Colombia, un país vulgar y deslenguado – Por Libardo Sarmiento Anzola

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Colombia, un país vulgar y deslenguado

Libardo Sarmiento Anzola*

La degradación de la comunicación verbal en nuestro país alcanza cada día niveles más que alarmantes en todos los espacios públicos y privados, jerarquías, cargos dignos e instituciones. Existen circunstancias de distinto orden que lo potencian y explican. Analizar las causas y consecuencias de esta deterioración del lenguaje es el propósito del presente artículo.

La Real Academia Española (RAE) (1) catalogó recientemente a Colombia como la nación en el mundo con más palabras de doble sentido y significado obsceno (2). El estudio tiene en cuenta que todos los colombianos y colombianas, sin excepción, utilizan este “arsenal” lingüístico en su expresión, comunicación e interacciones cotidianas. En este ranking, el país se encuentra lejos de las demás naciones.

El espíritu de una época se caracteriza por la forma y uso del lenguaje. Las construcciones gramaticales poseen forma, sentido e historia. En el país, la corrección idiomática dejó de representar un factor de valoración social. El lenguaje soez, vulgar y malsonante utilizado en todas las ocasiones por los connacionales viene estructurando un entramado (sintaxis y semántico) de formas expresivas y comunicativas que la comunidad lingüística internacional considera inapropiadas, obscenas, indecentes, deshonestas, injuriosas u ofensivas.

No debe olvidarse que la sintaxis de una lengua no es independiente de su semántica. El fenómeno observado en el país no responde a una simple variación lingüística o sociolecto; es un hecho generalizado, independiente de culturas, regiones, clases sociales, sexos, grupos etarios, dignidades, oficios o profesiones.

El lenguaje es nuestra humanidad

Utilizamos el lenguaje oral y escrito para entendernos a nosotros mismos y a los demás, expresar nuestras emociones, sentimientos e ideas, para enfrentarnos a la realidad y participar en actos de sentido y significado. En el lenguaje (en tanto que actividad) hay que tener en cuenta la total situación lingüística: lo que se dice, pero también quien lo dice, a quien, cuándo, cómo, dónde, con qué intención y cuál es su significado. Los estudios sobre el lenguaje se agrupan en tres enfoques: i) como facultad humana; ii) el lenguaje en sí mismo (lingüística); iii) el lenguaje como simbolismo (relaciones entre el lenguaje, la realidad y el ser humano).

Los pensadores griegos equipararon «lenguaje » y «razón»: ser un «animal racional » significaba ser «un ente capaz de hablar» y, al hablar, reflejar el universo. El logos-lenguaje era así equivalente a la estructura inteligible de la realidad. Aristóteles (384 a. C-322 a. C.) y los estoicos introducen otro elemento además del lenguaje y la realidad: el concepto o noción que puede ser mental o lógico (formal). Todo ello hace que los problemas del lenguaje dejen de ser estrictamente «gramaticales» para convertirse también en problemas «lógicos».

Durante los siglos XVII a XIX, a partir de los estudios de Vico (1668-1744) y Herder (1744-1803), el lenguaje aparece como uno de los elementos constitutivos de la realidad social e histórica humana y no solo como un tema de investigación gramatical, semiótica o lógica. En el siglo XX, el filósofo, lingüista y lógico austríaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951) introduce el concepto de «juegos de lenguaje »: el lenguaje no es una trama de significaciones independientes de la vida de quienes lo usan, es una urdimbre integrada con nuestra existencia. El lenguaje es una trama de actividades regidas por reglas –las «reglas del juego». Los «modos de hablar» se hallan entretejidos con los de vivir, y en particular de actuar, expresarnos, comunicarnos y relacionarnos.

En el siglo XX, la argumentación más conocida de que el lenguaje es como un instinto se debe a Noam Chomsky (1928- ), quien afirma que el lenguaje es un atributo biológico lo que supone afirmar que algunas de sus propiedades más profundas están determinadas genéticamente –como muchos otros atributos de lo que somos. El cerebro humano posee una facultad lingüística innata y parte de esta dotación biológica es una «gramática universal», esto es, una serie de principios comunes a todas las lenguas.

