El futuro llegó hace rato: IA y las posibilidades abiertas para la región – Por Paula Giménez y Matías Caciabue

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El futuro llegó hace rato: IA y las posibilidades abiertas para la región

Por Paula Giménez y Matías Caciabue*

Desde que la empresa norteamericana Open AI realizó el lanzamiento de su chatbot ChatGPT en noviembre del pasado año, el uso de tecnologías que implementan Inteligencia Artificial (IA) ha despertado un renovado interés en los últimos meses. Desde un aluvión de nuevas aplicaciones que utilizan este tipo de tecnología, hasta un acalorado debate acerca de los aspectos éticos de este tipo de desarrollo que incluye a tecnócratas, filósofos y políticos de todos los tipos y colores.

Sin ir más lejos, durante la semana que está terminando, mientras Google lanzó su generador de texto llamado Bard que ya está disponible en 180 países (por ahora en inglés, japonés y coreano), Samuel Altman, cofundador de OpenAI, la empresa creadora de ChatGPT, compareció en la primera audiencia sobre inteligencia artificial celebrada en el Capitolio, en la que además participaron la ejecutiva de IBM, Christina Montgomery y Gary Marcus, profesor emérito de la Universidad de Nueva York.

El uso de estas tecnologías parece ser la última novedad de lo que muchos expertos llaman la Cuarta Revolución Industrial, haciendo referencia a los procesos de digitalización de la economía, y de la vida social en general, a los que asistimos en la última década.

Más allá de las advertencias vacías y supuestas preocupaciones acerca del avance de este tipo de tecnología, lo cierto es que las grandes compañías tecnológicas a nivel global y los grandes fondos de inversión, se lanzaron en una carrera por liderar el desarrollo de inteligencia artificial, haciendo que los gobiernos de numerosos países tuvieran que plantearse la regulación y control de este tipo de innovaciones.

En lo que a Latinoamérica respecta, el uso de tecnologías basadas en modelos de inteligencia artificial representa una oportunidad para la productividad de numerosos sectores económicos, algunos de ellos fundamentales para la región, como los son la agricultura, en donde el uso de drones impulsados por este tipo de tecnología puede servir para mejorar el rendimiento y predecir enfermedades de los cultivos; en el ámbito de la salud, donde puede utilizarse para el desarrollo de fármacos o el diagnóstico por imágenes; en la manufactura, implementándose en la automatización de diferentes procesos productivos y logísticos; y también en el sector público para la administración de recursos y evaluación de riesgos. En síntesis, algunos estudios afirman que la región podría experimentar un potencial crecimiento económico anual en un punto porcentual mediante la aplicación de estas tecnologías. (Ovanessoff y Plastino, 2017).

Sin embargo, su aplicación requiere de un entramado tecnológico flexible capaz de integrar su uso en diferentes sectores de la economía. Algunos de los desafíos para su implementación en la región se relacionan con la consolidación de una infraestructura digital que permita los niveles de conectividad requeridos para el empleo de modelos basados en inteligencia artificial, así como también la formación de una fuerza de trabajo con capacidades para hacer uso de los mismos, además de los elevados costos que supone la integración de estos modelos en los lugares de trabajo. En ese sentido, los altos niveles de desigualdad registrados en la región, podrían profundizarse debido a la brecha digital, favoreciendo la concentración de la riqueza y la accesibilidad a este tipo de tecnologías en sectores muy reducidos de la población (BID, 2020).

A pesar de estas dificultades, hace varios años que las empresas latinoamericanas vienen haciendo uso de modelos impulsados por inteligencia artificial. Así lo demuestra el informe realizado por IBM, titulado “AI adoption Index 2022”, el cual resalta que en la región un 29% de las empresas privadas utilizan estas tecnologías en sus negocios, cifra inferior al 34% global, siendo Brasil, con un índice del 41% el país con mayor porcentaje de adopción, seguido por México (31%), Chile (30%), Perú (28%), Colombia (21%) y Argentina (18%). El mismo informe, resalta que, aunque en la región la adopción de tecnologías con inteligencia artificial es más baja que a nivel global, su despliegue se encuentra entre los más altos, con un índice del 66%, lo cual da una idea de la importancia que tomarán estos modelos productivos para la economía latinoamericana.

