Elecciones regionales en Colombia: lecciones y perspectivas de cambio – Por Christian Arias Barona

1.696

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Elecciones regionales en Colombia: lecciones y perspectivas de cambio

Por Christian Arias Barona*

El sistema político colombiano se ha destacado desde su definición republicana en 1886 como centralista, al punto que recién con los Acuerdos de La Uribe entre el gobierno de Belisario Bertancourt y las FARC-EP en 1984, se abrió el juego para la elección popular de alcaldías y gobernaciones; luego ratificado en la Constitución de 1991. Hasta entonces, el Poder Ejecutivo Nacional ostentaba un grado de concentración de las decisiones tan alto que le facultaba a designar dichos cargos. Solo el Congreso y las Asambleas tomaban en cuenta la opinión de la ciudadanía. Claramente la llamada democracia más antigua y estable del continente ha tenido procedimientos pocos democráticos, y podríamos afirmar que la estabilidad ha sido apenas válida para el gobierno central en un territorio fragmentado geográfica y políticamente.

Conclusiones prematuras

Los primeros análisis pos electorales afirman a la vez que: 1) el gran perdedor es el gobierno de Gustavo Petro, y 2) que “estas elecciones demostraron la solidez de la democracia colombiana”. Ciertamente la coalición de gobierno (Pacto Histórico) no obtuvo la mayoría de las representaciones ni logró pasar al frente en las cinco principales ciudades, pero ello no conduce automáticamente a validar las afirmaciones mencionadas.

Mientras se habla de una elección “plebiscitaria” de la gestión nacional, las motivaciones y las referencias para atraer el voto distan de lo que el presidente Gustavo Petro representa. Lo que sí es válido afirmar, es que el oficialismo ha perdido una oportunidad para consolidar su novedosa corriente política en los gobiernos locales y acumular un conjunto posible de experiencias exitosas que permitan seguir revalidando el proyecto de cambio que propone. No obstante, ello requiere algunos atributos que aún no se han conformado en la joven coalición del Pacto Histórico y que deberá revisar como lecciones y desafíos para el futuro.

Por otra parte, el sistema electoral colombiano ha mutado las últimas dos décadas de un bipartidismo clásico (Liberal vs Conservador), a uno donde la fragmentación de agrupaciones políticas lo esconden tras la lógica de alianzas y coaliciones que contribuyen a conservar redes clientelares y empresas electorales territorialmente. Este rasgo se hizo predominante en las elecciones de 2019 donde menos de 1 tercio de las gobernaciones fueron disputadas por partidos en solitario y que en esta ocasión se ratifica. A lo anterior hay que añadir la constante abstención que en este tipo de elecciones ronda el 40,8% y expresa una cultura política apática en los temas locales, que se suma a la condición optativa del voto y la complejidad del sistema de votación, que se expresa en que 10,64% (2.103.352) y 4,02% (926.260) de los votos a gobernaciones y alcaldías no fueron marcados o se anularon. Contrario a una solidez democrática, lo que queda al descubierto es un sistema de gobierno representativo con una falta grave de arraigo en la ciudadanía.

Tres lecciones para el oficialismo

Es pertinente señalar algunas limitaciones del Pacto Histórico para encarar la disputa electoral. Éstas pueden agruparse en al menos tres condicionantes: fragilidad estructural, centralismo y dependencia del liderazgo.

En primer lugar, la estructura organizativa flexible de la coalición gobernante demuestra ser frágil para consolidar un proyecto común, cultivar liderazgos y conectar la movilización social con la representación política. El viejo dilema de la disociación entre la dirigencia política y la organización social se ha complejizado, no solo por la ausencia en la conducción de un movimiento, sino por la disgregación y la falta de dinamismo de este último. Así lo demuestra incluso el incesante llamado del mismo presidente Petro a la movilización, como un soporte para la toma de decisiones con un giro más radical. Esto quiso ser zanjado con la propuesta de establecer un partido unificado de todas las fuerzas políticas y movimientos que conforman el amplio frente oficialista, pero fue rechazado por la mayoría de los integrantes de la coalición.

Un segundo elemento a señalar refiere al mecanismo ultra centralista de democracia interna del Pacto Histórico, donde la suma de las partes disponen de un espacio de concertación y decisiones de sus representantes sin ejercitar el debate político-ideológico de quienes se autoperciben integrantes de la coalición. A consecuencia de carecer de una organización territorial definida, las jefaturas de los partidos definen las orientaciones, así como las candidaturas, enfrentando grandes dificultades para llevar a cabo consultas internas o elecciones primarias (salvo en Bogotá).

Por último, la alta dependencia del liderazgo de Gustavo Petro hace menos funcional la delegación en el nivel territorial. Esta comprobado que desde la jefatura de Estado Petro no puede, además, darle forma a un nuevo movimiento político que demanda tanto orientaciones generales como consolidación ideológica, programas locales y propuestas organizativas.

Más allá de las limitaciones indicadas, es justo aclarar que consolidar referencias alternativas con una práctica política libre de maquinarias y sin recursos económicos abundantes, es un desafío a largo plazo que va de la mano de una nueva cultura democrática; tema en el que la política estatal sigue en mora a más de un año de gestión.