Por su parte, Steven Pinker (1954- ), psicólogo experimental, científico cognitivo y lingüista canadiense también concibe al lenguaje como un instinto, una pieza singular de la maquinaria biológica de nuestro cerebro. El lenguaje es una habilidad compleja y especializada que se desarrolla de forma espontánea en el niño, sin esfuerzo, consciente o instrucción formal. El lenguaje moldea el pensamiento y las diversas lenguas hacen que sus hablantes se formen conceptos
distintos de la realidad. En nuestros primeros años de vida aprendemos a hablar a base de imitar a los adultos que nos rodean.

Mientras que los animales utilizan ciertos tipos de sistemas comunicativos, no hay nada que en la comunicación animal se aproxime a los rasgos distintivos del lenguaje humano, tal como la organización de la relación entre palabras, es decir la dependencia estructural. Los idiomas están compuestos de palabras y algunas normas en su uso. La palabra constituye la unidad máxima de la morfología y la unidad mínima de la sintaxis. El concepto de “palabra” está habitualmente ligado a la representación gráfica de la lengua. Las palabras se juntan formando grupos sintácticos, llamados también frases o sintagmas. Estas proposiciones se van encadenando a través de diversos tipos de conexiones (temporales o lógicas). El entramado de ideas conectadas forman un todo coherente (estructura global y unidad de sentido y significado).

Valga decir que en el caso del castellano, idioma oficial de Colombia según el artículo 10 de la Constitución Política, contamos con más de 93.000 palabras activas de acuerdo con el léxico del Diccionario de La Real Academia Española. Hay otras 57.000 consideradas arcaísmos y palabras en desuso. El número de palabras continúa incrementándose con la evolución cultural, social y tecnológica, lo que se refleja en cada actualización de la RAE. Pese a ello, las personas que poseen un nivel educativo básico hacen uso diario de no más de 300 palabras para sus situaciones comunicativas reales. El proceso de empobrecimiento del vocabulario utilizado a diario es de tal calibre que para hacerse entender en Colombia basta con aprender unas 100 palabras; situación que va dejando al idioma en sus huesos.

En sus características, el contenido de las unidades gramaticales tiene un correlato semántico (sentido y significado de las palabras). Los indicadores verbales se complementan, y hasta potencian, con los no verbales: gestos, entonación y postura. En la fonología, la entonación expresa dos clases de contenidos: gramaticales y paragramaticales o afectivos (admiración, sorpresa, ironía, incredulidad, sarcasmo, interés, indiferencia, agresión, afecto, entre otros), esto es, la relación, o diferencia, entre lo que se dice y el modo de decirlo. Los gestos y la postura tienen también una función que complementa la verbal, parecida al tono.

Empobrecimiento del lenguaje, causas y consecuencias

El habla, escribió el lingüista estadounidense Lee Whorf (1897-1941), es el mejor espectáculo que puede dar el ser humano. En Colombia, cinco “palabrotas” se repiten a manera de mantra (repetición constante y monótona): “hijo de puta”, “marica”, “gonorrea”, “huevón”, “malparido” para referirse al sustantivo, nombre o sujeto de la oración. La variedad de la entonación o la manera de decirlo le da una infinita policromía o gama de interpretaciones: desde la intimidad cariñosa, la confianza y la cercanía hasta el más venenoso odio, intimidación y rechazo.

Estas palabrotas han ganado tal estima en nuestra sociedad que ningún editor se resiste a colocarlas como título de portada de libros porque “venden”. Veamos algunos ejemplos: “memorias de un hijueputa” del escritor antioqueño Fernando Vallejo (2019); “la vida es una mierda, pero hay que vivirla” de Amelia Thompson (2020); “Así es la puta vida” de Jordi Carrillo de Albornoz (2022); “Superar el complejo de hijo de puta” de Damián Pachón (2023).

A la comunicación en el país la caracteriza las frases lacónicas, truncas e inacabadas; la mayoría presenta dificultades para construir un entramado de ideas conectadas lógicamente, algo parecido a un analfabetismo funcional (incapacidad de un individuo para utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en las situaciones habituales de la vida), fenómeno que expresa la decadencia del sistema educativo.

