Yanomamis y ecomunitarismo – Por Sirio López Velasco

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Yanomamis y ecomunitarismo

Por Sirio López Velasco*   

En 1990 Alcida Rita Ramos publicó Memorias Sanumá. Espaço e tempo em uma socieda de Yynomamis (Marco Zero e UnB S. Paulo)[1]. Entre otros trechos en el que  menciona el tema, al fin del libro (que es una reescritura de su Tesis doctoral, producida dos décadas antes en base a trabajo de campo), Alcida dice (yo traduzco): «Ir al área yanomami, especialmente en Paapiu, centro inicial de concentración mineradora (garimpeira), por la primera vez en dos años, ver las  escenas apocalípticas del movimiento de aviones, helicópteros, tropas de garimpeiros, tránsito de prostitutas, mezclados al vaivén de los yanomamis, en medio al infernal ruido de los motores, tiene la capacidad de dejarnos aturdidos y semiparalizados» (p. 331)[2].

Ahora bien, recién ahora, en el primer trimestre de 2023 el nuevo Gobierno de Lula dio un plazo (aún no agotado) para que se retiren (sin ser importunados!!) los miles de garimpeiros invasores que en tierras yanomamis buscan oro, ilegalmente; y al tiempo el Gobierno de Lula lanzó una operación de control de esa área, con fuerzas de la Policía Federal y de la Fuerza de Seguridad Nacional.

Dicha operación fue motivada por la muerte por desnutrición desde 2019 de al menos 177 yanomamis (niños, viejos y adultos), causada por la extinción de las especies de caza y pesca en la región, debida a la deforestación producida por los garimpeiros  y/o traficantes de madera, y al uso masivo de mercurio por los primeros en amplias áreas del territorio yanomami. A ello se suma la constatación del significativo alcoholismo entre los yanomamis, estimulado por esos invasores (a los que se agregan los que trabajan para las mafias de la pesca ilegal y los productores rurales invasores), y de la prostitución de niñas/adolescentes yanomamis para satisfacer a dichos invasores.

Observación: lo «notado» en 2023 ya tiene por lo menos 40 años de existencia, pues fue reportado por Alcida en 1990. Las preguntas son: 1)  ¿Qué hicieron desde 1990 acerca de la vida de los yanomamis (y la de otros tantos pueblos indígenas incluidos en el territorio de Brasil) y de la preservación de su territorio los sucesivos Gobiernos? (Incluyendo a los 2 de Lula y el uno y medio de Dilma, entre 2003 y 2016). 2)

¿Qué deben hacer sin falta hoy/mañana los Gobiernos Federal, Estadales y Municipales (y la mayor parte posible de sociedad civil en su totalidad, que debe ser acicateada por el impulso de la juventud más sensible a las urgencias socioambientales de esta época) para erigir en Brasil en perspectiva ecomunitarista un nuevo Estado Plurinacional que involucre (con todos los cuidados necesarios, para no afectarlos contra su voluntad, y preservando sus territorios) a los pueblos indígenas, e incorpore sus respectivas sabidurías en permanente diálogo intercultural de mutuo aprendizaje y entreayuda (Bolivia intenta hacerlo desde 2006), incluyendo al pueblo y la sabiduría yanomami?

De esa sabiduría puede inspirarnos, por ejemplo, la devoción yanomami por la solidaridad, a tal punto que entre ellos “ser avaro significa ser antisocial y negar la inviolable reciprocidad que rige el ideal de las relaciones entre las personas, y cuya quiebra puede precipitar acusaciones de hechicería, o, como mínimo, de malas vibraciones” (Alcida, p. 15).

Aunque varias tareas tienen por lo general una división por sexo (que no es totalmente rígida, ídem p. 37), tal entreayuda comunitaria solidaria toma cuerpo, por ejemplo, en la pesca colectiva protagonizada entre gritos y carcajadas por hombres, mujeres y niños y niñas, de cuyo resultado usufructúa toda la comunidad (ídem, p. 36); y también en el detallado código mediante el cual cada cazador reparte en el grupo cada gran presa (ídem, p. 34). Ambos comportamientos ponen en práctica, por lo menos en parte, el principio ecomunitarista que reza “de cada un@ según su capacidad y a cada un@ según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”.

Y digo «en parte» pues en la visión/vivencia yanomami tradicional no hay interculturalidad, pues el término «yanomami» con el que se autodesignan, quiere decir «ser humano» o «gente», dejando así explícito que no consideran plenamente humanos a los otros pueblos; con lo que no son menos etnocéntricos que los griegos, que llamaron «bárbaros» a todos los pueblos no griegos; y no son menos etnocéntricos que los europeos que llamaron «salvajes» a los pueblos que dominaron en su expansión colonial (en especial luego de fines del siglo XV).

Ahora,  la conducta ecológica yanomami, acorde a la tercera norma fundamental de la Ética que nos exige preservar y regenerar la salud de la naturaleza humana y no humana,  se expresa, por ejemplo, en el hecho de que su agricultura se practica en rotación, sin agotar la tierra y sacando partido simultáneo de sembrados viejos (ya casi cubiertos otra vez por la selva, pero donde permanece viva alguna especie comestible), otro sembrado en pleno vigor, y otro nuevo y aún inmaduro (ídem, p. 32).

Dicho eso, para evitar cualquier idealización simplista, hay que recordar que entre los yanomamis se deja morir a los perros que no se han mostrado buenos en la caza, y que los niños usan a esos animales como blanco de sus prácticas de tiro con arco y flecha (ídem, p. 35).

Y que en las relaciones humanas problemáticas  los yanomamis se parecen a nosotros en varios aspectos, pues entre ellos hay chismeríos, celos, conflictos (incluso violentos), en especial a causa de los inestables casamientos y repetidos adulterios (ídem, p. 150), así como se constata que la distancia entre yerno y suegra llega al punto de que el primero se esconde para no cruzarse con la segunda!!! (ídem p. 151).

Asumiéndolos como lo que son (humanos imperfectos,  como nosotros), Alcida, quien también repetidas veces destaca el sentido yanomami del humor, los admira por “la sabiduría en la relativización de verdades y mentiras; la paciencia para tratar a los niños en sus peores humores; la capacidad de dirigir la rabia únicamente hacia el objeto que la provocó y continuar en buena relación con el resto del mundo; la esplendorosa alegría de vivir y su inagotable gusto por el drama” (ídem, p. 11).

Notas

[1] Los Sanumá hablan una de las cuatro lenguas de la familia yanomami, y viven en Brasil y Venezuela; Alcida estudió a los de la parte brasileña.

[2] Antes y varias veces la autora también había citado la invasión de diversos misioneros.

*Uruguayo-brasileño-español. Filosofo y Lingüista, profesor universitario jubilado

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