabras para ello. No puede abstraerlo, no puede discurrir sobre eso. Es un abismo que se abre más allá y que quedó afuera de su realidad simbólica.

Entonces, siempre siguiendo a Lacan, el ingreso del ser humano al mundo del lenguaje da lugar a su segunda alienación. La primera lo fue el estado de imagen, de espejo. En su segunda alienación, el ser y el mundo, su interacción y su lugar en el orbe, queda mediado, organizado y operado por una serie de símbolos preexistentes que él no eligió, pero en los que quedó atrapado. Su propia identidad está constituida y estructurada por esos símbolos que lo anteceden. El mismo sujeto está armado por símbolos. El ser humano existe y es en el lenguaje.

En consecuencia, para Lacan, existen tres órdenes en el mundo. El real, o aquello que no puede ser representado simbólicamente, el abismo donde no hay palabras. El simbólico, pasible de ser representando a través el lenguaje, tanto en el orden consciente como en el subconsciente. Y el imaginario, o esas imágenes que empezaron a emerger en nuestro “estado de espejo”. El hombre está condenado al inconformismo porque su realidad (constituida por lo simbólico y lo imaginario) “no existe” en su materialidad. Por ende, nunca la podrá alcanzar.

Los problemas de interpelar lo simbólico desde la dialéctica materialista

Desde las tradiciones de izquierda, se concibe a la actividad política operando desde el materialismo dialéctico como marco de referencia. Esto es, apartarnos del idealismo platónico receptado por la cristiandad, pletórico de esencias y universales absolutos donde el mundo material es solo un reflejo de las ideas. El materialismo dialéctico propone una puja por imponer una síntesis totalizante del mundo, donde el choque se da en el campo de lo material.

Pero: ¿qué pasa cuando observamos la paradoja de miembros de la sociedad que apoyan acciones que le son perjudiciales materialmente? Por ejemplo, trabajadores descapitalizados que apoyan a esa dictadura del capital que es el neoliberalismo. Para la izquierda, la comprensión del fenómeno llega desde Gramsci: el proletario que atenta contra sus intereses, lo hace porque ha sido instruido, educado, adoctrinado en la cultura desarrollada por su opresor, la que él terminó adoptando como propia, creyendo que favorece a sus intereses cuando en realidad los ataca. Un giga engaño histórico. Esto presupone a un sujeto material central (el proletario) que nada todos los días de su vida en la sopa cultural que le preparó su opresor. Sopa que lo termina permeando. Y ahogando.

Pero: ¿Qué tal si en la realidad el mismo sujeto ha sido creado ya como un oprimido, para ser oprimido y estar contento con su opresión?

El terreno de la política es la realidad. Y la realidad, para Lacan, no es material sino simbólica. Por ende, el sujeto está constituido simbólicamente. No hay un sujeto material al que, con un discurso simbólico tramposo, se lo engañe para que se suicide en su materialidad. No. Y esto porque lo material no es la realidad. Insistimos. Lacan entiende que (y en esto sin ser estructuralista Lacan abreva de Saussure) toda la realidad humana es simbólica. Está construida por el lenguaje.

Las interacciones sociales, entre personas y colectivos, es una malla simbólica. Y esta malla de significantes es el terreno de la política. Porque el sujeto no es materia. Es símbolo. Lo que tenemos en la arena política es un símbolo llamado sujeto que interactúa con otros símbolos llamados sujetos dentro de una realidad que es simbólica. Señoras, la política, actividad que pretende organizar tales interacciones, es eminentemente una actividad del mundo virtual.

Vamos a un ejemplo de lo que aquí exponemos. El significante “clase media”, tan importante en la vida política argentina. Lacan enseñaba que un mismo significante no tendrá el mismo significado para todos. Tú sabes que palabras dices, pero nunca sabrás que es lo que interpretó el oyente. Así, el significante “clase media” para un sociólogo es aquel grupo constituido por pequeños empresarios, comerciantes, cuenta propistas y profesionales que no están en relación de dependencia ni viven de un sueldo. Pero, para la inmensa mayoría de nuestros connacionales, “clase media” es el significante de alguien con ingresos que le permiten vivir bien, con expectativas de ahorro y acceso a la propiedad.