Tampoco hay enseñanza en el hogar ni en la escuela, ni se considera importante, de habilidades y competencias vinculadas con los aspectos emocionales, sociales y de urbanidad. Las redes sociales agudizan la miseria del lenguaje dando expresión a una comunidad elemental, primaria y de poca educación.

Cuando no hay una referencia vulgar al sujeto se le nombra de manera genérica, poco específica: “el tipo”, la “cucha” al igual que a los objetos o personas: “cosa” o “vaina. Pero también se suprime el sujeto por el “Se” (oraciones impersonales por carecer de sujeto gramatical) para evadir responsabilidades en la acción: “el jarrón se rompió”, “el apartamento se vende”.

Otra manera frecuente de esconder el sujeto de la acción es la “Hipóstasis” (hipostatización: el proceso mediante el cual se convierte en sujeto, sustantivo o nombre propio una acción, verbo, propiedad, relación o atributo abstracto que, por sí mismo, no es en modo alguno sustancia) con lo cual, por ejemplo, la “violencia” o “la corrupción” pasan a ser sujetos que ocultan a los reales agentes que la ejercen y se benefician de estas tropelías.

El doble sentido del lenguaje, como toda manifestación inconsciente y reprimida, disfraza algún sentimiento que no puede expresarse directamente de manera consciente y libre. Asimismo, la doble moral y las creencias religiosas represoras se traducen en un humor vulgar siempre referido a las partes del cuerpo más erógenas; de lo cual también hacen parte las muecas obscenas con las manos o en combinación con la nariz, la lengua o la anatomía sexual y reproductiva. El machismo, el racismo y la burla a costa de las personas vulnerables, débiles, subordinados y pobres siempre está presente en esta clase de comunicación y humor. El país que se considera uno de los “más felices del mundo” ejerce un humor sádico y retorcido. En esa constante que realza en nuestra cotidianidad comunicativa, la palabra muerte aparece continuamente en los diálogos cotidianos: “lo mato”, “me mató”, “nos morimos”, “me muero” bien como muestra “amorosa”, “necesidad, “deseo” o “cruda amenaza”, el problema es que las palabras crean hechos, realidades.

En Colombia también se utilizan las analogías con animales o características de estos para deshumanizar al “otro” (gorila, mico, sabandija, pichurria, chanda, sapo) y si la referencia es a hembras aumenta el tono peyorativo: perra, rata, zorra, burra, gallina, víbora, etc. Estos son recursos muy utilizados al etiquetar negativamente al rival o enemigo con un término despectivo, como primera forma de lucha, desfiguración, pérdida de identidad y despojo de dignidad contra el “otro”.

Causalidades

El filósofo marxista francés Louis Althusser (1918-1990) enunció en su obra “Para leer El Capital” las tres formas históricas de causalidad (o «efectividad»): i) el sistema mecanicista o causalidad mecánica de origen cartesiano que reduce la causalidad a una eficacia transitiva, lineal y analítica; ii) la expresión, esto es, para dar cuenta de la eficacia de un todo sobre sus elementos se supone que el todo del que se trata sea reductible a un principio de interioridad único: una esencia interior, de la que los elementos del todo no son más que formas de expresión fenomenales (el espíritu en el sistema hegeliano); iii) causalidad estructural: los efectos no son exteriores a la estructura, toda la existencia de la estructura consiste en sus efectos y funciones (la estructura en sus efectos se observa en toda la teoría marxista del valor). Aquí optamos por esta última opción.

Ser, consciencia y lenguaje

En la tradición crítica, el lenguaje es tan antiguo como la conciencia, el lenguaje es la conciencia real, práctica. de igual manera que la conciencia, el lenguaje sólo aparece con la necesidad de relación con los congéneres. Según Marx (1818-1883), no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia; de este modo, Marx subvierte el modo cartesiano de hacer Psicología: no es ya la cognición la realidad primaria, sino que este puesto lo ocupa ahora lo social, realidad de la cual emergen las formas de conciencia y de lenguaje.

