Latinoamérica en disputa

2.416

Pedro Brieger, director de NODAL, dialogó con Daniel Jadue, alcalde del municipio de la Recoleta (Santiago de Chile); Verónica Gago, autora feminista y militante del Movimiento Ni Una Menos y Emir Sader, pensador brasileño, militante y especialista en filosofía política. En el marco del Primer Encuentro de Comunicación, Política y Poder en el Siglo XXI, compartieron un virtuoso intercambio sobre la situación actual de América Latina, pasando por hechos de la historia mundial y sus repercusiones en las democracias, las disputas del presente frente al neoliberalismo y los desafíos para la integración regional

 

 

PEDRO BRIEGER: ¿Cuánto influyó la caída del muro de Berlín para el surgimiento de la nueva corriente en América Latina (que aparece varios años después) para contribuir al pensamiento crítico que ustedes reflejan en la región, cada uno a su manera? 

EMIR SADER: El fin de la guerra fría significó el fin de la bipolarización mundial entre el bloque liderado por EE.UU. y el llamado campo socialista. Cambiaron muchas cosas: el socialismo desapareció del mundo, Cuba tuvo que re-adecuarse; China, que recién surgía, tuvo que encontrar una correlación de fuerza distinta. El capitalismo adhirió al neoliberalismo, vistió la ropa neoliberal y cambió las condiciones de lucha de nuestro tiempo. América Latina es el continente más devastado por el neoliberalismo en la última década, prácticamente todos los países, salvo Cuba, se han vuelto neoliberales. El objetivo de lucha ha cambiado, pasó a ser la lucha neoliberalismo versus anti neoliberalismo o versus posneoliberalismo. La región pasó a ser el escenario más importante de las luchas del mundo, justamente porque es la única región del mundo con gobiernos anti-neoliberales. Al igual que tuvo gobiernos radicalmente neoliberales, pasó a tener gobiernos, fuerzas, países radicalmente anti neoliberales.

VERÓNICA GAGO: el año 89 parece lejos y a la vez no tanto. En América Latina el 89 marca la llamada década perdida, es decir, las transiciones democráticas después de las dictaduras fueron básicamente condicionadas por la deuda externa. En relación a la caracterización del neoliberalismo en América Latina, es imposible pensarlo sin mencionar que su origen está en las dictaduras y en la forma en que éstas impusieron la implementación de este proyecto. Hoy está bastante en auge y un poco de moda pensar cuál es la inflexión autoritaria del neoliberalismo, porque hoy tiene un giro autoritario, incluso fascista. Pero el neoliberalismo es autoritario desde sus inicios, y eso se ve en nuestra región, especialmente, en Argentina y en Chile, en la medida en que la implementación del proyecto neoliberal es imposible de ser pensado sin la dictadura como una manera en la cual el terrorismo de Estado viene a interrumpir y aniquilar un ciclo de alzas de luchas populares, barriales, estudiantiles y revolucionarias. También se puede pensar en el prolegómeno que significa el 89 para los años 90 y el consenso de Washington, es decir, las reformas estrictamente neoliberales de privatización, ajuste, etcétera.

Otra fecha importante a 5 años del 89, es la emergencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. El discurso del zapatismo en ese momento es un discurso antineoliberal, y abre una secuencia de luchas y de levantamientos que van a ser los que traman la efectiva resistencia contra el neoliberalismo. Es imposible pensar la primera ola de gobiernos progresistas sin ese acumulado de luchas sociales, populares, indígenas, contra el neoliberalismo en su expresión de los años 90.

DANIEL JADUE: La democracia burguesa y el Estado Nacional son la superestructura del capitalismo. Y el neoliberalismo es sencillamente la última etapa del capitalismo, es decir, de un capitalismo sin las fronteras que Adam Smith propuso en sus primeros escritos del capitalismo.

Todos los ciclos que tiene la tasa de ganancia del capital, con épocas de expansión y de contracción, son indisolubles de las valoraciones democráticas del modelo. Es decir, cuando la tasa de ganancia se contrae, el capitalismo impone sistemas fascistas, para asegurarse la tasa de ganancia, y destruye factores productivos ya sea con la guerra o con el derrocamiento de los gobiernos, para provocar una nueva fase de expansión capitalista donde, como se expande la tasa de ganancia, baja la presión sobre la democracia y deja, entre comillas, “que los pueblos elijan”. Cuando ocurre nuevamente la contracción de la tasa de ganancia, vuelve a resurgir el fascismo, y esto es un ciclo.

Entonces, si vemos lo que pasa con el 89, podemos decir que de la crisis del 70, la crisis del petróleo, donde ya la contracción era brutal, ingresa el capital transnacional a todos los países de América Latina y derroca a todos los gobiernos para provocar una nueva época de expansión de la tasa de ganancia, para implantar el neoliberalismo. Y cuando ya lo implanta y llega la década del 90, esa es la década de expansión más grande del neoliberalismo en el mundo y de la tasa de ganancia. Y por lo tanto, esto es lo que permite que surja esta ola progresista, porque el programa neoliberal es incompatible con la democracia y, por lo tanto, genera reacción en los pueblos.