Los resultados

De los 32 departamentos del país, el Pacto Histórico ganó con sello propio en Nariño, aunque en Magdalena lo hizo el movimiento Fuerza Ciudadana, miembro de la coalición oficialista. Por otra parte, el Partido Liberal ganó en Atlántico, Chocó y Risaralda con candidaturas propias, mientras que el Centro Democrático se consagró de la misma forma en Arauca y el Partido de la U en Vichada; ambos departamentos con baja densidad de electores. En los 25 departamentos restantes ganaron coaliciones donde integrantes del Pacto Histórico entablaron alianzas variopintas. Por ejemplo, La Fuerza de la Paz (partido liderado por Roy Barreras, actual embajador en Reino Unido) presentó un candidato junto al partido opositor Cambio Radical en La Guajira, así mismo, con el Partido de la U en Putumayo y participó de coaliciones en Guanía, Guaviare, Valle del Cauca y Sucre (donde la alianza incluyó al Centro Democrático). En el caso del Cauca y Amazonas, las coaliciones contemplan partidos declarados de gobierno (aunque no pertenezcan al Pacto Histórico) como Colombia Renaciente, Alianza Social Independiente y Partido Liberal.

El saldo en las gobernaciones es que el gobierno nacional cuenta con posibilidad de alianzas en 12 departamentos, mientras que 15 serían proclives a actuar como oposición y 5 más tendrán fuerzas declaradas independientes, cuya posición seguirá oscilante como en el Congreso.

El mapa nacional de alcaldías muestra una fuerte presencia del Partido Liberal y el Partido Conservador como fuerzas tradicionales, mientras que una menor proporción en favor de Cambio Radical y una presencia poco significativa del Pacto Histórico. Más allá de los dos partidos tradicionales, se observa una gran dificultad para convencer al electorado y ganar sin coaliciones. De hecho, varias alcaldías de Colombia Humana no lograron renovarse al competir con alianzas entre el Partido Liberal, el Partido de la U y la Alianza Verde.

Los casos de Florencia (Caquetá), Popayán (Cauca), Inirida (Guanía) y Villavicencio (Meta) son ejemplos concretos de las lecciones que debe tomar el Pacto Histórico en estas elecciones. En todos ellos una candidatura única de todas las fuerzas integrantes de la coalición de gobierno hubieran garantizado la victoria; el caso de la capital del Cauca es más dramático puesto que la diferencia con el virtual ganador es de menos de 600 votos, y aún se espera el escrutinio definitivo para la declaración oficial.

De todas las capitales, Cali fue la que tuvo menor participación con 45,37% (en 2019 fue de 48,33%) demostrando una apatía constante y un rechazo a las candidaturas propuestas, así como un desconocimiento de la propuesta del Pacto Histórico. No obstante, la ciudad considerada una de las capitales petristas logró ensanchar su presencia en el Concejo desde donde tendrá la oportunidad de reconectar la propuesta de cambio con la juventud que se movilizó en 2021 y que en 2022 definió el triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez.

La derrota en Bogotá tuvo una reverberación nacional tanto por la lógica centralista, como por ser el segundo cargo ejecutivo más importante del país (con su respectivo volumen electoral) y porque ex senador Gustavo Bolívar y candidato por el Pacto Histórico, quedó tercero con 30 puntos de diferencia frente Carlos Fernando Galán del Nuevo Liberalismo (49,02%). El reflejo de estos números en el Concejo de Bogotá fueron que la Alianza Verde (hoy oficialismo en la capital) obtuvo la mayoría, seguida por el Nuevo Liberalismo/En Marcha y en tercera posición el Pacto Histórico que se superpuso al Centro Democrático.

La elección sigue marcando un retroceso del uribismo, que ahora conserva un poder lagunar y reafirma que Medellín es su bastión, que además le facilitó recuperar la gobernación de Antioquia. Mientras tanto, “Los hijos de los viejos liberales” hoy agrupados en el Nuevo Liberalismo y En Marcha se consolidan luego de los magros resultados en las elecciones al Congreso en 2022 para disputar, en el futuro, la alternativa a la derecha no uribista.

Por último, la representación de las mujeres es un aspecto crítico que cobija a todos los partidos. Mientras que en las gobernaciones 6 mujeres ocuparán el cargo, de las 32 ciudades capitales solo 1 tendrá una alcaldesa.

Perspectivas para consolidar el cambio

La oferta electoral sigue estando ocupada mayoritariamente por los referentes de los partidos tradicionales, de modo que los incentivos a votar por alternativas son escasos. Un problema mayor es que los nuevos liderazgos locales de la izquierda no alcanzan un nivel de reconocimiento masivo y ello disminuye su capacidad de convocatoria y de disputa. Desde luego que en esto influye la desventaja de ser una corriente política nueva que se enfrenta a estructuras clientelares, no obstante, la “novatada” se paga más caro aún por la desconexión entre territorios e instancias de decisión, así como la multiplicidad de canales de obtención de avales que llevaron a competir aliados entre sí en la elección pudiendo dirimirse en una consulta interna previa.

A pesar de no lograr una hegemonía, el Pacto Histórico avanza paulatinamente y Gustavo Petro gobernará con una bancada en el Congreso de 20 senadores y 31 representantes, y contará con el apoyo de 12 gobernadores, 70 alcaldes y más de 700 concejales. Las expectativas y las exigencias siguen siendo mayores a los resultados alcanzados, no obstante, ésta sigue siendo la experiencia electoral con participación de la izquierda de mayor éxito en la historia de Colombia, y por lo tanto las falencias han de saldarse pronto para demostrar que el cambio es la alternativa.

*Politólogo colombiano, docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico.

Más notas sobre el tema