Sin reparar en que, en verdad, solo se tratan de trabajadores pero con buen salario. El 85 por ciento de los argentinos se auto-percibe “clase media”, aunque la mayoría de ese porcentaje es asalariado. Señores, se ha creado un sujeto de la realidad por la vía simbólica, que es la única vía para crearlo. Este sujeto es el segmento de la clase media auto-percibida que, siendo trabajadores, suele tener aversión por sindicatos, negociación de convenios colectivos, movimientos sociales y pobres en general. La pregunta es, los auto-percibidos clase media, sujeto social central en la vida política: ¿en cuál espejo se miraron para constituirse a sí mismos como tales?

La post-verdad no es una novedad, pero sí lo es su expansión

Definimos como post verdad a aquel conjunto de percepciones, ideas y juicios generalizados que, sin embargo, no se comprueban empíricamente, ni en la observación, ni guardan una relación lógica. No es un fenómeno nuevo. La post-verdad puede equipararse a la superstición y a la creencia, que son de vieja data. No obstante, la novedad es que la expansión de la post-verdad ocurre en plena era del conocimiento, de los avances científicos y de las tecnologías de la información y comunicación (TICs). Entendemos que esta expansión no se da “a pesar” de las nuevas tecnologías… sino “por” esas nuevas tecnologías.

Narcisismo no es el culto a uno mismo, no es el enamoramiento de lo que uno es, como popularmente se cree. No. Narcicismo es la entronización de la imagen de uno por sobre uno mismo. La imagen pasa a erigirse en el ser, en lo central, dejando la materialidad en un lugar subalterno, subordinado. Lo que importa es la imagen proyectada. En el mito, Narciso contemplaba embelesado su imagen reflejada por un arroyo, con tanto amor por ella que termino tirándose al agua persiguiendo algo que materialmente no existía… y muriendo. La imagen era el ser, mas importante que la materia. Hasta que Narciso se ahogó y no hubo ni materia, ni imagen, ni ser.

¿Cuál es el arroyo que le sirve de espejo al hombre actual?

Siguiendo algunas estimaciones en una temática que no está mensurada aun con exactitud, el 90 por ciento de los datos del mundo han sido creados en los dos últimos años, aumentando a un ritmo anual del 40 por ciento. Una persona recibe 6000 impactos publicitarios durante el día, y está conectada a internet, a través de su móvil o de su PC, un promedio de más de seis horas. Los usuarios de redes sociales, que son el 58 por ciento de la humanidad, acceden a ellas en un 80 por ciento de los casos para informarse.

Las redes más usadas son Facebook, Whatsapp e Instagram, a través de las cuales se suben 5000 millones de imágenes cada día, constituyendo el 83 por ciento de las publicaciones, donde el texto quedó relegado. Una información visual reúne 84 por ciento más de vistas que una escrita, pudiéndose procesar por el receptor con una velocidad 60.000 veces superior a la de un texto. Las TICs son el lecho fluvial por donde vino el arroyo que usa como espejo el Narciso moderno.

Un espejo para el Narciso moderno

Giovanni Sartori, en su “Homo Videns”, obra anterior a las redes sociales, planteaba que la capacidad de abstracción era lo que convertía a un homínido en el “homo sapiens”. El hombre sabio se distinguía de las demás especies por su razón, que es la facultad de abstraer el mundo material que lo rodea por medio del uso del lenguaje. El auge de la imagen de la TV, que copaba el mundo de la información, era entonces para Sartori una involución. El hombre ya no tenía que razonar activamente para interpretar un mensaje complejo construido con símbolos. En el caso de la TV, el hombre era un espectador pasivo que no debía pensar demasiado, no necesitaba interpretar ni símbolos ni nada. Solo receptar visual y abúlicamente la imagen simple que se le proveía. El hombre sabio (sapiens) era desplazado entonces por el hombre que ve (videns). Mucho tiempo antes, Ortega y Gasset, cuando no había ni siquiera TV, caracterizaba al hombre masa como un adolescente tardío, que se oculta en las multitudes, seguidor irreflexivo de modas y comportamientos mayoritarios, beneficiario de adelantos tecnológicos que él no ayudo a crear ni que se preocupa por entender, pero que consumía asiduamente. ¿Qué reflexionarían estos autores si hubieran podido ocuparse del fenómeno del fusilamiento de datos banales que nos llega continuamente desde las redes sociales?