Tomando en cuenta la real realidad, hay que resaltar que a Colombia la caracterizan las instituciones políticas y económicas extractivas, las mismas que no crean incentivos para que la gente se eduque, la sociedad se civilice, innove, progrese y modernice. las instituciones políticas extractivas apoyan a estas instituciones económicas rentistas, mafiosas y corruptas para consolidar el poder de quienes se benefician de la extracción. El lenguaje en uso refleja esta sociedad rentista, “traqueta”, mafiosa, corrupta, individualista y criminal. también es una sociedad que hace apología de la ignorancia y del todo vale; que desprecia la dignidad humana de los congéneres, en la cual los valores supremos son la acumulación de dinero, el poder, la fama y el consumo conspicuo. Tendencia aupada por la consolidación de las políticas del extremo darwinismo social que se conoce como neoliberalismo y la hegemonía del narcotráfico, el paramilitarismo y los grupos mafiosos, ilegales, guerrilleros y de extrema derecha, todo lo cual ha dado emergencia a una nueva configuración cultural, institucional y psicosocial. Una realidad en la cual la degradación del lenguaje no despierta preocupación ni pasiones, pero si risa picaresca, admiración y celebración cómplice ¡fascismo y demencia compartida!

Lengua y fascismo

Hay una estrecha relación entre el lenguaje grosero y vulgar con la expansión de la ideología fascista y autoritaria. El fascismo se arraiga de manera discreta y paulatina, y llega siempre, primero, de contrabando en las palabras. Todos los regímenes –no sólo los totalitarios– se apoyan en ciertas estrategias discursivas, pero las del nazismo son proverbiales. de acuerdo con V. Kempler (1881-1960), quien analizó el deterioro del lenguaje en las sociedades fascistas, las palabras son como pequeñas dosis de arsénico: son ingeridas sin darse cuenta, no parecen tener ningún efecto digno de mención, y sin embargo la venenosa influencia estará ahí al cabo de algún tiempo.

Aunque sea difícil llegar a una definición unívoca de los fascismos, podemos reconocer que tienen en común una ideología nacionalista, megalómana, alienante, simplista, prepotente, racista y deshumanizante (3).

Lenguaje y locura colectiva

Ha sido frecuente considerar la locura como un delirio o furor que se apodera durante un tiempo de un ser humano y le hace hablar o actuar en formas distintas de las usuales. la separación de la locura respecto a la razón no quiere decir que la locura sea independiente de la razón. Es una forma «relativa de razón»; la razón mide a la locura y ésta mide a la razón. En este movimiento recíproco se fundamentan mutuamente.

la locura es para el filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) un problema que tiene sentido sólo dentro de determinada episteme (Conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en determinadas épocas). Ronald D. Laing (1927-1989), del movimiento de la llamada anti psiquiatría, ha insistido que la locura no es un fenómeno individual, y sí social; esto es, producido por la misma sociedad. Por ello, el usual diagnóstico de la locura es un acto político y no un dictamen psiquiátrico. Una de las expresiones de esta locura social es el llamado “mal de Gilles de la Tourette”, cuyo principal síntoma es que los enfermos tienen, en su expresión, relación y comunicación diaria, la compulsión a decir groserías, vulgaridades, insultos, malas palabras. El problema de todo lo dicho es que si bien el lenguaje es inherente a la humanización, también puede irnos deshumanizando, inconscientemente, sin darnos cuenta. El lenguaje soez y las carcajadas histriónicas y perturbadoras que lo acompañan, en nuestro país, nos recuerdan a aquellas que desbordan al personaje de la película “Joker”…

1. la RAE es la principal fuente de información en cuanto a la forma de hablar, escribir y leer el español. En general, la mayoría de los países de habla hispana son vulgares y groseros en el uso de lenguaje, incluida España, la “madre patria”. Junto con Colombia, sobresalen por su expresión y comunicación tosca, indecente y ofensiva Ecuador, México, Argentina, Venezuela y Panamá.
2. Ver (consulta 12/06/2023): https://www.eldiario. com.co/noticias/colombia/colombia-es-el-pais-masgrosero-del-mundo/
3. Violeta Vázquez-rojas: las batallas semánticas. El lenguaje del fascismo (marzo, 2020). Ver (consulta 12/06/2023): https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/f2d7faab-c22e-4a3f-8bbe71ec1e03e361/las-batallas-semanticas.

* Economista y filósofo. integrante del comité editorial de los periódicos desdeabajo y Le Monde diplomatique, edición Colombia.

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