Después de un tiempo, en donde se han alternado la centro izquierda y la centro derecha, gobernando en los últimos 30 años, no resuelven muchas cosas que el pueblo necesita, se empieza de nuevo a promover, en una época de contracción de la tasa de ganancia, discursos mucho más polarizantes que logran empatizar, no ideológicamente, sino con la indignación del pueblo. Por eso, mientras la izquierda sigue mirando al centro para tratar de lograr mayoría, la ultraderecha es la que se impone en todo el mundo por el capital internacional para asegurar la nueva fase de expansión de la tasa de ganancia.

Es por eso que hoy día están de moda los Bolsonaro, aparecen los Millei, los Trump, los Castro en Chile, también los Vox en España. Si seguimos mirando la perspectiva de la transformación, solo desde nuestra perspectiva nacional nos quedamos cortos para entender que este es un proceso global en el cual nosotros somos una pieza, y de aquí en adelante nadie se salva solo.

PEDRO BRIEGER: ¿Cómo se hace para construir mayorías hoy?

EMIR SADER: Le pregunté a Lula cuando salió de su primer gobierno qué era lo que más había aprendido. Sin haberlo leído de Lenin, dijo, “no se gobierna sin mayoría”, no hay posibilidad. Está claro que ya no es la mayoría de alianza de clases. Hay mucho más que eso, y hay un rol importante de los elementos ideológicos. No se va a construir la mayoría con el interés del campesino, el interés del obrero, etc. Tiene que ser un proyecto nacional que los apropie a todos. Ya no es un análisis simplemente de clases. Es un análisis político, ideológico, nacional. Un proyecto de país, un proyecto de nación. Cada sector se integrará a su manera, pero no vamos a pensar esa idea histórica de una clase más la otra clase, cómo se combinan, etc. Es un proyecto nacional el que puede articular esa mayoría. No es la idea populista histórica de Perón. Probablemente, la mayoría de los trabajadores está en el mundo de la precariedad. Es un universo mucho más heterogéneo que simplemente el que teníamos anteriormente. Entonces yo creo que hay que unificarlo, no desde arriba, desde abajo y desde arriba. Pero por un proyecto nacional.

VERÓNICA GAGO: El modo de la explotación de quienes viven de su trabajo es muy heterogéneo, es muy fragmentado, pero sigue organizando una cuestión de clases, solo que la clase está hoy compuesta por sujetos que son múltiples y heterogéneos, y que la experiencia de explotación que hoy se habla como experiencia de precariedad es un elemento común. Es importante hacer una suerte de interpelación sobre cuáles son las experiencias del trabajo hoy, y cómo los, las, les trabajadores hoy viven su vínculo con el trabajo, su vínculo con el consumo, su vínculo con la vivienda, su vínculo con la precariedad, sin estar conectadas a esa experiencia de lo cotidiano. No hay posibilidad de articulación por debajo de lo que significa hoy la desesperación en la vida cotidiana, en los momentos de crisis, y el término de inseguridad existencial que impone el neoliberalismo.

El neoliberalismo es una gran máquina de producción de inseguridad, nos vuelve inseguros, inseguras e insegures respecto a todo, a nivel laboral, a nivel de nuestras expectativas de futuro, de la casa que podremos tener o no tener, a nivel de los vínculos, etc. Hay que redefinir qué es una experiencia de clase, es un punto redefinir a qué le llamamos trabajadores y trabajadoras hoy. Y en ese sentido, es una experiencia interesante lo que ha hecho el movimiento feminista, renombrando y rediscutiendo qué es el trabajo, y por qué el trabajo históricamente no remunerado, no pago, peor pago, sometido a mandatos de género, es una experiencia que hoy conecta profundamente con las formas de precariedad. Entonces, esa experiencia del trabajo, de la precariedad y la inseguridad hoy está siendo confrontada, está pensada en términos de articulación política.

DANIEL JADUE: Marx parte diciendo que el mundo avanza hacia la conformación de dos grandes clases, la de los propietarios y la de los no propietarios. Cuando Marx hace la división de clases, dice que los propietarios de los medios de producción son los que pueden vivir sin trabajar y que viven del trabajo útil. Los no propietarios son los que están obligados a dejar su fuerza de trabajo, no para pagar, sino para poder reproducir su existencia. En el trabajo enajenado se explica con mayor detalle el concepto de unidad material del mundo. Es decir, tenemos un cuerpo orgánico que nos permite ver directamente nuestra vida. Quizás estamos cometiendo un error donde todavía no aprendemos a hablar del lenguaje de la emancipación y reproducimos el lenguaje de la dominación que hace esfuerzos cotidianos por separarnos entre nosotros. Combatir la fragmentación de nuestras luchas, entendiéndonos como un solo cuerpo es quizá la única manera de volver a conquistar el poder. En términos absolutamente leninistas, sería cuando transitamos de la huelga económica, que Lenin la definía como aquella donde un grupo humano, en un momento específico, da una batalla por conquistar sus intereses particulares, a la huelga política. Cuando somos todos capaces de pelear por los intereses de todos sin diferenciación. Hay que ser capaces de superar el lenguaje del capitalismo, no discutir si queremos un mundo multipolar, para que en vez de que nos explote uno, nos exploten todos.

Más notas sobre el tema