Por nuestra parte, creemos que la densa red de internet, sobrecargada y arrojadora de información banal, falsa o trivial, pletórica de imágenes simples que desplazan al texto complejo, es el espejo donde se mira el Narciso de hoy. Como una regresión, trasvasa lo simbólico más sofisticado en la constitución de su sujeto, para llevarlo a ese nuevo espejo que es más simple, cómodo y rápido. No diremos que retrograda a la fase del bebé que se miraba en el espejo creyendo que esa imagen era él, pero sí que el hombre se primitiviza asumiendo su subjetividad en la insustancial y vulgar imagen que ve en la red social. La imagen no reflexiona. No se puede desarrollar un pensamiento sofisticado con imágenes que buscan interpelar la emocionalidad en segundos. Para pensar haría falta el texto…pero en el bombardeo vertiginoso de terabytes, no hay tiempo para eso. Un comercial de bebidas alcohólicas no explica las bondades técnicas del producto, sino que muestra una imagen in-auténtica de la vida glamorosa que hacen quienes las consumen. La imagen no da explicaciones, llega antes que el texto, e impacta certeramente en nuestra emocionalidad, no en la razón.

El internet 2.0 nos permitió integrarnos en la vida publicitaria. Así las fotos que subimos a Facebook e Instragram nos mostrarán pletóricos de felicidad, encantadores, para vender un producto: nuestra propia imagen. Esa imagen falsa y vacua que empezará a constituirse en nuestra propia subjetividad, liviana e indiferente. Base de nuestras futuras decisiones que atentarán contra una materialidad que no está subjetivada. Nuestro cuerpo ya no es el sujeto. Nuestra imagen, por impuesta, “tuneada” e in-auténtica que resulte, sí lo es.

El desarrollo de este eje conceptual nos lleva a inevitablemente a Guy Debord y su sociedad del espectáculo. Marx veía en la mercancía un fetiche que mediaba todas las relaciones sociales. El hombre y la mujer se relacionaban con otros hombres y mujeres no por sí mismos, sino a través del tráfico de las mercancías. A la vez la mercancía es un objeto endiosado que encubre la historia de la opresión con la que fue habida. La mercancía mediaba toda la vida social. Para Debord, en esta instancia del capitalismo, la mercancía es la imagen. La imagen es el activo a acumular.

El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino la relación social entre personas mediada por imágenes. Ante el espectáculo no se actúa, solo se lo contempla de forma pasiva. Para existir, hay que entrar en el espectáculo. Lo que quedó afuera, no es. Y eso que Debord no vio la explosión de las TICs.

Volviendo a Lacan, si nuestra subjetividad, si nuestro sujeto se constituye afuera de nosotros (de nuestra materialidad, de nuestro cuerpo) en un espejo y en un plexo se símbolos… el meta-verso deja de ser una novedad de la informática. Siempre vivimos en un meta-verso. Nuestros sujetos especulares y simbólicos son seres virtuales que se mueven en un mundo virtual e interactúan virtualmente. La realidad no es ocasionalmente virtual. La realidad es siempre virtual. Por lo tanto, las TICs no inventaron el meta-verso. Solo lo potenciaron.

Avatar

De este modo, podríamos concebir a la realidad como un ámbito donde los sujetos son los avatares simbólicos y especulares de nuestros cuerpos materiales. Cada avatar interactúa con los otros. Pero ese avatar es central. No un espejismo. El sujeto es el avatar. De allí proviene, así lo esbozamos, el error de las izquierdas y su materialismo dialectico. Izquierdas que presuponen un sujeto material que es engañado por una cultura alienante. Entonces y siguiendo la idea, a través de la dialéctica se lo debe emancipar para que deje de suicidarse. Pero, como sostiene Jorge Alemán, nadie atenta contra sus intereses.

Solo habría que correr el eje para ver en donde nacen los intereses que se defienden. Y acá, creemos, que no lo hacen ni pueden hacerlo desde la materialidad, como suele entenderse desde las izquierdas. Los intereses nacen desde ese avatar especular y simbólico. Porque ese avatar es el sujeto. Por eso, materialmente, podemos ver a un trabajador asalariado. Pero su avatar especular es en la realidad (que es siempre simbólica) un capitalista en estado de pobreza transitoria, pobreza de la que es culpable el Estado que le saca sus ganancias.

