El Monroe de Trump: una política de nunca acabar – Por Flavia V. Gagliardi

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El Monroe de Trump: una política de nunca acabar

Por Flavia V. Gagliardi

Introducción

La historia norteamericana en materia de Política Exterior se ha visto guiada por un destino manifiesto que con el paso del tiempo ha sabido utilizarse en pos de salvaguardar intereses muchas veces contrapuestos con el resto de los países que forman parte de este Sistema-Mundo. Fue el presidente James Monroe quien en 1823 comenzó con este linaje de herramientas políticas, al establecer lo que luego se conocería como la Doctrina Monroe. Este es un principio rector en donde, en pleno proceso expansionista y de delimitación de fronteras, se marcaron los cimientos de la Política Exterior de la potencia que sostiene hasta la actualidad. Monroe, cuando planteó esta doctrina buscaba delimitar el juego a las potencias europeas que estaban en conflicto con sus ex colonias y así ir mostrando cuál es el rol que estaba decidido a tomar en el sistema internacional latente (Carbone, 2019).

“No hemos intervenido ni intervendremos en las colonias o dependencias de cualquier potencia europea; pero cuando se trate de gobiernos que hayan declarado y mantenido su independencia, y que después de madura consideración, y de acuerdo con justos principios, hayan sido reconocidos como independientes por el gobierno de EEUU., cualquiera intervención de una potencia europea, con el objeto de oprimirlo o de dirigir de alguna manera sus destinos, no podrá ser vista por nosotros sino como la disposición de una manifestación hostil hacia los Estados Unidos (…)” (Muriega, 2019)

Desde sus versiones de intervención directa, pasando por el asesoramiento económico, político y militar, la doctrina estuvo presente hasta que en el 2013 el entonces gobierno de Barack Obama. A través de su secretario de Estado, ante Naciones Unidas y con relación a las negociaciones con Cuba, dejó ver que esta ya había quedado en completo desuso teniendo en cuenta las corrientes internacionales que se venían perfilando en materia de política. Aunque tuvo sus situaciones con los intentos de Golpe de Estado en Venezuela en 2015, todo indicaba que la doctrina había quedado obsoleta para esta era moderna. ¿Qué pasa hoy con este principio rector? ¿Cómo se plantea el uso o desuso de este? ¿Vale la pena tener activa esta herramienta?

Cuando nada es para siempre

Con el gobierno del presidente Donald Trump, la Política Exterior norteamericana entró en un viraje pocas veces visto de cara a lograr “América Primero”. Para lograrlo, el presidente empezó a aplicar políticas que distan mucho de lo planteado en los últimos veinte años, con una línea dura donde expertos entienden que hay “más garrote” hacia cualquier ámbito en donde la Política Exterior intervenga (BBC mundo 2019). Por ejemplo, Trump en su primer año de poder logró destruir el añejo consenso bipartidista que busca en materia de migraciones generar un balance neto de migraciones positivo para la economía y producción local. Esto significa que existía un convenio de permitir cierto grado de migración que son “útiles” a las necesidades locales. El presidente Trump sostuvo que la presencia de los mismos en el país (documentados o no) se convierten en una amenaza al crecimiento sostenido y que esa es una de las razones principales por las cuales Estados Unidos no logra crecimiento sostenido en materia económica social desde hace un tiempo (Armendades, 2018). Entendiendo entonces que la culpa de la falta de crecimiento son los países aledaños con sus políticas livianas en materia de contención económica y migratoria.

El presidente Donald Trump comenzó a marcar su política exterior mediante grandes declaraciones y acciones que lo empezaron a alejar de las ideas madre del Estado. Generó un freno abrupto a la expansión del libre comercio presionando a los países con los que tenía convenios – sobre todo México y Canadá-; estableció una política exterior en donde Estados Unidos iba a estar primero exigiendo a los países aliados no solo esfuerzos no solo financieros sino también militares. Este tipo de políticas comenzó a alejar a Estados Unidos de esa idea de administradores del sistema mundo. Esa distancia que se generó los primeros años con los países limítrofes principalmente y luego con aquellos que realmente son una contracara importante en la lucha contra el poder mundial, generó que espacios que antes tenían controlados y bajo líneas de acción efectivas directas pasaran a

ser la antesala de acción de países como China o Rusia, que vuelven a ver en el cono sur un espacio de control y acción óptimo y sobre todo barato. Así, de a poco estos fueron intensificando su comercio con Latinoamérica y en algunos casos su participación en la toma de decisiones de países con crisis sociales extremas, como es el caso de Venezuela. Este accionar hizo que se replanteara el curso que se le estaban dando a las políticas norte- americanas con relación al hemisferio sur de su propio continente por cual en presidente Trump, en una asamblea de Naciones Unidas en el 2018, reflotó en su discurso la ya en desuso doctrina Monroe para mostrar que, aunque hicieran entender que no les importa, Estados Unidos siempre está con la mirada puesta en sus vecinos del sur. De manera directa trajo otra vez a la mesa de discusión internacional estableciendo que: (…) “Aquí en el hemisferio occidental, estamos comprometidos a mantener nuestra independencia de la intrusión de potencias extranjeras expansionistas (…). Ha sido la política formal de nuestro país desde el presidente (James) Monroe que rechacemos la interferencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros propios asuntos (…)” (Lissardy, 2018). De esta manera se entiende que Estados Unidos necesita de su doctrina y sus variables independientemente de quien esté en el poder. Pensar que se puede dejar de controlar aquello que los rodea solo por el simple hecho de elegir cerrarse a ello, no genera más que debilitamiento.

Que Estados Unidos decida no interferir o participar en asuntos del resto del continente no significa que el continente tenga libertades de acción real sino más bien que queda a merced de otros estados que vienen con la idea de dar herramientas de libertad a cambio de solo ser parte de ello, un discurso que ya hemos sabido escuchar con anterioridad. La doctrina Monroe está, es parte del día a día. Algunas veces la vemos disfrazada de libertad, otras veces de capricho, algunas veces de ignorancia, pero siempre está ahí, esperando que vengan por ella, lista para seguir demostrando que Estados Unidos no puede sin ella.

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