Como es de esperarse, las empresas del sector tecnológico figuran como las primeras en implementar modelos impulsados por inteligencia artificial. Así lo han anunciado las compañías tecnológicas regionales más conocidas como lo son B2W, de Brasil; Mercado Libre y Despegar, de Argentina; Softtek y Kio Networks, de México; Crystal Lagoons, de Chile; y Rappi, de Colombia.

Como ya mencionamos, la incorporación de modelos de inteligencia artificial a los sistemas productivos requiere de un conjunto de condiciones que resultan esenciales para su implementación, como una amplia infraestructura digital y la formación de profesionales capacitados. En este sentido, la mayoría de los países de la región vienen implementando políticas que permitan desarrollar sistemas de IA, alineados con esfuerzos estatales dirigidos al incremento de la conectividad, desarrollo de infraestructura, estrategias nacionales de digitalización, datos abiertos y agendas nacionales de IA en proceso de elaboración. Por mencionar algunos ejemplos, pueden tomarse los casos de Perú, con la implementación de la Estrategia Nacional de Datos Abiertos Gubernamentales del Perú (2020); Brasil, con su “Estrategia de Transformación Digital 2018 – 2021”; Argentina con la “Agenda Digital Argentina 2030”; y México en su “Estrategia Digital Nacional 2021-2024” (Salazar Solís, 2020). Todas ellas son claras muestras de la necesidad de la intervención estatal en la aplicación de políticas que permitan el desarrollo de este tipo de tecnologías en nuestra región.

Por otro lado, en los últimos meses, la controversia por el uso ético de modelos basados en inteligencia artificial llevó a que los gobiernos de numerosos países tuvieran que comenzar a discutir un marco regulatorio para la implementación de tal tecnología. Siguiendo los ejemplos de la Unión Europea y los Estados Unidos, en los países latinoamericanos tanto las fuerzas oficialistas como opositoras han presentado propuestas para poner en práctica medidas que permitan un mayor control estatal en la aplicación de tecnologías basadas en IA, por ejemplo, en Brasil, Argentina y Colombia. Por supuesto, estas presentaciones despertaron algunas controversias, como en el caso argentino, donde la Sociedad Argentina de Inteligencia Artificial (SAIA), presentó un comunicado afirmando que es necesario abrir el debate antes de implementar regulaciones que podrían resultar dañinas. Dañinas, ¿para quién? cabría preguntarse.

A pesar de las controversias suscitadas, resulta necesario resaltar que las tecnologías en cuestión representan una oportunidad para las economías latinoamericanas que, enmarcadas en un programa de industrialización e integración regional permitirían su implementación fortaleciendo diversos esquemas productivos y favoreciendo el agregado de valor en origen, al mismo tiempo que se contempla una mayor inclusión social.

En el marco de la disputa a nivel global por liderar el desarrollo de este tipo de innovaciones tecnológicas, se hace necesario para nuestra región poner el acento en la necesidad de proyectos políticos que pongan en agenda la integración latinoamericana, la soberanía nacional y la justicia social, en donde la disputa por quien accederá a los beneficios vuelve a tomar un lugar central. No es desechando tales beneficios actuales o proyectados, ni creando distopías fatalistas que podremos avanzar en decisiones estratégicas para el bienestar de las mayorías, sino al contrario.
Es urgente preguntarnos por la propiedad, la regulación y la distribución de tales beneficios, que no hubieran alcanzado los grados de desarrollo que apenas observamos en la superficie, sin la inversión, en buena parte estatal, en la industria tecnológica y en la formación de las y los profesionales del sector, en muchos de nuestros países.

*Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos. Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

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