Por eso, cuando el avatar apoya entusiasta propuestas de precarización del trabajo y retiro de Estado, no está yendo en contra, sino a favor de sus intereses. Los intereses de un sujeto que es virtual. El problema no es que engañaron al sujeto. El problema es la construcción de ese mismo sujeto.

El dilema es que, con el tiempo, la materialidad suele tomarse venganza. Para cuando irrumpa al fin, el daño ya estará hecho. Como Narciso que se ahogó.

El espejo convexo de las TICs: Gestapo virtual

Las TICs con sus redes sociales, son el gran espejo. Pero no cualquier espejo. No creamos en el discurso postmoderno de redes horizontales y descentralizadas. Las tres más usadas en el mundo, Facebook, Whatsapp e Instagram, tienen su cuartel general en California, y su dueño es la misma persona. El Poder es siempre central; sino, no es Poder.

El bombardeo de imágenes de las TICs de densidad y volumen exponencial, tampoco será solo de saturación. El internet 4.0, con habilidades semánticas e inteligencia artificial, irá trazando automáticamente nuestro perfil individual de preferencias con una precisión escalofriante. Como una mega oficina de policía secreta, confeccionará una carpeta para cada uno de nosotros donde acopiará la información de nuestro avatar, con los datos que nosotros mismos le damos cada vez que usamos un buscador, llenamos un formulario o simplemente navegamos en la web.

Así, al ametrallamiento, sumará la eficacia de la precisión, disparando exactamente esa imagen que nuestro avatar estaba demandando que le disparen. Fortaleciendo la alienación. Pero no debemos confundirnos. Por más peculiaridad que haya en cada avatar individualmente considerado, nada, pero nada, se saldrá del gran marco totalizante del capitalismo.

Es así que espejo que conforman las TICs potenciarán a esos sujetos creados por y para el capitalismo. Sujetos que residen en la imagen, no en la materialidad. Las TICs son ese espejo convexo que devuelve una figura que solo puede ser virtual. Y estar a la derecha. Si el yo ya era un producto de la imagen y los símbolos, las TICs han venido a potenciar todo eso. Por ello, el sujeto virtual así constituido, se pondrá furioso si le damos una opinión o explicación distinta a aquellas especulares sobre las que él ha constituido su existencia virtual. Y es entendible. No se trata de un mero intercambio de pareceres. Se trata de que le estamos atacando el eje seminal que lo sostiene. El avatar se defenderá. Y se pondrá violento, porque está luchando por su vida. Por su existencia virtual.

¿Qué hacemos con todo esto?

Concluimos así que, gran parte de la acción política no debe consistir en convencer a un sujeto que nunca fue material. Debe orientarse a deconstruir (Jacques Derrida) al sujeto inmaterial, simbólico, ese avatar que, potenciado por la imagen que le devuelve un espejo convexo, está imbricado y comprometido en su existencia misma con defender el sistema que lo ha creado para oprimirlo.

Los feminismos pueden enseñarnos un camino liberador. La emancipación de la mujer no se ha conseguido aun, pero ha habido avances interesantes, sobre todo en estos últimos años. Queda largo trecho, pero vienen logrando (con esperables retrocesos a veces) una deconstrucción paulatina del “macho dominante”, avatar impostado que no existe por ningún mandato biológico, sino que es solo una construcción simbólica.

¿Cómo deconstruir a los avatares creados por el capitalismo? Esto debe incluir desde el avatar inventado para ser oprimido, que atenta contra la materialidad de su cuerpo, hasta el avatar opresor que destruye la materialidad de su propio planeta. El desafío pasa por allí. Por interpelar todas las categorías y cuestiones en las que basábamos nuestro entendimiento del mundo. No solo las de la exacerbación del egoísmo, representado por la derecha. También, las que buscan la emancipación y vienen desde la izquierda

*Doctor en Derecho Público y Economía de Gobierno. Docente de la Universidad Nacional de Avellaneda.

El Siglo Web

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